De bruces con el monzón

16 de agosto de 2006

Llegar a la furgoneta tras nuestra concurrida y particular peregrinación al Valle de las Flores fue una bendición, esa misma noche dormiríamos allí, en el mismo aparcamiento al aire libre, rodeados de docenas de coches y de cientos de personas que casi en su mayoría curioseaban en la furgoneta, pero era algo cotidiano, habría que irse acostumbrando. A la mañana siguiente emprendimos la vuelta hacia Risikesh, pero con mucha calma, todavía nos quedaban algunos días para poder llamar a la embajada de España en Delhi, para confirmar la presencia de mi nuevo pasaporte, esta vez oficial, digital y de… ¡10 años de duración!

Paramos en una tienda de neumáticos para que nos comprobaran una rueda que había perdido aire, afortunadamente no era un pinchazo, así que tras meterla presión de nuevo seguimos camino. A los veinte o treinta kilómetros recorridos empezamos a ver a lo lejos una interminable fila de coches que estaban parados en la carretera, algo había pasado y, efectivamente, un enorme desprendimiento de tierra había bloqueado la carretera, tampoco fue una gran contrariedad, teníamos 6 días para recorrer apenas doscientos kilómetros hasta volver a Risikesh. Aparcamos y nos hicimos un café, mientras los coches que iban llegando hacían más y más larga la cola, que ya de por si no veíamos en su comienzo.

Camino-a-Nepal-II

No pasó mucho tiempo sin que alguien viniera a curiosear, con mayor o menor atrevimiento, por decirlo de algún modo «light», nosotros ya habíamos evolucionado una cierta abstracción hacia todos aquellos que metían la cabecita por la furgoneta, las preguntas siempre eran las mismas, que si Which Country?, que si How much it cost? y alguna más.

Las respuestas eran automáticas por nuestra parte aunque nunca caíamos en la mala educación, sin embargo al cabo de unas horas empezábamos a anhelar un poquito de intimidad. Intentamos enterarnos de cuánto tiempo teníamos que estar esperando a que se abriese la carretera, unos nos decían tres horas, otros doce, otros un día, es decir, que nadie tenía ni idea.

Al menos el lugar donde estábamos era espectacular, al borde de un precipicio, rodeados de verdes y empinadas colinas de las que caían abundantes y copiosas cascadas, con pueblos a lo lejos incomunicados, a los que sólo se accede por caminos de tierra, al fin y al cabo estábamos en Himalaya.

Camino-a-Nepal-IIITras unas diez horas se abrió la carretera de nuevo, cientos de coches arrancaron simultáneamente, haciendo más caótico aún el poder salir de ahí, mientras nosotros observábamos el espectáculo aparcados en el mismo lugar, donde queríamos dormir para continuar camino al día siguiente, no fue buena idea, durante la noche comenzó a llover con fuerza y oíamos como caían piedras, decidimos movernos a un sitio más seguro y aparcamos junto a uno de los camiones que estaban quitando escombros, pasamos una mala noche, oyendo como caían piedras continuamente, por la mañana tuvimos que esperar de nuevo a que limpiaran la carretera, en total estaríamos cerca de un día hasta poder continuar camino. Ese día conduciríamos hasta el hotel donde ya habíamos dormido a la ida, por la tarde nos deleitarían con historias de la región, espíritus que vagan en la montañas, encuentros con tigres paseando por las escarpadas laderas, camino de pueblos perdidos en la selva, etc.

Por la mañana coincidiríamos con un grupo de sikhs, camino de Hem Kund, el lugar de peregrinaje Sikh, aprovecharía para que me explicasen el porqué de su indumentaria, el puñal que llevan, para impartir justicia, el turbante que cubre unas cabelleras que nunca se cortan y otros aspectos de esta gente, con una fuerte personalidad e identidad.

Nuestra siguiente parada fue de nuevo en el pueblo de Depravayag, donde el Ganges confluye con otro río, volvimos a aparcar en el mismo lugar donde lo habíamos hecho a la ida, pero esta vez nuestra estancia fue algo más agitada, pasamos la tarde saciando la curiosidad de un grupo de niños y mayores, que estuvieron con nosotros hasta bien entrada la tarde.

Continuamos nuestra lenta peregrinación hacia Risikesh, haciendo tiempo para realizar la llamada a la Embajada de Delhi en España, íbamos a diez por hora, realizando continuas paradas y disfrutando del paisaje, no había prisa ninguna. Unos quince kilómetros antes de Risikesh aparcamos en un saliente de la carretera, donde pasamos la noche.

Y a la mañana siguiente entramos en Risikesh, nos alojamos en el mismo hotel, el Lucky Star, aunque esta vez no pudimos disfrutar de conexión wireless gratuita, pero nuestro principal interés estaba en la llamada que tenía que hacer a la embajada de España en Delhi, para que de una vez por todas me confirmaran que tenían mi pasaporte. Al llamar ese mismo día recibí la buena noticia, ya tenían mi pasaporte y…, lo peor es que lo habían recibido una semana antes de lo previsto, podríamos haber ido a por el sin necesidad de hacer tiempo.

Al día siguiente nos fuimos a Delhi, con la intención de pasar una noche, recoger mi pasaporte y salir volando hacia Nepal. Todo el camino hacia Delhi fue normal, al margen de las locuras que se pueden llegar a ver en este país, la entrada en la ciudad, tras un largo día de carretera fue lo normal, lluvia, caos de coches y camiones, motos, bicicletas y demás automóviles imaginables, más alguna vaca o cabra suelta, mientras un soldado intentaba poner orden en una de las entradas de la ciudad del único modo posible, dando palos a los coches…, al menos la temperatura era agradable.

Una vez en la ciudad llegamos rápido a Neru Park, en New Delhi, la zona de las embajadas y un lugar de encuentro de viajeros en furgoneta, un aparcamiento muy tranquilo, nada que ver con el resto de la ciudad. A nuestro lado estaba aparcada una autocaravana francesa, hablamos un rato con ellos pero bueno, no compartíamos muchas cosas en común, los ocupantes eran una familia, un tanto «freak», de todos modos teníamos que hacer cosas esa tarde, como por ejemplo cenar, así que cogimos un rickshaw hacia una plaza que ya conocíamos. De nuevo aparecían los enormes contrastes de Delhi, veíamos lujosos modelos de Audi o Mercedes, mientras por las calles paseaban personas semidesnudas con los ojos en blanco, posiblemente enfermos o drogados. En el mercado las clases altas entraban en tiendas con productos de comida occidental o ropa de marca, con unos aires más que altaneros, muy, muy elitistas, nosotros aprovechamos para comprar unas salchichas y unos quesos de Holanda, un placer para nuestro gusto. A la mañana siguiente, al despertar, el parking estaba repleto de coches, de nuevo las clases altas adoptaban las costumbres occidentales e iban al parque a practicar footing, con sus chándales Nike y sus playeras Reebook, resultaban un tanto ridículos, era como volver a la década de los 80, cuando Jane Fonda se hizo celebre con sus calentadores y haciendo anuncios de aerobic, era gracioso.

Camino-a-NepalEstábamos en la embajada antes de que abriesen y antes de las diez ya empezamos camino hacia Nepal, después de un año y dos meses conseguía mi pasaporte oficial, éste ya era un tema por el que no me tenía que preocupar más.

Muy pronto cogimos carreteras secundarias, pretendíamos entrar a Nepal por la frontera más al oeste, mucho menos concurrida y la más cercana a Delhi, Bambasa. Durante todo el día el cielo estuvo negro, barruntaba otra gran tromba de monzón y, efectivamente así fue, la más grande que viviríamos, primero empezó chispeando pero de repente, en cuestión de dos minutos, comenzaron a caer cubos de agua, tan fuerte era que nos tuvimos que parar, el ruido de la lluvia era ensordecedor, así estuvo media hora más, hasta que pudimos seguir, ya cuando estaba atardeciendo. Veinte kilómetros antes del que sería nuestro destino nos pilló un colapso en la carretera, un poste de electricidad se había caído por las lluvias, ni que decir tiene que en cuanto la gente nos vio empezó a acercarse para curiosear y marearnos, la situación se puso tan tensa que hasta un militar que estaba cerca tuvo que dispersar a las masas que se apelotonaban alrededor de la furgoneta…, ¡qué ganas teníamos ya de entrar en Nepal!

Milagrosamente encontramos un lujoso hotel de carretera, nos sorprendió bastante ya que andábamos perdidos en una carretera secundaria, pero a nosotros nos vino perfecto, tras convenir un precio razonable por usar su parking para dormir nos pegamos una buena cena de comida china, olvidando así las especias y los picantes por un rato.

Al día siguiente entraríamos en Nepal, los últimos cien kilómetros atravesaríamos, increíblemente, una zona poco habitada, lo que nos permitía disfrutar con tranquilidad de la belleza desbordante de India, sus inmensos campos exuberantes, que cubren todo el país. Acabábamos de este modo nuestra primera etapa en India, una etapa muy intensa, con cosas muy buenas y cosas muy malas, entrábamos en Nepal, en lo que sería un descanso merecido.

Salvaje Monzón

Las nubes amenazadoras y posteriormente una tromba de agua como nunca antes habíamos visto en nuestra vida nos obligó a pararnos en una terraza, el monzón va avisando hasta que en un par de minutos puede descargar verdaderos cubos de agua. Es la naturaleza en su faceta más salvaje.