Baluchistán, región indómita
8 de abril de 2006
Cuando cerramos la puerta de la habitación del Bloom Star Hotel de Quetta me vine abajo, tanto física como psicológicamente, el camino hasta la capital baluchi había sido demoledor, primeramente por el paso de la provincia de Sistán-Baluchistán en Irán y por la ciudad de Zahedan, una ciudad fuera de la ley muy cercana a Afganistán y a Pakistán, aquí los conflictos entre sunís y chiíes están a la orden del día y el opio, procedente de Afganistán, se pasea en abundancia por las calles, afortunadamente parte del trayecto lo hicimos escoltados, aunque los últimos 65 Km hasta el puesto fronterizo con Pakistán los tuvimos que recorrer solos, nadie nos ofreció escolta, cuando se suponía que era la parte más peligrosa, el panorama era desolador y desalentador, desierto y mucho viento que arrojaba arena y suciedad a la furgoneta. Los trámites fronterizos fueron bastante rápidos en ambos lados de la frontera. Dos agentes pakistaníes nos lo hicieron un poco más fácil y nos quitaron algunos miedos que traíamos a cuestas, con ellos tomamos nuestro primer té con leche típico de Pakistán y mantuvimos una agradable charla, hasta que decidimos continuar camino hasta Dalvandin, donde teníamos la dirección de una casa de huéspedes, cambiamos algo de dinero, obviamente nos timaron, siempre ocurre en las fronteras, pero necesitábamos algunas rupias por si surgía algún imprevisto.
Debimos de haber hecho caso al agente que nos recomendó quedarnos en Taftan (a pocos kilómetros de la frontera), para la mañana siguiente temprano continuar camino a Dalvandin. En 300 Km hasta Dalvandin tuvimos un reventón y otra rueda se nos deformó peligrosamente, los últimos 100 Km los hicimos sin respirar, quedarnos en esta desolada región atrapados constituía un peligro muy real, no había coches, la tormenta de arena tapaba una carretera ya horrible de por sí y, si esto no fuera suficiente, Baluchistán es una región al margen de la ley, controlada por los baluchi, que tienen células terroristas activas en esta zona, ya teníamos referencias de un secuestro de dos turistas portugueses. Por fortuna llegamos caída ya la noche y nada más entrar al pueblo un coche de policía nos escoltó hasta su cuartel a través del pueblo, que estaba repleto de gente. Tuvimos un pequeño respiro, que duró poco, habíamos salido de Irán a las 8 A.M y parábamos a las 7 P.M. Ya en el cuartel nos registramos y tomamos un té, mientras veíamos enfrente a personas entre rejas, era un lugar sórdido y oscuro.
Les explicamos el problema con nuestras ruedas y enseguida fuimos a buscar una de repuesto, lo que fue una auténtica odisea, iba sentado entre el capitán del cuartel y otro hombre, en un jeep antiguo, dando botes, aunque al menos ya no llamaba la atención demasiado. El caso es que no tenía suficiente dinero para pagar, así que me llevaron a un callejón oscuro, de donde salió un hombre enorme y barbudo a los pocos minutos, ellos gritaban y yo no entendía nada, cogían mis dólares y hacían corrillos, murmurando, seguramente sobre el cambio que me tenían que dar, aunque yo lo tenía bien claro y no iba a permitir que me engañasen, aunque por otro lado estaba como en una nube, me preguntaba qué hacía yo en esta situación, pero resultaron gente honrada y me lo dieron exactamente tal y como era, pero noté lo que les gusta el dinero a esta gente, con las mismas volvimos a por la rueda, que ya la tenían preparada, no era ni del tamaño ni del peso que tenía que soportar, pero encontrar una rueda igual era imposible, así que nos tuvimos que conformar, no nos quedaba otra solución hasta que llegásemos a Quetta. Por fin llegamos al cuartel, podíamos seguir camino al día siguiente, que era lo más importante, nos metimos en un despacho y por fin respiramos un poco, Silvia había estado hablando con los demás oficiales y al llegar parecía que había hecho migas con ellos.
Ya en el despacho lo primero que hicieron fue sacar una botella de Whisky y beberse uno en dos minutos, luego se pusieron otro, nosotros bromeamos diciéndoles que para los musulmanes está prohibido el alcohol, ellos se rieron, desde luego si no hubiese estado tan agotado les hubiera acompañado, también me ofrecieron hachís, desde luego eran unos figuras, vaya piezas. Cuando notamos que ya se les empezaba a ir la olla decidimos irnos a dormir, la primera toma de contacto con el país había sido extenuante.
Al día siguiente, después de saciar su curiosidad, continuamos camino, nos hicieron escolta hasta el final del pueblo, después nos quedaban 400 Km por delante hasta Quetta, por una carretera muy estrecha, en muchos tramos sin asfaltar, cubierta de arena del desierto en otros y con un calor asfixiante. Pero lo que no podíamos ni imaginarnos es que pincharíamos de nuevo, era la gota que colmaba el vaso, nos desmoralizó muchísimo, teníamos que recorrer los últimos 200 Km sin rueda de repuesto; unos hombres nos ayudaron sin que se lo pidiésemos, después nos pidieron unos bolígrafos.
Llegamos a Quetta al atardecer, de nuevo agotados, era una ciudad caótica, sería nuestra primera toma de contacto con una ciudad pakistaní, llena de coches, ciclistas, burros y caballos por las calles, atestada de gente que cruzaba sin mirar, coches, camiones y los impredecibles Rickshaws (motocarros que se usan como taxis), que se cuelan entre los coches por lugares imposibles. Aparcamos como pudimos y preguntamos en varios hoteles hasta encontrar el Bloom Star, donde dejaban aparcar automóviles en un garaje interior, había dos furgonetas alemanas que venían de India y llevaban varios días allí.
La última y desagradable sorpresa del día fue que teníamos que pagar por adelantado la habitación del hotel, así que tuvimos que ir en busca de un cajero automático, montados en nuestro primer Rickshaw, que son realmente incómodos, tardamos mucho en encontrar el cajero, el chaval que nos llevaba no sabía donde estaba y tuvimos que pararnos a preguntar varias veces, el ruido del tráfico en la ciudad era insoportable y la polución casi no te dejaba respirar. Volvimos a la hora y media y ya en la habitación comimos una ternera con curry que nos devolvió algo la vida, llevábamos dos días comiendo muy poco, caímos rendidos.
A la mañana siguiente, tras el sueño reparador, nuestro único objetivo era conseguir dos ruedas de repuesto, aunque al final compramos cuatro… y de camión, algo más estrechas pero muchísimo más anchas de grosor, más fuertes, las compramos de segunda mano, estaban como nuevas y nos salieron mucho más baratas que unas nuevas. Para tal tarea contamos con la ayuda de Yunes, un pícaro empleado del Bloom Star que durante toda la mañana nos había ofrecido todo tipo de servicios, como limpiarnos la furgoneta o los zapatos o hacernos un masaje, pero su ayuda no fue altruista y le tuvimos que dar 150 rupias. Cogimos la avenida principal camino de Lorelai pero un oportuno policía nos dijo que debíamos de coger otro camino, que había rebeldes en la carretera hacia Lorelai, muy cercana a la frontera con Afganistán, eso nos hacía desviarnos 400 Km hacía el sur, otra faena. Por lo menos el paisaje se hizo más agradable y la carretera mejoró, fue desapareciendo el desierto y empezaron a aparecer algunos oasis o campos de trigo, amarillentos por el calor. Tardamos cuatro horas y media para recorrer 300 Km hasta llegar a Jacobabad, en la frontera con la provincia de Sindh, buena media. Paramos en un cuartel donde dos guardias se quedaron bloqueados al vernos, les intentamos pedir permiso para quedarnos a dormir pero no entendieron nada, así que nos llevaron a un cuartel cercano, donde nadie hablaba inglés y lo único que hacían era mirarnos como atontados, hacía un calor sofocante y los mosquitos aparecían en masa, finalmente llego un capitán muy elegante y que hablaba inglés, con el entramos en un despacho y tomamos un refresco, charlamos un poco y vimos la televisión, el primer momento de descanso del día, nos comentó que estábamos en el lugar más cálido de Pakistán y que en verano alcanzaban los 50 o 55ºC, también nos dijo que era una zona de malaria, noticia que no recibí con mucha alegría. Pasamos muy mala noche, demasiado calor. A la mañana siguiente salimos pronto del cuartel, nos pusieron escolta ininterrumpida durante 12 horas, no sabemos que hilos movería este señor, pero fue otro día infernal.
Dura entrada en Pakistán
Sufrimos mucho hasta llegar a Quetta, circulando por carreteras de un carril, llenas de baches y arena que entraba desde el desierto y donde los camiones te echaban a la cuneta sin ningún miramiento.