Hacia las fuentes del Ganges

8 de agosto de 2006

Con la buena noticia de que Rafa tendría su nuevo pasaporte de 10 años dejamos Rishikesh, no queríamos forzar la máquina en las montañas, en el taller de Manali, y para no pillarse los dedos, nos habían dicho que el disco de embrague podía romperse de nuevo en tan sólo 5.000 km, sabíamos que lo habían dicho por decir pero nos metieron el miedo en el cuerpo, teníamos que alargar esos 5.000 km hasta que tuviéramos la próxima visita que tendría que cargar con los repuestos originales de volkswagen. Escogimos la carretera a Badrinath porque aparecía como la principal en todos los mapas y porque habíamos leído sobre el trekking al Valle de las Flores y nos habíamos animado a hacerlo.

Hacia-montañasLa primera noche se nos echó encima, abandonamos Rishikesh a las tres o las cuatro de la tarde, no éramos capaces de encontrar un lugar que nos gustara para dormir, no había carreteras secundarias donde desviarnos 200 metros, sólo algunos espacios junto a la carretera. Así llegamos a Devprayag donde un camino asfaltado llevaba hasta dos guest houses, el camino no era transitado y era muy amplio, aparcamos sin dificultad. Las vistas nocturnas de la población nos recordaban a algunos pueblos de mar del Cantábrico, con las casas encaramadas en los riscos y, en este caso en vez de mar, los ríos Ganges y Alaknanda fluyendo a sus pies.

Por la mañana nos sorprendió el colorido de las viviendas, rosas, azules, verdes, decidimos dar un buen paseo para visitarlo y de paso hacer unas compras, la sopa de verduras del día anterior había acabado con las existencias de patatas, y no nos vendría mal encontrar unos huevos, por eso de comer proteínas, en esta zona hasta los huevos son difíciles de encontrar, los veganos inundan la región. Abandonamos nuestro hogar junto a unos jeeps y comenzamos a descender una empinada cuesta que nos llevaría hasta el puente por el cual cruzamos a la zona más antigua; muchas casas tenían los tejados de pizarra y las fachadas de madera con columnas en la planta baja, pudimos reconocer en algunas tallas la influencia tibetana, al fin y al cabo toda esta región fue budista tiempo atrás. Durante el tiempo que estuvimos allí la gente no dejó de mirarnos como a bichos raros, ya estábamos acostumbrados pero se notaba que por el lugar no pasaban muchos extranjeros, no es una parada habitual de los tour operadores o los mochileros.

Compramos patatas, leche y chocolate, imposible encontrar huevos, y seguimos nuestros pasos hacia los dos mil metros. Condujimos haciendo turnos, ese día sólo un par de horas, en Srinagar, una población importante, conseguimos comprar los ansiados huevos y un poco de fruta, ya podíamos parar en cualquier sitio.

La carretera no estaba mal, sin embargo en algunos tramos desaparecía el asfalto, algún derrumbamiento monzónico habría destruido la carretera días atrás, esperábamos que la cosa no empeorase, no queríamos otro Baralacha La.

Hacia-montañas-IIEn un alto vimos un restaurante con un jardín, el Sheetal, paramos a comer y a los diez minutos decidimos quedaros allí mismo esa noche, parecía un lugar muy agradable, los trabajadores nos acogieron encantados y esa tarde compartimos con ellos algunas conversaciones y les mostramos fotos del viaje, ¡que gente más amable! Como nuestra intención era volver sobre nuestros pasos, nada de coger carreteras secundarias rompeembragues, nos despedimos de los chavales prometiendo volver en unos días.

Seguíamos deseando subir a las alturas, los días se hacían insoportables por el calor, pero el reloj no indicaba más que 1.300 metros, subíamos y bajábamos, subíamos y bajábamos. Eso sí, el paisaje cada vez era más bonito, tan verde, preludio de las montañas más bellas del mundo.

Lo que realmente queríamos era un lugar donde parar un par de días, poder trabajar en la web, limpiar la furgo y hacer una colada, pero nada de nada, no aparecía el ‘Sonamarg’ que esperábamos. ¿O si?, ‘allí, en la otra orilla del Alaknanda veo un templito rojo, el camino asfaltado acaba justo allí, y se ve una cascada cercana, ese es nuestro sitio’. Llegamos a Chamoli y descendimos para cruzar el puente a la otra orilla, no fue difícil encontrar el camino al templo, era perfecto, un sitio tranquilo, una zona llana donde aparcar, y agua a raudales a cien metros.

Hacia-montañas-IIITanta suerte no podía ser cierta, primero fueron un par de niños, luego un par de adultos, más tarde unas mujeres con sus mil retoños, y unos tras otros consiguieron turbar nuestra paz y desbaratar los planes de quedarnos allí dos noches. No es que fueran antipáticos, es que son muy pesados y, sobre todo, son muchos, aparecen de debajo de las piedras para observarnos, el que puede suelta unas palabritas en inglés y luego vuelve a su postura de observador mudo.

Hasta ahora no lo habíamos comentado con detalle. Entendemos que la gente nos mire con curiosidad, nosotros a ellos también, sin embargo desde el Punjab paquistaní no dejamos de sentirnos acosados con las miradas, no por las miradas en sí sino porque son capaces de quedarse horas, y digo horas, con los ojos pegados en nosotros, sin hacer nada más, dejando la vida pasar. Si les dices hola, ‘namaste’, en el 90% de los casos ni se inmutan, nos siguen mirando con cara de pánfilos como si fuéramos extraterrestres.

Hacia-montañas-IVY qué decir del respeto, en cualquier otro país que hemos visitado nos habrían pedido amablemente ver el interior de la furgo y también muy cortésmente nos habrían preguntado por el ordenador y las fotografías del viaje, aquí no, simplemente se acercan e introducen sus cabezas por ventanas y puertas, e incluso se suben a cotillear si no estás un poco atento, y con el ordenador es increíble, se colocan todos detrás y se van acercando como si nosotros no nos diésemos cuenta de su presencia. Ha habido muchos días que realmente nos hemos planteado si podremos vivir varios meses en un país así, y día a día nos decimos: ‘venga, si algunos son majos, vamos a darles otra oportunidad’, ¡adáptate o muere!

Por la mañana abandonamos el lugar tras recibir unas doscientas o trescientas visitas esa mañana. Ya estábamos cerca de Joshimath, y de allí 24 km al comienzo de trekking, en un par de días nos perderíamos los dos solos en las montañas… o eso pensábamos.

Uttaranchal

Río Alaknanda

Entre los mil y los dos mil metros el paisaje himaláyico de Uttaranchal es fantástico, el verde brilla en las laderas de las montañas y en las terrazas trabajadas por el hombre, mientras los sagrados ríos dibujan curvas y meandros en lo más profundo de los valles.

El Alaknanda recorre varias decenas de kilómetros desde su nacimiento en Badrinath hasta Devprayag donde desaparece tributando sus aguas al Ganges.