Hacia los techos de la tierra
26 de abril de 2006
Los alrededores de Chilas muestran paisajes sobrecogedores, el río Indo avanza desbordante de energía entre montañas peladas, el Nanga Parbat, con sus 8.126 metros es la reina. Visible durante gran parte del camino se muestra como un gran coloso blanco, un macizo montañoso con fama de ser uno de los más peligrosos del mundo, de ahí su apodo: the Killer Mountain o Montaña Asesina.
Desde Kyal, donde pasamos esa curiosa velada con los policías, Chilas no dista más de 140 kilómetros, si todo iba bien llegaríamos allí para comer y aún nos daría tiempo ese mismo día a alcanzar el Raikot Bridge, el lugar desde el que se inicia el trekking a Fairy Meadow, el más famoso y transitado hacia el Nanga Parbat; el tiempo era muy bueno, podríamos realizar el trekking al día siguiente. Con estas ideas en la cabeza avanzamos tranquilamente por la escarpada ladera de la montaña, realmente tuvo que ser muy duro construir esta carretera, los derrumbamientos están a la orden del día, prácticamente cada día nos encontramos con alguno desde que abandonamos las suaves colinas que rodean la capital.
Poco después de dejar Dassu una fila de camiones nos sorprende junto a la carretera, un policía nos indica que paremos y entre varios hombres nos explican que no podemos seguir adelante, ¿qué pasa?, ¿otro derrumbamiento?, no, esta vez la parada no tenía nada que ver con la carretera. El presidente Musharraf se encontraba de visita en un lugar cercano a Chilas, ese mismo día inauguraría un ambicioso proyecto para construir cuatro o cinco embalses en la región; a pesar de que su medio de locomoción era el helicóptero el transporte terrestre se vio interrumpido también, nadie podía continuar camino, sólo los minibuses que circulan entre pueblos y que paran antes de Chilas.
Esta no era la primera vez que la presencia de Musharraf nos impedía el paso, una tarde en el Camping Site de Islamabad un policía nos impidió salir porque la comitiva presidencial iba a pasar por esa carretera, tuvimos que esperar diez minutos a que pasaran una docena de coches que según nos comentaron se dirigían a un partido de cricket, hecho que corroboramos al día siguiente leyendo el periódico. Esos diez o quince minutos no fueron nada comparado con lo que nos esperaba ese día en la Autopista del Karakorum.
Un guía se encontraba en el mismo lugar con un fotógrafo chino, intercambiamos algunas palabras con él, era muy simpático y nos ayudó a comprender mejor la situación, nos comentó que a apenas cinco o seis kilómetros había una zona de restaurantes donde podríamos comer algo, pero para eso nos tenían que permitir seguir.
Nadie entendía muy bien porque nos habían parado allí en vez de en Summur, el lugar de los restaurantes, y los coches y los camiones se amontonaban por todas partes. El guía y el fotógrafo fueron los primeros en partir, media hora después de que llegásemos nosotros, luego le tocó el turno a otros dos coches y por fin a nosotros, todo era bastante extraño.
En un cuarto de hora llegamos a Summur, allí estaban todos lo coches que habían pasado antes de nosotros. Se trata de la típica parada de carretera, restaurantes a los lados de un arroyo que baja con fuerza desde la garganta, y alguna tienda donde comprar tabaco y poco más. Nos acomodamos en el restaurante más cercano al puente, en vez de sillas una especie de camastros cumplían su función, más de uno después de comer se recostaba allí mismo a echarse la siesta. Rafa se dio una vuelta por la cocina y escogió tres platos de comida indicando directamente a las ollas, era la mejor manera de escoger teniendo en cuenta que allí nadie hablaba inglés. La comida fue deliciosa, nada picante, muy sabrosa.
Poco a poco se fue acercando gente a nuestro alrededor, entre ellos unos policías que nos indicaron que debíamos seguir esperando, que cuando el presidente sobrevolara en dirección sur podríamos seguir, ellos nos avisarían. Y así fueron pasando los minutos y las horas, Rafa se recostó sobre el camastro un buen rato, yo mientras intentaba saciar la curiosidad de los presentes. Cuando Rafa se despertó le pasé el relevo y me fui con la cámara a dar un paseo, le había echado el ojo a un camión aparcado a cincuenta metros, una obra de arte, me acerqué y charlé un rato con el conductor que gustoso se dejó fotografiar, el hombre estaba orgulloso de su camión, él mismo lo había decorado.
Otros dos policías llegaron en coche, nada, a seguir esperando, seguramente no nos moveríamos de allí antes de las cinco de la tarde, es decir, casi de noche; estos últimos policías me invitaron a sentarme con ellos e insistieron en compartir un té, ya debía ser el décimo que me tomaba allí, todo el mundo nos invitaba sin parar. Estuvimos un rato charlando, eran bastante serios, y cuando se fueron pagaron nuestra comida, imagino que por gentileza del gobierno pakistaní… jejeje.
El fotógrafo chino ya no sabía qué fotografiar, otra pareja de guiris desesperaba en una terraza y Rafa y yo nos lo tomamos con calma y comenzamos a hacernos a la idea de que dormiríamos en Chilas esa noche. Por fin uno de los policías nos hizo la señal de que podíamos continuar, aquello parecía una carrera de coches, todo el mundo se lanzó a su vehículo y la carretera se llenó en unos segundos, posiblemente no hayamos visto más tráfico en la KKH que en ese momento. Uno de los hombres con los que habíamos estado conversando nos pidió que le llevásemos a Chilas, los tres nos subimos a la furgo y nos dispusimos a partir, entonces uno de los policías se acercó y empezó a hacerle preguntas al hombre en un tono un poco hostil, tuvo que enseñar documentación y dar muchas explicaciones para que le dejaran viajar con nosotros, ¡con la cara de bueno que tenía el pobre!
Cuando llegamos a Chilas ya era de noche, aparcamos en el Panorama Hotel, el hotel que nos había recomendado el guía de esa misma mañana, pedimos permiso al gerente para dormir en el parking con la «promesa» de cenar en el restaurante esa noche, no pusieron ninguna pega e incluso nos ofrecieron darnos una ducha: otra vez el agua fría, ¡esto es un infierno!, y en las montañas más fría aún que en el camping de Islamabad. La cena fue de escándalo, casi no podemos acabar con ella, unas sopas de noodles ya al estilo chino, una bandeja de arroz para quince personas y pollo guisado; claro, también la cuenta fue de escándalo, más de siete euros, cuando en general solemos comer por uno o dos.
Nos levantamos con la misma idea, ir a Raikot Bridge y esa misma tarde o por la mañana comenzar el trekking de Fairy Meadow. En algo más de una hora y tras uno o dos derrumbamientos llegamos hasta el famoso puente, allí conversamos con unos policías y otros hombres que andaban por allí, nada que hacer, la carretera que sube a Jell o Tatoo está en obras, los jeeps no pueden subirnos hasta allí. Desde el puente hay un camino de un par de horas en jeep hasta el lugar donde se comienza a andar, también se puede llegar andando desde la KKH pero la subida es muy dura (más de 1.000 metros de desnivel por una jeep road) y poco interesante. El hombre que lleva el negocio de los jeeps nos dijo que en una semana estaría abierto, no hay problema le dijimos, a la vuelta lo intentamos.
De nuevo nuestros planes truncados, está claro que en estas montañas no se puede planear nada con antelación, ellas deciden por ti. No hay mal que por bien no venga, seguiremos hasta la frontera con China y a la vuelta hacemos los trekkings, seguro que hay menos nieve y hace menos frío en las alturas. Con el Nanga Parbat y el río Indo como compañeros seguimos camino, el paisaje era espectacular, muy desértico, los tonos marrones y grises del río y las montañas contrastan con el blanco de la nieve y el azul del cielo, un regalo para la vista.
Un alto en el camino recuerda, por si alguien no se ha dado cuenta, que la Killer Mountain está ante nuestros ojos, en ese alto en el camino nos cruzamos de nuevo con una pareja suizo-austriaca que viajaba con su todoterreno, Martin y Ursulla, regresaban hacía la capital para recoger sus visados de Afganistán, a donde se dirigirían en menos de un mes. Intercambiamos consejos e informaciones y nos volvimos a despedir, ellos nos pusieron la miel en la boca, el valle de Hunza era nuestro siguiente destino y por lo que nos contaban no nos dejaría escapar con facilidad.
Un monumento a la derecha nos llamó la atención, aparcamos y subimos a ver de qué se trataba, lo que encontramos nos dejó maravillados, en ese preciso lugar pudimos contemplar a la vez las tres cordilleras más elevadas del mundo: el Himalaya, el Karakorum y el Hindu Kush, con lo ríos Indo y Gilgit por testigos. Allí estábamos, rodeados por la madre tierra y toda su grandeza.
Nos despedimos por un tiempo del Nanga Parbat, la montaña más occidental del Himalaya, que no del Karakorum como muchos creen, y fuimos en busca de los sietemiles del valle de Hunza, donde las montañas parecen rasgar el cielo con sus puntas afiladas. Según Martin la carretera a partir de ese punto era muy buena, en menos de tres horas podríamos llegar a Aliabad y aparcar en el Rakaposhi Camping, donde ellos habían pasado sus últimos cuatro días.
Pensando en que llegaríamos allí pronto emprendimos el vuelo, no sabíamos que la carretera no nos dejaría llegar tan rápido, no por su estado, el mejor de los últimos días, sino por las maravillas que esconde en cada rincón, sus gentes y sus paisajes.
Hacia los techos de la tierra
Summur es una de las principales paradas de carretera en la provincia de Kohistan, en este restaurante se sirve buena comida, además sin especiar, cosa que agradecimos profundamente. Finalmente tuvimos que esperar más de cuatro horas hasta que el presidente Musharraf hubo sobrevolado en helicóptero la zona. Había inaugurado un proyecto de embalses en la cercana población de Chilas.
Confluencia de cordilleras
En este punto es donde se unen las tres mayores cordilleras de la tierra, Hindukush, Karakorum e Himalaya, el Indo es testigo de tal acontecimiento.
El río Indo
El río Indo nace de las aguas de los glaciares de Tibet, en su recorrido de 2.736 Km atraviesa la región de Jammu y Cachemira y todo Pakistán, para desembocar en el enorme delta que forma en Karachi, a orillas del Océano Índico.
La autopista del Karakorum
La KKH constituye uno de los mayores logros de la humanidad, fue construida por los gobiernos chino y pakistaní siguiendo el camino de la antigua Ruta de la Seda. Los trabajos comenzaron en el año 1960 y se alargaron hasta el 1979, año en el que la parte pakistaní de la carretera quedó concluida, aunque hasta el año 1982 no se dio por acabada la carretera, el turismo tendría que esperar hasta el 1 de mayo de 1986. Se cree que perdieron la vida alrededor de 500 personas pakistanís en la construcción de la carretera y no existen datos sobre las pérdidas humanas por parte de China. Durante todo el camino existen placas conmemorativas que recuerdan el épico trabajo de estas personas. Mantener esta carretera es un trabajo duro, desprendimientos, de barro o piedras, terremotos continuos y glaciares desprendidos bloquean la carretera a diario y en muchas ocasiones son las gentes locales las que deben de trabajar para abrirla de nuevo.