Palacios, templos y parques de Pekín
Septiembre de 2007
Pasaríamos cinco días en Pekín por lo que tendríamos tiempo de sobra para visitar los múltiples lugares históricos de la ciudad y alrededores, incluida una porción de la Gran Muralla China. Una de las primeras mañanas iríamos andando hacia la Ciudad Prohibida, anexa a la Plaza de Tian´anmen, caminando en esta ciudad uno se percata rápidamente de lo inabarcable que resulta, las avenidas son anchísimas y las manzanas son enormes. Pekín es una ciudad enorme (la superficie de todo su municipio iguala la superficie de Bélgica), ante este panorama descubrimos los taxis, que resultarían imprescindibles y bastante económicos. Al llegar a uno de los grandes accesos a la Ciudad Prohibida observamos las hordas de gente que tenemos delante, al entrar comprobamos que está abarrotado, el rojo domina todos los jardines, pasillos y pabellones de la ciudad, se nota la profunda limpieza de cara que está sufriendo, sin duda motivada por las inminentes olimpiadas del 2008. Desde luego todo el complejo es enorme y sería necesario un día entero para visitar todo, cada pabellón dispone de una zona abierta, los tejados típicos de la arquitectura china dan una sombra que todos buscamos con afán.
Hay largos pasillos que comunican los distintos lugares del complejo, un rojo chillón pero agradable continua siendo el protagonista, también encontramos en nuestro camino muchos relieves y estatuas de bronce que representan distintos animales míticos en la cultura china, leones, garzas, tortugas, dragones o fénix son algunos de ellos. En los pabellones se exponen mobiliarios, armas y demás objetos usados por los distinguidos habitantes de la ciudad.
Nosotros entramos a la ciudad por los Jardines Imperiales, con rocas, árboles y distintos pabellones, luego entraríamos de lleno a toda el ala oeste, donde se encontraban las residencias de los reyes, entre ellas la de la reina Cixi, para después entrar en la Sala del Cultivo Mental, decorada con bonitos relieve de dragones, después vendría la Sala de la Armonía Preservada, donde destaca la calzada imperial de mármol de 250 toneladas, tallada con dragones y nubes y por la que el emperador era transportado en su palanquín hasta la Sala de los Banquetes, tras ella la Sala de la Armonía Intermedia, previa a la enorme Sala de Audiencia Imperial, que podía albergar a 100.000 personas. Nuestra visita acabó en la Sala de la Armonía Suprema, con preciosas balaustradas y puentes de mármol. Ya en el exterior nos pusimos al cobijo de los árboles en los Jardines de Zhongshian, que nos brindaban unas bonitas vistas de toda la muralla exterior y el canal que rodea la Ciudad Prohibida.
Unos días más tarde visitaríamos el Palacio de Verano, posiblemente el lugar más tranquilo de Pekín. Situado a 20 Km del centro de la ciudad (pero aún en ella), el Palacio ocupa una extensión enorme repleta de residencias, palacios, colinas, templos, canales y lagos, donde destaca el gran lago de Kunmming, que es navegable. Llegaríamos a la entrada en taxi sobre las nueve y media de la mañana y nos iríamos sobre las tres de la tarde, habiendo visitado una pequeña porción del complejo. Dedicamos la mayor parte del tiempo a caminar por paseos arbolados de sauces, cruzando arqueados puentes de mármol con nombres tan sugerentes como el Puente del Cinturón de Jade, el Puente del Espejo o el Puente del Sauce. Nos sentábamos muy a menudo a charlar a la orilla del lago, había que aprovechar la tranquilidad del lugar, tan alejada del bullicio del centro de la ciudad. En ocasiones se repitieron bucólicas escenas de músicos que practicaban con sus instrumentos a orillas del río, transmitiendo un cierto aire de sopor en el ambiente, sin duda agudizado por el bochorno del tiempo. De los escasos monumentos que visitamos nos gustó una bonita pagoda budista llamada Del Mar y la Sabiduría, ubicada en la Colina de la Longevidad, desde donde había bonitas vistas del Lago Kunmming y de otras residencias o templos.
Uno de los lugares más visitados del Palacio de Verano es el Barco de Mármol de la emperatriz Cixi, atracado a orillas del lago, una excentricidad de esta emperatriz, con dudoso gusto y que no creo que pudiera navegar, la cuestión es que el lugar estaba abarrotado de turistas. La visita sería muy agradable, aunque luego nos costaría un poco llegar de nuevo hasta el centro de Pekín en transporte público.
Finalmente llegaríamos algo tarde a la zona de los Hutongs (barrios tradicionales), concretamente visitaríamos el situado junto a la Torre de la Campana y la Torre del Tambor, aunque antes comeríamos en el tejado de un bar, justo al lado de una de las torres.
Otro atardecer cualquiera visitaríamos el Templo del Cielo, un precioso ejemplo de arquitectura Ming y uno los símbolos de más orgullo para los habitantes de Pekín.
Y justo el día anterior a dejar Pekín le tocaría el turno a uno de los monumentos más famosos del planeta, La Gran Muralla, estructura artificial con mayor longitud del mundo, al finalizar su construcción llegó a alcanzar más de 6.000 km, siguiendo el curso de los ríos y adaptándose a los contornos de montañas y valles en su trazado. La muralla fue construida con tierra y piedra, y se reforzó con ladrillos en su lado oriental. Tiene una anchura de 4,6 a 9,1 metros en su base, estrechándose en la parte más alta. La altura media es de casi 8 metros, sin contar las almenas de vigilancia, existen atalayas de casi doce metros de altura situadas a intervalos de 180 metros. Pero a pesar de su tamaño, nunca fue una defensa segura contra la amenaza nómada aunque si fue útil para el transporte de la población a través de las montañas.
Durante siglos la Muralla fue olvidada hasta que los comunistas decidieron reformar varios tramos cercanos a Pekín con fines turísticos, nosotros visitaríamos uno de ellos, el de Mutianyu, a 80 kilómetros de la capital y, aunque turístico, mucho menos visitado que el tramo de Badaling, el más masificado. Tuvimos que madrugar mucho para coger la furgoneta que habíamos contratado para la excursión. Una vez allí había dos modos de subir hasta la muralla, o bien a patita o cogiendo un funicular, Silvia y yo elegimos ir andando. Ya estábamos allí y las expectativas no nos defraudaron, cuestas endiabladas hacia arriba y abajo para andar sobre la superficie de la muralla, torretas de vigilancia donde descansar tras la pateada de cada pequeño tramo y, al observar hacia uno u otro lado, la interminable línea definida por la megalómana construcción, serpenteando en lo alto de las colinas hasta que dejábamos de verla.
No recuerdo muy bien qué pasó pero en un principio no nos encontramos ni con Jorge ni con su madre, por lo que Silvia y yo decidimos andar hasta donde se podía visitar la muralla, es decir, hasta donde había sido reformada; llegados a un punto un cartel de peligro advertía sobre los riesgos de seguir, lo que se veía eran pequeños y casi destrozados tramos de la muralla, que estaban cubiertos en su mayoría por la vegetación, aún así se percibía una línea que, siguiendo las crestas de las colinas, desaparecía. Al bajar de nuevo nos encontramos con Jorge y con su madre, que decidió bajar antes, nosotros tres nos quedaríamos charlando un rato, sentados sobre uno de los empinados peldaños, desde luego el lugar era inmejorable para charlar, hasta que decidimos bajar. De este modo habíamos visitado la archiconocida Muralla China, sin duda una de las construcciones más grandiosas y ambiciosas que jamás se han erigido.
Parques, Palacios y Templos
El Palacio de Verano
Esta inmensa finca esta repleta de palacios, templos, jardines, pabellones y lagos, hasta aquí acudía la realeza para huir del sofocante calor de la Ciudad Prohibida. En el Siglo XVIII Qianlong amplió el Palacio e hizo más grande y profundo el Lago Kunming. El lago ocupa tres cuartas partes del complejo. La emperatriz Dowager Cixi emprendió la reconstrucción del Palacio de Verano tras los destrozos sufridos durante la Segunda Guerra del Opio y añadió un excéntrico barco de marmol.
El Templo del Cielo
Es el perfecto ejemplo de arquitectura Ming, el altar fue construido en 1530. Está rodeado de un parque con 267 Hc y las salas del templo vistas desde arriba son redondas y con base cuadrada, conforme a la creencia China de que el cielo es redondo y la tierra cuadrada.
La Ciudad Prohibida
La ciudad Prohibida fue llamada asi debido a que durante 500 años fue una zona vedada. Es el conjunto de edificios antiguos más grande y mejor conservado de China. Dos dinastias habitaron aquí, los Ming y los Qing. Los tres principales edificios de la Ciudad Prohibida son la Sala de la Armonía Suprema, usada para ocasiones solemnes como el cumpleaños del emperador, la Sala de la Armonia Intermedia, donde se ensayaban los discursos y la Sala de la Armonia Preservada, destinada a banquetes y más tarde a examenes imperiales.
Una gran muralla rodea todo el complejo, en su extremo norte se encuentra el Jardín Imperial, de 7000 m2, de estilo clasico con bellos pabellones, rocas y senderos.
Las distintas habitaciones de los pabellones y palacios se han convertido en museos donde se puede ver el mobiliario que existia en tiempo de los emperadores, en otros se muestran fotografías, relojes o ropas.