La provincia de Semnan, ruta caravanera
28 de febrero de 2006
Un tanto decepcionados con la visita a los montes Alborz emprendimos camino hacia la provincia de Semnan. La carretera discurría de nuevo entre montañas y llanuras fértiles, era una comarcal y se notaba en el poco tráfico de coches. Llegando a la capital, también llamada Semnan, nos desviamos hacia Damghan, otra de las ciudades importantes que dista ciento once kilómetros de Semnan.
En el camino hay dos antiguos caravansaray de la Ruta de la Seda, que desde las ciudades de Bujara y Samarcanda en Uzbekistán atravesaba Turkmenistán hacia Persia, el trazado de la autopista donde nos encontrábamos sigue el mismo camino. El primero de ellos se encuentra a cuarenta kilómetros de Semnan, lo vimos de lejos junto al otro sentido de la autopista, pensamos que sería un lugar perfecto para pasar la noche. Aparcamos junto a un barracón que parecía pertenecer a la policía, dimos un paseo para ver mejor la edificación y luego nos acercamos a preguntar si era un buen lugar para dormir. Un chico nos contestó que sí, que aparcásemos donde quisiéramos, así lo hicimos sin embargo al cabo de una hora se acercó un policía y nos comentó que mejor aparcásemos al otro lado de la autopista, junto a las dependencias de la Luna Roja Creciente, el servicio de emergencias. Obedecimos un poco contrariados por tener que mover la furgo, y al llegar allí se desencadenaron una serie de escenas con el personal de emergencias que desembocaron en: 1) la furgoneta aparcada en su aparcamiento bajo llave y 2) Rafael y Silvia en una habitación con literas y calefacción, un hotel improvisado.
Era la segunda noche que nos acogían amablemente, en esta ocasión Abas y su equipo, al instante nos llevaron unos tés a la habitación y más tarde la cena. Nosotros no salíamos de nuestro asombro, ellos parecían encantados con nuestra presencia y la velada se alargó hasta media noche charlando y mostrándoles las fotografías de algunos lugares. Por la mañana un sustancioso desayuno nos esperaba, hicimos la promesa de pasar a saludar al regresar de nuestra visita a Damghan.
Muy contentos recorrimos los setenta kilómetros que nos quedaban y entramos en la ciudad un tanto despistados por la carencia de un mapa. Intentando encontrar el camino casi me como a un señor mayor que circulaba en su motocicleta, no le entendí muy bien, pero de su boca salió un raudal de palabras malsonantes, el caso es que no era culpa mía, en este país no saben lo que es conducir ni tienen la mínima noción de educación vial, en las calles y carreteras impera la ley de la selva. Pasado el susto encontramos el camino y aparcamos junto a la Masjed Tarikhune.
Nos hallábamos frente a la mezquita más antigua de Irán y por lo tanto una de las más antiguas del mundo, aunque muy deteriorada se pueden observar numerosas arcadas y bóvedas e intuir cómo hubo de ser en el pasado. Pagamos la entrada de 300 tomanes cada uno y penetramos en el patio, todo lo que se veía estaba construido en adobe, como gran parte de la población, el lugar es formidable y estábamos de nuevo solos durante la visita. A la mezquita se le asocia un minarete erigido con ladrillos cocidos, aunque se ve desde el patio no se encuentra en él sino en otro patio contiguo.
Al salir del lugar preguntamos al soldado que acompañaba al taquillero por el paradero de la torre Pir-e Alamdar, él mismo nos acompañó hasta allí y nos abrió las puertas. El interior es austero pero el exterior es muy bello, todo en ladrillos cocidos y adornado con caligrafía cúfica en lo alto. Regresamos al inicio para dejar al soldadito en su lugar de trabajo y aparcamos cerca de la Masjed-e Juma o Mezquita del Viernes.
La mezquita se encontraba cerrada, decidimos dar un paseo por el lugar y visitar otro monumento, el Imamzadeh Ja’far (la denominación Imamzade hace referencia al mausoleo de un familiar directo de algún imán, por ejemplo en Qazvin visitamos el de un hijo del cuarto imán, Hussein, nieto de Mahoma). Nos orientamos gracias a la céntrica plaza con cuatro estatuas de leopardos dorados y en menos de cinco minutos encontramos el lugar, es un recinto vallado con varios edificios, todos construidos con adobe o ladrillos cocidos, los dos más grandes son los mausoleos de Ja’far y la torre pertenece de Cheheldoghtaran.
De regreso pasamos por una parte del bazar cubierto para volver a la calle principal en busca de los famosos pistachos del lugar, dicen que los mejores del país y por lo tanto del mundo; también compramos unas delicias en una pastelería para agradecer la hospitalidad a nuestros amigos del servicio de emergencias. Fue en este trayecto que unas chicas de unos dieciséis años se quedaron prendadas con nosotros, nos fueron siguiendo por toda la calle y llegaron hasta donde estábamos aparcados, una vez allí rompieron su timidez y nos pidieron hacerse una fotografía con nosotros, estaban emocionadas, ni que fuésemos unos actores famosos o algo así. Mientras nos fotografiábamos con las adolescentes un chico de una tienda cercana se acercó a saludar y nos comentó que podíamos visitar la mezquita, que en esos momentos estaba abierta, quiso acompañarnos. Cuando sólo llevábamos veinte metros un coche de policía se paró junto a nosotros y el que parecía el jefe solicitó ver los pasaportes, como estábamos a punto de irnos del lugar habíamos dejado la mochila con la documentación en el vehículo y Rafa tuvo que acercarse a por ella. Los ojearon un rato y apuntaron los datos en una hoja en sucio, nos hicieron unas cuantas preguntas y nos dejaron ir, a Rafa no le hizo mucha gracia pero yo me lo tomé a risa, me dio la impresión de que se aburren tanto en este país que ver unos pasaportes extranjeros es un entretenimiento para ellos. En Irán no hay prácticamente delincuencia, es uno de los países más seguros del mundo, así que la policía se dedica a controlar el tráfico en algunos puntos negros y en mediar en los miles de accidentes de tráfico que ocurren a diario.
Visitamos la mezquita con nuestro acompañante el cual insistió en acompañarnos fuera de la ciudad con su moto, haciendo una pequeña parada en un edificio en ruinas, sobre el que no fue capaz de explicarnos nada porque no hablaba nada de inglés y era poco espabilado.
De nuevo en la carretera condujimos hasta nuestro último hotel, allí nos esperaban ansiosos, no tardaron ni diez minutos en servirnos la comida, nos empezábamos a sentir un poco abochornados con tanta atención. Uno de los enfermeros me mostró un libro de visitas donde pude comprobar que no éramos lo primero huéspedes, algunas parejas de ciclistas franceses, americanos y de alguna otra nacionalidad habían dejado sus palabras manuscritas en el libro, algunos de ellos comentaban que estaban recorriendo la antigua Ruta de la Seda en bicicleta, supongo que desde China hasta Estambul, nada más y nada menos, ¡qué valor!
Nos despedimos de Abas, que insistió en quedar con nosotros en Semnan unas horas después para venir con nosotros a Teherán, nos citamos en la puerta Arg-e Semnan a las cinco de la tarde. En Semnan aparcamos fácilmente en una avenida cercana al bazar, la ciudad estaba muy tranquila, demasiado, pasa como en España en verano, las ciudades se paralizan durante las horas de más calor.
Los minaretes y las cúpulas de las mezquitas guiaban nuestros pasos en el entramado de calles y así llegamos a la Masjed Iman Khomeini, con su enorme patio y los cuatro iwanes característicos de las mezquitas iraníes. Nos fue difícil tomar buenas fotografías porque había algunos andamios y una estructura metálica en medio del patio. Mientras realizábamos esta actividad nos saludaron unos chicos, yo no me di cuenta pero Rafa me dijo que no le gustaban mucho, que uno de ellos parecía un heroinómano, yo no le di importancia y seguí con las fotos, ¡imprudente de mí! No tardaron ni tres minutos en volver, justo cuando nos estábamos yendo, y enseguida empezaron a pedirnos dinero muy sutilmente, yo apreté el paso pero a Rafa le intentaron hacer una encerrona entre los cuatro, la calle principal estaba cerca pero la cosa se estaba poniendo fea, justo en ese momento pasó otro chico que nos hizo una señal de seguir hacia adelante y nos sacó del apuro aún más sutilmente. Todo ocurrió en segundos, el chico nos hizo un gesto extraño y comentó que eran afganos, nos despedimos de él en la calle principal. Estuvimos un rato decidiendo si ir o no a la policía, decidimos no ir, pero se nos habían quitado las ganas de visitar la ciudad, la otra mezquita estaba escondida en las calles del bazar que estaban desiertas a esa hora. Con el miedo en el cuerpo volvimos a la furgo y buscamos un internet café.
Yo chequeé los correos, contesté al email de la embajada que comentaba que el país era muy seguro, pero que no nos acercáramos a la frontera con Irak, mientras tanto Rafa buscaba información sobre el consumo de drogas en Irán. Fue así como supimos que es el país con el mayor índice de adictos a la heroína y opiáceos del mundo, en algunas entrevistas a jóvenes se hacía mención a la falta de trabajo y de ocio. En Irán las actividades destinadas a la juventud son muy escasas, no hay discotecas, ni bares o equivalentes, tener pareja no está bien visto, y en el cine sólo se pueden ver películas nacionales, por otra parte aunque el gobierno dice que el paro sólo alcanza al 16% de la población activa se dice que la cifra real ronda el 30%, siendo los más jóvenes los más afectados. La heroína está haciendo estragos en este sector, sobre todo en las grandes ciudades, es baratísima y muy pura, recién llegada de contrabando de la vecina Afganistán. Tomamos la decisión de no darle importancia al incidente y no coger miedo, ya han pasado nueve días y no hemos vuelto a sufrir ningún encontronazo.
Pensando en comentárselo a Abas esperamos en la puerta Arg-e Semnan a que llegara, pero no apareció, estuvimos esperando cuarenta minutos y nada, no sabemos si hubo un malentendido sobre el lugar o la hora, o si quizás les surgió una urgencia con la ambulancia y no pudo acudir a la cita.
Anochecía, no podíamos esperar más, a pesar de ello volvimos a encontrarnos al volante de noche, nada recomendable teniendo en cuenta la manera de conducir de la población. Nos costó encontrar un lugar donde dormir pero por fin apareció un hotel con restaurante y pedimos permiso para aparcar allí hasta el día siguiente, aunque en un tono seco nos dijeron que sí. Estábamos agotados y necesitábamos recuperarnos para la visita a la capital, el tráfico de sus calles requeriría toda nuestra atención, íbamos a necesitar nuestros cinco sentidos al 200% para salir bien parados de la locura de la ciudad.
Damghan
Damghan es una ciudad muy antigua, ya estaba habitada hace 4.000 años y cuando Alejandro Magno conquistó la región la ciudad se llamó Hecatompylos. Quizás su importancia es la razón de que aquí se encuentre la mezquita más antigua del país, la Masjed-e Tarikhune.
Semnan
Masjed-e Khomeini
El rey Fath Ali mandó construir esta mezquita en el siglo XIX, por lo que pertenece a la etapa Qajar. Tiene la forma clásica de una mezquita iraní, con sus cuatro iwanes (como el de la foto) en torno a un gran patio central donde suele haber una fuente. Como es costumbre el color azul es el más abundante, mezclado en este caso con el color del ladrillo cocido. Los detalles de las semicúpulas son dignos de mención.
Puerta Arg-e Semnan
Es una puerta decorada con azulejos de colores, que en varias zonas forman personajes o escenas como el de la fotografía inferior (actualmente sería imposible encontrar estos dibujos en un edificio de nueva construcción dado que en estos momentos el islam prohibe representar hombres o animales, no siempre fue así).