Grata sorpresa en Orcha
1 de noviembre de 2006
Después de la visita a los templos de Kajuraho nuestra intención era llegar a Delhi, al relajado Nheru Park, para pasar allí una semana esperando la llegada de Ana y Marta. Pero Silvia leyó algo en la guía de India acerca de Orcha, un tranquilo pueblo con esplendoroso pasado y con una buena cantidad de templos y un precioso castillo, estaba a tres horas en coche desde Kajuraho, por lo que sería un buen destino a medio camino, finalmente pasaríamos tres días, por diversos motivos.
A Orcha se llega cogiendo un desvío de la carretera principal, doce Km antes de llegar a la ciudad de Jhansi, una añeja puerta de color azul daba acceso a la villa, primordialmente rural y poco masificada, apenas vimos una decena de turistas, aunque había hoteles y algunos restaurantes occidentales, nosotros pasamos el pueblo justo hasta las orillas del río, cogimos un desvío a la derecha y aparcamos a las afueras, justo enfrente de unos impresionantes cenotafios (tumbas reales), era el lugar ideal. Enseguida vino a visitarnos un Sadhu que vivía en un árbol anexo a la furgo, junto a un pequeño templo dedicado a Hanuman, era un anciano, con un agradable rostro, a la mañana siguiente nos proporcionaría leche fresca, a cambio de unas rupias.
Yo venía un tanto fastidiado de la garganta desde Varanasi pero después de una pequeña siesta el virus o lo que tuviera se me rebeló por completo. En apenas hora y media, tras dar un pequeño paseo cruzando un puente de piedra sobre el río y disfrutar del atardecer la fiebre se me disparó hasta más de 39 grados, de nuevo la pesadilla de la malaria, de nuevo los mismos síntomas, esta vez incluso más claros que cuando me ocurriera lo mismo en Pakistán. Enseguida cogimos la furgoneta y nos fuimos a la búsqueda de un hospital en Jhansi, recomendado por el gerente de un hotel. La búsqueda fue una odisea, muchos se quedaban alucinados mirando la furgo y lo que es ayudar, ayudaban poco, otros se reían, en fin, que nos tuvimos que buscar la vida como pudimos. Finalmente encontramos el hospital y tras el aturdimiento inicial por parte de los trabajadores, al ver la inusual escena de dos extranjeros en un hospital, llegó el doctor alrededor de media hora más tarde, por fortuna la fiebre ya me había remitido algo.
Una de las primeras preguntas fue si podía ser malaria, me dijo que de las pruebas que realizaban en ese hospital el 20% daban positivo, aunque tras auscultarme llegó a la conclusión de que lo más seguro es que fuera una infección de garganta, aunque me aconsejó hacerme el test sanguíneo al día siguiente, junto con un scanner de pecho, por si la infección estuviera en los bronquios, muy profesional.
Al día siguiente iríamos a que me hicieran las pruebas, ni malaria ni infección grave, es curioso porque si esto mismo me hubiese ocurrido en España ni hubiera ido al médico, pero claro, esto es India y en India hay muchos virus e infecciones y por supuesto malaria, que aunque no es una paranoia en nuestra estancia, es una realidad y un riesgo, que aunque no grande, existe. Entre antibióticos y la consulta en sí nos gastaríamos unas 2500 rupias, da mucho que pensar que un sueldo normal en India sea de 2000 rupias al mes, las clínicas públicas existen pero los médicos que trabajan en ellas mandan a los pacientes a sus consultas privadas, para ganarse un sobresueldo, espero que no ocurra en todos los casos.
La aventura había terminado por lo que nos relajamos y al volver a Orcha fuimos a visitar la fortaleza, que nos impresionó. A ella sólo se accede a través de un puente de piedra, ya que se construyó sobre una isla que forma el río, la arquitectura mogol se caracteriza por la mezcla de elementos hinduistas y musulmanes, generalmente el resultado es muy bueno, innumerables arcadas y cúpulas se conjugan en una simetría perfecta, además desde los pisos más altos las vistas eran espectaculares, no sólo del pueblo y de los demás templos desperdigados por él, también por las vistas lejanas del paisaje, las interminables llanuras verdes de India. El recinto amurallado que circundaba la fortaleza era enorme, incluso más grande que el propio pueblo en sí.
Después de la visita comimos algo en la furgoneta, mientras los hindús se paraban y observaban como comíamos, curioso entretenimiento. Durante esos días haríamos migas con un par de niñas, una de ellas no hacía otra cosa que pedirnos regalos, la otra montaba un pequeño puesto de té y baratijas con su madre, a pocos metros de donde estábamos aparcados.
Esa tarde visitaríamos el pueblo, lleno de curiosas casas bajas con fachadas coloreadas de amarillo, blanco, verde o azul y con unos bonitos detalles en sus puertas de entrada, una familia nos invitó a pasar a ver una de ellas, tenía apenas dos o tres habitaciones y un patio interior con un árbol plantado en el centro, el cuidado del patio era exquisito, parecía recién pintado, muy agradable, nos pidieron que les hiciéramos unas fotos para luego mandárselas por correo.
Al atardecer visitaríamos los cenotafios junto a nuestra furgoneta, cuatro enormes tumbas que se construyeron junto al río, ya en la primera de ellas nos percataríamos de los habitantes actuales del lugar, unos enormes buitres que anidaban en las torres de las construcciones y que casi suponían para nosotros una mayor atracción que los edificios. En realidad el interior de los edificios no tenía mucho de interesante, era el exterior y sobre todos las vistas desde arriba lo que más nos gustó, el atardecer sobre el río y la fortaleza mogol a lo lejos. Orcha resultó una grata sorpresa en India, más todavía considerando fue una visita improvisada.
Al día siguiente emprenderíamos camino hacía Delhi, yo ya me encontraba mucho mejor gracias a los antibióticos y me acabaría de recuperar por completo en la capital.
Fuimos directos a Delhi, pese a que nos dejábamos en el camino lugares interesantes para visitar, como la ciudad de Gwalior, en la que sólo paramos para comprar unas verduras. comeríamos a las afueras de Agra y después cogeríamos una carretera ya bien conocida por nosotros, que une la ciudad del Taj Mahal con la capital y que unos días más tarde volveríamos a recorrer, esta vez con Ana y Marta, para que visitaran el Taj Mahal.
Orcha
Lo que ahora es un pueblo fue en otra época la capital de los Bundelas, un poderoso reino Rajput. Todo el pueblo de Orcha esta repleto de originales casas con fachadas de distintos colores y curiosas decoraciones.
A 500 metros al sur de Orcha, junto a las orillas del Río Betwa se encuentran los impresionantes Chhatris o Cenotafios de algunos regentes de Orcha.
Fortaleza Mogol de Jehangir Mahal
La impresionante fortaleza esta construida sobre una isla que se forma en el río, sólo es posible acceder a ella a través de un robusto puente de piedra. La fortaleza tiene palacios, museos y antiguos Hamams, el estado de conservación es muy bueno.