Visto y no visto, la vuelta a casa

Del 21 de diciembre al 18 de enero de 2008

Atravesando Arabia Saudí

Nos separaban más de dos mil kilómetros de carreteras y desiertos de nuestra querida Jordania. Pero antes de cruzar Arabia Saudí debíamos atravesar los E.A.U. hasta la frontera de As Sila, según nuestro mapa la carretera discurre junto al mar, no lo llegamos a ver y si estaba allí se confundía con los espejismos que forman las arenas rojas que inundan el país. A mitad de camino paramos para rellenar el depósito y descansar en una gasolinera hipermegamoderna, nos quedamos perplejos, de repente era como estar en Austria o en Suiza, sin embargo fuera caían 40 ºC y no había más que desierto.

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Aprovechamos que había unos camiones estacionados para cobijarnos en su sombra, cual fue nuestro asombro al reconocer la matrícula de Almería, ¡qué hacéis tan lejos de casa chicos!, pero no, estábamos muy equivocados, los conductores no podían tener más cara de árabes, desconocemos como había llegado a parar ese trailer a este rincón del mundo, pero allí estaba, no sería el único que veríamos en las dos siguientes jornadas, ¿existirá un mercado negro de camiones españoles en Arabia?

Vuelta-a-casa-XVIIAunque en general somos inmunes a los comentarios y opiniones negativas de otros viajeros hemos de reconocer que entramos en esta nación con miedo y desgana, la falta total de libertades, los pocos atractivos culturales y naturales y algunos incidentes que habían ocurrido en fechas cercanas con extranjeros como protagonistas provocaron en nosotros un recelo poco natural. Nos sentíamos incómodos y muy cansados, sólo podíamos hacer una cosa inteligente, cruzar cuanto antes el desierto de Arabia para descansar unos días en una playita de Aqaba en el Mar Rojo.

Habíamos obtenido fácilmente el visado de tránsito para atravesar el país más grande de la región y también el más inhóspito, ahora era el momento de la verdad, nos hallábamos en la frontera. Los trámites fueron rápidos, nos separaron, a mí me tocó ser interrogada por una simpática mujer de origen indio o pakistaní que no me entretuvo más de un par de minutos. Pagamos el seguro de rigor y pronto pisamos suelo saudí, nadie comentó nada sobre la prohibición de conducir para las mujeres, nosotros estábamos bien informados y Rafa se puso al volante. Sólo condujo unos metros, hasta un área de servicio muy bien equipada donde pasamos la noche, estaba atardeciendo y no queríamos arriesgarnos a conducir de noche por una carretera que ni siquiera salía en nuestro mapa pero cuya existencia conocíamos, un atajo para llegar a Riyadh atravesando el desierto.

Vuelta-a-casa-XIVPor la mañana un café rapidito y a pisar el acelerador, encontramos el desvío muy pronto, pocos coches se desviaban por él, la mayor parte se dirigía hacia al norte, hacia Qatar, Bahrein y la costa saudí del Golfo Pérsico. Durante casi doscientos kilómetros no vimos nada más que arena, un lugar muy inapropiado para tener una avería, la suerte nos acompañó y continuamos hasta Harad primero y hasta Riyadh después sin sufrir ninguna incidencia. Fue a partir de Harad que empezamos a ver un poco de vida, nos chocó comprobar que se parecía más a Jordania que a los EAU, es cierto que nos cruzábamos con vehículos de lujo de vez en cuando, pero la mayoría eran coches y autobuses destartalados. Los pueblos también mostraban un aspecto desalentador, parecía más un país pobre que uno rico; en Arabia Saudí deben coexistir dos sociedades muy diferentes: la de los ricos magnates del petróleo y la de los saudíes pobres, no pudimos comprobarlo, un imán nos atraía irremediablemente hacia Jordania, Siria, Turquía y por fin Europa, la vieja y adormilada Europa.

En Riyadh únicamente paramos para repostar, una gasolinera regentada por un emigrante del sur de la India nos devolvió a la realidad del petrodólar, con unos pocos euros llenamos el depósito ¡quién pillara ahora esos precios! La capital se mostró muy animada, pero a la vez poco atractiva, el tráfico era intenso en las autopistas, sobre todo en la que iba hacia la Meca, ya que nos encontrábamos en plena peregrinación anual. Una densa capa de arena impedía ver con nitidez los edificios, el erial que rodea Riyadh es inabarcable, no sé me ocurre un lugar más inhóspito para vivir.

Mientras todos los coches se desviaban hacia el oeste nosotros continuamos recto, siempre hacia el norte, la siguiente ciudad de referencia era Buraydah, cerca de la cual tendríamos que hacer noche tras haber recorrido nada más y nada menos que mil kilómetros en un día, una proeza que no realizábamos desde tiempos inmemoriales. Desde la capital hasta el anochecer nos cubrió la misma capa de arena que poblaba la capital y el viento comenzó a soplar sumiéndonos en una tormenta de arena de la cual parecía imposible zafarse, definitivamente este país no estaba hecho para nosotros.

La segunda jornada transcurrió como la primera, o tal vez aún más lenta y monótona, el desierto sólo se interrumpía momentáneamente con la llegada de una ciudad, como fue el caso de Hail, o con algún accidente geográfico de tipo montañoso. No fue difícil recorrer los siguientes 1.000 kilómetros hasta la frontera, aunque Rafa ya acusaba el cansancio no había ningún lugar donde parar.

Vuelta-a-casa-XVILlegamos demasiado tarde al puesto fronterizo como para cruzar esa misma noche, y decidimos aparcar en una abarrotada estación de servicio pocos kilómetros antes. No sé si fue éste el primer lugar donde los vimos, o si ya llevábamos tiempo siguiendo el mismo recorrido, lo que es seguro es que no les dijimos adiós hasta dejar Alepo en Siria. Se trataba de tres o cuatro autobuses rusos que regresaban de la peregrinación a la Meca, todo un espectáculo digno de ver. Allá donde pararan desplegaban todos sus enseres, las mujeres se afanaban rápidamente a preparar enormes cacerolas para alimentar a decenas de personas que salían de cada vehículo, mientras tanto los hombres abrían el motor y revisaban por enésima vez el origen de aquellos humos que amenazaban no llevar a la tribu a buen puerto. No creo exagerar si digo que los autobuses tenían cuarenta o cincuenta años, unas auténticas tartanas humeantes cuyo interior debía parecerse al camarote de los Hermanos Marx. Nos los fuimos cruzando varias veces a lo largo de los siguientes diez días y siempre, sin fallar una sola vez, los autobuses parecía que se iban a desmembrar dejando a toda aquella gente tirada en la estacada. No podíamos imaginarnos como llegarían a Rusia, primeramente pensamos que serían chechenos y que habían de conducir a través del Caúcaso, odisea casi utópica en esta época del año, tras reflexionar sobre ello llegamos a la conclusión de que algún barco les cruzaría al otro lado del mar Negro, evitando Georgia y las montañas. Fuese como fuese cuando nos despedimos de su compañía cerca de Alepo aún les quedaba un buen trecho para llegar a casa y, como a nosotros, cruzar Anatolia en pleno enero.

Pero antes de esta despedida nos tocó decirle adiós a Arabia Saudí, sin pena ni gloria salimos de esta obscura e impenetrable nación y de nuevo pude soltar mi melena al viento… y ponerme al volante de nuestro hogar, para alivio de Rafa que me dejó conducir.

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Desierto en Jordania

Un rápido regreso

Vuelta-a-casa-VIIEsta es posiblemente la última crónica que me hubiese gustado escribir, sin embargo todo inicio tiene su fin, y el fin de nuestra aventura llegó dos años y medio después. Un 10 de julio de 2005 partíamos de Madrid con muchas incógnitas pero con muchas ganas, un 18 de enero cruzábamos la frontera francesa camino de Bizkaia, un segundo hogar para nosotros, donde tuvimos nuestros primeros días de sofá y cama.

Pero antes de que esto ocurriera volvimos a recorrer caminos ya conocidos durante las últimas cuatro semanas de viaje. Primero fue nuestra querida Jordania, a la que le dedicamos una semana, prácticamente toda en Namatah, aquella aldea que nos dejaba marcados el primer noviembre y donde fuimos recibidos con todos los honores. Aquellos días de reuniones familiares, idas y venidas de un pueblo a otro y preguntas infinitas se repitieron, volvimos a jugar con Qusai y Gais, a compartir los magníficos desayunos a base de panes recién hechos, aceite de oliva, huevos, yogur y comino, ayudamos a sembrar el grano en los riscos del wadi y a compartir tertulias junto a la estufa con toda la familia.

Vuelta-a-casa-IXY de nuevo llegaron las despedidas, se repitieron las mismas escenas y un hasta pronto quedó flotando en el aire, seguro que regresamos, aunque tal vez no montados en nuestra flamante camioneta sino en un coche alquilado en el aeropuerto de Amman, a unas pocas horas de vuelo desde Madrid.

Con ese sabor amargo en la boca llegamos a la capital donde aún teníamos la esperanza de conseguir el visado para Siria, esperanza vana, obtuvimos la misma respuesta que en Kuala Lumpur, sólo nos darían el visado en España, pero siempre podríamos intentarlo en la frontera. No nos quedó otra opción, convencidos de que podríamos pasar nos dirigimos a la misma frontera por la que cruzamos en dos ocasiones hacía ya tanto tiempo, Daraa; tenía el mismo aspecto destartalado que entonces, la tecnología seguía sin hacer acto de presencia por aquel lugar. Recordábamos bien los miles de trámites que tendríamos que realizar, no faltó ninguno, pero sin saber muy bien cómo nos libramos de pagar los 100 dólares del diesel, nunca nos hemos hecho tanto los ignorantes como en aquel momento.

Vuelta-a-casa-XY aquí fue donde conocimos a Sean, lideraba un grupo de españoles en un viaje de dos semanas en Siria y Jordania, tuvimos tiempo de sobra para entablar con él varias conversaciones y comenzar a incluir la profesión de guía-acompañante de grupo en nuestras perspectivas de futuro. Nos explicó su trabajo para varias agencias pequeñas de Madrid que organizan viajes «exóticos» o a destinos menos turísticos, como bien sabíamos Jordania es ya un destino habitual en las agencias, pero rara vez se incluye Siria en el itinerario, no deja de estar en el «Eje del Mal» para algunos gobiernos. Sean nos dio su tarjeta y nos invitó a contactarle una vez estuviéramos de regreso en Madrid; no volveríamos a verle hasta un par de meses después, momento en el que pudimos disfrutar de unas cañas en una típica tasca madrileña.

Ellos cruzaron mucho antes que nosotros, cuando al fin lo logramos condujimos cuarenta o cincuenta kilómetros hasta una vieja conocida, Boshra, la antigua ciudad romana de basalto negro que visitaríamos por segunda vez, de nuevo casi en solitario, con el hummus como acompañante indiscutible pasamos una tarde muy agradable junto a sus muros negros.

Vuelta-a-casa-IIIY llegó el 31 de diciembre, no sabíamos muy bien qué hacer con nuestras vidas, en realidad no parecía ser un día especial, decidimos que al menos nos daríamos una comilona y, para no perder la tradición, nos hicimos una tortilla de patatas y compramos un trozo de queso en el hipermegamoderno supermercado que descubrimos años atrás a las afueras de Damasco.

Nuestra visita a Siria fue visto y no visto, en un primer momento habíamos pensado pasar toda la semana allí, de nuevo una atracción fatal nos llevaba cada día más allá, impidiéndonos dedicar más de un día a cada sitio, habíamos pisado el acelerador y ya no lo soltaríamos hasta Estambul, la única que se salvó del regreso-relámpago, y cuando digo la única es totalmente en serio, Europa también pasó bajo las ruedas a velocidades inusuales para nuestro siempre sosegado ritmo de viaje.

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Granja de la familia de Namatah

Vuelta-a-casa-IIEstambul nos recibió tras una gran tormenta de nieve, nos libramos por muy poco de colocar las cadenas en la autopista que une Ankara con la vieja Bizancio, viejos fantasmas del invierno del 2005/06 nos persiguieron durante dos días, ya conocíamos el rigor del invierno de Anatolia y por nada del mundo volveríamos a caer en sus afiladas garras. En cambio sí regresamos a los brazos de una de nuestras ciudades favoritas, incluso repetimos alojamiento, el Star Hotel, donde pasáramos buenos ratos con Laura, Jorge y Carlos.

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Bosra – Siria

Estambul es otra en invierno, hay turistas, es cierto, aunque no creo que lleguen al 5% de los que visitan la ciudad en verano, y con un buen abrigo y si el tiempo acompaña es un momento perfecto para disfrutar del lugar. Eso hicimos mientras el servicio volkswagen para vehículos industriales ponía a punto al tercer miembro de la expedición, entre otras cosas instalamos la luna delantera, previendo que en España nos costaría el doble de dinero. Regresamos al puente de Galata, al Bazar de las Especias, a Fatih, a Beyazit, y muchos barrios más, pero sobre todo repetimos una y otra vez la visita a la tetería del cementerio en Divan Yolu Caddesi, donde durante el curso se llena de estudiantes y de tertulias, no sé cuántas horas pasaríamos en total, basta con decir que acabamos siendo unos viejos conocidos esa semana.

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Los Omeyas en Damasco

El día 10 de enero dijimos adiós por enésima vez a esa magnífica ciudad y recorrimos los trescientos kilómetros hasta Ipsala bajo un temporal de viento y nieve que auguraba lo peor, no teníamos ganas de pasar penurias, tan sólo queríamos llegar a Irún sin sobresaltos. Aún nos quedaba uno, cruzar la frontera con Grecia, ¿quién nos lo iba a decir?, nos tocó un policía muy chungo que no dejaba de preguntarnos: ¿dónde guardáis la droga?, un auténtico peñazo, nos hizo descargar la furgoneta y pasar todas nuestras pertenencias por un túnel de rayos, menos mal que habíamos recogido a un peregrino ucraniano que nos ayudó a pasar el mal trago; ha sido, con diferencia, el registro más minucioso que nos han hecho en todo el viaje, por no decir el único.

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Alepo

Aquello ya era otra cosa, el tímido sol fue apareciendo y según avanzábamos calentaba con más fuerza, el gran astro del Mediterráneo; no duró mucho, el invierno es el invierno, una niebla gris y una ligera llovizna nos empujaron a abandonar la estatua de Alejandro Magno en Tessalonika, éramos irremediablemente arrastrados hacia el oeste.

El sol volvió a hacer presencia al día siguiente en Ingoumenitsa, esta vez era otro sol, en manga corta, a unos veinte grados centígrados, nos tomamos una cerveza con una tapa en una terraza que tenía sabor ibérico, casi se me saltan las lágrimas de emoción, por un momento me arrepentí de haber sacado ya el pasaje para el barco que nos conduciría a Venecia el día siguiente, me habría quedado allí una semana mirando al mar y tomando tapas.

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Silvia en el Puente de Galata de Estambul

Y tanto que me habría quedado allí, Italia y Francia nos recibieron con lluvias y días grises, las tres semanas previstas para visitar decenas de lugares se redujeron a una, total, si están aquí al lado, ya nos escaparemos en cualquier momento, ¡qué son ahora 1.500 km después de haber recorrido casi 90.000! Fue bajar del ferry y poner rumbo a Padua, una de las pocas paradas que hicimos junto con Vicenza, Verona, el Lago di Garda y Mantuva, en ninguna nos acompañó el tiempo, el norte de Italia parecía sumergido en un invierno triste y gris.

Ni siquiera la famosa costa nos regaló unos rayos de sol, en San Remo llovía, como en Génova el día anterior y en Mónaco, Niza y Cannes los siguientes.

¡Barcelona 600km!, ya estamos, si queremos cenamos hoy mismo con Yosco junto al Parque Güell, pero no, hay que relajarse, la ciudad condal tendrá que esperar, salimos por el este y queremos regresar por el oeste, Irún seguía siendo nuestro puerto de entrada. Un par de horas y allí estaban, ante nosotros se levantaban los Pirineos, ¡qué bella imagen!, con sus picos nevados, ya sólo nos quedan Narbonne, Carcasonne, Toulouse, Pau y Bayonne, ya olíamos las albóndigas y el marmitako de Marimar en Algorta, ¡vaya sorpresa que se van a llevar!, y vaya responsabilidad la de saciar nuestro apetito durante los primeros días…

La última noche en territorio francés transcurrió junto a una laguna llena de flamencos rosas a pocos kilómetros de Narbonne, un lugar inmejorable para decir adiós a nuestra cama, sería la última noche en mucho tiempo, habrían de pasar varios meses para que volviésemos a dormir en ella. Sin embargo nada cambió en nuestro quehacer matutino, el café, recoger las cosas y sin prisa pero sin pausa al volante, parecía un día normal, como otro cualquiera de los últimos novecientos.

Vuelta-a-casa-XIXYa era de noche cuando vimos Irún a nuestra derecha, la primera parada fue para repostar, ¡qué extraño!, no tenemos que hablar en inglés, esta sensación duraría unas cuantas semanas, después de tanto tiempo resulta difícil asimilar que entiendes todo lo que se habla a tu alrededor y que, por lo tanto, todo el mundo entiende lo que dices… jejeje, habrá que tener cuidado si no queremos meternos en líos.

Y ya está, todo había acabado, o quizás no, tal vez no había hecho más que empezar, esa sed de aventuras y de conocer otras culturas no se saciaría tan fácilmente… habrá que ir pensando en la próxima… no os preocupéis, ya os avisaremos…

¡¡Hasta Pronto!!

De Arabia a Grecia

En esta galería hay algunas fotos de nuestro paso de tránsito por Arabia, de nuestro emotivo encuentro con la familia jordana de Namatah y de nuestro viaje en Ferry de Grecia a Venecia.

Frenando en Italia

Antes de dar el definitivo arreón para llegar a España nos tomaríamos con cierta calma nuestro paso por Italia para disfrutar de este país que más bien es un museo. Dejamos aquí fotografías de Padua y Verona, la ciudad de los amantes de Shakespeare.