Risikesh, la cuna del yoga
3 de agosto de 2006
Decir de nuevo adiós a Laura se hacía difícil, pensamos que quizás ésta sí que había sido nuestra última visita, a pesar de que ella no dejaba de repetir que en navidades se venía de nuevo, a descansar del colegio en las playas paradisíacas del Océano Índico. A día de hoy, 21 de agosto, no sólo esos planes siguen en pie sino que ya esperamos otra visita en noviembre, Ana, la que fuera mi compañera de fatigas durante largo tiempo en la calle Monte Esquinza, nos visitaría en noviembre junto a otra amiga, con ellas visitaremos Rajashtan ¡¡os esperamos!!
La última jornada con Laura transcurrió parte en la carretera, parte en Nueva Delhi. Para no complicarnos la vida condujimos directamente a la zona de embajadas y, aunque pensábamos dejarlo para el día siguiente, decidimos entrar en la embajada española para hablar del dichoso problema del pasaporte de Rafa. Nos atendió la misma mujer con la que conversé a principios de julio y consiguió ponerme de mal humor insistiendo en que si no le gestionaban el pasaporte normal era porque yo había insistido en que no podíamos esperar quince días a que se lo dieran, que nos íbamos a Nepal, en ningún momento yo había dicho tal cosa pero ella lo repitió añadiendo que quizás había habido una confusión ‘por mi parte’. Gracias a Laura y Rafa me tranquilicé y conseguimos obtener la información suficiente para deducir que si esperábamos le darían el pasaporte normal (ahora parecía ser lo más normal del mundo, cuando en Ankara el NO fue tajante, y en mi visita a Delhi en julio las posibilidades parecían casi inexistentes). Rafa rellenó los papeles y quedamos en ponernos en contacto con la embajada el lunes siguiente, si en Madrid decían que no lo tramitaban lo sabríamos en cinco días.
Aunque sabíamos que existía una posibilidad de que eso ocurriera nos fuimos de Delhi en cuanto dejamos a Laura en el aeropuerto, esa misma noche, a las once. Era tan insoportable estar en esa ciudad que aunque sólo fuera por cinco días, necesitábamos salir de allí y buscar un lugar más fresco. Mirando en los mapas y en la guía vimos que la región del Himalaya más cercana se encontraba en Uttaranchal, a un día conduciendo desde la capital, iríamos a Rishikesh, la Cuna del Yoga, donde la familia francesa nos había indicado un lugar donde aparcar la furgo durante varios días sin ser molestados. Rafa se encontraba mal del estómago y tuve que conducir yo sola y de noche, intenté coger una habitación en la primera población después de Delhi, pero el hotel, además de caro, estaba completo. Con Rafa casi delirando paré en una gasolinera a la una de la madrugada y allí pernoctamos, casi sin poder dormir, casi sin poder respirar, ¡¡¡¡¡¡aquello era un infierno!!!!!!
Antes de las cinco de la madrugada estuvimos en marcha, pusimos el aire acondicionado y condujimos sin parar durante un buen rato, estábamos cansadísimos, agotados, pero nuestras ganas por llegar a las montañas nos hicieron continuar. Cruzamos poblaciones y más poblaciones, en la región más poblada de la India (y quizás del mundo), Uttar Pradesh. Los carteles nos indicaban que Haridwar cada vez estaba más cercano, y su vecina Rishikesh también. El miedo se iba apoderando de nosotros cuando veíamos que la altitud no variaba apenas y que las temperaturas seguían siendo insufribles, y no nos sentimos mejor al llegar a nuestro destino, a menos de 1000 m sobre el nivel del mar y junto al Ganges el asfalto parecía derretirse, tendríamos que buscar un hotel, otra noche de asfixia en nuestro hogar y pereceríamos irremediablemente.
Seguimos las indicaciones de los franceses y condujimos al otro lado de Rishikesh cruzando el Ganges por un puente al sur de la población. Tras cruzarlo nos tocó pagar una tasa de noséqué y cincuenta metros después un cartel de ¡Cuidado. Zona de Elefantes! nos daba la bienvenida a la jungla, la auténtica jungla hogar de tigres y elefantes asiáticos. Buscando trompas entre los árboles recorrimos los nueve kilómetros que nos separaban de Laxman Jhula, barrio turístico de Rishikesh. Aparcamos a las afueras y fuimos en busca de una habitación, tras visitar lo peor de lo peor dimos con el hotel Lucky, cuyas habitaciones eran sobrias pero limpias y con agua caliente y ventilador, nos apañaríamos hasta que la embajada nos notificara las nuevas.
Decidimos tomárnoslo con calma, pasaríamos cinco noches en esa habitación, descansando, viendo películas (y viciándonos con los capítulos de los Soprano que Ana nos grabó en la última tanda) y preparando la web, en grave retraso; ya que no podíamos alejarnos del calor al menos podríamos ducharnos cada diez minutos y esperar a la noche para salir a la calle, como los vampiros.
Rishikesh nos acogió con los brazos abiertos, estaba acostumbrada a los turistas y por ello pudimos encontrar infinidad de restaurantes con comida no picante, sobre todo italiana y judía, las lasañas, las pizzas, la pasta al horno y el humus nos acompañaron día a día; hasta el último día no descubrimos que el restaurante de nuestro hotel era el más barato y uno de los mejores preparando lasañas, esta segunda vez lo estamos disfrutando.
Rishikesh es conocido a nivel mundial como el centro del Yoga, los Ashrams (o centros de enseñanza) se extienden a ambos lados del Ganges ofreciendo a indios y extranjeros sus clases diarias, semanales, mensuales, a gusto del consumidor. Lo oferta no es únicamente de yoga, también hay clases de relajación y meditación, masajes, tai chi, tarot, astrología, y todo lo que se os pueda ocurrir relacionado con el mundo esotérico y espiritual.
El ambiente es curioso y agradable, de los templos erigidos a orillas del Gran Ganges el Shri Trayanbakshwar, en Laxman Jhula, es el mayor y el más emblemático, se trata de una torre de pisos de forma piramidal pintada en tonos amarillos y naranjas, el ruido de sus campanas acompaña al viajero durante todo el día. Aunque recibe una gran afluencia de turismo extranjero mucho mayor es el local, la ciudad se halla ubicada en la ruta a los cuatro puntos de peregrinación más importantes de Uttaranchal (de los más importantes del país). En las cercanas montañas del Himalaya nacen los cuatro ríos más sagrados para los hindús: el Ganges cuyo centro de peregrinación se llama Gangotri, el Yamuna cuyo centro se llama Yamunotri, el Mandakini que nace en Kedarnath y el Alaknanda que lo hace en Badrinath. Estos cuatro lugares reciben a miles de peregrinos anualmente, casi todos ellos pasan primero por Haridwar y Rishikesh y se purifican en las aguas del Ganges antes de continuar su peregrinación.
En los ghats de Rishikesh los hindús penetran en su río más sagrado, lavan las prendas y recogen muestras en botellas de plástico (lucrativo negocio local), aquí el Ganges fluye bravo pero limpio, no como lo hará cientos de kilómetros después en Varanasi; es peligroso alejarse de las orillas, en época de monzón los remolinos y las corrientes son aún más fuertes, se agarran unos a otros para sujetarse y no correr ningún peligro. Además de los ghats hay numerosas playas de arena fina, es aquí donde los niños se bañan y divierten durante las horas de más calor bajo la atenta mirada de los mayores.
Al atardecer salimos de nuestra madriguera y cruzamos el puente hasta la otra orilla, un café-terraza llamado la German Bakery nos invita a sentarnos y disfrutar de las vistas. Un encantador de serpientes viene a entretenernos con su casi perdida profesión, Rafa se acerca a fotografiarles, a él y a su cobra, un buen ejemplar. Mientras tanto, yo entro en la librería adyacente al restaurante y ojeo los libros hasta que doy con un libro de bolsillo de Sudokus, no puedo evitarlo, lo compro sin dudarlo, será fiel compañero de viaje los siguientes diez días. Ahora que hace una semana que acabamos los cincuenta juegos buscamos como locos un nuevo ejemplar, o en su defecto, o incluso con más ansias, un tablero de backgammon.
Las mujeres cruzan el puente con sus saris de colores vivos, los seguidores de Shiva destacan por sus trapos naranjas, al igual que los Sadhus, las motocicletas, las vacas y los monos también hacen acto de presencia, todos ellos son fotografiados por turistas ávidos por conocer la cultura local y profundizar en las enseñanzas de lo espiritual y lo místico del hinduismo.
Nosotros también nos unimos a la multitud, cruzamos a Laxman Jhula y nos paseamos frente al templo, varios chiringuitos dan de comer y beber a los peregrinos, dhal y arroz como ingredientes básicos, y una bebida a base de limón. Entre dos estatuas de deidades un hombre lee la mano y echa las cartas del tarot, me tienta, pero no, aún no estoy preparada para saber mi futuro, quizás la próxima vez. Continuamos camino de la furgo, queremos comprobar que todo va bien, dejamos las últimas tiendas atrás, la lechería, luego el último restaurante, y por fin el último y ultramoderno ashram, muchos son los que pasean a esas horas por el lugar, bajan a la playa o se adentran en la cercana selva. Todo va bien, la furgo sigue allí, intacta y lista para partir.
Regresamos al Lucky, quizás ya funcione la wi-fi que nos permite conectarnos de gratis en la habitación sin que nadie lo sepa con el nuevo miniportátil Toshiba Libretto que nos trajo Laura. Intentamos sin éxito descargarnos la última versión del photoshop que mi hermano nos ha colgado en un ftp, la línea es muy lenta, sí conseguimos actualizar la web, menos mal, porque ya tenemos la respuesta de la embajada, el trámite sigue adelante, tenemos que volver a llamar en dos semanas, y allí no nos podemos quedar por más tiempo.
Ya está decidido, vamos a recorrer la principal carretera, la que sube hasta Badrinath, antes de llegar hay un trekking a un lugar llamado el Valle de las Flores, aparcaremos la furgo unos días y nos iremos a la montaña a respirar aire fresco.
Nuestra última comida en Rishikesh la compartimos con una pareja, él es valenciano y ella chilena, están aquí para hacer un curso intensivo de tres meses de yoga. Con ellos tengo mi primer acercamiento al mundo de los ‘maestros’, los ‘masters’, aquellos que gobiernan el mundo y velan por la continuidad de la vida humana en este planeta. Me intereso, pregunto un poco más, ya sé que a Rafa la mayoría de los comentarios le han de parecer pasados de vuelta, pero me gusta oírlos, quién sabe, quizás me ponga a investigar sobre ello, ni cristianos, ni musulmanes, ni judíos, ni hindús, ni budistas, ni ninguna otra religión, todas son una y una son todas, alguien rige nuestros destinos aquí mismo, en nuestro mundo, desde las alturas del Himalaya…
Risikesh
Cruzando al otro lado del Ganges nos trasladamos a la jungla, la carretera terciaria discurre por una zona de elefantes donde la vegetación es densa y los monos saltan de árbol en árbol. Los dos parques naturales de la zona albergan tigres y elefantes, entre otras miles de especies tropicales. No conseguimos ver un gran mamífero, sólo insectos, monos y algún pavo real.
Rishikesh es centro de peregrinaje y hay infinidad de puestos enfocados al turismo local, con baratijas de todo tipo para las mujeres. La vida en Rishikesh y Laxman Jhula fluye en torno al Ganges y este puente, el único que une ambas orillas en kilómetros. Es peatonal, aunque bicicletas y motocicletas lo usan también. Observando el ir y venir de las gentes puedes ver en un día representantes de todas las provincias del país, un popurrí de culturas.
Encantadores de serpientes
Esta profesión está en peligro de extinción, los defensores de los animales luchan en la India contra este tipo de actividades.