Una prueba de paciencia

Junio de 2007

Cuando comenzamos a oír ese extraño sonido bajo nuestros pies no podíamos imaginar lo que se nos venía encima, habíamos recogido la furgoneta de la Volkswagen de Kuala Lumpur la mañana anterior ¡no podía romperse de nuevo!… o quizás sí. En un primer momento pensamos que el ruido venía de la rueda izquierda, estaba hecha polvo y teníamos la intención de cambiarla en Penang esa misma semana, paramos en una estación de servicio y comprobamos que se veía el refuerzo metálico por lo que decidimos cambiarla. No sabemos muy bien porque pero el ruido desapareció aunque, como supimos más tarde, nada tenía que ver con haber cambiado la rueda. Todo iba muy bien, sólo pensábamos en entrar en Tailandia en unos días, cuando, justo al cruzar el puente que une la isla de Penang con el continente, Rafa comenzó a notar algo extraño, la tercera marcha no entraba bien, no se podía reducir de cuarta a tercera, pocos kilómetros después ya no se podía reducir a ninguna marcha y la tercera casi no entraba al acelerar… ¡habíamos roto la caja de cambios!

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Tony

Completamente desesperados decidimos que ésta era la última, que metíamos la furgoneta en un contenedor y la mandábamos a Europa, como siempre tras llamar a nuestras familias todo cambió de color, nos relajamos y decidimos que al día siguiente decidiríamos si remolcábamos la furgoneta a KL o buscábamos un taller allí, mientras nos acomodaríamos en un hostal del barrio colonial, el Malibu.

Al día siguiente pedimos a un taxista que nos recomendara un taller, el hombre hizo lo que pudo pero no se atrevieron ni a abrir el cubrecarter para ver qué podía ser, en cambio nos mandaron a la Volkswagen, como ya sabíamos era una nueva sucursal que aún no estaba en funcionamiento, allí nos recomendaron otro taller y así conocimos a Tony, amo y señor de nuestro futuro. Sin ningún miedo se puso a trabajar, pensó que el problema podía venir de todas las averías anteriores, que posiblemente el aceite de transmisión no lo hubieran repuesto y estuviera la caja seca, efectivamente así fue y los tres nos pusimos muy contentos creyendo que con llenarla se solucionaría, y eso parecía cuando Rafa se puso de nuevo al volante y comprobó como entraban todas las marchas suavemente, ¡hasta la marcha atrás que no funcionaba bien desde Pakistán! Cuando ya lo estábamos celebrando Tony cambió la cara, el aceite se estaba saliendo, la caja estaba rota.

Penang-II-IIITuvimos que esperar hasta el miércoles para que Tony desmontara todo el coche y supiéramos lo que pasaba, la continuación del semieje interno izquierdo se había roto (exactamente del eje que nos habían cambiado en la VW) y una pequeña parte había rodado dentro de la carcasa hasta que la rompió haciendo un agujero. Teníamos dos problemas que resolver, conseguir la pieza rota del eje y arreglar el agujero mediante soldadura de argón. A pesar de la experiencia que tenemos todo se fue complicando, confiamos en que quizás pudieran encontrar la pieza en Malasia o Tailandia y una semana después tuvimos que pedir a nuestros padres que nos la enviaran desde España.

Mientras Tony trabajaba en nuestro hogar o simplemente esperaba una respuesta o la pieza, nosotros hacíamos nuestra vida, nos introdujimos en una extraña y absorbente rutina: nos levantábamos tarde, dábamos un paseo por el barrio colonial, comíamos en el restaurante chino que sirve el mejor pato asado de la ciudad o en algún restaurante del centro comercial Comtar, luego jugábamos una partida de ajedrez disfrutando de un capuchino helado en una terraza llamado Cosmic, para regresar al hostal donde descansar un rato y ducharnos para simplemente salir a cenar a algún food court cercano o en el malecón y acabar viendo una peli hasta las tantas.

Penang-II-IEsta vida duró un mes, sólo interrumpida por una escapada de tres días a la isla Langkawi y alguna excursión fuera de Georgetown, a visitar templos de los alrededores.

Cuando por fin llegó la pieza Tony ya había recibido la carcasa soldada, la soldadura nos costaría 700 RM (unos 150 euros), pero aún tuvimos que esperar otra semana a que todo acabara ya con el disgusto en el cuerpo de que el jefe de Tony pensaba timarnos exigiendo el pago de otros 2000 RM más todos los aceites, tras negarnos y con la ayuda de Tony (aunque nunca sabremos si él también estaba compinchado) acordamos un total de 1.800 RM con lo aceites incluidos, que seguía pareciéndonos desorbitado para Malasia, pero sabíamos que si no aceptábamos no acabarían el trabajo.

Entre pato asado, navajas y raya a la brasa pasaron los días, lentamente, como un grifo que gotea, menos mal que estábamos en una ciudad de gastronomía internacional variada y exquisita, al menos pudimos disfrutar.

Restaurantes

Los foodcourts o centros de comida son espacios muy amplios donde se juntan una veintena o treintena de negocios que sirven distintos tipos de comida y bebida, el cliente puede adquirir lo que quiera en cada puesto y ocupar una de las mesas instaladas en la zona común. En Penang solíamos ir a dos, uno en el malecón donde cocinaban unas navajas y una raya que te mueres, y otro en la zona colonial donde probamos diversos platos. El plato nacional es el chicken rice, compuesto de una ración de arroz blanco, otra de pollo asado o cocido con una sabrosa salsa, unas verduras y un caldo, es popular entre malayos y chinos por igual, suele costar entre 3 y 5 RM (máximo un euro). En Penang la comunidad china se hace notar y se multiplican los chiringuitos que ofrecen pato y cerdo asado en vez de pollo, una auténtica delicia para el paladar, nosotros siempre íbamos al mismo lugar, el mejor por el número de asistentes, una ración de pato, otra de cerdo, dos de arroz, la sopa y las bebidas nos salía por unos 12 RM (unos 2,5 euros).