Karimabad, para toda una vida

13 de mayo de 2006

Buenos-días-VVarias han sido las razones que nos han llevado a disfrutar de unas ‘vacaciones’ en Hunza, en primer lugar la hospitalidad de sus gentes que en pocos días ya nos había brindado la oportunidad de emprender nuevas amistades de las que queríamos disfrutar; por otra parte, este país, y sobre todo las Áreas del Norte, son territorio de todoterrenos, las posibilidades con un vehículo como el nuestro se reducen a la KKH y a la carretera que lleva a Baltistán, y nuestra furgo ya había sufrido las consecuencias de las malas carreteras.

Decidimos pues parar unos días en Karimabad, Manzoor nos convenció para ir allí en vez de al camping que ya conocíamos; aprovechamos la invitación que unos días antes nos había hecho Bashir y nos presentamos en su hostal el mismo día que abandonamos Gulmit. No queríamos abusar de su hospitalidad, sólo nos quedamos un par de noches, suficiente para descansar en unas buenas camas, ducharnos y lavar toda la ropa. La primera noche vivimos la esencia de los hombres hunzakuts de Karimabad, que, al igual que los de Gulmit, disfrutaban del Holy Water hasta convertir la velada en una conversación un tanto gangosa sobre política y demás temas aburridos; en esta ocasión serían más de quince los amigos de Bashir que habían invadido su jardín y su paz en el Garden Lodge. Cuando la mayoría de ellos ya casi no podía hablar hicieron presencia Tony, John y Manzoor, los dos pilotos y nuestro ya querido Mountain Tiger, el ‘Tigre de la Montaña’ y comenzamos a conocer a nuestros nuevos amigos parapentistas.

Manzoor resultó ser un personaje famoso, en nuestra primera visita a su casa nos mostró varias revistas españolas de viajes, en sus artículos sobre Pakistán se le mencionaba; había servido de chofer a varios escritores, entre ellos a Félix Roig (escritor catalán autor de varios libros de viajes y colaborador en muchas revistas del mismo género), con el que vivió una relación muy estrecha hace unos años. Nos explicó toda la historia, guardaba un recuerdo agridulce, lo habían pasado en grande viajando por todo el país, Félix al contratar sus servicios le había dicho que no tenía mucho dinero pero que si el libro que pretendía escribir salía adelante compartiría con él sus ganancias (o algo así), Manzoor le dijo que mientras fuera pagando el gasoil, la comida y los hostales le llevaría al fin del mundo. Y así fue, recorrieron todo el país a puertas del invierno, Manzoor no le tenía miedo a nada, y cruzó pasos de montaña con su jeep cuando ya hacía meses que estaban cerrados. Félix escribió un artículo en la revista Viajeros del Mundo que más que hablar de Pakistán hablaba de nuestro entrañable amigo, de su ‘apasionada relación’, en sus últimos párrafos hablaba de cómo la relación se había ido enfriando hasta acabar en un adiós sin despedida. El escritor escribió su libro pero, por supuesto, Manzoor no recibió nada a cambio, tan sólo rechazo, ya que supo del regreso de Félix a Pakistán, pero éste ni siquiera le contactó para saludarle.

Buenos-días-IVEse mismo día también salió a la luz una pareja de españoles que pasaron por allí hace unos años con su todoterreno, ya bien entrado el invierno, en pleno diciembre. Recordé rápidamente a la pareja de Ceuta que había sido mi mayor fuente de información mientras preparábamos el viaje en Madrid, Marian y Vincent, recordaba perfectamente su crónica sobre el paso desde China a Pakistán por Khunjerab a mediados de diciembre, se lo hice saber a Manzoor y ya nos entró la curiosidad. Al día siguiente encendí el portátil para leer aquella crónica, quién sabe, quizás había leído sobre Mountain Tiger cinco años atrás y no lo sabía; abrí el archivo y comenzamos a leer, en breve encontramos un párrafo donde hacían alusión a nuestro amigo y el hotel que regentaba por entonces, él enseguida les reconoció en una foto. Pues sí, yo, sin ser consciente de ello, ya sabía de la existencia de este personaje desde hacía al menos cinco años, tenía su nombre en nuestro ordenador. Con Manzoor todo sería así, una sorpresa tras otra, una casualidad tras otra, una locura tras otra.

Regresamos al camping de Aliabad por unos días, pero seguimos viviendo el día a día en Karimabad, los suzukis a 10 rupias el trayecto nos llevan y Manzoor nos devuelve por la noche con su jeep, echamos de menos estar allí, regresamos y aparcamos a la entrada del pueblo, entre el internet café y la segunda sucursal del Café de Hunza, allí pasamos todas las noches, somos uno más del pueblo. Entre subida y bajada a Eagle Nest pasamos el tiempo jugando al backgamon con Tony y John en el Mulberry Hotel, desayunando y cenando con ellos en el famoso Haider Inn, restaurante frecuentado por mochileros, y visitando los alrededores.

Buenos-díasYa de regreso de Baltistán Manzoor nos invita a cenar a su casa, esa tarde, a las 19h, nos presentamos allí todos, John, Tony, Douglas, Leo y nosotros. Yo soy la única invitada, me quedo con su mujer y su cuñada curioseando la comida y la casa, son muy amables y hablan un poco de inglés, me explican cómo preparar alguno de los platos, es todo un banquete que sacia con creces nuestro apetito. Tras la cena las mujeres requieren mi atención, paso el resto de la velada charlando con ellas sobre diferentes temas, la mujer de Manzoor lo primero que me dice es ‘I don’t like marriage’ = ‘no me gusta el matrimonio’ y ‘bad husband’ = ‘marido malo’, no puedo evitar reírme pero en el fondo no es divertido, ella realmente no está contenta con Manzoor y se nota, concertaron su matrimonio cuando tenía 18 años y ni ella, ni él, querían casarse, pero en Hunza, en Pakistán, la tradición manda. Hablamos de muchas cosas, entre otras, como de costumbre, la estética, a los musulmanes el tema del bello les preocupa mucho, me comentan que ellas no tienen bello púbico ni en las axilas, sé que en otras zonas se lo depilan, pero aquí no, me desvela el secreto de sus antepasados: cuando las niñas tienen casi un año las madres levantan un hormiguero y recogen los huevos de las hormigas, luego los restriegan concienzudamente por las zonas donde no quieren que se desarrolle el bello, y funciona, llegado el momento no les crece, tan sólo algún pelo despistado, ¡ay, si lo hubiesen sabido nuestras madres! Me piden que les enseñe más inglés, hago lo que puedo en el rato que nos queda, les insisto para que cojan los libros de inglés de los niños y estudien por su cuenta, tienen muchas ganas y aprenden rápido, son muy inteligentes. Por fin los hombres se cansan de las cervezas y deciden que es el momento de irse, nos despedimos agradeciendo de corazón la maravillosa velada.

Distintas personas van pasando por allí, conocemos a un canadiense, Paul, que más tarde nos acompañaría a Fairy Meadow, también a Dean, un carpintero californiano que está esperando una llamada para ir a trabajar a Afganistán, Bebe y Marina, una encantadora pareja de argentinos con los que quedamos en coincidir en Nepal en verano, Nico y Roger, suizo y holandés que viajan en una mercedes, Giacovo y Francesco, dos italianos que acaban de cruzar desde China con sus motos, etc. También están los locales, el dueño del Café de Hunza, primo de nuestro amigo Gohar; Çir Ali, dueño de una tienda de souvenirs y amante de la música y el alcohol; los del internet café y muchos otros cuyos nombres no conocemos pero cuyas caras no olvidaremos nunca.

Valle-de-Hunza-V

En el camping de Aliabad

No nos olvidamos de Bashir, varias veces nos lo cruzamos y compartimos un té, incluso hablamos de hacer un trekking con él por los alrededores, pero al final no salió adelante, preferimos reservar el dinero para el Nanga Parbat; menos mal que tomamos esa decisión porque el tiempo fue horrible durante esas semanas, nublado todo el día y con precipitaciones de agua en los pueblos y de nieve en lo alto de las montañas. Aún así Bashir nos invita a comer a su casa, es la época de las cerezas y en su jardín disfrutaremos de ellas. Nos montamos en su jeep blanco con él y su hijo, antes de ir a Hyderabad tenemos que pasar por Aliabad para rellenar una botella de gas; uno de esos eternos apagones impide que Bashir pueda rellenarla, mientras esperamos a que vuelva la luz decidimos comer algo allí mismo. Nos lleva a un restaurante donde sólo preparan sopas, deliciosas, muy espesas, con huevo duro y pollo desmenuzado. Mientras Bashir intenta rellenar la botella de nuevo nosotros nos quedamos tomando un refresco con Eyaz, uno de los managers del Silk Route de Gulmit, se alegra enormemente de vernos, le comentamos que tenemos la intención de ir a verles un día para despedirnos, nos ofrece el hotel gratis, habitación y comida, sabemos que lo dice de corazón.

Por fin llegamos a casa de Bashir, su encantadora mujer nos da la bienvenida y nos prepara unos tés montañeros, queso fresco, miel y pan local, nos deleitamos con los nuevos manjares. El hogar de Bashir es paradisíaco, tranquilo, rodeado de árboles frutales y de huertas, en lo alto del pueblo desde donde se disfruta de unas inmejorables vistas del valle, un lugar envidiable. Al día siguiente nos vamos de excursión a Ganish, un pueblo a tres kilómetros de Karimabad, en la KKH, es el más antiguo de Hunza y guarda en sus intrincadas calles ejemplos de arquitectura tibetana, con ricos trabajos de talla en madera. Ya de vuelta Gohar sale a nuestro encuentro, él y Afzal están en Karimabad, nos invitan a comer en el restaurante del Mulberry Hotel; de nuevo les comentamos lo mismo que a Eyaz, antes de descender a Islamabad pasaremos por Gulmit a despedirnos.

Una noche Manzoor insiste en venir a nuestra furgo, muy misterioso, quiere compartir un buen rato a solas con nosotros. Se presenta con una botella de Holy Water y una coca-cola, por eso de darle un poco de color al imbebible orujo local. Pasamos un rato estupendo con él, charlando y afianzando nuestra amistad, cuando salimos Rafa y él notan el efecto del alcohol por sus venas. Esa noche hay unos conciertos de música tradicional en un hotelazo, allí nos dirigimos conjuntamente con Leo y Douglas; los bailes se van sucediendo, primero Manzoor, que nos muestra sus artes como bailarín, luego es el turno para Leo y Rafa, que esa noche se hacen famosos en Karimabad, por la mañana recibirán miles de saludos de los diferentes espectadores, su fama va de boca en boca…

Tal y como prometimos nos presentamos en el hotel de Gulmit, Gohar y Eyaz nos dan una calurosa bienvenida y nos sirven unas cervezas chinas bien fresquitas con una cereza a modo de aceituna en el vermut. No llevamos ni dos minutos allí sentados cuando Eyaz nos da la llave 203, esa es nuestra habitación, muy agradecidos rechazamos la invitación, sólo hemos venido a pasar el día, insisten. Almorzamos con ellos y conversamos durante horas, desde que nos fuimos de allí casi no han tenido clientela, la cosa está muy floja, esperan que en julio y agosto se recupere, sino no será una buena temporada, pero ellos no pierden su buen humor y nos lo transmiten a cada instante. Antes de irnos nos piden que les enviemos una receta para hacer sidra, pronto será la época de las manzanas y quieren destilar su propio elixir, incorregibles.

Buenos-días-II

Bashir con su hijo

Con tristeza les damos el adiós definitivo, nos invitan a la comida e insisten en que nos quedemos a pasar la noche, la tentación es grande, no sucumbimos esta vez. Antes de partir compramos unas cervezas chinas para Manzoor, seguro que se va a poner contentísimo. Regresamos andando hacia el bypass donde más de un mes antes sufrimos la rotura del disco de embrague, un hombre mayor en su jeep nos acerca amablemente hasta allí, cruzamos andando el glaciar que obstruye la KKH y llegamos hasta el puente donde nuestro hogar nos espera. Llegamos de noche a Karimabad, una de las últimas noches, ya queda menos para regresar a Islamabad, al infierno, a los 40 grados de Punjab, con un poco de suerte la lluvia nos acompañará haciendo más agradable la estancia, también el café, los quesos y las anchoas que hemos de recibir en la capital.

Rafa le comenta a Manzoor que tenemos una sorpresa para él, ya no es sorpresa, él no es tonto. Guardamos las cervezas en el frigorífico del Mulberry Hotel, esa noche estamos todos muy cansados, mejor para mañana. Al día siguiente Manzoor reúne a toda la tropa y se los lleva a recoger piedras, hay que construir una cuadra para su vaca, John, Dean, Leo, Rafa y algunos chicos del pueblo ayudan en la tarea, que exigirá dos días de trabajo, todos acaban con las manos ensangrentadas, no están muy acostumbrados a este tipo de actividad.

Buenos-días-IIITerminan sobre las 20h30 de la tarde y Manzoor desaparece, nosotros nos vamos al Mulberry Hotel, Çir Ali ha organizado un concierto de música tradicional para Tony y demás extranjeros, nos acomodamos en el restaurante a observar el espectáculo mientras esperamos la cena. Bebe, el argentino, se anima a tocar con ellos sudidjeridu australiano. Nos sirven la cena, carne a la brasa, no podemos evitar tomarnos una de las cervezas, Dean nos pide otra, Leo también, Manzoor no aparece y las cervezas se acaban. Pasadas las 23h aparece Mountain Tiger, ya no quedan cervezas, se molesta, no lo muestra aparentemente pero notamos su cambio de talante, sobre todo hacia nosotros dos, tiene razón pero al fin y al cabo sólo son unas cervezas. A la mañana siguiente me quedo sola con él en Eagle Nest, le pido disculpas pero me dice que ya se le ha pasado, que estaba esperando que Tony comprara Holy Water y nuestras cervezas y que cuando llegó no había nada. Regresamos a Karimabad. No nos quedan más que dos días y Manzoor nos evita continuamente, sobre todo a Rafa, intentamos suavizar las cosas pero se comporta como un niño, no podemos hacer nada. La última noche nos dice que nos va a echar de menos, quedamos con todo el mundo para desayunar al día siguiente, antes de partir hacia Raikot Bridge, pero Manzoor no se presenta, esperamos hasta las 10. No importa, sabemos que nos aprecia, es una niñería, seguro que si volvemos se pone contentísimo, nosotros no somos Félix Roig, cuando regresemos a Pakistán será la primera persona a la que contactemos, sin dudarlo.

Muchos encuentros, muy buenos momentos, echaremos de menos Karimabad, sus gentes, sus montañas, ¿cuándo regresaremos?

Hunzakuts

 

Los hunzakuts son un pueblo fuerte, acostumbrado al rigor de la vida en la montaña. Debido a lo inaccesible de los valles del Karakorum hasta la decada de los setenta, este pueblo ha mantenido muy vivas sus costumbres ancestrales. De hecho el valle de Hunza era el Reino de Hunza hasta que se construyó la KKH, es decir hasta los años setenta, momento en que pasó a formar parte del estado pakistaní.

Las mujeres gozan de mayor libertad que en el resto del país, teniendo acceso a educación y sanidad a todos los niveles. Se las ve andando y trabajando en los pueblos, algunas cubiertas y otras sin cubrir, pero siempre con el uniforme de blusón y pantalon ancho que no deja entrever su figura.

Baltit Fort

Emblema del pueblo de Karimabad y de toda la región este fuerte tiene más de 800 años, aunque su buen aspecto se debe a una laboriosa restauración que ha puesto el precio de las entradas en 300 rupias, 450 con cámara de fotos. En realidad se hallaba en el pueblo de Baltit, vecino superior de Karimabad, pero hoy en día ambos están fusionados en uno.