Sahiwal, cambios en la furgoneta

13 de abril de 2006

¿Y por qué queríamos ir a Sahiwal? Muy buena pregunta, para responder hemos de remontarnos un mes en nuestra travesía, al día que conocimos en una gasolinera a Ferdi y Andrea, una entrañable pareja de alemanes. Ferdi es un hombre muy avispado y con muchas ideas, cuando ya se encontraban de regreso a casa, casi en Pakistán, se le ocurrió que podían instalar un depósito de gasoil adicional, seguramente les saldría muy barato y podrían ahorrar mucho dinero en la vuelta, por ejemplo rellenando los depósitos en Irán antes de entrar en Turquía. Según lo pensó lo llevó a cabo, para ello dio con un taller en Sahiwal, en el Punjab pakistaní, el taller del señor Munir. Nos explicó cómo le habían instalado dos depósitos de 45 litros cada uno debajo del chasis, ahora viajaba con una autonomía de 160 litros, él mismo le echó un ojo a nuestros bajos y nos dijo que a nosotros nos cabrían incluso tres depósitos como los que él tenía. Sin dudarlo apuntamos todos los datos del taller y nos medio olvidamos del tema por un tiempo.

Sahiwal-V

Jugando al fútbol

Jugando al fútbol

Casi un mes después nos hallamos junto a la frontera con la firme idea de instalar nosotros también un par de depósitos de gasoil, no sólo para ahorrar dinero en algunos países sino para tener que preocuparnos menos de llenar el depósito, podríamos subir la autopista del Karakorum y regresar a Islamabad sin necesidad de repostar. Así fue como nos pusimos en marcha hacia el Punjab, y tras tres días de camino, tres pinchazos y una escolta de más de doce horas conseguimos llegar hasta el lugar.

Cuando llegamos a la ciudad nos dimos cuenta de la magnitud de la misma, el caos era tremendo, el ritmo de los vehículos y las personas en la calle frenético, se trataba de un importante núcleo urbano, de más de un millón de personas. Un joven al que preguntamos nos acompañó hasta el taller con la moto, ¡menos mal!, sin su ayuda nos habríamos vuelto locos entre la muchedumbre. Nada más entrar nos recibió Munir en persona, unos pocos minutos bastaron para que recordara a Ferdi y Andrea y nos acogiera como a unos viejos amigos, nos acomodamos en una sala con sofás, televisión y un gran ventilador y disfrutamos del té con leche y los refrescos, en esa misma habitación pasaríamos gran parte del tiempo que vivimos en Sahiwal. Ese día todo fueron invitaciones y presentaciones, éramos, como en tantas ocasiones nos había ocurrido, la atracción del lugar, pero estábamos a gusto.

Sahiwal-VIIEsa misma tarde le echaron un ojo a nuestro hogar y nos dijeron que se pondrían al trabajo al día siguiente. Según pasaban las horas y los días fuimos conociendo a todos los trabajadores del taller, a los familiares de Munir y a una serie de personajes que aparecían cada día por allí. Cada mañana el lechero nos traía leche fresca para desayunar, el té nos lo proporcionaba otro señor cuyo negocio se encontraba en la calle aledaña, varios grupos de mujeres se acercaban para abastecerse de agua en el jardín, una de ellas, Bili, se dejó fotografiar.

La primera mañana Aseem, el ayudante de Munir, nos comentó las posibilidades que tenía nuestro vehículo, no podían instalar dos depósitos de 45 litros como hicieran en la Volkswagen de Ferdi, nos propusieron dos alternativas, la primera era instalar un único depósito de 45 litros, la segunda era mover parte del tubo de escape a un lateral e instalar un único depósito de unos 90 litros. Estuvimos dudando un buen rato, y al final nos convencieron para realizar lo segundo, de lo cual nos hemos arrepentido en varias ocasiones, según nos mostraron el silenciador seguiría estando a la misma altura, pero a la hora de la verdad no encontraron la manera de instalarlo a la misma altura, y perdimos altura en los bajos, lo que nos ha supuesto más de un disgusto en nuestro periplo por las Northern Areas de Pakistán. Se pusieron al trabajo en seguida, tardarían dos o tres días en tener el trabajo acabado, eso suponía quedarnos allí al menos hasta el domingo, ya que al día siguiente era viernes, día libre en el taller.

Mientras tanto nosotros nos íbamos encariñando de la gente, los dos niños de origen pastún, aprendices del oficio, nos robaron el corazón y al cabo de la semana les habíamos regalado varios juguetes, lápices, bolígrafos y gomas de borrar, y dos camisetas mías de manga corta que duraron limpias no más de veinte minutos.

Preparando la boda Punjabí

Preparando la boda Punjabí

El mal rollo hizo presencia al cabo de cuatro días; el segundo día yo había notado la pérdida de dos mil rupias, unos 27 euros, lo comenté con Rafa pero decidimos que seguramente lo habíamos extraviado en alguna prenda de ropa, que ya aparecería. Pero al cabo de dos o tres días, cuando ya habíamos cambiado parte de los cheques de viaje, volví a echar en falta dinero, esta vez cuatro mil rupias, era obvio que ese dinero nos lo habían robado. Por la mañana le explicamos con la mayor sutileza del mundo a Munir lo que nos había pasado, él, muy disgustado, habló con los trabajadores del local y nos pidió que no dejásemos nunca más la furgoneta abierta, en ningún momento habíamos pensado en cerrarla hasta entonces.

No había transcurrido ni una hora cuando uno de los trabajadores se acercó a la sala donde estábamos tomando un té, le comentó algo a su jefe y salió. Entonces Munir se acercó a mi y me preguntó si habíamos dejado algo de dinero en un banco de madera, le dije que no, tal y como desaparecieron las seis mil rupias volvieron a aparecer en ese momento en un montón sobre el banco. Quien quiera que lo hiciese debió pensar que como somos extranjeros nos sobra el dinero y no dudó en sisarnos un poco (el equivalente a dos salarios de un mecánico), si Munir no llega a ser una persona muy respetada por sus trabajadores seguramente no hubiésemos vuelto a ver ese dinero.

Sahiwal-IVLa mañana del lunes 17 de abril el trabajo estuvo acabado, aunque ni Munir ni sus trabajadores se querían despedir de nosotros, insistieron mucho en que nos quedáramos, nosotros no aguantábamos más allí, el calor y los mosquitos nos hacían la vida imposible, además no queríamos retrasarnos más, ya llevábamos nueve días en el país y casi no habíamos hecho nada. Aún así nos vimos obligados a aceptar al menos la invitación de Aseem para comer en su casa en Okara, a media hora en coche de Sahiwal. Cuando quisimos ponernos en marcha hacia Islamabad eran casi las tres de la tarde, era seguro que de llegar a la capital lo haríamos en plena noche, aún nos quedaban por lo menos cinco horas de autopista, más de cuatrocientos kilómetros. Yo dudé un par de veces sobre quedarnos a dormir en una estación de servicio, pero Rafa quería llegar al camping esa misma noche, su tenacidad nos ayudó y gracias al plano de la guía llegamos sin grandes dificultades al famoso Camping Site de Islamabad, un paraíso para los overlanders que viajan entre Europa y Asia, más de diez vehículos europeos se encontraban allí aparcados, no nos moveríamos de allí en una semana.

El equipo de Munir

El equipo de Munir

Taller de Munir: Finalmente nos instalaron un depósito metálico de unos 80 litros, ganamos en autonomía pero perdimos altura en los bajos, ya de por si bastante bajos en la volkswagen transporter. Posiblemente no fue muy buena idea y debimos haberlo pensado más detenidamente antes de hacer las modificaciones. Ahora tenemos que tener más cuidado cuando circulamos por carreteras malas, las cuales abundan en Pakistán, India y Nepal.

Sahiwal - Punjab

El calor es sofocante durante casi todo el día, y eso que estábamos en abril, la gente aprovecha cualquier sombra para descansar.

Chai

El tradicional té con leche pakistaní se cocina en una cacerola, en algunos locales lo cuecen directamente con la leche y en otros lo hacen primero con un poco de agua y en mitad del proceso le añaden la leche.