Ankara, la capital en la sombra

21 de diciembre de 2005

Ankara-VIIIVisitamos la capital turca en dos ocasiones, la primera de ellas llegamos el 20 de diciembre, esa mañana nos despertamos con carámbanos de medio metro colgando de la furgoneta, en una gasolinera a cien kilómetros de la ciudad, había pegado una buena helada. La enorme urbe se nos presentó como cualquier otra ciudad, con un tráfico horrible y denso, aunque los accesos eran bastante mejores que los de Estambul. A tal incomodidad había que unirle el frío, protagonista en ambas visitas. Aparcamos en el moderno y lujoso barrio de Maltepe para buscar la oficina de turismo.

Ankara-VIILo primero que hicimos al llegar fue pedir un plano de la ciudad y preguntar al hombre la ubicación de las distintas embajadas a las que teníamos que ir, al fin y al cabo el principal motivo de nuestra visita era tramitar visados de los siguientes países que seguían a Turquía en nuestro viaje y que teníamos intención de visitar, Irán, Pakistán, Turkmenistán y Uzbekistán. El hombre resultó muy solícito y amable.

Nos pusimos a andar con el objetivo de imprimir una fotos para nuestros amigos de An´Namatah, era algo que queríamos hacer desde hacía un tiempo. Mientras íbamos andando nos encontramos con una ciudad moderna, con altos y cuidados edificios y anchas calles, muchas de ellas transformadas en bulevares, parecía una ciudad que nada tenía que envidiar de las grandes urbes europeas. Llegamos a una avenida, por su anchura similar al Paseo de la Castellana, que tenía un enorme edificio acristalado, era un centro comercial, en el que entramos para ver si había alguna tienda de fotografía, no hubo suerte. Continuamos paseando (evitando el hielo formado en las calles) por una zona peatonal en el distrito de Kizilay, abarrotada de gente, con multitud de comercios y restaurantes de comida rápida. Aquí sí encontramos nuestra tienda y en un hora nos dieron las fotografías impresas.

Ankara-VIComimos en un restaurante y volvimos hacia la furgoneta, condujimos hasta uno de los principales barrios, Ulus, en busca de un hotel económico. Tras preguntar en tres o cuatro encontramos el Hotel Aydos, que por fuera parecía una casa otomana y a la entrada dos estatuas de leones custodiaban la puerta. El lugar nos enamoró de inmediato, todo el suelo del hotel, incluidas las escaleras, estaba enmoquetado en rojo con aparente falta de higiene y más polvo del deseado, las puertas de las habitaciones estaban tapizadas en cuero negro, con chinchetas para sujetarlo a los marcos, en la entrada un hombre muy educado junto a una estufa nos trató como a reyes, invitándonos a té antes de ver las habitaciones.

Ankara-VLas habitaciones tenían el techo altísimo, dos camas que parecían en buen estado y un sofá horroroso, la ducha estaba fuera y había que pagar 5 millones de liras por usarla (3 euros), fue la más barata que encontramos, sólo costaba 18 millones. Tras acomodarnos en nuestra pequeña suite bajamos a un salón, donde un grupo de seis hombres fumaban sin parar mientras veían la televisión, al principio nos miraron extrañados pero en cuanto nos conocimos se creó un ambiente agradable y una entretenida aunque trabada charla. El único fallo que tuvimos al escoger la habitación es no haber revisado las ventanas, no cerraban bien y una manta grapada a la pared servía para evitar que entrase el frío, pero no evitó mucho y pasamos una noche congelada, en la que la doble manta no ayudó demasiado y la calefacción necesitaba una revisión o el pago de un recibo…

A la mañana siguiente pensamos en dar un paseo por el barrio de Ulus, ver los restos romanos de la ciudad e ir al museo de las civilizaciones, uno de los más afamados de Europa. El hijo del dueño del hotel nos dejó aparcar la furgoneta en el hotel, así nos la vigilaría. Nos pusimos a andar pero como no habíamos desayunado entramos en una cafetería para tomar un té y algo que comer. Un hombre gordo enseguida empezó a bromear sobre mi ausencia de kilos, así que nos sacó comida sin parar, nosotros no sabíamos si el gesto sería una muestra de hospitalidad turca pero empezamos a comer sin preocuparnos mucho; no era tal muestra, tal y como notamos en la factura, al menos cogimos buenas energías. El barrio de Ulus era sin duda más modesto que Maltepe, de la gente de la calle, llegamos a un templo romano en la cima de una colina, el Templo de Augusto, quedaba bastante poco pero desde el lugar había buenas vistas de las colinas de Ankara, en donde se aglutinan todos los suburbios de la ciudad. Nos dirigimos al Museo de las Civilizaciones, al final de un parque camino de la ciudadela, una placa a la entrada recordaba el premio que obtuvo en el 1997, cuando fue elegido el mejor museo de Europa. Desde luego es un museo completo, ordenado y limpio, sobre todo centrado en la civilización Hitita y Frigia, aunque también recogía muchos objetos de otras civilizaciones, como los Hurritas u objetos del Neolítico, todo de la región de Anatolia.

Ankara-IIComo suele pasar en todos los museos, salimos un poco mareados pero con ganas de seguir, visitamos algunos restos más de la ciudad y anduvimos hacia el Parque Kurtulus, con la intención de patinar sobre el hielo, no hacía falta hacerlo de un modo oficial, ya que por las calles se podía patinar hasta cansarse, pero nos resultó una buena idea.

Al llegar al recinto no había nadie, salvo un chaval que nos invitó a patinar, los patines eran muy incómodos y yo casi no me mantuve en pie sobre ellos, sin embargo a Silvia se le daba bien y dio varias vueltas a la pista, mientras el bacalao aporreaba nuestros oídos. Tras nuestra mínima experiencia deportiva visitamos la Mezquita de Kocatepe, la más grande de la ciudad, de muy reciente construcción, apenas 50 años.

Esa tarde visitamos un gran centro comercial en el barrio residencial de Çankaya, donde estaban todas las embajadas. Se parecía bastante a La Vaguada, tenia 3 plantas comunicadas entre si por ascensor, cines, cafeterías y tiendas un tanto pijas de ropa. Nuestra idea era comprar un frontal para nuestro amigo de An-namatah, Bilal, pero no encontramos ninguno. Fuimos a curiosear la cartelera de cine y vimos que echaban King Kong en inglés, la nueva versión de Peter Jackson, no nos lo pensamos ni un momento, era un modo perfecto de echar la tarde. Cuando salimos de ver la película, muy entretenida por cierto, ya eran casi las 10 de la noche así que cogimos la furgoneta y nos paramos en una gasolinera a las afueras.

Ankara-IXA la mañana siguiente el termómetro marcaba -10Cº, la calefacción no arrancaba y la bomba del agua no funcionaba, todo se había congelado, nos preocupó un poco, era la primera vez que nos pasaba, afortunadamente a los tres días todo volvió a la normalidad, nada se había estropeado. Ese iba a ser nuestro primer día de embajadas, la primera a la que fuimos fue a la de Pakistán, situada en un gran edificio junto a un parque, tras subir las escaleras un hombre delgado y con barba nos miró de arriba a abajo con cara de pocos amigos, era un antipático y a todas nuestras preguntas nos respondía con monosílabos, y a Silvia ni la miraba, lo único que nos quedó claro de lo que nos dijo era que necesitábamos una carta de invitación de la embajada española, ahí se quedó todo, no empezábamos muy bien. Después le tocó el turno a la de Irán, esta vez un agradable hombre nos trató de maravilla y esa misma mañana ya dejamos tramitado el visado para recogerlo en nuestra próxima visita, nos costó 60 € por persona, con una duración de un mes.

Ankara-IVLa última visita fue la embajada española, en cuanto entramos un policía nacional nos saludó… ¡en castellano! El motivo de la visita, además de solicitar las cartas de cortesía para la embajada de Pakistán era pedir un nuevo pasaporte para mí. Cuando me dijo que sólo me podían tramitar uno nuevo de seis meses de duración máxima Silvia y yo nos pusimos amarillos, ¡pero si no me saqué uno nuevo en Madrid ya que me dijeron en Santa Engracia que en cualquier embajada del mundo podría tramitar uno normal, de 10 años!, a lo que la mujer que nos atendía me respondió, ¡que te dijeron eso, qué barbaridad! A mi la tensión me subió por momentos y durante un instante no supe que decirle. Finalmente me dio la opción de esperar a ver qué decía la cónsul, ya que en algún caso excepcional se había dado un nuevo pasaporte con una duración de un año. Seguía siendo una faena, pero al menos ya podría entrar en India, ya que exigen una antigüedad de pasaporte de 6 meses y una vez allí podía pedir un nuevo pasaporte, aún así la noticia fue un jarro de agua fría. Cuando salimos barajamos las otras posibilidades que existían, hasta llegamos a pensar en volver a Madrid a tramitarme un nuevo pasaporte, cosa que me hubiese trastornado totalmente. Al cabo de unos días nos pusimos en contacto con la embajada española, que nos dieron la posibilidad de ampliar el pasaporte por un año, al menos no tenía que volver a España. Una gracia de la burocracia española.

A la mañana siguiente nos levantamos calentitos y nos dirigimos pitando a la embajada española, donde en apenas una hora nos dieron mi nuevo pasaporte y las cartas para las demás embajadas, la mañana empezaba bien. Nos pusimos a buscar las embajadas de Uzbekistán y Turkmenistán, en un par de ocasiones la furgoneta me patinó por las calles, se hacía imposible conducir por algunas calles y más todavía aparcar, la nieve y el hielo lo cubrían todo. Acabamos desesperados de buscar las embajadas, más tarde nos dirían que estaban en otro lugar, pero ya habíamos decidido intentar estos dos visados en Teherán. Le tocaba el turno a la embajada Iraní, donde supusimos que ya tendrían tramitados nuestros visados, nos atendió el mismo hombre y nos dijo que volviéramos por la tarde, así lo hicimos, llegamos a las tres y aunque tuvimos que esperar dos horas finalmente nos dieron nuestros relucientes visados, que, a propósito eran bastante llamativos.

AnkaraDespués de dos agradables días en Amasya, un bonito pueblo de Anatolia, volvimos a Ankara el 28 de Enero, donde esta vez el frío casi nos remata, alcanzando hasta -19Cº, en estas condiciones da igual las capas que uno se ponga, el frío se te acaba metiendo hasta las huesos. La primera noche llegamos cansados tras una larga etapa de coche así que cogimos un hotel, (esta vez revisamos las ventanas). La mañana siguiente fuimos a la embajada española, donde nos llevamos un chasco al ver que estaba cerrada y un chasco mayor todavía al enterarnos que era domingo y no lunes como pensábamos, este error nos obligaba a quedarnos un día más. Aprovechamos para ir a Carrefour para comprar algunas cosas, entre ellas unas cadenas para las ruedas nuevas, ya que las antiguas se nos habían roto en el temporal del Mar Negro. Ese día dormimos en una gasolinera, donde probamos a dormir con la calefacción toda la noche, otra vez más la furgoneta se portó de maravilla, ¡qué máquina!

Sobre las cuatro y media había aprovechado la espera para ir hacia la embajada de Pakistán, que distaba unos pocos cientos de metros, mala suerte, me comentó que deberíamos ir la mañana siguiente para tener una entrevista con el cónsul, eso supondría, si tardaban un día en tramitar los visados, que tendríamos que pasar otra noche, cosa que no nos hacía demasiada gracia. Esa noche volvimos a dormir en un hotel. A las nueve del día siguiente estábamos en la embajada de Pakistán, a los pocos minutos nos llamaron para entrar a hablar con el cónsul. Era un hombre de pequeña estatura, de unos cuarenta años, con cara de hindú y la piel muy oscura, nos saludó con una sonrisa de oreja a oreja y nos hizo pocas preguntas, enseguida nos dio el visto bueno, el único «pero» es que nos lo tendría para el día siguiente a las cinco pero, increíblemente, al comentarle si podría ser antes, nos comentó que lo recogiéramos ese mismo día, a última hora, ¡era maravilloso!, dejaríamos Ankara ese mismo día.

Ankara-IIISalimos bastante animados de la embajada y se nos ocurrió ir hacia el enorme Mausoleo de Atatürk. El edificio se levanta sobre una colina, exteriormente tiene el aspecto de un gran templo romano con una gran plaza a cielo abierto. A la entrada dos pobres soldados estaban metidos en una garita, impasibles ante el frío y todo el que pasaba, nos preguntamos cuánto les podrían pagar, no lo suficiente seguro. Dentro del recinto hay una museo, dedicado a la figura de Mustafa Kemal Atatürk. En cuanto entramos un chico joven se nos acercó y se ofreció como guía en un inglés perfecto. En la primera sala había vitrinas con objetos personales del presidente, desde sus herramientas de afeitado, juegos de te, pitilleras, pistolas, espadas, trajes militares o de vestir, etc… El chaval nos iba explicando sobre la vida de Atatürk, desde sus hazañas más heroicas en los campos de batalla hasta temas más mundanos como su gustosa afición al tabaco y al Rakia (licor de uva típico en Turquía), la verdad es que sabía bastante, tanto de la historia del país como del hombre. Después había una serie de salas con recreaciones de distintas batallas acaecidas en la guerra de independencia, ambientadas con histriónicos sonidos de bombas o proyectiles, otra sala de retratos, cedidos por distintas familias, ocupaba una sala anexa. La tumba no podía ser visitada y sólo se veía a través de una enorme pantalla de televisión, en salas contiguas se explicaban toda la serie de reformas cometidas por el presidente. En conjunto era una museo-tumba de dimensiones y apariencia soviéticas, dedicadas única y exclusivamente a la vida de este hombre tan idolatrado en este país.

A las 4 de la tarde estábamos en la embajada, ansiosos por recibir el visado. Sobre las cinco un apagón dejó a oscuras parte del barrio y la propia embajada, era la última sorpresa, finalmente tuvimos que esperar hasta las 6 y media para tener los visados. Esa noche nos alejamos de Ankara, aunque no del frío, camino de Hattusas, la antigua capital del Reino Hitita.

Ankara

En 1920 Ankara tenía apenas 30000 habitantes cuando Atatürk estableció aquí un gobierno provisional durante la guerra de independencia. En el 1923 declaró a la ciudad nueva capital de la recién inaugurada república turca, desplazando a Estambul.

En el segundo milenio A.C. los Hititas se adueñaron de estas tierras y más tarde fueron reemplazados por los Frigios, Lidios y Persas. En el siglo III un pueblo Celta estableció su capital aquí, llamándola Ancira, que significa ancla. Fue rebautizada como Angora por los Selyucidas.