¡Hemos roto el embrague!
4 de mayo de 2006
Sólo nos quedaban 6 kilómetros para llegar a Gulmit, en el Alto Hunza, tras pasar un puente sobre el río Hunza y avanzar unos cientos de metros vimos parte de un glaciar desplomado sobre la carretera, los habitantes de los pueblos cercanos habían construido un desvío entre piedras y arena, en un principio no parecía muy complicado para nuestra furgoneta pero al llegar al último tramo, una pronunciada cuesta, un militar nos dijo que quizá no podíamos subirla. Ahora recuerdo muy claramente lo que respondía al militar, «I try«. Y vaya que lo intenté, pero en las dos primeras ocasiones me fue imposible llegar al final de la cuesta, había piedras puntiagudas y las ruedas me patinaban por la arena. Se me ocurrió quizá la peor idea, coger carrerilla desde abajo sin preocuparme de las piedras, me quedé sólo a 5 metros del final de la cuesta y unos hombres me ayudaron empujando, para poder llegar hasta el final, lo habíamos conseguido pero, tras el descanso, al intentar arrancar de nuevo, noté que el embrague iba demasiado blando y la maquina no avanzaba, enseguida me di cuenta, «Silvia, hemos jodido el embrague«, en un principio nos quedamos blancos aunque reaccionamos bastante rápido.
El aspecto positivo de tener muchos problemas es que al final tomas decisiones rápidas, sin rebozarte mucho en desgracias. Un tractor nos llevo revolcados hasta el hotel Silk Route de Gulmit, donde pasaríamos 9 días hasta poder seguir camino.
En el hotel conocimos a Jesse y Bashir, el primero de ellos era de Canadá, acababa de terminar su proyecto con la O.N.U en el terremoto de Cachemira, una de esas personas que le hacen preguntarse a uno «qué estoy haciendo con mi vida«, un tío muy agradable, nos estuvo contando lo duro del trabajo en Cachemira, muchos de los voluntarios eran montañeros que debían jugarse la vida escalando las montañas de la región para llegar a los pueblos afectados, hacer un informe de las necesidades e informar de la localización GPS, para que luego un helicóptero lanzara lo necesario desde el aire.
Por otro lado Bashir, un guía de montaña, que nos proporcionó a los mejores mecánicos de Hunza, un entrañable ser humano con el que más adelante coincidiríamos en Karimabad, iniciando una bonita amistad.
A la mañana siguiente de nuestra llegada fuimos dando una vuelta con Jesse y Bashir hasta el espectacular puente colgante, que durante doscientos metros cruzaba el río Hunza, desde luego no era un lugar para gente aprensiva, en ocasiones, para poder pasar de una traviesa a otra tenías incluso que dar un pequeño saltito, estaría a unos 25 metros de altura sobre el río.
Pasaron muchas cosas en el Silk Route y alrededores, los trabajadores y el jefe nos acogieron con mucho calor. Todas las mañanas tomábamos un suculento desayuno servido con gran dedicación por parte de Dildar, de este modo hacíamos un poco de gasto en el hotel, al fin y al cabo nos estaban permitiendo quedarnos sin cargo alguno. Los primeros días intentábamos supervisar el trabajo de los mecánicos, fue muy duro, tardaron dos días en alcanzar la pieza en cuestión, no conocían una mecánica tan compleja como la de Volkswagen, algunas veces pensamos que no iban a poder conseguir loy tuvimos que aplicar otras tantas veces aquello de «Ojos que no ven, corazón que no siente«.
Pasábamos muchas horas en la enorme y lujosa sala del hotel, o hablando con la gente o viendo películas de Bollywood, la gran factoría de cine de Bombay, un cine con muchos recursos técnicos, realmente espectaculares, pero lleno de clichés en cuanto a guiones se refería, tópicos que a nosotros, los occidentales, nos pueden resultar manidos, pero que a los pakistaníes les embelesa por completo.
Al tercer día los mecánicos nos dijeron que tenían que ir hasta Pindi (20 horas de viaje), para intentar encontrar la pieza, Silvia y yo empezamos a pensar en el dinero que nos iba a costar la broma.
Una de las mañanas hicimos una excursión hasta los restos del Andra Fort, en lo alto de un risco, atravesamos Gulmit, pasando por el campo de polo, para luego empezar a ascender durante una hora hasta el pequeño pueblo de Kamaris. Mientras ascendíamos las vistas del valle de Gojal se iban volviendo impresionantes, iban apareciendo cimas a los lejos y podíamos ver con claridad el glaciar de Gulmit, que se precipitaba casi sobre Kamaris.
Al llegar al pueblo un niño nos sirvió de improvisado guía hasta el Andra Fort, en realidad existía una posibilidad de continuar camino hasta el siguiente pueblo, Gulkhin, para después atravesar el glaciar homónimo y llegar hasta el Borit Lake, pero estábamos un poco perezosos para seguir durante 3 o 4 horas más.
Las vistas desde el fuerte eran espectaculares, sobre todo del monte Tupopdan, que se alargaba hasta donde la vista alcanzaba. La fortuna nos jugó de nuevo una mala pasada, en un descuido se nos cayó la cámara sobre una piedra, con tan mala suerte de romper el objetivo, no nos lo podíamos creer, de este modo dijimos adiós a nuestra querida Canon.
Cuando volvimos y contamos lo ocurrido no se lo podían creer, intentamos en vano abrir la cámara, definitivamente estos cacharros están hechos para mentes japonesas, no para el resto de mortales.
Cogimos mucha confianza con la gente del hotel, en especial con Gohar, el propietario de varias tiendas de recuerdos para turistas, también con Azfal, el gerente del hotel, que nos explicó muchas cosas sobre la cultura Hunzakut, como la lucha que mantienen con el gobierno central para mantener su independencia, por ejemplo en cuanto a agricultura se refiere, en Hunza no se pagan impuestos por poseer tierras. El propietario del hotel, un venerable anciano, nos preguntaba continuamente si estábamos a gusto, más tarde nos enteraríamos que este hombre fue un héroe de guerra en la zona y que, entre otras muchas cosas, introdujo el Ski en el país.
Los mecánicos volvieron con la pieza reparada, no habían conseguido una nueva y pusieron cuero nuevo sobre la superficie del plato del embrague.
Esa mañana Silvia se fue con Gohar a Karimabad, para dar una vuelta, mientras que yo me quedé en el hotel trabajando y esperando a que terminaran el trabajo, estaba como loco por probar la furgoneta. Al salir a dar una vuelta por Gulmit me encontré con dos mochileros franceses que venían de China, tenían muy mal aspecto, en especial uno de ellos, que tenía una muy fea quemadura en la nariz, provocada por el sol, se lo hice saber, que se lo cuidara, pero no me hizo mucho caso, iban un poco pasados de rosca, días más tarde nos los encontraríamos en el hotel de Bashir, en Karimabad.
Por fin, a las cuatro de la tarde, un mecánico me llamó, para dar un paseo con la furgo para chequearla. Volvía la desesperación que habíamos olvidado, no podíamos viajar en las condiciones en las que estaba la furgoneta, la primera marcha y la marcha atrás sólo podían meterse con el motor parado, las demás iban muy duras y por si esto fuera poco me era imposible reducir de 3ª a 2ª y de 2ª a 1ª, le hice entender como pude que era muy peligroso, por no decir imposible, conducir de este modo en estas carreteras, con las enormes pendientes que tiene, finalmente me dijeron que volverían al día siguiente, no les hizo mucha gracia. Yo me quedé un poco optimista acerca del resultado final de 8 días de trabajo.
Silvia volvió con una agradable sorpresa, ¡un español!, y encima de Madrid, se llamaba Mariano pero, a decir verdad, más bien parecía holandés, con el pelo y barbas rojas, con él haríamos otra pequeña excursión al día siguiente, pero eso es otra crónica, al igual que la excursión que haríamos hasta el paso de Khunjerab, invitados por un guía de montaña. Esa noche nos pillaríamos una borrachera con los trabajadores y con Mariano, verdaderamente nos vino muy bien y fue divertido, no parando de beber «Holy Water«, una especie de licor local a base de frutas silvestres, muy suave, lo que le hacía peligroso.
Hospitalidad en Gulmit
Gulmit es una de las últimas poblaciones antes del Parque Nacional de Khunjerab, es un pequeño pueblo situado a 2800 metros de altura, justo en el valle de Gojal. Los puentes en suspension son importantes vías de comunicaciones en las provincias del norte, éste en concreto medía unos 200 metros y aunque pueda no paracer estable lleva en pie bastante tiempo.
El Tupopdan es una preciosa y tenebrosa montaña de 6101 metros que nunca ha podido ser escalada, aunque haya habido multiples intentos, algunos de ellos trágicos. Resulta tan complicada por los continuos desprendimiento que tiene y por el enorme desnivel.
El Lapislazuli es una preciosa piedra azul procedente de la Afganistán, donde se puedes encontrar montañas enteras de esta piedra. En las areas del norte de Pakistán se pueden encontrar aguamarinas, rubíues, esmeraldas, agatas y variados cuarzos, existen muchas minas, algunas del gobierno y otras explotadas por los propios habitantes de la región.