El loco del pelo rojo
11 de mayo de 2006
¡Vaya sorpresa que trajeron desde Karimabad!. Yo aún estaba pensando en como quedaría la furgoneta después de la reparación cuando de repente oí a hablar a Silvia…..¡en castellano!, salí a recibirles y me encontré con un chaval de nuestra edad, con barba y pelo rojo, parecía de cualquier sitio menos de Madrid. Tras una breve presentación me lo llevé al cercano puente en suspensión sobre el río Hunza, resultó estupendo poder hablar con alguien en español, si hasta nos entendíamos la peculiar jerga madrileña. Sentados en el medio del puente, cada uno sobre una tabla de madera, estuvimos cerca de una hora charlando, compartiendo experiencias de viajes, él llevaba una larga temporada viajando de mochilero, tenía una gran ventaja, trabajaba como azafato en Iberia y los viajes le salían a precio de saldo.
Mariano, como se llamaba nuestro fichaje, es un tío peculiar, un cachondo y algo excéntrico, con ideas muy personales, supongo que viajar sólo le hace a uno un poco excéntrico y sobre todo autosuficiente, la vida del viajero en muchas ocasiones es muy complicada, teniendo que solventar problemas que van surgiendo día a día. Volvimos al Silk Route y cenamos, después nos esperaría una velada en el despacho de Ajez, donde degustaríamos por primera vez el licor de Mulberry, llamado por la gente de Hunza «Holy Water». Ni que decir tiene que salimos distintos a como habíamos entrado, más ligeros, y tras dejar a Mariano acomodado en su tienda de campaña nos echamos a dormir.
A la mañana siguiente los mecánicos vinieron muy pronto, y se fueron más pronto todavía, antes chequeé su trabajo de nuevo y, bueno, al menos ahora se podían reducir las marchas, aunque aún no estábamos conformes con el resultado final y mucho menos aún con la cuenta que nos hicieron, 11.000 rupias, una barbaridad para Pakistán, si contamos con que un mecánico puede ganar unas 4000 rupias al mes. En realidad se habían estado 8 días trabajando de sol a sol, durmiendo en hoteles en Gulmit, aunque siempre nos quedará la duda de si realmente bajaron hasta Pindi a buscar la pieza estropeada.
El caso es que estábamos locos por irnos, además teníamos que aprovechar nuestro encuentro con Mariano, decidimos dar un paseo por el glaciar de Passu, en el camino hacia China. Aparcamos en un restaurante con una vistas excepcionales del glaciar, que en realidad se veía muy cercano desde la carretera, apenas a dos kilómetros de distancia. Nos pusimos a andar enseguida, en un principio el camino era cómodo y sólo teníamos que saltar pequeños y gélidos canales de riego.
A la hora de ir andando empezaron a aparecer piedras, había un gran lago formado por el deshielo del glaciar y la parte más ancha y sucia del mismo ya la teníamos muy cerca, aunque la parte limpia del glaciar, de un color blanco y brillante estaba aún muy lejana. Seguíamos conociendo a Mariano mientras avanzábamos, tenía muchas historias que contar sobre sus viajes por Nueva Zelanda, Australia, etc., no todas ellas bonitas, recuerdo como el día anterior, en nuestra velada en el Silk Route, estábamos hablando sobre la malaria, a mi se me ocurrió comentar que existe mucha paranoia sobre esta enfermedad y que en realidad no es tan fácil contraerla, que muchos viajeros habían estado años en países de riesgo y que no la habían cogido. Mariano giro la cabeza y me contestó….»yo casi muero de malaria», en uno de sus viajes a Senegal, a los tres meses de haber vuelto se empezó a sentir mal y nadie supo decirle lo que tenía, la cuestión es que con el paso del tiempo la enfermedad se extendió al cerebro y entró en coma, finalmente una amiga de su madre se le ocurrió decir un día…»igual es malaria», posiblemente ese comentario le salvó la vida, luego me enseñó la tarjeta del doctor que le trató, no se separa de ella. Una historia espeluznante.
Caían piedras desde el glaciar, Silvia decidió darse media vuelta pero Mariano y yo nos decidimos a subir al glaciar, que se presentaba como una tremenda masa de hielo, barro y piedras. Una vez en lo alto me senté a hacer unas tomas con la cámara de video, que ahora también nos servía como cámara de fotos, tras nuestro accidente con la Canon, Mariano siguió andando hacia arriba, estaba dispuesto a llegar a un mirador desde donde poder sacar buenas fotos de la parte inicial del glaciar, pero parecía realmente lejos y así se lo dije, aunque no me hizo mucho caso. Desde mi asiento sobre una piedra, rodeado de hielo, observaba como iba avanzando sobre el glaciar, realmente llegó muy lejos, aunque no se si sacaría alguna buena foto, más tarde le costaría horrores salir de allí.
Comimos algo en el propio restaurante con vistas al glaciar, por primera vez probaría la sopa de albaricoque, el producto estrella de Hunza, de este fruto se hacen sopas, aceites, etc., las vistas del glaciar eran soberbias, con algunas de las montañas del rango de Batura tras de él. Luego llevamos a Mariano a que viera el Leopardo de las Nieves, más allá de Sost, para nosotros sería la segunda vez, antes pararíamos en Sost para tomar un Milk Tea. La idea de Mariano era pasar unas noches en el inhóspito valle de Chapursan, cerca de Sost, le dejamos en el puente que cogía el desvío hacia el valle, con sus dos enormes bastones de madera, andando con energía, quedaríamos en vernos unos días más tarde, aunque al final nos lo encontraríamos de nuevo por casualidad, en Karimabad.
Por nuestro lado volvimos al Silk Route, en la que sería nuestra última noche, que también nos traería agradables sorpresas. Al llegar nos encontraríamos reunidos a una serie de personas en una mesa, con una suculenta cena preparada, entre ellos estaba Manzoor, aquel que nos ayudara en Minapin con la furgoneta.
También estaban en la misma mesa Tony, un piloto de parapente Galés, con el que pasaríamos muchas buenas noches en Karimabad, junto con John Silvester, otro piloto, Sajad Shah, el presidente de la compañía de turismo Cox and Kings, una de las más importantes del país, también piloto, Gohar, Ajaz y alguno más. Nosotros llegamos hambrientos y nadie cogía nada de la mesa, así que en cuanto nos ofrecieron no perdimos la oportunidad. Después tuvimos una agradable velada e interesantes conversaciones, no debo de olvidar una historia contada por uno de ellos, referente a la guerra de Afganistán contra Rusia, allá por los 80: Cuando él era aún un niño, recuerda como la C.I.A llegaba a las familias y les daba cien dólares y un rifle AK47, para que apoyaran al ejercito Afgano.
Alargamos la velada hasta bien entrada la noche, sería nuestra última noche en Silk Route. A la mañana siguiente por fin pudimos visitar el museo de Hunza, un extraño personaje nos sirvió de guía, no tenía ningún feeling, describiéndonos cada objeto como si de un robot se tratara, resultó interesante ver las antiguas botas usadas para la nieve, fabricadas en piel de Ibex.
La despedida fue emotiva y Gohar nos hizo un especial y precioso regalo, una bonita piedra de Lapislazuli, a través de la ventana de la furgoneta le di las gracias, le veríamos de nuevo algunas veces más.
Volveríamos al camping de Aliabad, donde tendría la «brillante» idea de realizar un viaje relámpago a Pindi e Islamabad, en busca de una nueva cámara, pero eso es otra crónica.