Dana, territorio de hienas
6 de Noviembre de 2005
Tras nuestro bonito paréntesis en Al-Nnamatah nos dirigimos a la reserva natural de Dana. En apenas cuarenta minutos llegamos a un mirador, donde había una pequeña casa, que guardaba un señor. Estábamos en uno de los accesos a la reserva, pero el hombre nos dijo que no se podía acceder por aquí, que teníamos que ir a Dana Village.
Ya al atardecer invitamos al hombre a tomar unos tés y le enseñamos las fotos de Al-Nnamatah. Casualmente conocía a Lotfi, ya que había estado en el ejército con él. Se llamaba Ibrahim. A la mañana siguiente nos invitó a desayunar al calor de la estufa. Antes de ir hacia la reserva aprovechamos para coger agua.
No había mucha actividad en Dana Village, las pocas personas que había en la calle se nos quedaron mirando. Había uno o dos hostales con vistas al Wadi Dana, el enorme y profundo valle que se abre desde el pueblo y que comprende parte de la reserva. Comenzamos a andar enseguida, estaba un poco nublado, así que el camino se hizo agradable. Yo paraba cada diez metros y me ponía a mirar como loco con los prismáticos, esperando ver hienas o algún felino, aunque en realidad sabía que era muy difícil verlos, había leído que era casi imposible encontrarlos, aunque yo no perdía la esperanza, sabía que estaban allí, en algún sitio. El camino serpenteaba y el valle se iba haciendo cada vez más profundo, hacia adelante ni se veía el final del mismo. A la hora y media de estar andando buscamos un mirador frente a un gran acantilado y nos sentamos sobre unas piedras para comer.
Seguíamos buscando algún animal con los prismáticos, pero no hubo suerte, sólo vimos algunos pájaros, aunque en un par de ocasiones oímos cierto ruidos que no reconocíamos. Nos quedamos un rato callados, observando la profundidad del valle, el más rico en fauna de Jordania.
Mientras seguíamos bajando un ruido me llamó la atención, al acercarme, una negra y brillante serpiente salió disparada de un arbusto, apenas la vi, pero me dio un buen susto. Bajamos un rato más, otra media hora, hasta que decidimos volver, estábamos en el fondo del valle y habíamos bajado muchísimo. Igual que el descenso había sido cómodo, la subida se convirtió en un infierno gracias a la salida del sol y las empinadas cuestas. Llegamos exhaustos hasta el pueblo y nos metimos en una tienda a descansar, mientras el dueño nos daba palique.
Cogimos la furgoneta camino del Castillo de Showbak, última parada antes de Petra. Para ello recorrimos parte del milenario Camino de los Reyes, hasta tomar un pequeño desvío. Por una estrecha carretera dejábamos a nuestro lado pequeños pueblos de piedra, con las casas construidas sobre las laderas de las montañas. Estaba atardeciendo y el sol daba un precioso tono al desierto que teníamos alrededor. A los veinte minutos de andar por esta carretera decidimos preguntar el camino ya que nos estaba resultando largo. Efectivamente, nos habíamos equivocado, así que retrocedimos hasta encontrar una terrorífica y pequeña carretera que subía hasta el castillo.
Dudamos si la furgoneta podría subir por ahí, pero el mejor modo de saberlo era intentándolo.
El castillo estaba en la cima de una colina y el exterior era imponente, con altos muros y torres de vigilancia. Al llegar arriba dos hombres salieron de una improvisada haima. Uno de ellos dijo que era el guía del castillo y que nos lo enseñaba sin problema.
En realidad lo impresionante era verlo desde el exterior, ya que el interior no estaba en muy buen estado, aunque por el grupo de arqueólogos que vimos suponemos que en unos años tendrá otro lustre. Había algunos arcos en pie, restos de alguna mezquita y algunas inscripciones en árabe y desde luego nuestro guía no daba magia al lugar. Les preguntamos si podíamos dormir ahí mismo y nos dijeron que mejor fueramos al camping a unos kilómetros.
En realidad no sé por que fuímos, ya que no sacamos ningún provecho de la estancia. Por la noche recuerdo que unos diminutos ojos me miraban desde el suelo cuando salía con el frontal a fumar, ¡unas enormes y feas arañas!, que al ser iluminadas se escondían en agujeros. Por la mañana el hombre nos había calentado agua para ducharnos, aún así pocas veces recuerdo haber pasado tanto frío. Pero nos esperaba un pequeño lujo asiático esa noche, en nuestro acogedor hotel en Petra.
Dana y Showbak
En la reserva natural de Dana se han identificado 45 especies de mamíferos, 36 de reptiles y 215 de pájaros, así como 703 de plantas. Dana es la región más al norte del planeta que acoge hienas.
El castillo cruzado de Showbak, pese a parecer inexpugnable, con su triple muralla, cayó a los 75 años de ser construido, en manos de Saladino.