Año nuevo en Agonda, reunión de furgonetas

28 de diciembre de 2006

Playa-de-Agonda-II

Tantas veces habíamos oído hablar de Agonda que casi no nos creíamos que estábamos allí. La primera vez que escuchamos ese nombre fue en Irán, en una estación de servicio cercana a Kashan, aquí Ferdi y Andrea nos comentaron que habían pasado un buen rato en esta playa de Goa, lugar de encuentro para los viajeros en vehículo propio. Al llegar nos encontramos con tres vehículos holandeses: la mercedes de Nico y dos camiones ocupados por dos parejas, una de unos 70 años y la otra cercana de unos 40, tres alemanas: la iveco de Hubert y Ana Laura, la de Frank y la mercedes de Walter, al que ya conocíamos de Islamabad, también estaban Oliver y Sonia, dos austriacos con una pequeña furgoneta toyota, y una caravana francesa.

Playa-de-Agonda-VNosotros aparcamos al sur, junto a Hubert, con acceso directo a la playa. Ellos fueron los que nos prestaron un toldo que nos vino de miedo para poder estar allí a gusto, tenían uno de repuesto, con la ayuda de las palmeras cocoteras nos creamos una sombra que duraba casi todo el día; también colocamos la hamaca y un par de cuerdas para la ropa, era como estar en un camping europeo, rodeado de extranjeros con sus casas móviles, nada que ver con las caravanas que se suelen ver, salvo los franceses.

Playa-de-AgondaLas vacaciones fueron placenteras, nos costó un poco despegarnos de nuestro habitual ritmo de viaje, de aquí para allá sin parar en el mismo lugar más de tres noches, nos vino bien el cambio. Por la mañana Rafa preparaba el café y desayunábamos algún bollo recién comprado al panadero, que cada mañana abastece el campamento de pan y dulces. Tras el desayuno seguía un baño en el mar, apacible casi todos los días. Entonces la rutina variaba, cada uno se dedicaba a lo suyo, trabajar un poco en la web, leer, o cocinar; en ocasiones tocaba ir a por agua al pozo, donde las mujeres locales se afanaban con la colada y la higiene personal, de ahí sacábamos el agua para fregar o filtrar. Cada mañana yo me dirigía al pueblo dando un paseo, sin olvidarme del bañador para darme algún baño refrescante a la vuelta, cuando más calienta el sol; me acercaba a la única tienda surtida en verduras y frutas a comprar lo necesario para comer, por último me asomaba al cruce principal donde tres mujeres solían estar apostadas con pescado que sus propios maridos habían capturado horas antes.

Playa-de-Agonda-IIIEl primer día tuve premio, unas estupendas gambas por cuarenta rupias, no las volví a ver de ese tamaño en Agonda, otro día lenguados o cualquier otro pescado que me mostraran. El regreso a casa siempre lo hacía por la playa, para no morir de calor, luego tocaba preparar la comida, si no la había dejado lista antes, comer y siesta, Rafa no perdonó ni un día. El sábado era día de mercado en Chaudi, a doce kilómetros, los puestos de pescado rebosaban de diferentes especies, era el momento del regateo y, más tarde, de la barbacoa en la playa.

Y así pasaba un día y otro, con la única diferencia de una barbacoa con Nico, Esther, Oliver y Sonia de vez en cuando, y la Nochevieja todos juntos. Para nosotros fue un poco extraterrestre, los organizadores eran la pareja de holandeses de 70 años y todo se hizo según sus criterios, escogieron el menú, quince pollos asados y ensaladas varias, escogieron la hora, ¡a las cinco de la tarde! los pollos ya estaban ensartados y girando sobre el fuego.

Playa-de-Agonda-IVNosotros queríamos hacer unas llamadas antes de la cena y justo cuando pasamos por el centro del campamento verificamos que los pollos ya estaban en marcha, no tardamos ni una hora pero cuando regresamos todo el mundo se estaba chupando los dedos y no se veía el pollo por ninguna parte, ¡y aún no había anochecido!, yo que siempre me termino la cena casi después de las campanadas. No salíamos de nuestro asombro pero indagando un poco recuperamos unas tajadas de pollo que había en una bandeja y descubrimos que aún quedaban cinco pollos sin comer, podríamos disfrutar de ellos más tarde. Como para Rafa y para mí era la hora de merendar no pudimos evitar servirnos un poco de ensalada y re-servirnos dos o tres veces a lo largo de la noche. Debbie, la otra chica holandesa tenía muchas ganas de marcha y puso la música a tope en su camión, así la fiesta se amenizó un poco, pero vamos, nada que ver con la fiesta del año anterior con Laura en Estambul. Nos iríamos a la cama a las dos de la madrugada, y duramos mucho, ¡desde las seis de la tarde comiendo y bebiendo como va a ver uno amanecer!

Playa-de-Agonda-VIOtra de las cosas que rompía nuestra rutina era charlar con nuestros vecinos, Hubert y Ana Laura, aprendimos muchas cosas con ellos. Un día nos mostraron a fondo su vehículo, explicándonos cada detalle, lo habían hecho todo ellos, durante tres años, buscando cada pieza de aluminio, cada contacto eléctrico e incluso fabricando las cajas de mimbre, ¡algo fantástico! Su proyecto nos dejó boquiabiertos, tendrían unos cincuenta años y ya no pensaban trabajar más, se habían pasado los últimos años ahorrando lo máximo posible en un plan de pensiones bancario (con el estado no habían tenido mucho que ver a nivel financiero) y cuando tuvieron el coche listo dejaron de trabajar para pasar el resto de sus vidas viajando en su iveco por el mundo. Por lo que nos comentaron con la pensión que les había quedado no podían ni plantearse vivir en Alemania, ni siquiera en España, vagarían por los países más baratos del planeta hasta abandonarlo. No, no os asustéis, nosotros no vamos por el mismo camino, al menos no por ahora…jejeje.

Año nuevo en playa Agonda

La playa de Agonda es un verdadero reducto en Goa, pocos son los turistas que se dejan caer por allí por lo que resulta un lugar tranquilo donde disfrutar de las bellas playas de Goa, de merecida fama. En el pequeño pueblo se puede encontrar todo lo que se necesita, incluyendo alojamiento, restaurantes, pequeñas tiendas, teléfono e internet.

Tras el camping de Islamabad la playa de Agonda, en Goa, ha resultado la mayor aglomeración de viajeros en vehículo propio. La experiencia ha sido lo más parecido a vivir en un camping europeo, aunque un poco más rústico…

Durante casi dos semanas éste ha sido nuestro nuevo hogar, bajo unos cuantos cocoteros, frente a una larga y tranquila playa de arena. De nuevo nos encontramos con Nico y Esther y compartimos unas cuantas barbacoas juntos, para no perder las buenas costumbres.