Joshua Tree, cactus extraterrestre

Abril – Mayo de 2013

Nuestra primera noche en Joshua Tree estuvo marcada por el cansancio de nuestra visita ese mismo día a Los Angeles, pero pudimos disfrutar aún así de unas cervezas en las hamacas del hotel, junto a la piscina, bajo una noche de estrellas en la que se podía ver la silueta extraña de algunos de los prehistóricos cactus. El parque nacional de Joshua Tree es una región desértica que comprende áreas del desierto de Colorado y el de Mojave y es famosa por la presencia endemica del árbol de Josue, un agresivo cactus que crece en la zona. Esa fama fue acrecentada por el álbum homónimo de U2, en donde aparece una fotografía.

Nos levantamos temprano al día siguiente y no había ni rastro del encargado que perezosamente nos recibiera la noche anterior, un chaval joven y con pinta de roquero. La elección del hotel no fue al azar y estuvo prederterminada de nuevo por un acontecimiento que aquí ocurrió. Estábamos en el Joshua Tree Inn, frecuentado en la época por Gram Parsons, un artista que fuera miembro de grupos como Los Birds o los Flying Burrito Brothers y que encontró en la habitación número 8 de este hotel la muerte en septiembre del 73. Esa habitación es hoy aún en día morbosamente solicitada y es la más difícil de conseguir.

Joshua-Tree-II

Visitamos un memorial construido en el jardín en el que los fans dejan sus tributos al artista, mecheros, cigarros y lo que se les ocurre, creo recordar que Javi dejó un trozo de un pantalón vaquero. Al margen de la historia la decoración y el ambiente del hostal estaba hecho con muy buen gusto, viejos muebles de madera, plantas y unas habitaciones con aire antiguo y rococo que daban el toque misterioso al entorno.

Memorial-a-Gram-Parsons

Memorial a Gram Parsons

Tras un desayuno con el laxante café aguado y la leche en minidosis cogimos la furgoneta y entramos en la parque nacional, aunque todavía era temprano, alrededor de las 8, un sol de justicia empezó pronto a calentar el asfalto y el desierto.

Enseguida comenzamos a ver los árboles de Josué enmarcados en un paisaje de pequeñas colinas rocosas, íbamos tranquilos por la carretera panorámica que atraviesa el parque y que estaba desierta a esas horas, por lo que podíamos permitirnos hacer las paradas que se nos antojaran. Hicimos además las paradas señaladas en el mapa del parque donde había miradores con las mejores vistas. Decidimos quizá un poco demasiado tarde hacer una pequeña ruta por uno de los senderos más largos, elegido absolutamente al azar, cuando empezamos el paseo el calor ya empezaba a apretar, pese a todo mereció la pena adentrarse, aunque no estaríamos más de 45 minutos paseando. Como guinda a la visita, en una de las paradas nos encontramos con una pequeña comitiva de moteros montando sus Harley, hacían un marco perfecto con el paisaje y recuerdo como, uno de ellos, se sintió orgulloso al verme fotos a su cabalgadura.

Joshua-TreeY tras nuestra visita al Joshua y Tree tocó de nuevo carretera y manta, el final de nuestro viaje con Ruth y Javi acababa al día siguiente, pero aún nos restaba un colofón digno de estos grandes e intensos días que habíamos pasado viajando, la ciudad fronteriza de San Diego, pegada a  México. Cuando aparcamos era aún muy pronto, no llegaría ni a mediodia, justo al lado del puerto había un museo naval con barcos y algún submarino abiertos al público. La gran estrella del museo era el portaaviones americano U.S.Midway, que sería el barco más grande del mundo hasta el año 1955 y que sirvió en la guerra del Vietnam y como buque insignia de la guerra del golfo, después se convertiría en museo, imaginamos que muy visitado por los patriotas americanos. Junto a él se erigía la famosa fotografía que tomó Alfred-Eisenstaedt, convertida aquí en estatua de 20 metros de altura y que fue y es símbolo del fin de la segunda guerra mundial. Tras dejar atrás al portaaviones continuamos un agradable paseo junto a la costa, dejando a nuestra izquierda las vistas cercanas de los edificios de la ciudad. Decidimos tomar una cerveza y algo de comer en un muelle acondicionado e impoluto dispuesto con terrazas y tiendas. La Coronita fue amenizada por un borracho, que se empeñaba en molestar a una artista-mimo que honradamente se intentaba ganar el pan.

Tocaba entrar directamente al centro, que se encontraba atestado de terrazas y gente preparada para pasar el la noche del viernes, por momentos nos pareció estar en alguna ciudad española durante el verano, el ambiente incitaba a unirse a la fiesta. Nos topamos con el Hard Rock de San Diego y entramos a tomar una cerveza, que al final serían dos. Lo que vimos en su interior nos embaucó enseguida, en especial a Javi y a mi, un auténtico museo del Rock plagado de auteténticas joyas, discos firmados, objetos de artistas y un largo etcétera de iconos, entre ellos los pendientes que luciera Madonna en Like a virgin, una guitarra de dos mástiles de Jimmy Page o una batería al completo de Lynyrd Skynyrd pegada literalmente a la pared de la barra. Tanto nos impresionó que estuvimos hablando con uno de los trabajadores del sitio, que amablemente nos dio explicaciones de muchos de los objetos, haciéndonos de auténtico guía turístico.

San-DiegoNos estaba encantando esta ciudad, a medida que se acercaba la noche la aglomeración de gente dispuesta a disfrutar iba en aumento, los bares erán auténticos imanes para nosotros, a esto también ayudaba su buena decoración. Vimos también uno de los famosos bares-eróticos que se extienden por todo el país, una auténtica demostración de hasta donde llega el ocio/espectaculo de la mentalidad norteamericana. La atracción de estos bares se centra en las guapas camareras que sirven comida y bebida muy ligeras de ropa, por supuesto el machismo inherente a estos locales es apabullante, pero la realidad es que estaba a rebosar, incluso por familias, así son las cosas.

Decidimos cenar en un restaurante de estilo oriental para concluir nuestra visita a la ciudad, Javi y yo queríamos más noche, pero al día siguiente tanto ellos como nosotros tendríamos una dura jornada, ellos cogerían su avión de vuelta a San Diego y nosotros continuaríamos nuestro viaje en solitario. Nos costó encontrar el hotel que habían reservado Javi y Ruth, estaba en las afueras y resultaba un poco sordido y alejado de todo en su ubicación junto a la autopista. A la mañana siguiente esa sordidez se convirtió en cierto desasosiego, asístimos absortos a una de esas escenas que tantas veces hemos visto en el cine americano, un coche conducido por unos chavales jovenes ocultos tras gafas de sol pasaron por el parking del hotel con las ventanillas bajadas y la música rap a todo trapo, llevaban un ritmo lentísimo, estaban claramente inspeccionando el lugar y, por supuesto, les llamó la atención nuestra caravana tan poco discreta. La cosa se quedó en anécdota y se fueron como vinieron, pero he de decir que por un momento se me heló la sangre.

Tras dejar el hotel lo primero que hicimos fue ir al aeropuerto para que Javi y Ruth dejaran las maletas en consigna, pero no tuvimos suerte ya que no tenían, nos costó un poco encontrar algún lugar, al fin y al cabo era necesario encontrarlo, ellos no cogían el avión a San Francisco hasta la tarde y no podían llevar a cuestas todo el equipaje durante todo el día. Finalmente nos dijeron un centro comercial que disponía de consignas y la puerta del mismo sería el escenario de nuestra despedida, unos días bien aprovechados, con anécdotas e imágenes que en especial recordaríamos Javi y yo, los emocionales y mitómanos empedernidos.

Mi última visión fue a través del retrovisor de la furgoneta, la pequeña Ruth arrastrando una trolley inmensa hasta entrar en el centro comercial, mientras nosotros emprendíamos la ruta hasta el mismísimo Gran Cañón.