La escolta
12 de abril de 2006
Aquella mañana del 12 de abril del 2006 nos despertamos en un cuartel de la policía en la última población de Baluchistán, nos esperaba un largo día en el que pretendíamos cruzar la provincia de Sindh hasta el Punjab y buena parte de esta otra provincia hasta la ciudad de Sahiwal. Un coche de policía esperaba para guiarnos hasta la salida del pueblo, o eso pensábamos nosotros, sería como en Dalvandin, nos escoltarían entre las gentes para dejarnos luego partir a nuestro aire.
Cuando alcanzamos lo que se puede llamar final del pueblo el coche continuó, pensamos entonces que quizás preferían llevarnos hasta la frontera con la provincia de Sindh a apenas tres kilómetros de donde nos hallábamos en ese momento. Y así fue, en ese punto se despidieron de nosotros, pero ante nuestra sorpresa nos indicaron que siguiéramos a otro vehículo de policía que esperaba en el arcén, sin hacer preguntas así lo hicimos. En un principio era divertido, el coche oficial iba delante de nosotros y nos habría paso en las poblaciones que encontrábamos a nuestro paso.
Teníamos que recorrer unos cincuenta kilómetros antes de incorporarnos a la «autopista» que une Karachi (en la costa índica) con Lahore (en Punjab) e Islamabad (en el norte del país), seguramente ese sería el lugar en el que por fin nos dejaran circular solos. En ese corto tramo hasta Sukkur, en la cercanía de una aldea, una manifestación con pancartas nos cortó el paso, un pequeño grupo de jóvenes vitoreaban en alto lo que debían ser pasajes del Corán o exaltaciones religiosas, recordé entonces que ese era el día de Mahoma, no es una fiesta oficial pero en muchos pueblos y ciudades se celebra por todo lo alto. Los chavales, sólo chicos, parecían amables, pero uno de los mayores, con cara de bruto, se acercó a preguntarnos un par de cosas: 1) ¿Sois americanos?, 2) ¿Cuál es vuestro nombre? y 3) ¿Sois musulmanes?, justo en el momento en que respondíamos a esas preguntas y estábamos rodeados por la manifestación al completo vino uno de los policías a decirnos que siguiéramos, que no nos paráramos, ¡ni que lo hubiésemos hecho a posta! Posiblemente no hubiera pasado nada aunque la policía no hubiera estado allí, no podemos saberlo, este es el único momento en que puede que la escolta nos sirviera realmente para algo…
Ya empezábamos a desesperar, la autopista tenía que estar al caer, seríamos libres por fin; pero no, el cuarto o quinto relevo tuvo lugar allí mismo, antes del peaje, que por cierto no tuvimos que pagar por ser extranjeros o por ir con escolta. Y así fueron pasando los minutos, las horas, no dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo, un coche tras otro, la cadena no se rompía nunca, en alguna ocasión nos creímos libres, un coche se despedía y no había otro esperando, pero era mentira, veinte metros después aparecía el nuevo convoy, con el soldado armado en la parte de atrás. A media mañana tuvimos una curiosa conversación con uno de los policías al mando:
Nosotros: Perdone, ¿hasta cuándo va a durar esta escolta?
Policía: No sé, ¿dónde la solicitaron?
Nosotros: ¡Qué!, nosotros no hemos solicitado ninguna escolta, tan sólo pasar la noche en una tranquila comisaría de carretera.
Policía: Pues no sé qué decirles, cumplimos órdenes.
Algún jefazo de Baluchistán había organizado la escolta sin que nosotros lo hubiésemos pedido y la cosa había llegado hasta oídos de algún responsable en Sindh, que se lo había transmitido a su vez a otro pez gordo de Punjab, ya bromeábamos con la posibilidad de que el mismísimo presidente Musharraf nos llamara esa misma noche para ver que tal había ido el día con la escolta.
No sabemos cuántos relevos hubo, lo menos quince o veinte, casi todos pick-ups azules de la marca Toyota, algunos de ellos circulaban a una velocidad razonable, pero en alguna ocasión Rafa estuvo al borde de un ataque de nervios, ¡¡¡en plena autopista a menos de 40 Km/h!!!, y si intentábamos adelantarles nos lo impedían.
Seguían pasando las horas, nuestros estómagos no habían ingerido nada nuevo desde el desayuno, seis o siete horas antes, y no os creáis que ellos se plantearon el hecho de que éramos seres humanos con necesidades, para nada, tuvimos que hacer nuestras necesidades a bordo y en movimiento, ¡qué mareo! Y por supuesto no pudimos parar para tomar buenas fotografías, cruzamos medio país viendo maravillas y sin poder retenerlas con nuestra cámara. Cuando ya íbamos a morir de inanición les hicimos parar y les comunicamos nuestro estado, en seguida pararon en una gasolinera de las miles que poco a poco van abarrotando la autopista, y nos permitieron comprar galletas, patatas de bolsa y un par de litros de coca-cola, ¡de locos! Ya estábamos de nuevo en marcha, un coche, otro coche, ¡A salaam aleikum! para los nuevos, ¡Joda hafiz!, ¡Merbani! a los que se van, como autómatas.
Entonces comencé a sentirme mal, me dolía mucho una pierna, era un dolor interno, y recordé un síndrome de esos que se dan en los aviones en los trayectos largos, por no cambiar de postura en horas se te forma un coágulo que no deja circular la sangre, sin hipocondría alguna empecé a agobiarme, llevábamos once horas sin parar, ya no podía más, y el dolor iba a más. Paramos al coche de turno y les hicimos saber que ya no podíamos continuar, que nos llevaran a alguna estación de policía, nos dijeron que no había ninguna hasta Multán, que teníamos que hacer los 70 kilómetros que quedaban, ¡¡cómo!!, ¡¡pero están locos!!, hasta Multán nos tocó ir, como zombis atravesamos la urbe tras el último coche, que esta vez sí conocía las necesidades humanas y nos acompañó a comprar comida precocinada antes de escoltarnos a la Ciudad de la Policía en una de las megalópolis pakistaníes. La mañana siguiente comenzó de la misma forma, no nos agobiamos, nuestro destino se encontraba a unos cien kilómetros, quizás hasta nos fuese de ayuda la policía para encontrar el taller que buscábamos, ¡¡qué paradoja!!, justo entonces, treinta kilómetros antes de Sahiwal van y nos dicen que podemos seguir solos, ¡pero cómo!, ¿por qué ahora?
Definitivamente están todos locos, no se sabe de donde vienen las órdenes pero en una noche se despliega un programa policial que mueve a medio país para acompañar a dos pobres españoles en su periplo por Pakistán. Sabemos de unos suizos que sufrieron la misma experiencia, aún peor, tuvieron escolta desde Quetta (a 700 km de la frontera con Irán) hasta Islamabad, 24h NON STOP, ni para dormir…¡en el fondo no nos podemos quejar!