La playa de Mandrem en Goa

23 de diciembre de 2006

Descendimos en una única jornada los kilómetros que separan la población de Chiplún, a cincuenta kilómetros de Harnai, en el estado de Maharastra, de Goa, el mítico enclave hippy. La NH 17 se portó bastante bien en los casi trescientos kilómetros, sólo llegando al estado de Goa se estropeó, justo donde nosotros pensábamos que estaría en mejor estado.

Mandrem

Nuestra primera impresión fue muy grata, una pequeña carretera recorría los doce kilómetros que separan la carretera principal de la costa, en la primera parte va paralela al río Terekhol. El paisaje nos pareció muy bonito, con palmeras en las orillas, canoas con pescadores y pequeñas cabañas hechas con hojas de palmera, un buen comienzo para una región que se nos antojaba abarrotada de turistas y buscavidas. Dejamos el río y ascendimos una colina desde la que ya se divisaba Arambol, el principal centro turístico del lejano norte de Goa, pensamos asomarnos a la playa para buscar un lugar donde aparcar, pero nos debimos pasar el desvío porque sin darnos cuenta aparecimos en Mandrem, la siguiente playa; seguimos un cartel que indicaba playa y por un estrecho camino pavimentado llegamos a la aldea, con algunos restaurantes y hostales, y dos tiendas.

Mandrem-VAparcamos sin saber qué hacer, mejor sería dar un paseo y buscar algún lugar donde aparcar, no fue tarea fácil, no se podía acceder a la playa con el coche en ningún punto, sólo vimos un terreno sombrío por las abundantes palmeras, dos coches estaban aparcados y sólo se veía una vivienda. Nos acercamos a preguntar a la casa pero no había nadie, preguntamos en las tiendas y cada uno decía una cosa, decidimos aparcar allí y esperar a ver si alguien nos preguntaba algo. Unas horas después vimos llegar un coche con una familia, o eso creímos que era, una mujer y un hombre calvos con tres niños que parecían mulatos; tenían la casa alquilada y por su parte podíamos quedarnos, seguramente alguien pasaría a pedirnos dinero por estar allí. Más tarde supimos que él, David, era un chico irlandés homosexual, y ella, Penny, una inglesa con cinco hijos, cada uno de una pareja diferente, aunque aparentaban ser unos snobs fueron muy simpáticos y amables. Efectivamente la primera mañana un hombre vino a pedirnos dinero, tuvimos que regatear y al final todo se quedó en cien rupias por tres o cuatro noches, que al final fueron cinco.

Una breve visita por el pueblo nos permitió observar que está en pleno desarrollo, ahora apenas hay seis o siete alojamientos, pero muchos están de camino, seguramente las dos tiendas se multiplicarán y brotarán locutorios y cybercafés, así dentro de unos años dejará de ser la tranquila playa de Mandrem y pasará a ser una más de las plagadas playas de Goa.

Mandrem-IIILa segunda tarde conocimos a Teresa, una bilbaína muy simpática, estaba viviendo en Mandrem el último mes y pico, aunque ya se la veía un poco cansada de Goa. Entonces no sabíamos que iba a ser alguien importante en nuestro viaje, más adelante nos la encontraríamos por azar en una playa de Sri Lanka y pasaríamos con ella el resto de nuestra estancia en la vecina isla del sur de la India.

El encuentro con esta mujer se vio nublado por la triste noticia de la muerte de la Titina, la abuela de Jorge, uno de nuestros más entrañables amigos al que esperamos volver a ver antes de regresar a España. Rafa tenía una relación especial con su abuela y le afectó mucho la noticia, estuvo unos días un poco ido y prefirió que pasáramos la Noche Buena los dos solos; no nos complicamos demasiado la vida y decidimos cocinar una tortilla de patata, abrir la penúltima lata de berberechos y el lomo, bañaríamos la comida con una botella de Oporto adquirida en Damán una semana antes.

El día de Navidad Teresa nos invitó a cenar, iba a preparar una paella y unos pescaditos fritos, yo me apunté sin dudarlo, no así Rafa que prefirió quedarse en casa. Me pasé la tarde limpiando pescaditos mientras mi anfitriona se volvía loca buscando aguacates, adjudicando a cada cual una tarea e intentando que no se le quemara la comida. Fue muy divertido y la cena deliciosa, además de Teresa vinieron nuestros vecinos (Penny y sus hijos), David (el irlandés), Camilo (un dominicano chiflado que estaba escribiendo un libro sobre las reencarnaciones de los santos en hombres ilustres), un ruso enorme y una japonesa.

Mandrem-IIAntes de dejar el pueblecito queríamos conocer la cercana playa de Arambol, la más famosa del norte de Goa; la playa en sí es la misma que la de Mandrem, una franja de arena de más de diez kilómetros de largo. Anduvimos casi cuatro kilómetros para llegar hasta el final, durante todo el camino se veían chiringuitos aislados unos de otros, hasta que en el último kilómetro se convirtieron en una hilera continua de restaurantes sin fin. Tras ellos llegaron las tiendas de ropa, de souvenirs, de hamacas, los cybercafés, los hostales, los moneychangers y todo lo imaginable en un centro de mochileros de la India, el despliegue era impresionante, decenas de tiendas vendiendo lo mismo, nos pareció excesivo para la afluencia de gente. Más tarde nos enteramos de que no había casi gente porque Arambol acoge sobre todo a israelíes y éstos habían recibido un aviso de su gobierno de abandonar Goa, el estado de Israel había recibido amenazas serias de atentar con bombas durante las navidades en alguno de los enclaves típicamente judíos de Goa, y Arambol es uno de ellos.

La mañana de nuestra partida sufrimos uno de los episodios más desagradables del viaje. Rafa regresó de la tienda con la cara desencajada, uno de los tipos se le había encarado amenazando con pegarle, le exigía un cartón de leche que la tarde anterior habíamos devuelto porque su contenido estaba en mal estado. Rafa había ido a la tienda y había comentado el problema, había cogido otra marca y abonado la diferencia y se había ido, sin olvidarse antes de coger el litro malo, verterlo en una esquina y deshacerse del tetrabrik, ¡nos acusaban de haberles engañado, y habernos quedado con dos por el precio de uno! Fuimos juntos a la tienda, yo intenté aclarar las cosas tranquilamente, pero esta gente está loca, empezaron a decir que éramos de ‘ese tipo de gente’, que les estábamos robando, entonces el hombre y Rafa se encararon de nuevo, el hombre me empujó y me tiró el café encima, aún no sé cómo conseguí que no se pegaran. Nos disgustamos mucho y, desayunando con Teresa para despedirnos, le contamos lo ocurrido a ella y a David. Nosotros no quisimos saber más del asunto, nos íbamos de allí y preferíamos olvidarnos lo antes posible de esos malnacidos, pero Teresa quiso ir a preguntar; pronto se enteró de que ese hombre se había violentado con otros extranjeros, ¡y eso que la familia es dueña de medio pueblo y se está haciendo de oro a costa nuestra! Ella dejó de comprar allí y se pasó a la otra tienda, que aunque más cara, eran mejor gente, David hizo lo mismo. Cuando nos reencontramos con Teresa en Sri Lanka nos comentó que le dijeron que sabían que éramos ‘de esos’, Teresa exigió explicaciones, según ellos éramos drogadictos y la furgoneta estaba rodeada de jeringuillas, ¡qué fuerte! Ella se empeñó en que le mostraran las jeringuillas, les obligó a ir al lugar, por supuesto no encontraron nada.

Mandrem-IVBastante enfadados, aunque desconociendo lo que estaba ocurriendo entre Teresa y ellos, nos fuimos de Mandrem. A pocos kilómetros nos detuvimos en Chaolin, en su mercado de pescado, allí compramos almejas, chipirones y lenguaditos por unos dos euros, ese día tocaría banquetazo. Continuamos hacia Vagator y, tras perdernos un rato, dimos con el aparcamiento de Little Vagator, una pequeña playa rodeada de acantilados al sur del pueblo de Vagator. Tal y como esperábamos encontramos varias furgonetas allí, dos eran de Eslovenia, otra suiza y un poco más lejos un autobús y una caravana alemanes. Nos acomodamos y descendimos a la playa a darnos un chapuzón, necesitábamos refrescar las ideas después de la mañana tan movidita que habíamos sufrido.

Comimos lenguados y unos pocos chopitos y descansamos un rato, por la tarde iríamos al Flea Market de la cercana Anjuna; la pereza y un intento fallido de ir caminando nos obligó a mover la furgo seis kilómetros, estaba más lejos de lo que parecía. El mercado nos defraudó un poco, los puestos de cosas para turistas se repetían sin fin, ropa, hamacas, gafas de sol, collares, cds con música trance, ropa, gafas de sol, lámparas de tela de colores, ropa, hamacas, especias, más ropa, más collares, más hamacas, y así todo, nosotros esperábamos una mezcla de mercado local popular y mercado para guiris, pero nada de eso. Aún así fue interesante la visita, muy colorida, pudimos vivir el auténtico ‘ambiente goano’, con música en directo, sol, playa y mucha gente cool. Nos encontrábamos en el auténtico centro de la mítica Goa, la que atrajo y atrae cada año a jóvenes, y no tan jóvenes, en busca de experiencias; hoy en día esas experiencias se centran en las raves, que normalmente se organizan en Anjuna, Baga, Calangute y Vagator.

Rafa quería que siguiésemos hacia el sur pero yo insistí en volver al aparcamiento de Little Vagator, dentro de nada se haría de noche y no sería fácil encontrar un buen lugar donde dormir. Para cenar preparé una cacerola llena de almejas a la marinera, vino incluido, nos dimos un atracón, tuvimos miedo de que nos diera un cólico o algo así, pero los moluscos nos sentaron de miedo. Las siguientes semanas nos hemos dado cuenta de lo difícil que es encontrar almejas en este país, de hecho desde que dejamos Goa no las hemos vuelto a ver.

La playa de Mandrem en Goa

La segunda navidad fuera de casa de nuevo junto al mar, pero con treinta grados más.

Esta vez el menú fue un homenaje a nuestra querida península: tortilla de patata, berberechos enlatados de las rías gallegas y vino Oporto fabricado en India pero con receta portuguesa.

Durante cinco días y cuatro noches un palmeral se convirtió en nuestro hogar, a unos cincuenta metros de la playa de Mandrem. Pudimos poner la hamaca y disfrutar de la sombra que aportan casi todo el día las palmeras. A menos de cuatro kilómetros de la playa de Mandrem hacia el norte se encuentra la playa de Arambol, principal centro vacacional del lejano norte de Goa. El lugar está plagado de restaurantes, hostales, tiendas, cybercafés y todo lo que un mochilero puede necesitar.