Hacia el interior de Omán

17 de diciembre de 2007

Cronica-NizwaIIIColocamos las bicicletas en el portabicis y partimos los cuatro de Mascate en busca de las montañas de Hajar, a apenas un par de horas en coche de la capital. A mitad de camino dejamos a la izquierda la carretera que conduce hacia la isla de Masirah, uno de los mayores reclamos turísticos del país, y unos kilómetros antes de llegar a nuestro destino vimos como la carretera se adentraba en el desierto camino del lejano sur, un cartel indicaba que quedaban aún 800 ó 900 kilómetros hasta Salalah, la capital de Dhofar. En esta ocasión no viajamos hasta allí, la cuna del incienso, el lugar desde el que se cree que partieron los reyes magos de Oriente hacia Belén, un extraño vergel con amplias y verdes praderas y rebaños pastando; otra lugar a descubrir en el futuro, compatible con un imprescindible viaje a Yemen aprovechando que la carretera que une ambos países junto a la costa ya está inaugurada y pronto estará abierta a los viajeros.

Cronica-NizwaIVPero nosotros nos quedábamos allí mismo, en un cruce de caminos entre el norte y el sur de Omán. Así Nizwa se presentó como una tranquila ciudad de provincia, con una zona moderna junto a la carretera y otra zona bien distinta donde el adobe es el principal elemento. Una de esas tradicionales ciudades donde según las guías hay que mantener el decoro con mayor atención y donde el islam está más arraigado, tanto que entre los omaníes Nizwa se conoce como «La Perla del Islam».

Cronica-NizwaVIIAparcamos el vehículo muy cerca de la fortaleza, muy restaurada, y nos perdimos entre palmeras y huertas, por estrechas callejuelas sin asfaltar dibujadas por bloques de adobe y puertas de madera. Estábamos en Omán pero bien podía ser una medina marroquí o egipcia, los mismos tonos, las mismas formas ojivales en los arcos y el mismo ambiente tranquilo y relajado lejos del mundanal ruido y el calor. Este último mantenía a las gentes en sus hogares y apenas nos cruzamos con un par de hombres y algunos niños. Mucho más animado estaba el mercado, situado muy cerca de la fortaleza y donde aquella tarde la actividad era relajada, las verduras y las frutas se vendían directamente desde los camiones y el pescado en una acera donde era descargado desde furgonetas refrigeradas, de nuevo la presencia era cien por cien masculina, como suele ocurrir en todos los zocos árabes.

Cronica-NizwaIIAprovechamos para comprar fruta y verdura antes de salir de la ciudad en busca de un rincón apartado donde dormir, no tuvimos que ir muy lejos, en una aldea cercana encontramos una gran explanada de arena con una pequeña edificación en forma de escenario, Rubén y Aurora dormirían allí y nosotros aparcados a pocos metros, unos cuantos chavales acudieron curiosos pero pronto se alejaron hacia sus casas y pudimos descansar hasta las tres de la madrugada, hora a la que un coche de policía se detuvo a preguntarnos qué hacíamos allí, ¡siempre tan oportunos!

Cronica-NizwaVIPor la mañana el mercado presentaba una exultante actividad comparado con la víspera, los animales vivos se encontraban atados a columnas mientras algunas familias realizaban la compra de última hora para el ansiado Día del Cordero.

Cronica-NizwaV La multitud incluía algunas mujeres, un par de ellas ocultas tras sus burkas evitando las miradas de los hombres y atrayendo las nuestras; definitivamente la actitud abierta y curiosa de nuestro primer encuentro en Omán parecía no marcar la tónica general, el contacto con las mujeres parecía muy complicado, aunque nunca se puede generalizar.

Cronica-NizwaA esta hora estaban abiertas algunas tiendas de recuerdos, en otras épocas Nizwa debe ser una parada fundamental de los pocos turistas que se acercan a este olvidado rincón del planeta. Sus mostradores incluían pegatinas, posters, camisetas y figuritas entre otras cosas, en una de estas tiendas conseguimos la típica pegatina con la bandera del país para añadirla a nuestra colección, la calidad se ha notado y medio año después no se distingue nada de ella.

Ya iba siendo hora de dejar la ciudad y acercarnos de verdad a las montañas, y con ellas a uno de los oasis más famosos de Omán, el Wadi Ghul, seguramente uno de los lugares más fotografiados en la zona.