Golfo de Tailandia, camino de Bangkok

7 de julio de 2007

Aún quedaba una semana antes de que llegara la nueva visita y Phuket no nos había enganchado lo suficiente como para quedarnos, además de que los temporales comenzaban a hacer su puesta en escena impidiéndonos dormir en las playas. Según habíamos leído la costa del Golfo de Tailandia no se ve afectada por el mismo monzón que la costa del Mar de Andamán, allí nos dirigimos con la vaga esperanza de que fuera cierto, ya que apenas 150 kilómetros de distancia separan una costa de otra y no nos creíamos mucho que de repente el sol aparecería sin más.

Camino-a-Bangkok-IIEmprendimos la carretera que sigue la costa oeste hacia Myanmar con la intención de desviarnos por una nacional que cruza un parque nacional que nos habían recomendado visitar. Pudimos comprobar que al norte de Phuket la costa no está tan desarrollada y probablemente esconde algunas playas interesantes, pero el monzón nos quitó de la cabeza la idea de explorar esa zona, al igual que la de visitar el parque, la lluvia a veces se hacía tan intensa que nos obligaba a parar, queríamos salir de allí cuanto antes.

No es que al llegar a la otra costa dejase de llover pero al menos las lluvias fueron más moderadas y tuvimos todos los días unas cuantas horas de descanso, así pudimos explorar esta región, mucho menos transitada por extranjeros pero mucho más rica en historia y cultura.

La primera noche dormimos a unos kilómetros al sur de Chaiya, en una zona de manglares muy agradable, con un área para aparcar y hacer picnic donde nos acomodamos y pasamos una estupenda velada. La ciudad, una de las más antiguas del país, esconde en sus calles algunos de los wats más interesantes del sur, uno de ellos recibe todos los años a tailandeses y extranjeros en busca de cursos de meditación. Nosotros visitamos un par de ellos, uno muy rural a las afueras, y otro más majestuoso con un pequeño museo, donde una estupa dorada es la protagonista, aunque el origen del wat es muy antiguo las construcciones actuales poseen claras muestras del siglo XX.

Pretendimos sin éxito encontrar alguna playa al norte de Chaiya donde darnos un baño, en su lugar dimos con algunos pueblos de pescadores con cierto encanto. La pesca es una de las actividades más importantes de Tailandia donde se consume mucho pescado y marisco, como el clima no ayuda mucho a la conservación se fabrican muchas conservas, la mayoría desecadas o en salmuera, también es sencillo encontrar pescado fresco pero lo mejor es acudir a la hora en la que llegan las barcas para asegurarse de que es del día.

Continuando por la nacional 4 vimos un cartel que anunciaba el P.N. Khao Sam Roy Yot que significa los Trescientos Montículos, decidimos acercarnos a ver de qué se trataba, así fue como tuvimos el primer contacto con las nuevas tarifas del gobierno. Al llegar a la entrada un policía nos indicó que nos acercáramos a la taquilla a adquirir la entrada de 400 bahts por persona (9 euros), el doble de lo que indicaba la guía (en menos de dos años todos los parques naturales han pasado a costar el doble para los extranjeros), como nos pareció desorbitado y veíamos a muchos coches pasar el mismo guardia nos comentó, como pudo, que si no nos íbamos a salir de la carretera podíamos pasar pero que si queríamos ir a la playa teníamos que pagar. Como el resto de los coches condujimos a través del parque, aunque hicimos trampas y paramos en un lugar para subir a un mirador, ¡en qué hora!, el calor y la humedad convirtieron aquellos trescientos metros en un infierno.

Cuando quisimos llegar a Kiri Khan era casi de noche, nos dio tiempo a ubicarnos y a dar un paseo por el paseo marítimo desde donde las vistas de la bahía eran espléndidas, con varios islotes y numerosos barcos de pesca, el lugar ganó mucho al amanecer, cuando una luz plateada inundó el lugar y nos permitió disfrutar aún más del primer café matutino. Antes de dejar la población fuimos de tiendas, Rafa compró la tercera almohada del viaje, que, tal y como ocurrió con la segunda, dejó de ser de su agrado a los pocos días ¿habrá una cuarta?

Los mojones nos indicaban que cada vez nos encontrábamos más próximos a la gran capital, nuestra siguiente parada estaba a apenas tres horas en coche de Bangkok, se trata de una ciudad muy popular entre los tailandeses, con algunos de los templos más importantes del país.

Camino-a-BangkokPetchaburi o Pet Buri, como la llaman muchos tailandeses, posee entre otros el Wat Mahathat con sus tres estatuas doradas de buda, el Wat Kamphaeng Laeng de estilo khmer y el palacio Phra Nakhon Khiri en la colina Khao Wang, residencia de los reyes durante el siglo XIX y parte del XX. Pero estos nos son sus únicos atractivos, las calles y puentes que cruzan el río Mae Nam Petchaburi esconden mercados y comercios donde sus habitantes pasan gran parte de la jornada.

Esa primera tarde en Petchaburi la dedicamos a caminar entre los comercios, curioseando los productos del mercado de comida y visitando el Wat Mahathat que, a juzgar por la gente que había, es uno de los más visitados de la zona. La ciudad no nos inspiraba demasiado para pernoctar y, casi sin darnos cuenta, acabamos retrocediendo cuarenta kilómetros hasta la localidad de Cha’am, centro vacacional nacional, lo que vimos al llegar nos sorprendió bastante en un principio, al rato estábamos adaptados al Benidorm de Tailandia, viendo como las familias practicaban algún deporte acuático o hacían picnic bajo los pinos. Lo que según nuestra guía no era más que un pequeño pueblo de pescadores hacía unos años se había transformado radicalmente, ahora decenas de hoteles y restaurantes invitaban a los tailandeses a disfrutar del sol y la playa, una enorme franja de arena dorada de varios kilómetros bordeada de coníferas.

A primera hora estábamos de nuevo en Petchaburi ascendiendo en el teleférico que vence los casi trescientos metros de desnivel hasta el Palacio Real, una grata sorpresa. Los aposentos en sí eran sencillos pero el mobiliario importado de distintos puntos de Europa (o imitado) era una maravilla, sobre todo las sillas, mesas y cómodas de madera tallada. Junto a él se levanta un templo y un observatorio desde donde se obtienen buenas vistas del resto de la colina Khao Wang, en la que se pueden visitar una estupa gigante y otro templo siguiendo los caminos empedrados que recorren serpenteantes las laderas. Fue una excursión muy interesante, que culminó con el Wat Khamphaeng Laeng en la otra punta de la ciudad, un ejemplo en miniatura de los templos de Angkor en Camboya, el templo khmer situado más al sur.

Ya sólo faltaba visitar el mercado flotante de Damnoen Sadoak para conducir los últimos kilómetros hasta la mítica Bangkok.

Camino a Bangkok

Chaiya

Una ciudad olvidada por los turistas extranjeros, situada al norte de las provincias musulmanas, posee algunos wats interesantes, algunos de ellos se encuentran entre los más requeridos para retiros espirituales en Tailandia.

La playa de Kiri Khan no es la mejor del Golfo de Tailandia, sí es un buen lugar donde disfrutar del amanecer en la bahía salpicada de islotes y plagada de barcas de pesca.

La ciudad de Phetchaburi aún guarda algunas viejas casas de teca, la madera tropical más utilizada en Tailandia y que empieza a escasear en los bosques. El wat más visitado de Phetchaburi es sin duda el Wat Mahathat, que contiene en su vihan una serie de estatuas de buda doradas muy queridas entre los devotos. En una colina a las afuera de la ciudad se erige el palacio real de Khao Wang y Phra Nakhon Khiri, muy utilizado por los reyes anteriores como residencia de verano. Se accede al complejo en un teleférico cerca de la carretera nacional cuatro, al oeste de la colina. El complejo no sólo contiene el palacio, también hay una estupa enorme y un wat en el extremo oriental con buenas vistas de la ciudad y de la costa (a unos 10 kilómetros de distancia).