Katmandú, ciudad de leyenda

30 de agosto de 2006

Sólo su nombre ya inspira magia oriental, incluso su fundación tiene un origen de leyenda y ciertamente es una ciudad que no deja desilusionado, un abanico de culturas, nepalís, hindús, budistas, tibetanos y muchos otros grupos étnicos de los Himalayas pasean por las estrechas calles de la ciudad vieja, la que circunda la monumental plaza de Durbar Square, corazón de la pequeña urbe.

Katmandú-IV

Pero nuestra entrada no fue precisamente legendaria, aunque sí se le pueden atribuir ciertos tintes épicos, 30 Km antes de entrar por la única y congestionada entrada a la ciudad la furgoneta nos falló, por lo que andamos a trancas y barrancas por la ciudad, montando más de un atasco en las calles, ya de por sí congestionadas, se nos había roto una correa de la furgoneta, lo que aún no sabemos es como llegamos al hotel del barrio de Chatrapati, anexo al turístico barrio de Thamel, en pleno centro. Por éste motivo nos tuvimos que tirar 17 días en la ciudad, esperando las piezas necesarias desde España, ya que en Nepal era imposible encontrarlas.

Katmandú-VIIIAl menos tuvimos suerte con el hotel en el que dimos a parar, no tanto con su propietario, estaba metido en una callejuela en la que los ruidos y la polución de la ciudad no llegaban, fue una espera tranquila. Tuvimos tiempo de visitar bien la ciudad y sus monumentos, pasear por las calles del bazar y perdernos en los cientos de patios interiores, donde se aprecia la vida más tradicional de la ciudad.

También hubo tiempo de leer, sobre todo el Katmandu Times, que llegaba religiosamente al hotel todas las mañanas, nos dimos cuenta de la realidad del país, todavía muy lejana de la estabilidad, leíamos, en un principio con sorpresa, las actividades maoístas, abducciones, desapariciones de gente y chantajes a la población, en un principio lo leíamos con cierta sorpresa, pero todos los días las noticias se repetían e incluso más adelante nos serían ratificadas por algunas familias, me desilusionó un poco esta actitud por parte del grupo comunista, que unos meses atrás había contribuido a la abdicación del rey, pero en este momento su política distaba mucho de lo correcto, de los principios por los que en teoría deberían de luchar.

KatmandúPero en Thamel no se notan las inestabilidades políticas, Thamel está únicamente enfocado al turista y al goce de sus sentidos, es un barrio repleto de tiendas de souvenirs de todo tipo, librerías, por cierto muy buenas, con todo tipo de libros, agencias que organizan trekkings y múltiples actividades, como rafting o parapente, restaurantes con comida occidental, muy bien cocinada y en la que nos reencontramos con la anhelada carne, que no tomábamos en condiciones desde hacía tiempo. Muchos pubs abundan, en los que casi todas las noches se organizan conciertos, desde luego es una zona cosmopolita, agrupada en apenas cuatro o cinco calles, en ese sentido es interesante encontrarse con algunas personas o charlar con alguna expedición de montañeros.

Katmandú-VIIEn Thamel la vida es muy sencilla para el turista, pero nada auténtica. Por fortuna, nada más salir de su zona de influencia te encuentras con la verdadera ciudad y la verdadera población, cientos de puestos callejeros, de mercados de verdura o fruta se distribuyen por callejuelas ocultas y escondidas, en las que apenas llegan rayos de sol, casas cochambrosas construidas en madera, viejas y semiderruidas en muchos casos, pero dotadas de una decoración sorprendente, puertas talladas con símbolos budistas o hinduistas, patios interiores o plazuelas en los que abundan otros numerosos templos o estupas budistas, en muchas ocasiones usadas para tender la ropa.

Lo de los templos que encontramos en la ciudad es increíble, estaban en todas partes, grandes, con un estilo arquitectónico heredado de china, con construcciones en pagoda, también los había pequeños, del tamaño de una persona, con la cera de las velas acumulada en el altar, numerosas estatuas apenas visibles entre la gente o las mercancías, muchos rincones, imposibles de visitar si no se tiene tiempo infinito, en resumen mucha vida y mucha solera, una ciudad muy dejada pero en la que es fácil de imaginar su pasado embrujo.

Katmandú-IIMuchos días nos encontramos con improvisadas demostraciones religiosas, en las que las ofrendas variaban de una a otra, velas que se encienden con aceite y que luego se cubren de leche, cabezas de animales rodeadas de comida, dinero que se amontona delante de alguna figura de Shiva o Ganesh, o incluso fuego que se enciende en teas en los patios de algunos templos, una población muy devota, en su mayoría hinduista, que ignora a los numerosos turistas que nos acercamos a curiosear y a tomar fotografías.

Y más allá de la influencia de Thamel y la zona vieja uno se adentra en las avenidas repletas de tráfico, en las que el ruido y una extrema polución son los protagonistas, una realidad muy distinta y nada atractiva, por cierto, la tensión se puede mascar al observar algunos cuarteles, rodeados de alambradas o con militares apostados en puestos de vigilancia, o custodiando una plaza en la que hay una estatua del rey, para evitar destrozos.

Un poco más allá, camino de la vecina ciudad de Patán, antes independiente pero ahora unida a la ciudad, nos paseamos por las orillas del río Bagmati, el equivalente nepalí del Ganges indio, aquí la miseria es la nota predominante, casas bajas repletas de basura en sus alrededores, templos abandonados y callejuelas con improvisados campos de cultivo junto a las orillas del río, parece un pueblo más que Katmandú. Las familias nos miraban sorprendidas a nuestro paso, en esta zona no se habla inglés y por aquí el turista no pasa, aunque para nosotros fue interesante y constructivo, una realidad que no podíamos pasarnos por alto. Incluso estuvimos a punto de poder ver una incineración en el río, pero no nos atrevimos a acercarnos, más tarde nos enteraríamos de que es una práctica aún en vigor, sobre todo en las orillas del Ganges y, aunque está totalmente prohibida, se sigue practicando dentro del hinduismo, en especial en ciudades como Benarés (Varanasi).

Katmandú-VY al estar tanto tiempo en la ciudad pues hicimos algunas amistades, tanto con turistas como con comerciantes, era normal, al fin y al cabo nos pasábamos la mitad del tiempo de un lado a otro de la calle principal en Thamel, por lo que pasados cinco o seis días ya éramos conocidos en la zona. Conocimos a Glen, un londinense también viajero, con el que compartimos un par de buenos días en el Sun Rise Cottage, donde estábamos alojados, o más bien encerrados, mientras esperábamos nuestras piezas. Volvimos a coincidir con Roger y Nico, que andaban aparcados con su Mercedes un par de hoteles más lejos, días más tarde Roger acabaría su viaje después de siete meses, se quedaría Nico y a los pocos días llegaría su novia, con la que quería continuar viaje.

Coincidimos de nuevo con la familia Bodineau, a los que no veíamos desde Pakistán y con los que volvimos a compartir experiencias y a intercambiar lugares u hoteles donde poder aparcar la furgoneta.

Katmandú-VITambién hicimos muchas compras y regateos, demasiadas compras, demasiadas tentaciones que ofrece la ciudad y demasiado barato todo, además nuestra primera visita era en temporada baja, finales de agosto y principios de septiembre, época de monzones, por lo que no había muchos turistas y los vendedores estaban locos por vender su material, conseguimos verdaderas gangas, sobre todo en material de montaña, pero la verdad es que acabamos un poco aburridos. A los diez días recibimos el juego de correas, pero Volkswagen no resultó muy eficaz y nos trajeron una correa equivocada, tuvimos que esperar otra semana para recibir la correa, con los gastos adicionales que suponía. Pero durante nuestra primera visita también tuvimos muy buenas noticias, después de más de un año de viaje recibimos dos ofertas de colaboración casi simultáneas, una para vender fotografías al ministerio de educación y la otra para realizar exposiciones de fotografías en un sitio web, se demostraba con esto que la web empezaba a ser un buen escaparate de lo que estábamos haciendo.

Katmandú-IIILa reparación de la furgoneta fue rápida y más o menos efectiva, lo que resultó desagradable fue el momento de pagar, ya que nos querían cobrar más del doble de lo que costaba la reparación (previamente estábamos enterados de las tarifas de los mecánicos), el caso es que se montó un pequeño lío en el hotel, finalmente conseguimos un precio algo más razonable, pero al día siguiente tendríamos una gran contrariedad con el propietario del hotel, con el que se suponía que habíamos trabado amistad. Teníamos planeado, incluso ya habiendo hablado con él, dejar la furgoneta en su parking e irnos a la región de Lantang para hacer un trekking, aunque su talante a la mañana siguiente cambió por completo y «educadamente» nos dijo que no podíamos dejar la furgoneta, poniendo una ridícula excusa, por lo que el día anterior a irnos a Lantang nos volvimos locos para buscar un sitio seguro donde dejarla, menuda faena nos hizo el señor, después de haber estado alojados en su hotel diecisiete días.

Haríamos una segunda visita a la ciudad, para tramitar el visado de India y seguir haciendo turismo consumista, esta vez con nuestros amigos pamplonicas Bego y Riki, de los que hablaremos largo y tendido en las siguientes crónicas. Dejamos Katmandú, una ciudad única si logras alejarte del superturístico barrio de Thamel.

Katmandú

Durante todo el día la ciudad se convierte en un gran bazar, los puestos callejeros llenan las calles, cualquier lugar es bueno para vender las mercancías. Los bazares se extienden hasta más allá de la puesta de sol, después la ciudad se queda desierta, repleta de basura en las calles que, milagrosamente, ha desaparecido a la mañana siguiente.

Mientras los bazares venden, la vida cotidiana se desarrolla en las calles con total naturalidad, las familias tienden la colada, los hombres toman té con leche en las calles, mientras charlan o la gente se ducha en las numerosas fuentes existentes en la ciudad. Los embotellamientos son comunes en las estrechas callejuelas de la ciudad, a veces se alargan durante horas.