Los reinos del este de Bali
29 de abril de 2007
Tuve que ponerme un poco pesada para convencer a Rafa de coger el transporte local en Kedisan, nos lo estaban poniendo muy difícil y tres o cuatro veces al día se nos pasaba por la cabeza pasar de Bali y cruzar a la vecina isla de Java. Aunque esta vez no fue tan complicado hicieron falta tres vehículos y casi tres horas para llegar a Candi Dasa, principal enclave turístico en el este de la isla. Desembarcamos en la carretera, en una zona plagada de negocios enfocados al extranjero, fue sencillo alquilar una moto para los dos días por 35.000 rupias al día, no tanto fue encontrar alojamiento.
Sólo un hostal se adecuaba a nuestro presupuesto, los demás pedían el doble simplemente por estar un poco más cerca de la nada atractiva playa de la localidad. Rama Guest House era perfecta, en un tranquilo rincón alejado de la carretera junto a un estanque de nenúfares conocido como el lagoon; acordamos un precio de 50.000 rupias al día con desayuno para las siguientes tres noches, la habitación era acogedora, con un gran baño con bañera a cielo descubierto y la típica terraza con sillas y una mesa, además del tendedero.
No nos demoramos mucho, una ducha y a la moto, ese día exploraríamos el este, realizando paradas en Amlapura, Ujung, en las colinas al oeste de Amed y los arrozales de Asak. En el primer lugar, antigua capital del reino de Karangasem, visitamos el palacio real Puri Kanginan, para no variar éramos los únicos visitantes. El palacio está formado por distintas edificaciones, muchas de ellas con sus patios cubiertos; un enorme estanque con su templo nos dio la bienvenida a la vez que un extravagante tejado con un huevo gigante blanco y negro llamaba nuestra atención.
Esta parada fue seguida de la primera comida en un restaurante local desde que llegamos a Indonesia, comimos sate de ternera (se supone que el sate o satay proviene de Indonesia, y que los javaneses lo exportaron a la península malaya donde tantas veces lo hemos comido), en este caso venía acompañado de una sopa y la siempre presente ración de arroz blanco, todo por 7.000 rupias por persona, menos de la mitad del precio de cualquier arroz frito o noodles en los restaurantes de guiris. Estuvo bien la experiencia, sobre todo para confirmar nuestra intuición de que la comida en Indonesia no puede ser más cara que en Malasia, como parecía hasta ese momento.
Por fin sentíamos que pasaríamos unos días disfrutando de Bali en Candi Dasa, subidos en nuestra moto recorriendo exuberantes parajes con arrozales y conos volcánicos como telón de fondo, así son los ocho kilómetros que separan Amlapura de Ujung, donde el rey hizo construir un templo flotante, el templo es bonito pero más lo son los campos de arroz en terraza sembrados entre el templo y el mar. Sin destino final, sabiendo que no llegaríamos a la lejana población de Amed, condujimos entre colinas, recorriendo caminos entre la carretera principal y el mar, las gentes nos saludaban amablemente, como también ocurriría una hora después en Asak, donde los arrozales se pierden en el horizonte. Aquí dejamos las motos aparcadas y nos dimos un paseo, no éramos los primeros extranjeros en pasar por ahí, tal y como pudimos comprobar al escuchar como unos niños desde lejos nos gritaban «money, money», nos dimos la vuelta, entendemos qué les mueve a pedir, simplemente el hecho de que hay gente que les da dinero, pero a nosotros no nos gusta. Continuamos caminando entre los brotes esperando a que los rayos de sol aparecieran e iluminaran los campos, la aparición fue tímida pero nos permitió disfrutar del magnífico panorama antes de emprender el regreso temiendo que se nos hiciera de noche en la carretera.
Antes de salir a cenar nos sentamos en la terraza a echar un ajedrez, estábamos viciados hasta tal punto que no dudamos en meterlo en la mochila, pero como el tablero abulta mucho sólo cogimos las piezas y nos hicimos un tablero de papel, así podíamos llevárnoslo a cualquier sitio dentro de la riñonera, no recuerdo quién ganó, seguramente Rafa que aún hoy sigue ganando la mayoría de las veces. La guinda del día fue el delicioso guacamole de la cena, el aguacate, aunque es una fruta tropical, brilla por su ausencia en países como India, Pakistán, Sri Lanka o Malasia, cuando vimos que en Bali era abundante aprovechamos para pedirlo en todas la ocasiones, en forma de batido, ensalada o guacamole. En la isla no sólo abunda el aguacate, también se pueden saborear zumos de múltiples frutas como la piña, la naranja, el plátano, la papaya, la lima, la sandía, el melón, la granada, el mango, la uva y algunas más cuyo nombre ni conocemos, también es típico beber el agua de coco con una pajita directamente del coco. El coco, en indonesio Kelapa, es uno de los ingredientes básicos de la alimentación del país, de las distintas especies de coco que existen se saca de todo: leche de coco, aceite de coco, briznas de coco, agua de coco; la leche de coco se usa para preparar salsas en platos de pescado, carne o verduras, al igual que las briznas, que mezcladas con otras especias sirven de aderezo seco a muchos platos.
Habituados a madrugar desayunamos temprano y emprendimos nuestro recorrido rumbo sudoeste cuando aún no hacía calor, seguía sin hacerlo cuando aparcamos en la playa de Kusamba y caminamos por ella en busca de las familiares fábricas de sal, sustento de numerosas familias en la zona. Ya de lejos vimos como unas personas con un gorro cónico realizaban el mismo recorrido periódicamente, de la arena al agua y del agua a la arena, sujetando con los hombros una barra en cuyos extremos colgaban dos bolsas impermeables de plástico duro. Una vez a su altura comprobamos que se acercaban al mar a recoger agua salada y la distribuían por una zona llana de arena de playa. Nos fijamos en uno de los hombres y quisimos observar todo el proceso que él mismo nos explicaría unos minutos después con el poco inglés que conocía, básicamente la fabricación consiste en concentrar mucha sal en una misma parcela de arena, recoger esa arena y saturarla de sal con más agua, pasó que se realiza en unas chozas de bambú junto al mar amasando la arena concienzudamente y añadiendo más agua, el líquido que se filtra de esta arena amasada tiene un alto contenido en sal marina, para obtenerla se coloca el agua al sol por la mañana en medios troncos de bambú y sobre la una del mediodía se recoge una sabrosa y blanca sal apta para el consumo humano. En la fábrica que visitamos nosotros trabajan un matrimonio, obtienen unos 40 kilogramos al día que les reportan entre 6 y 10 euros, dependiendo de la calidad obtenida y del mercado.
Muy satisfechos con lo visto en Kusamba, y tras dar una buena propina a la pareja, continuamos hacia el oeste, conscientes de que las horas de frescor matutino ya habían pasado y comenzaba el sofocante calor del trópico. A pesar del tráfico no tardamos en llegar a Klungkung, donde se encuentra el palacio de Puri Semarapura, una maravilla, con sus templetes junto a un estanque y los murales con detalles hinduistas de estilo balinés. Más de una hora nos llevó la visita, al menos pasaríamos media hora observando los detalles de los techos y paredes de los dos edificios, en el primero eran muchos los ejemplos de torturas o castigos infligidos por los demonios a los pecadores humanos, verdaderas barbaridades, como dos demonios serrándole la cabeza a un hombre o humanos usados como bueyes en los arados; las representaciones eran más suaves y menos llamativas en el templete central. Por último conocimos la obra de un artista italiano que inmortalizó la vida en la región durante la II Guerra Mundial, Emilio Ambrón, expuesta en un pequeño museo dentro del palacio.
De regreso nos detuvimos a tomar un refresco frente a Gua Lawah (Cueva Lawah), no llevábamos ni unos minutos cuando vimos que una aglomeración de gente se acercaba al agua, una familia estaba llevando a cabo la última ceremonia del ritual de defunción, dicho ritual acabaría esa misma tarde cuando todos los presentes viajasen al templo de Besakih, a los pies del Monte Agung, y esparciesen las cenizas. Pudimos ver de cerca lo que hacían, todo transcurría de un modo desordenado, no entendíamos muy bien, pero básicamente hacían ofrendas al mar y suponemos que el pato que llevaban de un lado a otro en una cesta acabaría sacrificado en algún momento del día. Tras todos ellos, y por la puerta de los extranjeros donde te obligan a dejar una donación, entramos en el templo, la cueva no es tal, sólo un boquete en la pared de roca de donde cuelgan boca abajo cientos de murciélagos.
El paseo en moto acabaría con un chapuzón, uno de los pocos en Indonesia, por no decir el único, en la playa conocida como el Blue Lagoon cuyo acceso se encuentra en la bahía de Padang, punto de partida de los ferries que van a la isla de Lombok. Se supone que era uno de los mejores lugares para hacer snorkel en la isla, me alquilé el equipo para verificarlo, no es que estuviera mal, ojalá pudiéramos ver estos colores en nuestra tierra, pero no tenía nada que ver con las Islas Perhentian, ni siquiera con Aqaba en el mar Rojo, el listón está ya muy alto, cada vez cuesta más superarlo.
Con el frescor aún en el cuerpo recorrimos los últimos kilómetros hasta Candi Dasa, esa tarde podríamos dedicarnos al relax, quizás una siesta, una partida de ajedrez y ¡¡una cena con guacamole!! Habían sido los mejores días en Indonesia, el este nos dejaba un buen sabor de boca que intentaríamos conservar, sin embargo resultaría difícil, pero eso ya es otra historia…
Este de Bali
Región de Karangasem
Una región fértil profusa en volcanes y donde el arroz es el cultivo estrella.
Palacio Puri Kanginan
En la localidad de Amlapura se asentó un día el reino de Karangasem, que surgió en el siglo XVI tras la caída de su vecino Gelgel. Este palacio es muy moderno, una amalgama de estilos occidental, chino y balinés.
Palacio Puri Semarapura en Klungkung
El Kerta Gosa, o Sala de Audiencias, es el edificio situado en medio del estanque en los jardines del palacio Puri Semarapura. En su interior se pueden observar pinturas murales en las paredes del techo. Las representaciones reflejan escenas de los libros de cuentos y leyendas de la mitología hindú, en su versión balinesa.
Fabricación artesana de Sal
Paso 1: Recoger agua de mar con dos cestos impermeabilizados.
Paso 2: En un área de arena previamente allanada se vierte el agua de mar.
Paso 3: Se recoge la arena y se vuelve a mezclar, amasándola, con agua de mar, recogiendo el agua filtrada.
Paso 4: El agua filtrada es rica en sal, se vierte en unas bandejas cilíndricas fabricadas con bambú y se deja evaporar al sol.
Paso 5: Tras la evaporación total se recoge la sal de los bambús, que se venderá según calidades a 2.000 ó 3.000 rupias el kilo (0,17 – 0,25 euros). Una familia suele fabricar unos 40 kilos al día, lo que supone entre 80.000 y 120.000 rupias al día (6-10 euros al día).