Baltistán, camino al K2

24 de mayo de 2006

Después de informarnos bien sobre el estado de la carretera que lleva a Skardu nos pusimos en camino a mediodía del 25 de mayo, cuando pasamos de nuevo por el View Point del Rakaposhi, en Ghulmet, era la hora de comer y disfrutamos de una agradable comida sentados en la terraza, por desgracia el mal tiempo de los últimos días se había apoderado del valle y no se veía más allá del glaciar.

Condujimos despacio por una carretera ya conocida para nosotros, parecía que el desvío para Skardu no iba a llegar nunca, por fin lo hizo, algo menos de 40 kilómetros al sur de Gilgit. Por primera vez cruzamos uno de esos puentes en suspensión que jalonan los ríos de las Áreas del Norte, sobre el río Gilgit pocos metros antes de desembocar en el río Indo. Yo conducía, cruce a menos de 10 Km/h, sintiendo como cada viga de madera del puente se resquebrajaba a mi paso, el ruido es ensordecedor pero las vigas no se rompen, ¡menos mal! Cuando Rafa llegó al otro lado, ya que había decidido cruzar andando para así fumarse un cigarrillo, rellenamos por enésima vez una hoja de registro de la policía y seguimos camino. Ya anochecía y por un momento dudamos en quedarnos a dormir en el check point del puente, pero decidimos seguir un poco más, aún quedaban 170 kilómetros hasta Skardu por una carretera estrechísima y llena de baches y agujeros. A menos de treinta kilómetros hallamos el pueblo de Sassi, uno de los últimos con gasolinera, la puerta al valle de Haramosh desde donde se pueden emprender varios trekkings entre montañas llenas de piedras preciosas. Pasado el pueblo encontramos un restaurante muy animado con una zona amplia para aparcar, allí iba a ser, pasaríamos la noche en ese lugar. Tomamos un milktea y preguntamos si era un lugar seguro donde dormir, bajo la mirada atónita de los presentes un hombre que hablaba inglés nos dijo que sí.

Baltistan-II

Nuestros moteros italianos

Una tormenta nos acompañó toda la tarde, sólo paró a la hora de cenar, momento en que me acerqué de nuevo al restaurante para ojear la comida, todo tenía muy buena pinta: lentejas, judías, garbanzos y pollo guisado; cuando me disponía a regresar a nuestro hogar para informar a Rafa unos hombres llamaron mi atención, estaban intentando ver una película de bolywood, tenían un vídeo phillips y una vieja televisión, cada vez que introducían uno de los cds en el vídeo el aparato indicaba que no había disco en el interior. Me pidieron ayuda, querían que Rafa revisara las conexiones e intentara hacerlo funcionar. Estuvimos media hora intentando que el trasto funcionara, pero ese vídeo no se tragaba ni los dvds originales, ya desesperado Rafa les ofreció ver las películas en el portátil y así pasamos la noche, viendo como veinte personas disfrutaban de nuestro ordenador más atentos a nosotros que a las películas de mala calidad que tenían.

Unos huevos con pan, pagar la cuenta y listo, tan sólo cien rupias por los tés, la cena y el desayuno, un chollo comparado con Karimabad.

La carretera se hacía cada vez más estrecha, un proyecto de tirar fibra óptica desde la KKH hasta Skardu mantenía a la gente ocupada preparando la zanja, si ya de por sí la carretera es estrecha con la zanja perdía más de un metro de anchura. Para hacer la dichosa zanja se servían de dinamita, todo el día con explosiones, de vez en cuando nos mandaban parar por esa razón, y muchas fueron las zonas donde miles de pedazos de roca adornaban la calzada, pero los neumáticos parecían resistir. El camino es aún más bello que buena parte de la KKH, durante los primeros cien kilómetros circulamos por una garganta estrecha por donde el Indo desciende con una fuerza brutal arrastrando a su paso todo lo que encuentra.

Baltistan

Skardu

La calidad de la carretera mejoró a la hora de comer y en vez de pararnos continuamos hacia Skardu, queríamos llegar a un sitio y acomodarnos. Lo intentamos en el lago Kachura, tanto Manzoor como otra gente nos habían dicho que no podíamos llegar al lago con la furgoneta, pero lo hicimos sin grandes problemas. Rodeamos el lago hasta hallarnos frente al famoso complejo Shangri La, donde las parejas de ricos recién casados pakistaníes celebran su luna de miel. Encontramos un lugar perfecto para quedarnos esa noche, pero resultó ser una zona militar y no nos lo permitieron, aún así decidimos pasar un rato por allí, comer algo y luego seguir hacia Skardu, cual fue nuestra sorpresa cuando nos pidieron 800 rupias por unas truchas, indignados, y muertos de hambre, nos fuimos de allí. Lo intentamos de nuevo en el lago Sadpara, a nueve kilómetros de Skardu, paramos en el primer hotel que encontramos, y, a pesar de ser las cinco de la tarde, nos sirvieron una deliciosa comida: trucha con patatas fritas, ensalada de tomate, pepino y cebolla, y espinacas guisadas con patatas.

Nuestra primera intención fue la de descansar allí esa tarde y movernos a Skardu por la noche, pero el lugar nos atrapó, aparcamos la furgoneta en el jardín y disfrutamos de las vistas al lago y de la tranquilidad del lugar. El motel Lake View Motel Sadpara está regentado por dos jóvenes hermanos muy amables, nos enseñaron fotografías de la región y el libro de visitas donde muchos extranjeros hacían elogios a su hospitalidad, no era para menos. En nuestro caso la estancia se alargó y pasamos dos noches allí, la primera mañana alquilamos una barca a remos y navegamos alrededor del islote.

La segunda mañana en Baltistán fuimos a Skardu en busca de la comisaría de policía donde ampliar de nuevo nuestro visado en el país, teníamos hasta el día 18 de junio y necesitaríamos al menos hasta finales de mes, así tendríamos el tiempo justo de cruzar la frontera en Lahore y conducir a Delhi para recoger a Laura en el aeropuerto de la capital de la India. Encontramos la comisaría con la ayuda de unos simpáticos lugareños, tras pasar por una par de salas se nos introdujo en el despacho del jefazo, un hombre joven de unos treinta años que parecía controlar muy bien todo lo que pasaba a su alrededor. Durante el tiempo que pasamos allí numerosas personas entraron solicitando su ayuda y nos sorprendió lo rápido que despachaba los asuntos. Nos atendió inmediatamente, hizo llamar al hombre que se encarga de los pasaportes, un hombre mayor de unos sesenta años, el pobre le comentó algo y le enseñó una hoja, el superintendente parecía asombrado, como también lo estuvimos nosotros al momento. Para poder extender nuestra visa teníamos que pagar, ¿pero cómo?, si ya la habíamos ampliado en Islamabad gratuitamente, intercambiamos unas cuantas frases y él hizo una llamada a Gilgit y a Islamabad para aclarar el asunto. Mientras esperábamos la llamada de respuesta que lo aclarara nos enseñó un papel en el que indicaba que las personas de cinco países tenían que abonar una cantidad para poder extender la visa, en nuestro caso la cantidad era de 850 rupias. Los otros países son: Canadá, UK, Finlandia y Emiratos Árabes Unidos, ninguno de los presentes encontrábamos una lógica a todo esto pero parecían ser las normas. Por fin llegó la ansiada llamada, no había nada que hacer, la carta estaba en vigor, los naturales de esos cinco países no estaban exentos de pagar. Analizamos la situación durante unos minutos, íbamos a pagar ese dinero para que nos dieron tres meses que no íbamos a poder disfrutar, lo más seguro es que llegásemos a Islamabad antes del día 18 de junio, podríamos intentar extender de nuevo la visa allí y luego solicitar el visado de la India. Salimos de la comisaría tal y como habíamos llegado pero un par de horas más tarde, aún hoy nos preguntamos porque está España en ese listado de países.

Aunque era un poco tarde ya, quisimos ponernos de nuevo en camino y llegar a Khapulu esa misma tarde, nuestro amigo Manzoor, Mountain Tiger, nos había recomendado ir, era una de las pocas posibilidades en la zona para un vehículo sin tracción a las cuatro ruedas. Condujimos durante casi tres horas, a mitad del camino dejamos la desviación que lleva a Ladakh, en la India, tendríamos que esperar más de un mes para ir hasta allí, ya con Laura y desde territorio indio; son varias las jeeproads que cruzan la Línea de Control entre India y Pakistán, pero tendrán que pasar aún unos cuantos años hasta que sean transitables por coches privados.

El paisaje desde Skardu no varía mucho, sólo cuando te vas acercando a Khapulu empiezan a aparecer montañas a lo lejos que permiten imaginar lo que se extiende tras ellas hacia el noroeste, una de las regiones más inhóspitas de la tierra donde el hielo y la nieve se traga cada año a los alpinistas más experimentados del planeta. Aunque el K2 aún está lejos, a la vuelta de la esquina se levanta el Masherbrum, y tras él la zona con glaciares más extensa que existe en la tierra.

Disfrutamos de Khapulu esa misma tarde, un paseo por los alrededores nos muestra un auténtico pueblo balti, donde el turismo está comenzando a hacer mella pero que aún se mantiene virgen. Las gentes nos miran sorprendidas, los niños nos persiguen por los caminos, y nosotros caminamos sin rumbo fijo observando unos campos verdes y frondosos y unas casas que parece que se van a caer, pero que seguro se mantienen en pie desde hace siglos. Nada tiene que ver con Hunza, nadie habla inglés, ven turistas con cuentagotas, las infraestructuras son escasas y se encuentran a las afueras de la población. Sin duda alguna es un lugar para explorar, si es así hallándose en la carretera principal, ¿cómo serán las lejanas aldeas de Kande o Hushe?, encajonadas en las laderas de las montañas.

Al día siguiente recorremos el pueblo con el coche y subimos hasta el fuerte, que se encuentra en muy mal estado, abandonado a su suerte por las gentes del lugar. La carretera sigue ascendiendo y ascendiendo, nos vemos obligados a dar media vuelta, nuestro tiempo en Baltistán se está acabando, regresamos a la carretera principal.

Desde Khapulu la carretera continua, pero en el primer Check Post un policía muy cachondo, cuyo tema preferido de conversación es el sexo, nos informa de que sólo podemos llegar hasta el puente suspendido, no más allá, que podemos cruzar el puente y seguir la carretera que asciende hacia Kande y Hushe. Le escuchamos pero sabemos muy bien que con nuestro vehículo es imposible hacer lo que él dice, incluso para los jeeps es una carretera dura; preguntamos por el precio de un jeep para poder llegar a Hushe, la respuesta nos echa para atrás, casi 10.000 rupias ida y vuelta, unos 140 euros, otra vez será. Seguimos con nuestro caracol y pasamos del puente, en el hotel donde hemos pasado la noche en Khapulu nos han hablado de un view point desde donde se ve el Masherbrum, no tenemos suerte, las nubes cubren el valle, es imposible distinguir las montañas. A nuestro regreso nuestro simpático policía nos echa la charla amablemente, se supone que está prohibido llegar hasta donde hemos ido, alguien por radio le ha informado de que habíamos conducido unos cuantos kilómetros más, nos hacemos los tontos y saboreamos la deliciosa comida con que nos obsequian por nuestra desobediencia…jejeje.

Ya de regreso en Skardu nos acomodamos en el aparcamiento del PTDC, es un auténtico museo del alpinismo, en los pasillos hay carteles explicando las distintas expediciones, allí encontramos, por supuesto, un recuerdo de la ascensión española al K2 en el 2004 (año en que se conmemoraban los cincuenta años de la primera ascensión a la segunda cima del mundo), más de una persona recordaba a Edurne Pasaban, Juanito Oiarzabal y demás equipo de Al Filo de la Imposible, algunos de ellos son unos incondicionales de este hotel. También pudimos leer sobre hazañas y fracasos de las distintas expediciones a los ochomiles de la región, españoles, italianos, suizos, austriacos, alemanes, japoneses, iraníes, kazajos, chilenos, argentinos, koreanos, turcos, y muchas nacionalidades más, en algunos casos con trágicos finales, en muchos otros con finales exitosos.

Aquella tarde paseando por la ciudad, que no tiene nada de especial ni de interesante, nos encontramos con Elias, un hunzakut de Karimabad cuyas palabras preferidas en español son ‘Mucho borracho’, se encuentra en Skardu acompañando a una pareja de noruegos en su trekking al campo base del K2, el equipo completo está formado por 14 porters y 4 guías (guías, cocinero, asistente de guía), según nos comentó se trata de una pareja VIP, es decir, con mucha pasta. Quedamos para tomar té al día siguiente, y así lo hacemos, junto a una pareja de escaladores canadienses que se dirige a una de las torres de piedra de más de 6.000 metros que hay en la zona. Nos despedimos de Elias para recorrer el bazar en busca de un kit repara-pinchazos para neumáticos tubeless, la mañana anterior nos habíamos levantado con el sexto pinchazo en Pakistán (si no me equivoco con la cuenta…). El mecánico reparó el pinchazo con un par de herramientas y una goma especial, el mismo kit que nos mostraron Claus y Gunther en el camping de Islamabad; esta vez nos decidimos a comprarlo y lo encontramos sin problema, ahora que lo tenemos seguro que no volvemos a pinchar en meses… Ley de Murphy.

Nos despedimos de Baltistán pensando en que tendremos que regresar en otro momento de nuestras vidas para realizar el famoso trekking al campo base del K2, ¿quién sabe cuándo podremos hacerlo?

 

Baltistan

 

La región de Baltistán es una de las más conocidas en el extranjero ya que desde ella se inician todas las expediciones a algunas de las montañas más altas del planeta, en primer lugar está el K2, y tras él los Gasherbrum, Broad Peak, Masherbrum, etc.

Una de las atracciones para los turistas locales es el lago Kachura y el complejo hotelero Shangri La, donde se suelen alojar parejas de recién casados celebrando la luna de miel. Poco hay para hacer en torno al lago, pero merece la pena dedicarle un rato al pueblo de Kachura.

Skardu

Skardu es una ciudad de parada obligatoria en Baltistán, la reina de la región y la única donde se puede encontrar equipamiento de montaña, conexión a internet y locutorios para realizar llamadas internacionales,

De aquí parten todas las expediciones al K2 y sus alrededores, hay muchas agencias dedicadas a ello. Una vez allí preguntamos por el trekking al campo base del K2 y para dos personas salía aproximadamente por unos 3.000 euros, cuanto mayor es el grupo más barato, lo mejor es entre 8 y 12 miembros, aún así no debe bajar de los 1.000 euros por cabeza.

Khapulu

Cien kilómetros al nordeste de Skardu se encuentra el pueblo de Khapulu, poco más allá ya se puede ver el Masherbrum que esconde tras él la desolada tierra de hielo donde tantos alpinistas han perdido la vida, nosotros no pudimos ver el macizo del Gasherbrum pero si este otro macizo más cercano. Khapulu merece una visita, se puede disfrutar de agradables paseos por los campos verdes, observar como las mujeres lavan la ropa en el río y admirar el viejo fuerte destartalado y las casas de madera y barro.