Zión, arenisca roja
Abril – Mayo de 2013
Cuando planificamos nuestro viaje no habíamos leído nada en absoluto del Parque Nacional de Zion, ni siquiera conocíamos su existencia. Fue ya en ruta donde nos empezó a entrar la curiosidad por las cosas tan buenas que leíamos sobre el parque, además lo teníamos de paso en nuestro itinerario, por lo que nos decidimos a pasar un día y hacer alguna ruta.
Sería la una de la tarde cuando vimos el cartel de 20 millas hasta el parque, mientras continuábamos conduciendo nos llamo la atención una enorme pradera con unos bien conocidos habitantes del país, los bisontes, que pastaban junto a algunos caballos en una granja que también tenía un restaurante, era el sitio ideal para la comida. Y fue una buena elección ya que la hamburguesa de carne de bisonte fue una de las mejores comidas del viaje. Tras el atracón seguimos pausadamente hasta llegar al parque, recorrimos una carretera serpenteante que no paraba de bajar, hasta que tras una curva cerrada vimos la primera imagen impactante de Zion, unos enormes paredones de arenisca roja que ascendian cientos de metros desde la propia carretera. Ahí, en la curva, nos quedamos un rato haciendo unas fotos, reposando la comida y tomando un café.
Cuando llegamos al valle principal de Zion ya habíamos hecho muchas paradas para disfrutar del paisaje, escarpados farallones con curiosas erosiones de los que surgían raices y árboles de la propia piedra. Era una hora perfecta para hacer una ruta y tras coger un poco de información en el centro de visitantes nos enteramos que autobuses gratuitos llevaban hasta el fondo del cañón principal de Zion, la decisión fue rápida, cogeríamos ese autobus y después recorreríamos andando unos 8 kilómetros de vuelta, para después irnos al camping.
La carretera que atraviesa el cañón principal subre gradualmente hasta la última parada, donde acaba el cañón y el Río Virgen se pierde en una estrecha garganta.
Este río discurre por los valles de paredes de arenisca y nos acompañó durante toda la ruta, en la que hicimos continuas bajadas y subidas por un sendero bien definido. La biodiversidad del parque es apabullante, pero a nosotros nos llamó especialmente la atención uno de los animales que vive en los riscos, el Puma. Sabíamos que era prácticamente imposible que viéramos a uno, aún así de vez en cuando nos parábamos y escudriñábamos las laderas del valle con nuestros prismáticos.
Toda la ruta por este cañón estaba jalonada por las grandes paredes de arenisca y por un frondoso bosque, tuvimos además un tiempo excelente por lo que la ruta, aunque corta nos dejo un gran sabor de boca.
Frente al camping principal del parque había una calle con tiendas, restaurantes y demás reclamos turísticos. Entramos en la galería de un fotógrafo, Michael Fatali, impresionante trabajo centrado sobre todo en imágenes de naturaleza que bien merece una larga visita a su página.
Para nuestra próxima visita a Zion ya sabemos que tendremos que estarnos al menos dos ó tres días.