El Big Sur o el poderoso pacífico

Abril – Mayo de 2013

Budweisser Big surTras nuestra primer paso por Yosemite afrontamos con energía el camino hasta llegar a Los Angeles. Ibamos a dormir en Monterey pero teníamos un intenso día por delante para empezar a recorrer la vasta y deshabitada región del Big Sur, una larga franja costera que se extiende desde Monterey hasta Los Angeles. Así que tras el madrugón en nuestro bungalow de Yosemite cogimos carretera con nuestra furgoneta Ford, a la que ya le íbamos pillando el tranquillo, pusimo música y nos pusimos en marcha.

La primera parada en el Big Sur se encontraba muy cerca de la ciudad de Monterey, la reserva Punta Lobos, un cabo protegido que coge su nombre de la colonia de lobos marinos que en el habita. Dimos una vuelta por senderos definidos al borde de precipicios que daban al pacífico, rompía con fuerza el mar sobre las rocas costeras y las aver marinas intentaban esquivar las olas como en un juego. Tuvimos la suerte de ver ardillas, de un considerable tamaño, un aguila pescadora y nuestro primer colibrí a lo lejos, no sería el último. Después fuímos a otra parte de la reserva para observar a los adormilados lobos marinos en una playa, tampoco serían los últimos que veríamos en Big Sur.

El plan para Monterey era distinto, mientras que Javi y Ruth darían una vuelta por la ciudad Silvia y yo queríamos visitar el acuario de Monterey, uno de los más famosos de Estados Unidos y que no nos defraudó, en especial sus secciones sobre medusas, auténticas bailarinas sobre el agua. Luego tocaría comer en un restaurante junto al mar, en un muelle decorado como si fuera un parque de atracciones, muy coqueto pero sinceramente aritficial. El menú llamó rápidamente nuestro interés, pescado y marisco, una importante variación dentro de la rutina de la comida estadounidense, la elección ya estaba tomada. Desgraciadamente, la cocina no era el fuerte de este sitio, los rebozados tanto del pescado como de las gambas eran tan inmensos que el alimento en sí ni se veía, el sabor tampoco apareció por ningún lado.

MonterreyUn camarero mexicano estuvo encima de nosotros durante toda la comida, un trato excelente pero poco natural como descubriríamos con una anécdota a la hora de pagar. De la cuenta final sobraban unos cinco dólares y le dije que ya estaba bien, era la propina, que no tuvo que gustarle demasiado porque a los pocos minutos volvió para «exigirnos» la propina que él consideraba justa. No salíamos de nuestr asombro y finalmente, no recuerdo si por lo embarazoso de la situación le daríamos más, aunque imagino que no.

Monterey tiene una parte antigua meramente colonial, toda española, de la época en la que se descubrió y exploró la zona. Aparte del interés histórico la arquitectura y los edificios no nos llamaron mucho la atención por lo que cogimos la furgoneta y fuimos a visitar una gran colonia de leones marinos que habitan una playa en plena ciudad, junto a unos chalets y un parque. Estaba prohibido bajar a la playa por lo que nos tuvimos que conformar con fotografiarlos y verlos a través de una valla que protegía el acceso.

A la mañana siguiente Javi y yo como dos niños maquinábamos la posibilidad de acercarnos a ver el lugar del accidente de James Dean antes de llegar a nuestro hostal en Santa Barbara, pero eso es otra historia que explicamos en otra crónica.

Oceano-Pacífico-California-IITocaba para la mañana intentar recorrer la mayor parte posible del Big Sur, que era nuestro principal objetivo, pero antes visitamos el pueblo de Carmel, una especie de enorme entramado de calles con villas de lujo junto a la costa, a pocos kilómetros al sur de Monterey.

Un lugar extraño y un tanto surrealista donde los ricos estadounidenses de California viven en una bucólica e irreal calma.

Carmel es conocido, entre otras cosas, por tener un alcalde renombrado, el mismísimo Clint Eastwood.

Paramos a desayunar en una cafetería de claro estilo francés y dimos un pequeño paseo por alguna calle, el resto lo visitamos en furgoneta, alucinando con algunas de las casas que veíamos, no dabamos credito de tanto lujo y, en muchos casos, de tan discutible gusto.

Por fin llegamos a la espectacular autopista que atraviesa el Big Sur, enclavada entre el pacífico y las montañas de Santa Lucia, que emergen con fuerza desde el mar. Numerosos puentes tienen que atravesar la abrupta zona costera, repleta de acantilados donde el pacífico rompe con energía. Una región impresionante, apenas habitada y muy conservada de Estados Unidos.

Oceano-Pacífico-CaliforniaSeguimos costeando durante unas horas, haciendo muchas paradas ver el paisaje hasta que de casualidad nos encontramos con el Café Nephente, que cuelga directamente de un acantilado, una ubicación privilegiada que se notó en la cuenta, pero mereció la pena. Muy cercano al café estaba el Memorial al escritor Henry Miller, una humilde casa de madera convertida en museo y rodeada de bosque.

Y llegaba el momento, tras la visita en el que tocó tomar la decisión de desviarnos hasta Cholame en busca de la leyenda de James Dean o ir directamente a Santa Barbara. Lo lógico dado la hora que era hubiese sido irnos directamente, pero aplicando la máxima de Ya que estamos aquí decidimos rendir pleitesía a James, jamás nos arrepentiremos de esta decisión.

Big Sur

Región con apenas población dominada por el Océano Pacifíco, de donde las montañas de Santa Lucía emergen agresivas, formando altos acantilados desde el mar. Visitamos la Reserva de Punta Lobos, donde entre otras cosas vimos nuestro primer colibrí o un asentamiento de lobos marinos, no faltó la lujosa cafetería Nephente, al borde de uno de los acantilados.

El acuario de Monterey

El acuario de esta famosa población, primera capital histórica del estado de California, es uno de los más famosos del mundo, disfrutamos como enanos de sus instalaciones y de los animales que acoge.