Una ciudad con dos identidades igualmente marcadas y que conjugan perfectamente, la vasca y la francesa. En muchos aspectos, arquitectónico, social y cultural, en gastronomía y en idioma.

En la parte vieja es fácil encontrarse con carteles de tiendas en Euskera y en francés. Me sorprendió el arraigo vasco, pensé que la influencia francesa era predominate en el país vasco frances y en concreto en Bayona, pero incluso politicamente quedan y se mantienen las reivindicaciones, muchas de ellas como murales que viven al pasado, pero Euskadi está presente aquí especialmente, más que en otros pueblos de la provincia de Lupardi, como San Juan de Luz, donde «lo francés» predomina.

La catedral es el centro neurálgico de la ciudad, merece la pena visitar su claustro, la zona peatonal es la protagonista en la parte vieja, una ciudad tranquila donde el Río Nive es la avenida «acuática» repleta de restaurantes y terrazas donde, entre otras cosas, pueden degustarse los «Moules» (mejillones), un plato típico de la zona. Por el entramado de callejuelas estrechas la vida en la calle se abre paso, en ocasiones uno podría pensar que está en alguna ciudad española viendo las terrazas llenas de gente, pero algunas carteles políticos te devuelven a la realidad. El mercado a orillas del río es un buen lugar para hacerse acopio de viandas vascofrancesas o bien tomarse una cerveza.