Monumento al amor
1 de agosto de 2006
Nuestros planes se habían visto truncados por problemas mecánicos, nos habíamos visto obligados a descender a Manali en busca de un taller en vez de realizar un trekking en el valle de Spiti como teníamos previsto, tarea pendiente para la próxima vez. Los días en Manali se habían alargado y el clima no aconsejaba aventurarse en un trekking por la región, así día a día la idea de visitar el Taj Mahal en Agra fue ganando peso. Aunque en un principio hubiésemos preferido despedirnos de Laura perdidos en las montañas los tres decidimos que la mejor idea era acercarnos al símbolo del turismo en la India, el mayor monumento erigido en nombre del amor.
Cuando por fin la furgo estuvo de nuevo curada de sus males, al menos de alguno de ellos, salimos de Manali y descendimos el valle de Kullu el único día que el sol hizo presencia desde que abandonamos Ladakh. La primera etapa transcurrió entre verdes colinas y fértiles valles, ya pasado Mandi el paisaje cambio intercalando estrechas gargantas con bellas cascadas, con abruptas y frondosas colinas; el paisaje era una maravilla pero el cuentakilómetros avanzaba lentamente. En una de las curvas un elefante nos dio la bienvenida, Laura y Rafa saltaron de la furgo para hacerle unas instantáneas, se trataba de nuestro primer elefante en India.
Esa noche llegamos a Chandigarh, destrozados, agotados de las ene horas de carretera, caímos rendidos en la cama del hotel, las temperaturas no permitían pernoctar en el vehículo, hacía el mismo calor de noche que de día.
La segunda etapa, Chandigarh-Agra, transcurrió por buenas carreteras y, de no ser por algunos contratiempos, habríamos llegado a Agra a media tarde. La primera gran prueba fue la gran capital, lo que denominan ring road atraviesa Delhi, quizás fue diseñado para rodear la ciudad pero la urbe se comió esta M-30 india rápidamente. Tardaríamos dos o tres horas en atravesarla, y cuando lo logramos nuestros estómagos atronaban, saciado nuestro apetito me puse al volante (nos íbamos turnando los tres, una hora cada uno), y aún me tocó atravesar más de treinta kilómetros de Getafes, Leganeses, Pintos y Valdemoros, aderezados con bicicletas, ciclomotores, transeúntes con o sin carro a cuestas y las siempre presentes y divinas vacas…
La segunda prueba ocurrió cuando ya sólo quedaban quinces kilómetros para llegar a Agra. Sin saber porqué el tráfico se paró, decenas, cientos de camiones se encontraban atrapados en la carretera. Indagando descubrimos lo incierto de la información en este país, según unos en tres horas seríamos libres, según otros en no menos de doce horas.
Los coches daban marcha atrás y regresaban unos metros para incorporarse al sentido contrario de la autovía, dudamos unos minutos pero al final nos decidimos a imitarles, como pudimos dimos la vuelta y entre dos filas de enormes camiones salimos del atasco sin dañar ningún espejo retrovisor, unos metros más y estaríamos de nuevo en marcha. A los pocos kilómetros nos incorporamos de nuevo a nuestro sentido para parar poco después al encontrar la autovía cerrada con barreras. La causa de todos nuestros males era un festival dedicado a Vishnu, el primer lunes de cada mes o todos los lunes del verano se celebra ese festival, que mantiene a los camioneros parados en las carreteras durante una noche entera cada vez, ¡de locos! Nos desviaron por una carretera o camino que nos llevó a una carretera muy secundaria paralela a la autovía, y que nos permitió entrar en Agra por las que parecían las calles más concurridas del país, seguro que más que los ghats de Varanasi (o Benarés). Ante mi propio asombro, y el de Rafa y Laura, atravesé la ciudad evitando atropellar a nadie ni chocarme con nada, la furgo resultó ser mucho más ágil y sobre todo muchísimo más estrecha de lo que yo creía, ¡campeona! Mayor aún fue nuestro asombró cuando un par de kilómetros después de ver el primer cartel indicativo del Taj Mahal encontramos el hotel que íbamos buscando, como sin darnos cuenta.
Nancy y Philippe nos habían dado estas señas, hotel???, nos permitían acampar con la furgo pero el calor nos hizo desistir, cogimos una habitación con ventilador y cooler, un poco cutre pero suficiente para nuestras necesidades, además la furgo podría descansar en el espacioso parking y nosotros podríamos disfrutar al día siguiente del excelente jardín. Cenamos algo allí mismo, no teníamos ningunas ganas de salir de allí, el silencio y la calma reinaban, era como un pequeño paraíso. Tras la cena confirmamos lo desorbitado del precio de la entrada al ansioso monumento: ¡¡¡¡750 rupias!!!! (unos 13 euros), que comparado con las 20 rupias que pagan ellos es una auténtica barbaridad (para que nos quejemos de los 7 u 8 euros de la Alhambra).
Algunos viajeros nos habían comentado que no habían entrado a visitarlo, en su lugar se habían ido al otro lado del río Yamuna, desde donde se tiene una vista excelente del mausoleo, pero nosotros habíamos venido sólo para visitarlo y en ningún momento dudamos si realizar o no la visita. Eso sí, decidimos dejarlo para el atardecer, a las cuatro de la tarde del día 1 de agosto nos pusimos en camino, según los trabajadores del hotel no tardaríamos más de media hora, pero se nos hizo interminable, el calor era de nuevo nuestro peor enemigo, como tantas veces lo sería en India.
Por fin estábamos allí, tras pagar las entradas y hacer varias visitas a las distintas consignas (prohibidos los móviles, el tabaco, el trípode…) penetramos en un gran patio, y desde allí a un edificio antesala de los jardines y del propio Taj Mahal. Había mucha gente, sobre todo indios, pero también algunos turistas extranjeros. Ya desde el interior del primer edificio pudimos avistar el famoso monumento y tras salir a los jardines quedamos deslumbrados por su belleza, a Rafa le pareció que no era para tanto pero a Laura y a mí nos pareció una maravilla, lo que nos dejó un poco fríos a todos fue el interior, no hay nada interesante que mencionar, sólo se ve una estructura de mármol tallado con dos tumbas en el interior, pero no son las verdaderas tumbas, éstas se encuentran un nivel por debajo de la sala donde nos encontrábamos.
Pasamos casi dos horas en el lugar, paseando por los jardines, observando a las gentes y disfrutando del atardecer sobre el río Yamuna, casi nos tuvieron que echar, ya se acercaba la hora de cierre y la noche apaciguaba nuestro calor.
Aunque aún nos quedaba el día siguiente ya estábamos de despedida, Laura nos invitó a cenar, escogimos un restaurante occidental, un Pizza Hut, que resultó ser casi un restaurante de lujo. Allí conocimos a una pareja homosexual que venía de Valencia y compartimos unas risas intercambiando impresiones sobre este insólito país.
Taj Mahal
El emblema de la India. Fue construido entre 1632 y 1643, en época mogol, como mausoleo para Arjumand Banu Begam, la esposa preferida del Sha Jahan. El nombre del edificio viene del apodo por el que se conocía a la mujer: Mumtaz Mahal o «la elegida del palacio». Los restos de la pareja descansan en el edificio. Se dice que trabajaron 20.000 hombres en la obra y corre de boca en boca la leyenda de que a todos se les cortó las manos para que no pudieran volver a construir algo tan bello.