Madaba y el Monte Nebo
31 de octubre de 2005
Dejamos una caótica Amman, una ciudad con múltiples colinas y cuestas, pero muy bien señalizada; desde luego no era tan caótica como Damasco. Sólo habíamos venido para inscribirnos en la Embajada Española, así que apenas tuvimos tiempo de visitarla. Ya la veríamos a la vuelta.
Cogimos la autopista y a los pocos kilómetros nos desviamos hacia nuestro siguiente destino, Madaba. El camino discurría entre valles fértiles, el paisaje era accidentado. Pasamos Madaba y fuimos hacia el cercano monte Nebo, (Siyagha en Árabe), ya era algo tarde para visitar la ciudad. Aparcamos junto al monasterio del monte, había algunos autobuses turísticos aparcados, y una camioneta llena de soldados. Fuimos a preguntarles si era posible dormir allí y, aunque pusieron unas cuantas trabas, finalmente accedieron. Nos comentaron que ellos iban a estar toda la noche allí, siempre vigilan el monasterio, ya que tiempo atrás algunas personas lo habían «atacado», suponemos que por ser un lugar de culto para el pueblo Judío.
Al terminar de comer vimos como uno de los militares intentaba arrancar su furgoneta, nos comentó que tenía un problema eléctrico. Le ayudamos y en apenas diez minutos se solucionó el problema, para que más, nos convertimos en invitados de honor y además conocimos a un chico que vivía en el monasterio y que hablaba italiano, nos comentó que al día siguiente nos enseñaría el museo del interior.
Al levantarnos por la mañana ya se había hecho el relevo de guardia, pero aún así nos saludaron, los anteriores les habrían dicho que les habíamos ayudado.
Camino del monasterio vimos el primer cartel del mar Muerto, que se encontraba apenas a 30 kilómetros del lugar. Este monasterio recuerda el lugar donde Moisés vio la tierra prometida, una placa en piedra escrita en inglés y en árabe así lo explicaba. Nos encontramos con el chico del día anterior, que nos sirvió de guía por el museo. En realidad no había mucho que ver, antiguas columnas, algunas tablas de arenisca en Arameo y la historia del lugar, junto con algunos mosaicos. A la salida había una gran foto del Papa Juan Pablo II, que visitó este lugar en el 1999.
Saliendo del museo había una gran terraza, desde donde se veía Israel (Palestina) y el mar Muerto, así como Jericó y Jerusalén, en lo alto de montañas peladas, eran unas vistas espectaculares. Vimos un olivo plantado por el Papa Juan Pablo II junto a la basílica, repleta de hermosos mosaicos.
Algo más tarde, visitamos Madaba. Fue una visita de tres horas máximo, pero la verdad es que no paramos un segundo, chequeamos los correos en un cybercafe, mandamos una carta a un amigo y visitamos casi todas las iglesias cristianas de la ciudad, con el único fin de contemplar sus mosaicos. Madaba es conocida en el mundo entero por esta razón. Mientras paseábamos por la ciudad, algunos carteles que había en una tienda nos llamaron la atención, concretamente unos escritos en Euskera, Catalán y Castellano, en el que se podía leer, «podéis entrar, no mordemos». Obviamente entramos en la tienda para que nos explicara. Algo muy lógico, los turistas que vienen en grupos van a las tiendas que quieren los guías, ya que ellos de este modo consiguen un dinero extra, de tal modo que los pequeños comercios son los que pierden. Bastante razonable, por tanto, que escribieran esos mensajes.
Visitamos un museo y un taller de mosaicos hechos a mano, unas auténticas obras de arte y no muy caras, viendo el trabajo que tenían.
Quizá una de las mayores atracciones culturales de Jordania es el enorme mosaico llamado «El Mapa de Jerusalén», que se encuentra en la iglesia ortodoxa de San Jorge. En realidad no refleja sólo la ciudad santa, aparece un detallado mapa sobre toda la tierra santa. La única pena es que estaba repleto de turistas, que se apelotonaban alrededor de una cadena para ver el mosaico. Por suerte nosotros íbamos libres, así que esperamos para poder disfrutarlo nosotros solos.
Al atardecer dejamos Madaba, dirección al Mar Muerto, donde al llegar ya notamos un calor pegajoso, extraño.
Monte Nebo y Madaba
Según describe el libro del Deuteronomio (34), desde este monte del Moab, Moises, profeta del pueblo Judío, pudo ver la tierra prometida, muriendo poco después.
La ciudad de Madaba recoge una de las mayores colecciones de mosaicos en el mundo. Durante el periodo iconoclasta, en el siglo VIII, se destruyeron muchos de ellos, ya que representaban figuras humanas o animales, resultando inmorales. Algunas iglesias pudieron construir otros encima de los «ilegales», con figuras geométricas, protegiéndolos así de una destrucción segura.
El Mapa de la Tierra Santa
Es posiblemente el mosaico más famoso de la tierra. Se encuentra en la actual iglesia de San Jorge, construida sobre la planta de una antigua iglesia bizantina en el 1884. Data del 560 D.C. Sólo se conserva una parte del mapa, siendo sus medidas originales de 16×6 metros y en su construcción se usaron dos millones de teselas. En el mosaico aparece Jerusalén, con la avenida del Cardo y el Santo Sepulcro, el Mar Muerto, el Río Jordán o Jerico. Es curioso observar como aparece un pez que huye del Mar Muerto. También aparece Egipto, el Libano, así como muchas ciudades, oasis, etc.