Polonnaruwa

27 de enero de 2007

El autobús nos dejó en la zona turística de Polonnaruwa muy cerca del Museo Arqueológico y los primeros restos de la antigua ciudad. Al descender, varios rickshaws se acercaron a nosotros para ofrecer sus servicios, todo en un tono educado y cordial, sin agobiar como a veces nos ocurre en India. Sabíamos que los hostales se encontraban allí mismo, no necesitábamos transporte, tras comentar nuestro presupuesto a los presentes nos indicaron una casa de huéspedes a menos de veinte metros de donde estábamos, allí nos ofrecieron una habitación por 500 rupias, era bastante cutre, pero suficiente para una noche, no faltaba el ventilador ni las mosquiteras.

Polonnaruwa-IIIUna vez esparcidas todas nuestras pertenencias por la habitación nos dimos cuenta de que algo faltaba, una bolsa de plástico con las zapatillas de deporte de Rafa y mis chanclas se habían quedado en el autobús; un rickshaw aprovechó la coyuntura y nos sajó llevándonos al pueblo siguiente, donde acababa el trayecto, pero mereció la pena porque hallamos el autobús y nuestro calzado en su interior. Ya que estábamos allí decidimos comer antes de regresar, esta vez en transporte público. Cruzando la calle, frente a la estación de autobuses, encontramos un pequeño restaurante, allí nadie hablaba una palabra de inglés, sin embargo fue bastante fácil comunicarse con ellos, comimos arroz con curries vegetales y una pieza de pollo frito, todo por dos euros y medio, incluida la bebida.

Pensábamos realizar la visita a Polonnaruwa esa misma tarde, pero el tiempo se truncó y una fuerte tromba de agua cayó durante al menos dos horas. Cuando amainó la tormenta inspeccionamos los alrededores, llegamos hasta el lago, a unos cincuenta metros del hostal, en el camino vimos nuestro primer varano, junto al sumidero que salía de la cocina de nuestros anfitriones, la mujer lo ahuyentó como pudo, tenía mucho arte, se notaba que el animal la visitaba a menudo. Dejamos la visita al lago para el anochecer y nos dirigimos hacia los restos de un palacio situado junto al museo, no quedaba gran cosa en esta zona, lo más destacable las bases de un edificio columnado con una estatua aún en pie de un león. Como el tiempo seguía revuelto no nos atrevimos a continuar, sería mejor hacerlo por la mañana, en su lugar veríamos el museo, donde se exponían objetos, fotografías y explicaciones sobre varias ciudades antiguas (Anuradhapura, Polonnaruwa, Sigiriya, Mithingale, etc), una visita muy interesante que nos ayudaría mucho al día siguiente, ya sabíamos cuáles eran los edificios más destacables de Polonnaruwa.

Polonnaruwa-IVPor la mañana, después de desayunar en un local de la calle principal, nos reunimos con el rickshaw que nos conduciría a visitar el resto de la ciudad, lo habíamos decidido así la noche anterior viendo en el mapa lo esparcidas que están las distintas edificaciones y lo peligroso de la meteorología en esa zona del país, que se encontraba en plena época de lluvias.

El rickshaw nos introdujo por la puerta sur donde unos guardas nos agujerearon las entradas del Round Ticket adquirido en Anuradhapura dos días antes, ésta habría sido otra de las entradas a 20 dólares. Comenzamos por el Palacio Real, la Sala de Audiencias y los Baños Reales, lo más bonito era la armonía del conjunto con el entorno, tan verde, con árboles y arbustos por todas partes, un lugar muy agradable donde caminar.

Continuamos por el Quadrangle, el primer plato fuerte, un conjunto situado como en una tarima a la que se accede por unas escaleras. En él se encuentran doce construcciones de interés, algunas en muy buen estado de conservación, la más llamativa y curiosa es el vatadage, un edificio de base circular con varias alturas, su base inferior tiene 18 metros de diámetro y a la parte superior se accede por cuatro entradas, en ésta se puede ver la estatua de una buda sentado. Los cuatro accesos están adornados por guardstones, relieves mitológicos de supuestos guardianes del santuario, y en la entrada principal, al norte, una preciosa moonstone inicia las escaleras. Junto a este singular edificio hay varios templos, casi todos mandados erigir por el rey Nissanka Malla.

Polonnaruwa-II

De nuevo una fuerte tromba de agua impidió nuestra visita, y tuvimos que resguardarnos de la lluvia en unos tenderetes frente al Quadrangle, donde aproveché para tomarme otro café.

Nuestro chofer nos condujo hasta la siguiente zona, donde vimos varios templos hinduistas dedicados a Shiva, y luego nos dejó en medio del camino hacia las ruinas del norte, para que fuéramos caminando y observando muchos restos arqueológicos en el camino, así como un par de dagobas más.

PolonnaruwaAl final del camino nos esperaba un grupo de stands donde muchos conductores descansaban, esperando a sus clientes. Tomamos un refresco e invitamos a nuestro acompañante a un té.

El segundo plato fuerte estaba a escasos metros de donde nos hallábamos, caminando unos cinco minutos llegamos al complejo de Gal Vihara, el más importante de Polonnaruwa. Se compone de cuatro magníficas imágenes de Buda escavadas en la roca, dos de ellas son de gran tamaño, la del Buda descansando y la de un Buda sentado (meditando), las otras dos son pequeñas. Es un importante lugar de peregrinación para los budistas y todos los días hay pequeñas ceremonias con tambores.

Como guinda del pastel visitamos al estanque en forma de flor de loto, muy pequeño pero en perfecto estado de conservación. A escasos metros se erige un edificio con pinturas murales en proceso de restauración, no se pueden apreciar bien pero se intuyen los vivos colores y el trazado de los dibujos.

El conductor quiso llevarnos a una tienda de recuerdos, lo típico, no es obligatorio comprar pero acabas llevándote algo en el 90% de los casos, no quisimos ir, nos esperaba un largo día aún, queríamos llegar a Dambulla y visitar esa misma tarde las renombradas cuevas que la hacen famosa.

Polonnaruwa

 

Polonnaruwa permaneció escondida entre la jungla hasta el 1820, cuando un teniente británico la encontró.

Los Budas

En el complejo de Gal Vihara, el más importante de Polonnaruwa se encuentran cuatro magníficas imágenes de Buda escarvadas en la roca, cada una en una posición que representa distintos estados de Buda, de pie, descansando, y dos sentados (meditando).