Como en casa

2 de noviembre de 2005

Namatah-IXQuién nos iba a decir que por despistarnos y coger un camino erróneo íbamos a conocer a una gran familia, que nos abriría su casa y su vida entera durante una semana.

Paramos en un pequeño saliente de una carretera tortuosa, dirección Al-Tafila. Sólo se veían acantilados profundos, arena y piedras. Había 4 ó 5 coches aparcados a nuestro lado, pero no le dimos demasiada importancia y nos pusimos a hacer la comida. Algo más tarde nos invitaron a tomar té. Nos sentamos con ellos y nos empezaron a hacer preguntas, había tres policías que hablaban inglés, así que la comunicación fluía bien.

Uno de ellos, Abu Man, estaba preparando pollo con arroz, según nos explicaron, para la fiesta del final del Ramadán. Nosotros no habíamos caído en que acababa ese día, aunque durante todo el mes lo habíamos respetado, sin comer delante de ellos, o incluso ayunando algún que otro día. Era muy curioso cómo lo preparaban, primero limpiaban una zona circular en el propio suelo, la llenaban de leña, lo calentaban y le echaban todos los ingredientes, lo tapaban y lo dejaban una hora haciéndose.

Namatah-XEl sol se iba poniendo y la mayoría de ellos (en total habría 15 hombres y algunos niños) se pusieron a rezar. Otro nos dijo que hiciésemos fotos, que no pasaba nada. Al final del rezo y una vez se hubo puesto el sol del todo nos pusimos a comer y a charlar. Éramos los invitados en un día muy especial, así que estuvieron pendientes de nosotros continuamente. Al rato hicimos un fuego y nos pusimos a bailar, primero bailes jordanos y luego me dijeron que bailase algo español.

Menos mal que no pude verme, ¡bailando una jota delante de 20 hombres!, pero bueno, al menos se rieron. Allí nos quedamos un buen rato, hasta que nos dijeron que se marchaban, nos preguntaron que dónde íbamos a dormir, les dijimos que ahí mismo, donde estábamos. Enseguida uno de los policías nos dijo que no, que fuéramos a casa de los padres de Bilal, uno de los que andaba por allí. Les dijimos que sí, entusiasmados, habíamos pasado un muy buen rato con ellos.

Mientras seguíamos a Bilal hablábamos sobre quedarnos una sola noche, nada más lejano a lo que fue la realidad. Cuando llegamos a la casa nos presentaron a Lotfi y Amina, los padres, y a algunos de sus hijos. Enseguida entramos en su acogedor salón y al poco nos trajeron algo de cena.

Namatah-VI

Quedó muy claro desde el principio que éramos sus huéspedes de honor. En un principio Silvia y yo estábamos estupefactos ante la situación, y supongo que ellos también, aunque al cuarto o quinto chai (té), ya todo fue fluyendo como la seda, hasta tal punto que nos quedamos en su casa cuatro días.

Namatah-VIICómo nos trataron no puede explicarse con palabras, nos abrieron su casa, nos ofrecieron su comida y compartieron su vida con nosotros como si fuéramos uno más. El único modo que teníamos de corresponder a tanta generosidad era entregarnos totalmente, atenderlos en sus curiosidades minuto a minuto, sin respiro, y conversar con ellos, en la medida de lo posible, aunque muchas veces no hacía falta hablar para entenderse. Muy posiblemente nos han dado más de lo que podían, nos llenaron la furgoneta de agua cuando aquí tienen problemas de suministro.

Al-Nnamatah es un pueblo muy pequeño, en el que apenas viven 50 personas. Está al borde de un precipicio, el Wadi Salaam, alrededor sólo hay algunos olivos y lo demás es desierto, y al fondo, Israel. Durante los cuatro primeros días que estuvimos con ellos yo viví con los hombres mientras Silvia casi siempre estaba con las mujeres, aunque, digámoslo de este modo, disponía de los privilegios de los hombres, así que en realidad era como un «Hombre honorífico», que además podía convivir con las mujeres. Así son las costumbres, durante el día los hombres tienen una vida separada de las mujeres.

Silvia conoció a más mujeres y yo a más hombres. Me llevaron dos veces a Al-Beeda, un pueblo a diez kilómetros, y fui a distintas casas, a conocer a distintos hombres, era un poco surrealista. Además, como era el «elemento novedoso», tenía que estar siempre al pie del cañón, encantado, por supuesto, pero las jornadas de visitas resultaban agotadoras. En una sola tarde conocería a cerca de 50 hombres.

Namatah-XIVLotfi es el patriarca de la familia, de una gran y unida familia. Es un anciano sabio, de 65 años, con su hatta rojo siempre sobre la cabeza. Tiene una mirada muy profunda, muy atenta, cuesta mantenérsela, pero es un mirada clara, bondadosa. Nos estaba siempre haciendo muchas preguntas a través de Anas, su hijo menor, o de Qusai, su nieto. Cuando hablaba todo el mundo dejaba de hablar, se notaba que era muy respetado. Lo hemos visto en toda Jordania, a la gente mayor se la respeta mucho.

Una gran alfombra cubre el salón de su casa, diez o quince colchones están colocados alrededor, con muchos cojines. No hay mesas ni sillas, no las usan, ya que comen en el suelo, con un mantel, todos de un gran plato, casi siempre sin cubiertos, a no ser que tomen Shorba (Sopa). Siempre tienen pan recién hecho, que es lo que se usa como cubierto. El salón es el centro de la casa, aquí reciben las visitas, que son muchas, comen, ven la televisión y también sirve de dormitorio a algunos hermanos, los que no están casados.

El té es a Jordania como la caña a España, es más que una bebida, es un acto social y toman muchísimo, al igual que fuman muchísimo. En muchas ocasiones no entendemos de lo que hablan, pero estamos muy a gusto, sentados en el salón. Están continuamente pendientes de nosotros, en cuanto acabamos un té enseguida nos ponen otro, a veces resulta demasiado e intentamos ayudar pero al momento dice Lotfi que no y le hacemos caso, aunque al final nos da cuartelillo y podemos ayudar a recoger algo.

Namatah-IILas mujeres no suelen estar en el salón, traen la comida y el té, pero hacen su vida en la cocina, es algo normal, sería impensable que les dijéramos algo al respecto, no lo entenderían. De todos modos son felices, se las ve felices y eso no se puede fingir. Amina, la mujer de Lotfi, al ser la mayor, no tiene por que taparse. Al parecer, según nos explican, sólo se tapan las mujeres guapas y jóvenes, pero seguro que para esta cuestión habrá distintas interpretaciones. Las mujeres que hemos visto no eran sumisas, si entregadas, muy respetuosas con los hombres, es algo muy difícil de entender y explicar para nosotros, los occidentales, pero desde luego no es como nos lo muestran.

Por las mañanas solíamos desayunar en la calle, nada más despertarnos venía Qusai con una jarra de plástico con agua caliente para lavarnos. Una de las mañanas Lotfi se hizo un gesto en su barba, lo capté enseguida y me afeité, desde luego me hacía falta. Cuidan mucho su presencia, tanto ellas como ellos.

Namatah-XIIIHay muchos niños en la casa, Qusai es el más inteligente, habla muy bien inglés y le he estado enseñando español, lo cogía todo a la primera. Yo le digo a Lotfi continuamente que es muy inteligente, que tiene que estudiar, él me dice que sí, «Javivi Qusai«, mi amor, me dice. Aquí tienen una pequeña escuela, en el nivel que está Qusai se estudia la historia de Jordania, el Corán, árabe e inglés. A medida que suben de nivel aumentan las asignaturas. No sé si en un pueblo tan pequeño los niños tendrán muchas oportunidades, aunque hace un año han inaugurado una universidad en Al-Tafila, y eso es muy importante para ellos. En muchas ocasiones, en Jordania, si se consigue trabajar para el ejército o la policía es todo un éxito, ya que ganan bastante dinero y es posible jubilarse muy pronto, sólo con 15 años de servicio.

Todos los niños han alucinado con el ordenador, les he puesto algunos juegos y se ponían como locos, tanto, que en muchas ocasiones venía algún mayor a poner orden. También les he enseñado a hacer aviones de papel, como antes hiciera mi padre conmigo.

Cuando nos fuimos les dijimos que a los diez días volveríamos, y así fue. Es más, pese a que hemos estado en lugares muy hermosos, como la Reserva de Dana, el desierto de Wadi Rum o el Mar Rojo, todos los días hablábamos de ellos.

Namatah-XIY efectivamente a los diez u once días volvimos. Fue como volver a casa y todos nos alegramos mucho por volver a vernos. Les trajimos algunos regalos, no sabíamos como agradecerles como se habían portado con nosotros. Para la casa trajimos una Soupa (así es como llaman a las estufas), ya que habíamos notado que algunas tardes eran frías en el salón. Nos miran extrañados, nos dicen que porqué lo hemos hecho. A Qusai y a Qais les hemos traído un par de coches de juguete y unos libros de inglés-árabe para Qusai, así como un diccionario de inglés-árabe. Sus padres, Aiman y Roqaia nos lo han agradecido mucho.

Esta vez hemos estado tres días, todavía más intensos, más cálidos y más tristes, esta vez no íbamos a regresar en diez días. Finalmente, aunque Bilal me ha insistido varias veces, no me he ido a cazar con él el Ibex, un antílope de aquí, hubiera sido una gran experiencia pero la pereza me pudo, ¡tenía que levantarme a las 4 de la mañana!

Namatah-IVNamatah-IIIVeíamos Al-Jazeera y muchas veces salían noticias relacionadas con Israel o Irak, también sobre los atentados de Amman. Lotfi me miraba y me decía «Mushkele Rafael», que significa problema. Tiene las ideas muy claras sobre ciertos asuntos políticos.

Llaman al rezo desde la mezquita, posiblemente sea Aiman, algunas veces también llama al rezo el propio Lotfi, pero otras reza en el salón. Se levanta con esfuerzo y comienza la oración, es muy creyente. En realidad esta familia se sustenta sobre dos únicos aunque muy férreos pilares, la religión y la familia.

Al acabar de rezar me pregunta si soy católico, le digo que sí. Siempre es mejor decir que profesas algún culto. Parece ser que no entienden corrientes como el agnosticismo o el ateísmo, sobre todo en las zonas rurales. Lotfi respeta mucho el catolicismo, «Isa», me dice, que es Jesucristo para los musulmanes.

El Corán recoge al profeta Isa (Jesús) y al profeta Musa (Moises) y el Islam los venera al igual que veneran al propio Mahoma. Para los musulmanes Isa no murió en la cruz ya que Dios lo salvó de la muerte y volverá a la tierra el día del juicio final.

Atardece muy pronto, a las 5 ya es de noche y baja mucho la temperatura, así que el mejor sitio donde estar es el salón. Esta vez estamos casi toda la familia, incluidas las mujeres. Nos ponemos a ver las fotos o los vídeos que hemos hecho con ellos. Luego continuo un rato enseñando español a Qusai, mientras Lotfi me mira sonriente.

El Último día en Al-Namatah

Namatah-VIIINos hemos levantado por la mañana y ya nos estaban esperando para desayunar, junto a la furgoneta, sentados en colchones, con cojines para apoyarnos. Tamam y Haia nos han traído el desayuno, pan caliente que hacen en el Taboon, (un horno de piedra), una tortilla con queso, yogur y una especie de aceite que sacan de la leche de las ovejas, que no hemos podido descifrar como producen. Al acabar de desayunar Qusai y Gais me llevan a que monte a Murat, un pequeño burro, mientras Silvia me graba con la cámara de vídeo.

Algo más tarde me voy con Qusai, Gais y Mohamed a grabar por el pueblo, Qusai me sirve de guía. Son casas bajas, de piedra, todas tienen luz y agua, aunque no caliente. Vamos hacia la fuente de agua del pueblo, que está en una especie de recinto amurallado, con algunas inscripciones árabes, parece verdaderamente antiguo, el agua sale muy fresca, aunque no en mucha cantidad.

NamatahLuego vamos a ver los olivos de Lotfi, que según entiendo serán unos veinte. Mientras dejo que los niños se «peleen» por grabar con la cámara me siento divisando el Wadi Salaam y me pongo a pensar en que esta familia, en realidad, tiene todo lo que se necesita para poder vivir con poco dinero, el justo para pagar la electricidad, ya que todas las demás necesidades se las cubre la propia naturaleza, una auténtica economía de Autoabastecimiento. La fruta y la verdura la compran en Al-tafila.

Al volver nos encontramos con Abdel Mejdi, que me dice a través de Qusai que esa tarde van a ir a recoger leña, camino del Wadi Salaam. Después de descansar un rato vamos hacia allá, Bilal, Amin, Abdel Mejdi, Ahmed, Silvia, Sawsan y Amina, que con sus 65 años, anda por la montaña que da gusto verla. A la ida voy montado sobre Murat, con mi Hatta sobre la cabeza, lo que nosotros llamamos palestino. Silvia nos iba grabando a ratos, mientras Abdel Mejdi me guiaba con el burro. El camino no era nada fácil y en algunos momentos era hasta peligroso, muy cuesta abajo y resbaladizo por la arena, por un momento quise bajarme del burro e ir por mi propio pie. Detrás venía Ahmed con otro burro más mayor.

Namatah-XIITras media hora de camino llegamos a una zona de enebros y subimos unos cien metros monte arriba a por uno muerto. Les cuesta mucho sacar la raíz del árbol, está muy aguerrida y profunda, no me dejan ayudarles por que temen que me pase algo, aunque por una vez no les hago mucho caso y les ayudo a sacar la raíz. Tras un cuarto de hora el tronco entero rueda monte abajo, a unos cuantos metros de donde están las mujeres haciendo el té.

Partir la raíz más profunda del tronco parece una tarea imposible, pero son hábiles leñadores, sobre todo Amin, que aunque es pequeño en tamaño tiene una técnica muy depurada. Esta vez no coopero mucho, aunque los cuatro o cinco leñazos que doy parece que hacen algo de mella. Se va haciendo de noche y la parte más dura del tronco se resiste, así que deciden cargarlo en Manolo (nombre que le hemos puesto al burro mayor).

Esa misma noche viene gente a visitar a Lotfi, «oficialmente» nos dice que son nuestros segundos padres, a lo que, emocionados, respondemos que claro, que somos sus dos nuevos hijos.

Namatah-V

La última mañana resulta muy emotiva. Al principio sólo estamos Lotfi, Amina, Tamam, Haia, Silvia y yo. Más tarde vienen Aiman y Roqaia, su mujer, Amin y, algo más tarde, llegan Qusai y Gais de la escuela. Antes de irnos vamos a ir a visitar a Mona, que vive en Al-Tafila, la última de las hijas que nos quedaba por conocer. Nos regalan pan y fruta y también un cubremanteles con la bandera jordana. Se nos pasa por la cabeza quedarnos más, ya nos había ofrecido Lotfi quedarnos el tiempo que quisiéramos, pero en realidad cuanto más tiempo pasáramos peor iba a ser la despedida. Teníamos que seguir camino, sin más.

 

Namatah-IVamos preparando las cosas y nos despedimos de algunos de la familia en Al-Nnamatah, no hay lágrimas, pero si se notan emociones contenidas, muchos abrazos. En la furgoneta vamos Lotfi, que se sienta a mi lado y Amina, con Qusai y Gais atrás. Seguimos hablando como si nada, quizá aguantando la emoción. Encontramos a Osama que estaba trabajando con el taxi, luego vamos a despedirnos de Anas y llegamos a casa de Mona, les enseñamos todas las fotos con el ordenador y tomamos un par de tés, hasta que, tragando saliva, les decimos que nos vamos.

En la despedida ya surgen todas las emociones, yo me pongo a llorar como un niño cuando Lotfi me abraza. Él tampoco puede aguantar las lágrimas, nos vuelve a decir que somos sus hijos, «baba,baba», que significa Papá. Tenemos todos un nudo en la garganta. Me quedo con la estampa de Lotfi sonriéndonos, junto a él Amina, Gais y Qusai al lado de la furgoneta. Sin duda si podemos volver lo haremos algún día.

Esta crónica no hace la mínima justicia a todos los sentimientos ni vivencias, ni tampoco a todo lo que hemos aprendido junto a esta familia. Tanta intensidad es muy difícil de plasmar con palabras, fueron infinitos los momentos. Sin duda podemos decir que en Jordania tenemos una nueva casa donde vivir y que ni ellos ni nosotros olvidaremos estos días que hemos compartido.

¡¡Salam Aleikum Al-Nnamatah!!

An-Namatah

Lotfi es el patriarca de una gran familia, y Amina es su compañera desde hace casi 50 años. Los dos tienen ahora 65, se casaron cuando ambos tenían 17 años y juntos han tenido once hijos, de los cuáles cuatro son mujeres y siete hombres. Desde hace ya bastantes años Lotfi está jubilado de su trabajo como soldado. Mientras Amina siempre se ha dedicado a llevar la casa y criar a los hijos. Lotfi construyó su casa el mismo en el 1979 y en aquella época le costó 100 Jedis, unas 20 mil pesetas.

Amín es el mayor de los hermanos, con sus 47 años. Le quedan muy pocos dientes en pie, según él por la cantidad de hijos que ha tenido. Su mujer se llama Uyidan, y juntos han tenido siete hijos. Es uno de los pocos que terminó sus estudios de bachillerato, por lo que se defendía en inglés; gracias a él pudimos comunicarnos con los demás. Hace poco se jubiló de su trabajo en la fábrica de fosfatos y nos comentó que le había quedado una pensión suficiente para vivir. Es un cachondo y un auténtico artista cortando leña.

Haia tiene 24 años y Tamam 36. Las dos viven en casa de los padres ya que no se han casado, y seguramente ya no lo harán dada su edad.

Abdel Mejdi es policía. Todos los días le llevábamos a Al-beeda, a 10 km de Al-Nnamatah, ya que no tenía coche propio.

Aiman es el padre de Qusai y Gais, los dos niños con los que más hemos tratado. Está casado con Roqaya y también viven en Al-Nnamatah, a pocos metros de la casa de Lotfi y Amina. Trabaja como Iman en la mezquita del pueblo, así que todas las mañanas se levanta a las 5 de la mañana para hacer la primera llamada al rezo. 

Anas es el pequeño de la familia, con 22 años. Es el único que ha estudiado en la universidad, hizo 3 años de Fisioterapia. Cuando no estaba Amin era nuestro intérprete con la familia. Ahora trabaja en el bar de la nueva universidad de Al-Tafila, donde le pagan bastante poco.

Osama tiene 28 años y es taxista, pero el taxi no es de su propiedad. Aunque no sabía nada de inglés nos entendimos muy bien. Está ahorrando dinero para poder casarse en unos años. Nos ha invitado a su boda.

Bilal es otro de los cachondos de la familia, tiene 30 años y esta casado con Sawsan, a la que saca 10 años. Para dentro de unos meses esperan su primer hijo. Trabaja en la Jordan Telecom, reparando averías, aunque su verdadera pasión es la caza. Finalmente no pude ir con él a cazar, quiza por que me tenía que levantar a las 4 de la mañana. Fumaba como un carretero y se tomaba unos 20 tés al día, una bestia. Con él estuvimos mucho tiempo y nos echamos muchas risas.

 

Qusai y Gais, ¡Vaya 2 artistas! Son los hijos de Aiman y Roqaya. Qusai es el mayor, con 12 años, y era una auténtica máquina en inglés, también le estuvimos enseñando español y si hubiésemos tenido más tiempo seguro que hubiese aprendido muy bien. Gais es un canijo, con 8 años, alucinaba con el ordenador y con los aviones de papel, no paraba quieto, un nervio. Qusai casi no se separó de nosotros el tiempo que estuvimos y nos enseñó muchas cosas del pueblo.