Croacia, la primera avería

27 de julio de 2005

Tras nuestro periplo de casi tres semanas se acercaba el momento de pasar dos semanas tranquilos descubriendo Croacia. Teníamos pensado pasar un par de días en la turística península de Istria para luego descender hacia Dubrovnik visitando alguna de las islas y un par de parques nacionales interiores. Tras pasar la frontera entre Eslovenia y Croacia decidimos acercarnos por una comarcal a un pueblo llamado Motovun. A los pocos kilómetros casi tenemos el primer accidente a causa de una avispa poco temerosa que se acercó al asiento del conductor. No empezaba bien nuestra estancia en este país. Pasado el susto decidimos irnos a la playa a relajarnos un poco.

croacroLlegamos a Rovinj a las cuatro o cinco de la tarde y nos dimos un chapuzón en una playa cercana al pueblo. La población parecía muy agradable pero un tanto hostil para «acampar», había carteles por todas partes indicando tal prohibición. Aparcamos y nos fuimos a recorrer las calles; enseguida pudimos observar que era muy turística. Nos acercamos al puerto y en su parte más septentrional nos paramos a ver el atardecer, uno de los más espectaculares del viaje. Decidimos dormir cerca de la playa donde horas antes habíamos estado. A las 7h de la mañana un hombre vestido con traje oficial (podría haber sido un guardia de seguridad) nos despertó diciendo que estaba prohibido dormir en ese sitio y que la multa era de 200 kunas (unos 30 euros). Después de una parrafada por mi parte, que no sería capaz de repetir en este momento, el hombre nos dejó en paz, no sin antes advertirnos del «peligro para nuestros bolsillos» de no dormir en un camping. Ya no pudimos recuperar el sueño y decidimos emprender camino, esta vez hacia unas islas que forman un parque natural «Islas Brijuni«. Al parar en una oficina de información Rafa le echó un ojo a los bajos del coche, ya que llevábamos un par de días notando un ruido extraño que provenía del tubo de escape. Me dio la mala noticia, había una zona del tubo rota, no era un agujero pequeño, las piezas estaban completamente separadas.

croacroVNos olvidamos de nuestros planes y decidimos acercarnos a Rijeka a buscar un taller. En una estación de servicio nos comentaron que en Opatija, a once kilómetros de Rijeka, había un buen taller de Volkswagen. Nos acercamos hasta allí; aquello era un caos de coches y el responsable parecía muy estresado, nos hizo volver al día siguiente.

croacroIIIAl día siguiente estábamos allí a las ocho en punto. Nos atendieron una hora después y nos dijeron que se podía soldar la unión o pedir la pieza entera. Esta segunda solución exigía una espera de tres días laborables para recibir la pieza y era diez veces más cara; aún así decidimos cambiar la pieza. Como era viernes hasta el martes o miércoles siguiente no tendríamos la pieza allí.

Decidimos irnos un poco al sur, a una isla llamada Krk, a la que se podía llegar por un puente por su cercanía al continente. Después de atravesar Rijeka con su tráfico infernal hicimos unos treinta o cuarenta kilómetros y ya estábamos en la isla. Fuimos a una población llamada Malinska, nos tomamos un café junto al mar e intentamos encontrar un hueco entre la maraña de gente. No duramos ni una hora. Tras insistirle a Rafa nos alejamos hacia el oeste hasta Poret, donde acababa una carretera, aparcamos y anduvimos unos diez minutos hasta encontrar una cala donde había cinco personas y el agua era cristalina. Allí nos quedamos toda la tarde, buceando, leyendo y paseando por los alrededores.

croacroIIMás tarde nos dirigimos a la capital, también llamada Krk. Picoteamos algo y fuimos a ver el correo a un cibercafé. Antes de que anocheciera nos acercamos a Punat, pero no nos gustó nada el sitio y decidimos ir a dormir a nueve kilómetros al sur, a Stara Baska. No fue una buena idea, era imposible dormir allí, el pueblo era diminuto y de calles estrechas y no encontramos ni caminos ni recodos donde aparcar en toda la carretera. Volvimos a las afueras de Krk y nos fuimos a tomar una cerveza al puerto. Al día siguiente intentamos ir a Baska, pero el calor era insoportable y no cabía un alfiler en la idílica playa de las postales, no creo que durásemos más de veinte minutos. Emprendimos la vuelta hacia el continente.

Un poco más al sur por la costa encontramos un pueblo tranquilo, diez kilómetros al sur de Senj, y allí nos quedamos un día y medio, hasta la vuelta a Opatija.

Decidimos acercarnos al taller el lunes por la tarde, por si teníamos la suerte de adelantar la reparación del vehículo. No hubo suerte y nos dieron cita para el miércoles a las diez.

croacroIvAsí que pasamos otro día y medio aparcados en el mismo lugar, en la localidad llamada Ika, cerca de Opatija, era como nuestro hogar. Nos aprendimos la zona de memoria.

Tuvimos la suerte de encontrar un sitio agradable donde bañarnos cada día y un sitio fresco donde dormir. Una de las noches nos encontramos unas luciérnagas cuando bajábamos hacia el mar (la primera vez que las vemos en nuestras vidas).

Una vez en la orilla pudimos observar el efecto de luz que genera el plancton en movimiento, como estrellas en el mar; y en el horizonte una enorme tormenta sobre Rijeka.

Por fin llegó el miércoles por la mañana, estuvimos en el taller hasta las tres de la tarde. Además de colocarnos la pieza nueva, un silenciador del tubo de escape, también nos realizaron varias soldaduras a lo largo del tubo, esperemos que duren mucho. La profesionalidad de los mecánicos fue intachable, hicieron un buen trabajo; a la hora de cobrar no fue igual de bien, nos cobraron casi el doble de lo que nos habían presupuestado, un duro golpe para nuestra economía.

Partimos dirección Dubrovnik en cuanto estuvo acabado el trabajo. Nos desviamos hacia Mostar, en Bosnia Herzegovina, ya entrada la noche, y llegamos a la ciudad sobre las doce de la noche. Al día siguiente nos esperaban emociones intensas en esta ciudad devastada por la guerra.

Costa Croata

La costa croata, insular y peninsular, suma 5.785 kilómetros. La isla más grande es Krk con 409 km2, seguida de Cres con 404 km2, Brac con 395 km2 y Hvar con 300 km2, existiendo otras mil islas e islotes que salpican el paisaje.

Isla de Krk

La más extensa de las islas del adriático, tiene forma irregular de dimensiones 38×20 km. Se puede acceder a ella por un puente de unos 390 metros (peaje-5 euros), además de por ferry.

Ha estado habitada desde el Neolítico; conocida como Curicta en la época romana y como Vecla durante el imperio bizantino. Al final de la Edad Media cayó en manos de los Frankopani, familia noble que provenía de Hungría. Algo más de tres siglos perteneció al imperio veneciano bajo el nombre de Veglia, y desde 1797 hasta 1918 al imperio austriaco.