Gokarna y la peregrinación en Karnataka

8 de enero de 2007

Nuestro paso por la provincia de Karnataka se ciñó a un par de visitas, la pereza por conducir en India fue la primera razón para decidir no desviarnos de la nacional que recorre la costa más que unos pocos kilómetros.

Gokarna-II

Nuestra primera parada fue en Gokarna, un paraíso para el que vaya buscando un lugar tranquilo donde relajase en el mar y a la vez conocer la cultura local. Es una pequeña población cincuenta kilómetros al sur de Goa, formada por una gran playa con palmeras de varios kilómetros de largo, y una serie de pequeñas playas en forma de media luna hacia el sur donde es posible alojarse y comer. La playa del pueblo es la menos transitada por extranjeros, sin embargo fue nuestro hogar durante cuatro noches, tuvimos suerte de encontrar una zona donde aparcar junto a un risco en la zona más sur de la playa, a cinco minutos de un templo con un manantial de agua, la ubicación fue mejor de lo que en un principio pensamos, el risco nos guardaba del sol todo el día y siempre hacía fresco en la furgoneta, un lujo que casi nunca vivimos en este país.

Gokarna-IV

La mayoría de los visitantes se alojan en las otras playas y muchos de ellos se pierden la auténtica atmósfera que se vive en el pueblo. Cada tarde aparecen en el aparcamiento de la playa varios jeeps repletos de hombres y chavales vestidos de negro, llegan, aparcan, salen del coche y comienzan sus rezos y sus ofrendas. Por la mañana se les ve de nuevo yendo de un templo a otro, comprando alguna estampita en los puestos dedicados a los peregrinos, o bañándose en las aguas del Koti Teertha para purificar sus almas. Mientras las gentes del lugar dirigen sus negocios como mejor pueden, cada vez más enfocados al turismo, los restaurantes, todos vegetarianos, van incluyendo espaguetis y pizzas en sus menús, los sastres diseñan prendas más vendibles a los extranjeros que los saris locales. Disfrutamos contemplando, simplemente observando a las gentes desde algún rincón donde pasar desapercibidos, quién nos iba a decir que encontraríamos un Pushkar auténtico, donde nadie te pide una rupia por acercarte a los ghats y donde te invitan a hacerles fotografías sin pedir nada a cambio, ¡esto es otra cosa, la India que nos gusta!

Gokarna-IIIComo extranjeros que somos no quisimos perdernos alguna de las playas que cada vez atraen a más y más visitantes, no teníamos muchas ganas de mover la camioneta, así que decidimos ir a la primera, a Kudle Beach, podríamos llegar en un paseo de quince o veinte minutos desde el pueblo. Desde donde estábamos aparcados continuamos el camino asfaltado hasta el templo construido junto a un manantial, unas escaleras llevan hasta lo alto de un promontorio junto al mar desde donde las vistas de Gokarna y su playa son excelentes, el camino sigue llano unos cinco minutos hasta un chiringuito desde el cual ya se divisa la playa, una perfecta media luna de arena, en ese punto un camino abrupto baja hasta la playa dejando a la izquierda algunos alojamientos y casas. El lugar es tranquilo, por lo que nos han comentado en el pueblo esta playa no atrae a tantos viajeros como la playa de Om, a la cual se puede acceder en vehículo y tiene más negocios. En Kudle Beach únicamente hay hostales y restaurantes, en pequeño número, pero suficientes para la demanda. Las aguas son tranquilas, perfectas para nadar.

Nos sentamos en la arena y nos damos un baño, ya son casi las cinco pero sigue haciendo mucho calor. Estamos cerca del Spanish Place, un chiringuito montado por una pareja, ella es española y el indio, no les conocemos pero nos han hablado de ellos. En el menú no hay tortilla de patata, ¡qué chasco!, sólo la cocinan como plato especial en algunas ocasiones y hoy no es uno de esos días, bueno, no se puede tener todo, nos tomaremos un refresco mientras el sol baja lo suficiente para no sofocarnos en la subida. De nuevo, allí sentados, nos sentimos de vacaciones, sentimiento que en pocas ocasiones hemos tenido en India.

GokarnaPero no estamos de vacaciones, tenemos cosas que hacer, la primera es recoger las botellas de gas, tenemos que regresar a Karwar, casi en la frontera con Goa, es la única población grande en los alrededores con suministro de gas y con los adaptadores necesarios para llenar nuestras botellas de camping gas azules. Es curioso, en India se puede conseguir casi de todo, salvo repuestos volkswagen, claro, para el gas habíamos tenido el problema de siempre, en un primer momento la respuesta es negativa, ‘no señora, no podemos llenar esa botella’, luego toca insistir, la táctica de ‘ya las he llenado en India antes sin problemas’ suele funcionar, en ese momento se le queda cara de tonto y hay que aprovechar para señalar las cajas de adaptadores u otro material e insistir de nuevo en que prueben, entonces ocurre que coge el primer adaptador y ‘voilà’ funciona; no puedes dejar nada en sus manos, tiene que dárselo todo mascadito, lo mismito que en Irán, donde llenamos las botellas la última vez, que nos llevaron de un sitio a otro e intentaron todo hasta que lo consiguieron.

También queremos construirnos un toldo, aún nos queda playa en India y luego en el sudeste asiático, vamos a necesitarlo si queremos disfrutar y no torrarnos al sol. En Chaudi habíamos comprado una cuerda de nylon del tamaño justo para penetrar en el rail de aluminio instalado en la camioneta, en Karwar habíamos adquirido un toldo azul (no había otro color disponible), era perfecto porque ya venía con unas arandelas metálicas donde enganchar palos de apoyo o cuerdas para atarlo a los árboles. Sólo quedaba coser un extremo ancho del toldo a la cuerda, buscamos en Gokarna un sastre con una buena máquina de coser, pero ninguno quiso y uno de ellos nos envió a un zapatero que prefirió hacerlo a mano, el trabajo fue perfecto y pudimos estrenar el toldo en la primera playa de Kerala.

Rafa aprovechó nuestra estancia allí para irse sólo con su cámara, su interés por la fotografía iba en aumento y ya se sentía un aprendiz de fotógrafo, ¡bonita profesión!, vamos a tener un Cappa entre nosotros.

En realidad no teníamos muchas ganas de irnos de allí, últimamente nos pasaba a menudo, pero los billetes para Sri Lanka tenían fecha del 25 de enero y teníamos que continuar hacia el sur. La cuarta o quinta mañana nos despedimos de nuestro idílico rincón y nos fuimos camino de las Jog Falls, las cataratas más impresionantes de la India, según los reclamos turísticos.

Poco después de tomar el desvío hacia el interior nos comenzamos a arrepentir de la decisión, la carretera era un poco infernal a trozos, no teníamos ganas de baches por una temporada, sin embargo continuamos pensando que unos cuantos kilómetros más allá nos esperaba una maravilla de la naturaleza. Cuál fue nuestra desilusión al ver las cataratas, unos pocos hilos de agua caían desde dos o tres puntos, nada espectacular, es posible que en época de monzones el agua baje a raudales y el paisaje cambie radicalmente, en invierno, bajo nuestra modesta opinión, no merece la pena el desvío.

Gokarna-V

No encontramos un restaurante donde comer hasta llegar de vuelta a la nacional 17, de nuevo unas dhal, un paneer butter masala y curd (yogur), todo buenísimo y barato. Hacía mucho calor, aunque pensábamos en parar era el peor momento para hacerlo, Rafa se dormiría un rato mientras yo avanzaba unos kilómetros hacia el sur. No fueron muchos, de repente una enorme estatua junto al mar llamó mi atención, recordé las palabras de Camilo, el dominicano pirado que había conocido en casa de Teresa en Mandrem, él me había hablado por primera vez de un lugar de peregrinaje en Karnataka junto al mar, con una estatua de Shiva de veinte metros de alto. El pueblo de Murdeshwar acogía tal monumento.

Cogí el siguiente desvío y en tres kilómetros me vi ante la inmensa estatua, ¡vaya espectáculo!, algo indescriptible. Cientos de personas pululaban por el templo, la estatua, el aparcamiento y la playa, huyendo de la algarabía tomé el único camino que me pareció que conducía lo largo de la playa, aparqué y dejando a Rafa allí despertándose me fui a inspeccionar la zona para encontrar un lugar donde dormir. De nuevo al volante condujimos hasta el final del camino y aparcamos en un prado junto a unas aldeas escondidas bajo los palmerales, a menos de dos kilómetros de la alucinante estatua.

Sólo pasamos allí esa tarde, lo primero fue darse un baño en la playa, en solitario, ni un guiri ni un indio a la vista, era genial. Más tarde nos adentramos en la jungla donde descubrimos unas cuantas cabañas de adobe y hojas de palma, todo estaba limpísimo, unos estrechos pasillos en sombra conducían de una casa a otra. Tras este paseo por el pasado nos dirigimos por la playa hasta el templo y la estatua, estaba muy concurrido, niños y no tan niños se bañaban en el mar, ellos en bañador, ellas completamente vestidas a no más de dos metros de la orilla. Varios puestos móviles de venta de helados hacían su agosto a esas horas, no eran los únicos, se podían adquirir gorros, pantalones cortos, relojes de pulsera y baratijas en unos pocos puestos de camino al templo. La estatua reinante por encima de todos, quitándole protagonismo al templo que parece llevar allí mucho más tiempo. Ascendimos los escalones hasta la base, de cerca era aún más hortera que desde lejos, el azul metalizado brilla mucho y el dorado del tridente y resto de accesorios muestran una estampa que sólo podemos encontrar en India, ¡esto es India!

Gokarna

Toda la costa occidental de la India vive muy vinculada al mar de Arabia. En Gokarna la playa se convierte cada mañana en un lugar sagrado, en cambio a la hora de pescar es el lugar donde menos actividad hemos visto desde Gujarat hasta Trivandrum, quizás por ser la población vegetariana en su mayoría. La vida va tomando las calles lentamente desde el amanecer, los negocios abren tarde, sobre las nueve, para entonces el sol ya pega y se hacen necesarios toldos, algunas veces cubriendo toda la calle.

Peregrinación en Gokarna

Es uno de los lugares de peregrinación más importantes del sur de la India, cada tarde decenas de jeeps aparcan en la playa y de ellos descienden hindús vestidos de negro con sus estandartes y sus ofrendas. A lo largo de esa tarde y de la mañana siguiente te los puedes encontrar por las calles. Igual que llegan se van, montan en sus jeeps, y se dirigen al siguiente templo o lugar sagrado de la ruta.

Gokarna tiene sus propios ghats, como otros grandes centros de peregrinación en India (Varanasi, Haridwar, Rishikesh o Pushkar). En este caso se trata de un lago o estanque artificial conocido como Koti Teertha, escondido entre las callejuelas del pueblo, un lugar tranquilo donde observar las costumbres de los hindús, como por ejemplo sus abluciones. Varios carteles advierten del riesgo de bañarse en sus aguas, cierto si se tiene en cuenta que los indios no saben nadar.

Murdeshwar

Por azar encontramos el desconocido pueblo de Murdeshwar que en su parte más septentrional esconde unas aldeas donde las familias viven en cabañas en los palmerales.

Murdeshwar posee una de las estatuas más grandes, y horteras, de Shiva que hay en India, con casi veinte metros de alto y su tono azul metalizado. Es un centro de peregrinación moderno y muy concurrido donde no solamente se encuentra esta estatua, hay muchas otras así como un templo en forma de torre de varios pisos.