La plaza del Imam de Isfahán
6 de marzo de 2006
En el centro de la gran plaza del Imam, también llamada Meydan-e Naghsh-e-Jahan, existe un estanque en el que ondean las banderas de todos los países musulmanes, a su alrededor cientos de bóvedas en una estructura de dos pisos forman un rectángulo de 510 m de largo por 165 m de ancho, que convierten a esta plaza en la segunda con mayor tamaño del mundo, sólo superada por la Plaza de Tiananmen en Pekín.
Salvo una pequeña zona reservada al tráfico, el resto es peatonal, con zonas ajardinadas y bancos donde sentarse. La plaza está repleta de gente, excursiones de colegios, parejas o familias paseando o sentadas, más los inevitables ganchos de turistas. El conjunto de la plaza y sus monumentos es un cuadro digno de ser visitado con calma, nosotros pasamos gran parte de nuestros cinco días en Isfahán recorriendo esta maravilla.
Cada lado de la plaza posee un monumento, La Mezquita de Sheikh Lotfollah, con su cúpula asimétrica respecto a la entrada principal y donde los colores poseen una simbología concreta, el amarillo representa al zoroastrismo, el azul la divinidad y el blanco la vida terrenal. Nosotros visitamos esta mezquita con un hombre que nos quiso acompañar, en principio pensamos que nos pediría dinero pero no lo hizo, nos llevó a un lugar desde donde se observaba la cúpula con detalle y con él visitamos también el interior de la mezquita, donde destaca el efecto de cola de pavo real que forma la cúpula.
En uno de los lados cortos de la plaza se encuentra la gran Mezquita del Imam, sobre la que cualquier epíteto se quedaría corto, se dice que los trabajos en cerámica policromada de esta mezquita son los más bellos y perfectos del mundo. La gran portada es digna de observarse con detalle, cada una de las partes es distinta, simbolizando que la perfección sólo es divina, en concreto existe un trabajo de un metro cuadrado donde aparecen dos pavos enfrentados, se utilizaron más de mil piezas de cerámica para realizarlo. Dentro de la mezquita estuvimos un par de horas, deleitándonos con cada detalle, se nos unió un joven de Isfahán que no paraba de hablar, en un momento yo logré escabullirme y dejé a la pobre Silvia con el chico, resultaba algo cargante.
Frente a la mezquita de Lotfollah se levanta el Palacio de Ali Qapu, que traducido significa «sublime puerta«, donde la mayor atracción es subir a su terraza y observar el esplendor de la plaza desde lo alto.
Y frente a la Mezquita del Imam, al otro extremo de la plaza, se encuentra la monumental puerta de Qasarieh, decorada con frescos de batallas y que da acceso al gran bazar de Isfahán, de cinco kilómetros de longitud, entre callejones y escondrijos, un universo aparte dentro de la plaza, donde encontramos casas de té, baños, mezquitas y antiguos caravasares, y donde los comerciantes no son acuciantes, algo muy importante.
Y uniendo estas cuatro maravillas la plaza se cierra con la fachada de dos pisos de altura que circunda toda la plaza, formada por puertas idénticas, rematadas con el arco persa y con tiendas para el turista, alfombras, miniaturas etc.
Tuvimos mucha vida social en la plaza aunque la más grata y sorprendente de todas fue conocer a Hussein, el propietario de una tienda de alfombras. Un gancho se acercó a nosotros y nos dijo que nos acercáramos a la tienda, que su dueño hablaba español, nosotros pensamos que al llegar la jugada sería la de otras veces, te sacarían un té y enseguida te empezarían a enseñar alfombras, pero no fue así. Al llegar nos saludó en un perfecto español y enseguida se mostró una persona encantadora y con una educación exquisita.
Pronto descubriríamos el porqué de esa perfección en nuestra lengua, nos comentó que tenía una tienda en Vigo y que allí pasaba algunos meses al año. Desde luego la tienda parecía una embajada de España, decenas de fotos con españoles colgaban en corchos, junto con postales de España, más tarde nos enteraríamos de que a esta tienda (Nomad) se la conoce como la casa de España. Visitamos más de una vez a Hussein, charlamos bastante y vimos todas las fotos que tenía de españoles, nos sorprendió una en concreto, en la que aparecía Aznar con una turista española y Hussein de cameo, unos metros atrás. Para cualquiera que vaya a Isfahán, Hussein recibe con los brazos abiertos y ayuda en todo lo que puede.
Entre muchos favores, como invitarnos a cenar a su casa, nos presentó a un miniaturista, de cuyo nombre no puedo acordarme, que nos hizo una buena oferta al comprar una miniatura persa, al parecer, sólo hay seis maestros miniaturistas en Isfahán y este hombre era uno de ellos. La tienda era un auténtico museo, con miniaturas pintadas o sobre hueso de camello o plástico, cuanto mayor detalle tienen más caras son y en la tienda tiene una lupa para poder observarlas con tranquilidad, son obras de arte.
Frente a Ali Qapu, en la segunda planta de un antiguo caravasar en el que ahora hay tiendas existe un restaurante en el que comimos varias veces y cenamos una, es un lugar para quedarse durante una larga sobremesa, la parte interior del restaurante está decorada con pinturas y cristales cromados, fuentes y techos de madera cuidadosamente trabajados, en el exterior hay una terraza desde donde se ve la cúpula de Sheik Lotfollah. Por unos 5 euros se come de maravilla, aquí probamos por primera vez el Dizi, un plato típico iraní que se prepara de modo diferente en cada región del país, es una especie de cocido servido en una vasija de barro con un mortero, tras machacarlo y mezclarlo se empieza a comer, a nosotros nos lo tuvieron que explicar.
Otra de las tardes conocimos a tres afganos con los que pasaríamos una bonita e interesante tarde a las afueras de la ciudad y con los que también viviríamos una experiencia un tanto desagradable, sobre todo para ellos. Ya nos pusieron al corriente de los problemas que tienen en Irán, de intolerancia, falta de empleo, etc., pero lo que vivimos con ellos en una tetería junto al bazar no tiene nombre. Quedamos con ellos una tarde en dicha tetería, otro lugar ideal al que se accede desde el bazar subiendo unas escaleras hasta una terraza, desde la que se ve la plaza en su totalidad.
Llegamos antes de la hora y estuvimos hablando con otro grupo de iraníes, el primer detalle que no nos gustó fue que, al contrario de todo el mundo, que era servido en su mesa, cuando llegaron los chicos afganos tuvieron que llevar ellos la bandeja con su té y eran objeto de miradas no muy agradables, nos pusimos a hablar y uno de ellos nos explicó de nuevo la situación en la que viven los refugiados afganos, los otros no parecían muy a gusto y de vez en cuando venía un insolente camarero a comprobar si su tetera se iba acabando.
Finalmente uno de los chavales, cansado de tanta hostilidad, se levantó y se fue, nosotros nos fuimos con ellos, al salir uno de los camareros me preguntó si teníamos problemas con ellos, del mejor modo que pude le hice entender que al contrario, que eran gente muy agradable, aunque supongo que no lo entendería, tenía cara de pocas luces, ni me imagino como podía trabajar en esa tetería, tan frecuentada por turistas. Quedaríamos con ellos otra noche, en el grupo se uniría un iraquí, me sentí orgulloso de hablar con él, obtuvimos información de primera mano de lo que ocurre en Irak, que no es bueno. Pasamos una muy buena tarde con ellos y a la vuelta cometimos una gran osadía, dormir en el parking de la plaza, obviamente a la mañana siguiente bien tempranito, un vigilante nos dijo que nos fuéramos.
Conocimos a más gente en la plaza, el encargado de otra tienda de alfombras, con el nombre poco original de Flying Carpets, unos interesantes periodistas surafricanos que trabajaban en Dubái y con los que charlaríamos otro buen rato y alguno más que nos paraba para curiosear; esta plaza es el centro vital de Isfahán, un lugar de encuentro y relax, posiblemente, junto con las ruinas de Persépolis, el lugar más cosmopolita de Irán y uno de los lugares urbanos más bellos con los que nos hemos encontrado en este viaje.
Mezquita de Sheikh Lotfollah
En 1602 el Sha Abbas I mandó construir esta mezquita frente al palacio Ali Qapu, en la plaza del Imam. La portada está repleta en su decoración de alveolos y estalactitas revestidas de cerámica polícroma de motivos florales. El pasillo da acceso a una única sala de oración. La decoración interior de la mezquita se basa en los azulejos cerámicos, abundan los turquesas, amarillos, blancos y azules oscuros. El mejor modo de captar el efecto de cola de pavo real de la cúpula es dejar la cámara en el suelo y hacer la fotografía con mucha exposición. Una vez dentro de la mezquita, un pasillo nos conduce hasta el único recinto de oración, de planta cuadrada y formando un ángulo de 45 grados respecto a la plaza, para conseguir la orientación hacia la Meca.
Mezquita del Imam
La fecha de inicio de la construcción de esta mezquita fue el año 1073 y fue completándose a lo largo de distintas etapas, finalizando la obra en el año 1800. La estructura es la clásica de las mezquitas de Irán, con un patio central rodeado por cuatro iwanes. Una vez en el interior de la mezquita una placa recuerda a las víctimas del misil iraquí que afectó levemente esta zona pero que en el extremo de la plaza, junto al bazar, mató a muchas personas. El patio central de la mezquita es el más grande del país, con 76 x 65 m. La variedad en los elementos arquitectónicos o artísticos de distintas épocas es muy grande.