Kandy, la otra capital

30 de enero de 2007

El autobús nos dejó literalmente tirados en medio de la calle principal de Kandy, caminamos en dirección sur y en breves minutos nos vimos junto al lago. Sabíamos que había varios alojamientos económicos al otro lado, parecía bastante sencillo llegar caminando y así lo hicimos, a mitad de camino un hombre se ofreció a acompañarnos, no le hicimos mucho caso pero seguimos su consejo de atravesar el monasterio Malwatte Maha Vihara para llegar a nuestra primera opción, la Pink House.

Kandy-II

Pelícano en el lago de Kandy

La casa es muy bonita pero las habitaciones están un poco dejadas, aún así el precio nos convino y decidimos quedarnos. Escogimos la habitación más grande, esparcimos todas nuestras posesiones por cada rincón y nos echamos un rato en la cama, cubierta por una enorme mosquitera (en todos los hostales de Sri Lanka hemos encontrado mosquitera, un lujo que no se encuentra en India).

Descansados nos fuimos de paseo por el lago hacia el centro de la ciudad, volvimos a atravesar el monasterio, esta vez disfrutando más de la visita sin el peso de nuestras mochilas. Era casi de noche y no teníamos prisa por visitar la ciudad ya que habíamos decidido quedarnos tres noches allí, así que decidimos entrar en un internet a chequear los emails, teníamos que aprovechar la tarifa de 20 a 40 rupias la hora, en los demás lugares costaba entre 4 y 8 rupias el minuto (de 2 a 5 euros la hora). Para hacer un poco de tiempo hasta la cena caminamos hacia el mercado en busca de un mechero para Rafa, fue imposible encontrar uno, tuvo que conformarse con unas cerillas que hallamos después de más de media hora de búsqueda, al día siguiente nos pasaría lo mismo para encontrar cigarrillos y decidió comprarse varias cajetillas para los siguientes días.

Kandy-IIIEsa noche cenamos en el restaurante Devon, que posee un amplio menú con platos italianos, occidentales, chinos y locales y cuyos precios son muy razonables (parezco la guía Lonely Planet…jejeje). Comimos muy bien, un cerdo deville (plato típico con una salsa parecida a la de soja) y otro plato de pollo guisado, todo acompañado del sempiterno arroz que nos acompaña desde Irán y al cual Rafa le está empezando a coger manía (en Singapur y Kuala Lumpur sigue siendo ingrediente básico, al menos toca una vez al día).

Nuestra primera mañana en Kandy la iniciamos con una caminata alrededor del lago por el lado no urbanizado, los varanos, algunos enormes, descansaban al sol o nadaban cerca de la orilla, veríamos al menos seis ese día.

Una media hora después nos alejamos de la orilla y caminamos dirección al Templo del Diente de Buda, en torno a él se encuentran algunos de los sitios de interés de la localidad. Una estrecha carretera asciende junto al Museo Nacional en dirección al Cementerio Británico Garrison, la entrada estaba abierta y no se veía al guardia, cuando llevábamos unos minutos apareció y comenzó a contarnos anécdotas, conocía los detalles de las muertes de todos los allí enterrados, muchos muertos por fiebres maláricas o abatidos por elefantes. Le dimos una propina por la compañía y las explicaciones y continuamos hacia el museo, incluido en el Round Ticket. En el interior se exponen muchas cosas variopintas, desde muebles de madera maciza a animales disecados o esculturas a tamaño natural de unos reyes. De allí nos dirigimos al cercano Palacio Real que, bajo el asombro de las personas que andaban por allí, se encontraba cerrado, como abandonado.

Le tocaba el turno a los templos, el Natha Devale, el Pattini Devale y el Vishnu Devale, los dos primeros comparten un patio con varias pequeñas dagobas blancas y algunos bodytrees. La zona tenía mucho ambiente, muchos fieles, tanto hindús como budistas, realizando sus plegarias y sus ofrendas en distintos puntos del recinto, un grupo de creyentes sentado en el suelo escuchaba con atención las enseñanzas de un monje, todos resguardados del sol bajo un gran árbol.

La mañana había sido muy provechosa, nos merecíamos un almuerzo y una siesta, esta vez optamos por la amplia variedad de pinchos (no como los nuestros, por supuesto), pastelitos de carne o verduras, canapés de salchicha y milhojas salados rellenos de distintas cosas. El local elegido fue el Delight Bakers and Sweet House, donde de postre podríamos escoger entre decenas de dulces y pasteles.

KandyPor la tarde seguimos inspeccionando los alrededores, en una esquina del lago visitamos la tienda gubernamental Laksala, los precios no eran muy elevados, como pudimos comprobar días después en nuestra estancia en las playas del suroeste. Aún así no compramos nada, no queríamos cargar con muchas cosas, aún nos quedaban muchos días en Sri Lanka; bueno, esta excusa duró menos de una hora, una vez en el mercado acabamos adquiriendo un asiento de cuero triangular con sus tres patas de madera, eso sí a precio local tras una dura negociación, fue una excelente adquisición por unos cinco euros. También miramos los bellos batiks, pero los precios eran astronómicos, finalmente compramos una tela en una tienda local, exactamente la misma que usan los hombres de falda, porque aquí, como en el sur de la India, todos llevan una tela como si fuera un pareo, a veces por encima de la rodilla y otras hasta los pies.

Esa noche cenamos en el KFC, que resultó ser más caro que un restaurante normal, los restaurantes de comida rápida en estos países son restaurantes de lujo donde sólo las familias adineradas pueden permitirse comer.

La segunda mañana nos lo tomamos con más calma, disfrutamos del aromático café de puchero del hostal, clareado, como no, con leche en polvo (en la verde Sri Lanka no hay leche, la importan de Australia o de la India, rara vez la sirven fresca, suele ser en polvo), y despacio nos encaminamos al Templo del Diente de Buda. Como el templo no parecía tener mucho de especial y el precio era de 500 rupias (gratis para ellos, como en todos los monumentos), nos separamos, Rafa visitaría el templo mientras yo me daba una larga sesión de internet buscando información y poniéndome al día con los emails. Nos encontramos en la puerta una hora y media después, el templo era interesante, renovado tras la bomba que lo dañó en 1998, eso sí, el ambiente era agobiante, con cientos de peregrinos locos por ver el supuesto diente del maestro.

De camino hacia el mercado compramos comida para llevar en la ya tan andada calle Dalada Vidiya, unos canapés y un packet lunch, la forma más barata de comer en Sri Lanka, un paquete de arroz con curry de ternera, pescado, huevo o verduras, todo por medio euro. Nos lo llevamos al hostal pero antes volvimos a pasar por el mercado a comprar una bolsa de viaje, la necesitábamos para meter varias cosas que habíamos ido comprando, como la silla y una guía de Malaysia.

Kandy

Lago

Es un lago artificial que domina la ciudad más bella del país. Fue construido en 1807 por Sri Wickrama Rajasinha, el último gobernante del Reino de Kandy. Éste reservó un pequeño islote para su harén, que más tarde sería usado como almacén de munición por los británicos.

Aunque resistieron a los embistes portugueses y holandeses, las gentes de Kandy no pudieron resistir el ataque británico que añadió Ceylan a sus colonias de las Indias. En menos de un siglo y medio los británicos dejaron su huella en la ciudad de Kandy, donde casas y hoteles mantienen un aire colonial, como el hotel Queens situado junto al lago.

Templo del diente de Buda

Kandy es un lugar de peregrinaje para todos los budistas del mundo, en sus inmediaciones se halla el templo del Diente de Buda. Se dice que en su interior descansa uno de los dientes del príncipe Siddharta que fue robado de la pira funeraria en el año 543 a.C. y llevado a Sri Lanka en el siglo IV d.C. escondido en los cabellos de una princesa.