Rustaq y Nakhal, fortalezas en el desierto

12 de diciembre de 2007

Mezquita en Al-RustaqLa planicie de Batinah se extiende desde las aguas del Golfo de Omán hasta las montañas de Hajar al norte del país, es la región más fértil y la que nutre la mayor parte de los mercados de frutas y verduras. En la costa se encuentran algunos pueblos importantes que ya hemos mencionado, como Sohar o Sawadi, en el interior las principales poblaciones son Al-Rustaq y Nakhal, ambas dotadas de unas magníficas fortalezas.

La primera que visitamos y en la que hicimos noche fue Al-Rustaq, un oasis que fue capital del país durante el siglo XVII. Como las demás poblaciones omanís se nos presentó tranquila y adormilada, sólo cuando comienza a caer la tarde las gentes se deciden a salir de sus casas a pasear y se anima el ambiente. Como será el turismo en la región que nos vimos de nuevo visitando en solitario la fortaleza, recorriendo los distintos pasadizos, descendiendo a las siempre refrescantes aunque tétricas mazmorras, y ascendiendo a cada uno de los torreones para avistar desde lo más alto la profundidad del palmeral y el rojizo de las secas montañas, y todo ¡sin un alma a la vista!

Se estaba bien ahí arriba sin embargo la hora de cierre ya había pasado y teníamos que salir para que el vigilante pudiera regresar con los suyos. Fortaleza en Al-RustaqDecidimos rodear la fortaleza caminando y adentrarnos un poco en el pueblo, descubrimos frondosas huertas y mujeres trabajando en ellas, barberías donde largas barbas musulmanas eran recortadas y corroboramos el ritmo con el que se vive en Omán ¡quién pillara ahora esa calma!

CrorusEstábamos sentados junto a un canal de agua cuando vimos llegar a un padre con sus dos niños, no sé qué vieron en nosotros pero vinieron corriendo y el pequeño comenzó a dar gritos eufóricos, estaba emocionado y no dejaba de mirar a Rafa y de tirarle de la camiseta, fue un momento muy divertido, hacía tiempo que no despertábamos tanto interés en la gente, ya era la segunda vez en Omán tras a la experiencia en Al-Badaliya. El padre se acercó educadamente, conversó con nosotros unos minutos, nos pidió disculpas y se los llevó, aunque no parecían querer irse, nos habían cogido cariño. Pasamos la noche aparcados en un jardín junto a la fortaleza y por la mañana nos despertó un gran alboroto, camiones y coches no dejaban de llegar, sin darnos cuenta nos vimos rodeados. Era el gran día de mercado, o eso creíamos nosotros en ese momento, más tarde pensamos que se trataba de un mercado especial para surtir de animales a las familias de la región, la tradición marca que hay que sacrificarlo el Día del Cordero y ninguna familia parecía dispuesta a saltarse la tradición.

Mercado de ganadoEn un área de tamaño de un campo de fútbol encontramos rebaños de ovejas, cabras y vacas que descendían de los camiones para ser vendidas al mejor postor, algunos compradores se llevaban el pickup lleno, no sabemos si por el elevado número de miembros de su familia o con el fin de revender los animales en las aldeas. En un momento dado resultó imposible avanzar entre la gente, todos hombres, y nos costó mucho llegar hasta el otro extremo donde se vendían frutas y verduras. Entre vacas y omaníes con sombreros bordados conseguimos salir de allí para encontrarnos con la calle principal llena de camiones con sacos de cereales y legumbres, los vendedores realizaban las transacciones directamente desde los vehículos, los billetes iban de unas manos a otras sin que nos diera tiempo a deducir el precio del saco. En eso estábamos cuando vimos una puerta ojival que daba acceso a una zona peatonal, se trataba de una antigua medina en un estado bastante decadente, allí había estado ubicado el zoco durante mucho tiempo y algunas tiendas aún seguían en funcionamiento.

Ya teníamos suficiente ajetreo, huimos para ascender una pequeña colina que habíamos visto a lo lejos el día anterior, en ella se levanta una tumba o mausoleo con un indudable sabor persa, nos recordó algunas edificaciones del desierto de Irán, lo que no sería de extrañar dada la cercanía entre Omán y su vecino del norte, el estrecho de Hormuz debía permitir un paso fácil entre ambas orillas.

Detalle interior de fortalezaLa carretera que une Rustaq y Nakhal es muy poco transitada y, por la cantidad de carteles de advertencia que vimos, muy peligrosa en época de lluvias torrenciales, circulamos en todo momento con una garganta seca a la izquierda. En un momento se presentó a lo lejos lo que parecía una comitiva de camellos, se trataba de unos chicos con tres camellos, posiblemente se dirigían hacia el interior, a alguno de los oasis escondidos entre las montañas. A la peor hora del día llegamos a Nakhal, casi nos da una insolación visitando la fortaleza, muy restaurada y ambientada con objetos de los sultanes que la habían habitada en otros tiempos.

Crorus3Se podía visitar la sala de audiencias, el cuarto de los niños o el de las mujeres, adornados con cojines de colores y muebles de madera tallada o damasquinados. Como su vecina Al-Rustaq presentaba desde lo alto unas bonitas vistas al palmeral y a la llanura de Batinah. Nada nos retenía por estos lares y ya teníamos ganas de conocer la capital, la mítica Mascate, ya mencionada en tiempos de Ptolomeo, en el siglo II a.C. y famosa muchos siglos después por convertirse en un asentamiento portugués de máxima importancia en las Rutas de las Especias que iban a Europa.

Casas de adobe en Al-RustaqCogimos pues la misma carretera y continuamos hacia el mar, viéndonos pronto inmersos en un tráfico horrible y poco habitual causado por obras en la carretera, hay que tener en cuenta que Omán está en plena etapa de crecimiento y que desde que se abrió el país a principios de los 70 no ha dejado de construir carreteras, hospitales y colegios para asegurar el futuro de los suyos.

Rustaq y Nakhal

Al pie de las montañas, Al-Rustaq es conocida hoy por su magnífica fortaleza y no por haber sido la capital del reino durante un corto período de tiempo en el siglo XVII. Es un oasis al pie de las montañas, con casas de adobe y un inmenso palmeral donde el calor desaparece y da gusto pasear.