Mirissa, las playas del sur

4 de febrero de 2007

Mirissa-IVSaludamos al Océano Índico de nuevo y hacíamos nuestra primera visita al mar en Sri Lanka, a la costa que fue seriamente dañada por el Tsunami, no nos faltarían testimonios de la tragedia durante toda nuestra estancia en la costa sur del país.

Pero Mirissa fue tocada por la fortuna durante ese fatídico día, mientras que a pocos kilómetros hubo pueblos arrasados, a Mirissa no le llegaron ninguna de las olas asesinas, o le llegaron con menor fuerza. El autobús que nos traía de Ella se pasó de parada, por lo que tuvimos que andar con nuestras mochilas durante un rato hasta llegar a la zona de hostales, enseguida echamos de menos el frescor del interior, aquí el calor húmedo era uno de los protagonistas. Por suerte no tuvimos que buscar mucho a lo largo de la carretera atestada de hostales y que corría paralela al mar, apenas a 40 metros. Nos alojaríamos en una casa de huéspedes de estilo colonial, uno de los chavales que llevaba el hostal nos ofreció una de sus habitaciones en un jardín, era el lugar perfecto.

Mirissa-V

Tras una reparadora siesta empezamos a investigar por los alrededores, la playa de Mirissa tendría unos 500 metros, llena de palmeras y con fina arena blanca, pero no muy apta para el baño, había grandes olas, de hecho este es uno de los lugares famosos en Sri Lanka donde los surfistas practican sus habilidades con la tabla.

MirissaDecidimos andar por la orilla hasta una colina, tras la cual nos habían dicho había dos pequeñas bahías con sus respectivas playas, al llegar estaba todo solitario, sólo una familia local andaba revolviendo la arena, en busca de restos de córales o conchas, nos sentamos sobre unas rocas frente al mar y pasamos el rato hasta que se puso el sol, sin darnos cuenta de que el mar cubrió por completo una de las playas, que daba acceso al sendero que conducía a Mirissa de nuevo, por lo que tuvimos que arremangarnos un poco.

En vez de coger el mismo camino iríamos paseando entre la jungla, de vez en cuando aparecían algunas casas, ocultas entre las palmeras. Esa misma noche nos pegaríamos una romántica cena en un chiringuito junto al mar, las mesas estaban directamente en la arena, todo muy coqueto, con el omnipresente icono de la bandera de Jamaica tras la barra.

Me levanté muy temprano a la mañana siguiente, con el objetivo de ver a los famosos Stick Fishermen, los pescadores locales que se suben a palos hundidos dentro del mar para pescar, pero no los encontré, aún así aproveché el madrugón para irme a ver a los pescadores de toda la vida, que muy cerca de la orilla, red en mano, se metían con sus barcas para luego sacar su recompensa.

Mirissa-IIIEsa tarde nos quedaríamos sin dinero y no había cajeros en el pueblo, por lo que tuvimos que coger un autobús a la localidad grande más cercana, Weligama. Aprovechamos de paso para visitar un centro de pulimiento de piedras preciosas, pero demostraciones vimos pocas y era más una tienda donde adquirir joyas que un lugar donde trabajarlas.

Fuimos al mar a pasear por una playa muy abierta y larga, de varios kilómetros de largo. Enseguida empezamos a ver las barcas de pesca típicas del país, parecidas a los catamaranes, pero fabricadas en madera, nos dimos cuenta que en todas había dibujadas banderas extranjeras y nombres de pueblos extranjeros, era el primer signo que veíamos de las ayudas recibidas tras el tsunami, había barcas con la bandera francesa, holandesa, kuwaití, japonesa, suiza, alemana, etc.

Mirissa-II

Una casa colonial

Continuando por la orilla nos encontramos a un grupo de hombres con los que nos sentamos un rato, pertenecían a una pequeña aldea, uno de ellos nos llevó al interior de la aldea, mostrándonos restos aún no recogidos del tsunami, barcas partidas por la mitad, palmeras destrozadas, etc.

Empezamos a ver chalets de dos plantas nuevos, al fijarnos vimos la bandera suiza en la fachada de todos ellos, habría decenas por todo el pueblo. Una familia nos invitó a subir a una de ellas, estaban realmente felices de vernos, mientras la madre iba presurosa a la cocina para regalarnos una papaya, el hijo nos contaba como en minutos, las olas se llevaron todas las casas del pueblo por delante, llevándose también a 1200 personas.

Y así acabó nuestra primera toma de contacto con las playas de Sri Lanka, que ya no dejaríamos hasta nuestro regreso a India.

Playas del sur

Desde Mirissa, subiendo una pequeña colina y atravesando unos minutos la jungla se accede a una serie de bahías solitarias.

En la playa de Mirissa se distribuyen algunos chiringuitos, en ellos se puede disfrutar de una buena comida o cena en alguna mesa sobre la arena. Por la noche se puede tomar algún cubata, por supuesto bajo las notas del Legend de Bob Marley, que resulta ya algo manido. Mucho más real es levantarse a las seis de la mañana para ir a ver a los pescadores.

Tsunami en Sri Lanka

El 26 de Diciembre del 2004 un devastador tsunami arrasó las costas de varios países del Sudeste Asiático, el sur de Asia e incluso el este de África. No se sabe exactamente cuántas personas perdieron la vida, en las costas de Sri Lanka fueron más de 30.000.

Paseando por la costa, desde Mirissa a Weligama, llegamos a una pequeña aldea que fue devastada por el tsunami, un chico nos invitó a su nueva vivienda, construida, como todas las demás del pueblo, bajo una iniciativa del gobierno suizo. En cuestión de minutos, la gran ola devastó el pueblo, segando la vida de 1200 personas, aún quedaban algunas casas destrozadas, así como barcos (tambien reemplazados por otros países).