Caligrafía otomana
El Corán, el primer libro escrito en Árabe, impulsó de forma decisiva el desarrollo de la escritura y contribuyó también a la posterior evolución de la caligrafía como arte. El instrumento para escribir era el Cálamo, una caña tallada que, según el tipo de talla que tuviese, así era usado para uno u otro tipo de escritura.
Desde finales del siglo VII la lengua y la escritura árabes se usaron de un modo oficial, imponiéndose en la administración de todos los países musulmanes. La escritura evolucionó hacia dos formas esenciales: la Nasjí, redonda, y la Cúfica, angulosa.
Cada región del imperio islámico poseía un estilo propio, que reflejaba su identidad cultural y artística. La escritura cúfica, utilizada para escribir el Corán, era diferente en la India, Egipto, Irak o Andalucía.
La escritura monumental, pintada sobre esmalte, esculpida en madera o en piedra, se diversificó aun más que la cúfica. Una de las inscripciones más antiguas (siglo VII), de carácter cúfico, con letras doradas sobre fondo azul, decora el interior de la Cúpula de la Roca de Jerusalén. La decoración caligráfica está presente en todos los monumentos religiosos y civiles.
Como elemento usado en arquitectura, el estilo cúfico, denso en un principio, se estiliza. Los trazos se alargan, evocan siluetas de ciudades, motivos enlazados, florales o geométricos.
La caligrafía es el principal instrumento artístico del arte musulmán y es usada en todas partes, escuelas, palacios y sobre todo en mezquitas, donde adquiere su mayor relevancia, alcanzando una significación casi mística, como ocurre con el Caligrama, especie de galimatías escrito, muchas veces ilegible.
Bajo el dominio del Califa abasí Al-Mamun (786-833), surgieron decenas de estilos especializados: uno reservado al califa, otro a los ministros, otro a los mensajes para los príncipes. Había un estilo para la poesía, otro para los tratados y los contratos, las finanzas, la defensa, etc.
Fue un período prospero para el oficio de calígrafo. Cada califa tenía su calígrafo oficial, hombre de confianza en cuyas manos solía dejar incluso el gobierno de su casa. Uno de ellos, Ibn Muqla (nacido en 886), llegó a ser visir.
Fue él quien, entendiendo que el estilo cúfico era muy compacto para una época tan refinada, inventó un estilo más redondeado, el nasjí, al que dio un trazo geométrico para que fuera digno de transcribir el Corán.
Las reformas de Ibn Muqla no fueron adoptadas por el Occidente musulmán. De Egipto a Andalucía, los calígrafos magrebíes se negaron a abandonar el estilo cúfico.
Más tarde aparecerán dos grandes escuelas de caligrafía: la de Ibn al-Bawwab (siglo XI), que perfeccionó los métodos de Ibn Muqla, y la de Al-Mustasimi (siglo XIII), que mejoró el cálamo cortando oblicuamente su punta, lo que permitió trazar perfiles más finos.
Los otomanos fueron los últimos grandes maestros del arte caligráfico. Bajo su imperio se instauró la ijaza, un título que daba derecho a aceptar un encargo y a enseñar el arte.
Dieron grandes calígrafos como Chaikh Al-Amassi en el siglo XVI, que adaptó los diferentes tipos de escritura a la lengua otomana, o Hafe Othman (siglo XVII) que dio a la caligrafía simplicidad.
La introducción en 1928 del alfabeto latino en la lengua turca puso fin al último movimiento artístico importante de la caligrafía árabe.
Dentro del arte caligráfico del Islam, la caligrafía Otomana tiene un lugar muy destacado. Dentro del imperio se empezó a considerar como arte durante el reinado de Mehmet el Conquistador. Más concretamente con la aportación del gran maestro calígrafo Seyh Hamdullah (1436-1520).
Hamdullah nació en Amasya. Fue el fundador de su propia escuela de caligrafía, era conocido como «Kibletül Kuttab», (Parangón), de los calígrafos turcos. Vivió en Estambul, donde impartió clases de caligrafía en Topkapi al sultán Bayezid II. Fue un gran innovador y desarrolló, por ejemplo, el Thuluth y el Naskhi, que han sobrevivido sin apenas cambios hasta nuestros días. Dedicó su vida a la caligrafía, escribiendo 47 coranes y otros innumerables escritos. El museo de Topkapi contiene dos de estos coranes.
Otro gran maestro de la caligrafía otomana fue Osman Effendi Hafiz, nacido en Estambul. Estudió caligrafía bajo la tutela de Dervish All y más tarde bajo la del maestro Suyolcuzade Eyyubi Mustafa Effendi.
Dio una nueva elegancia a la escritura. Tuvo muchos pupilos, entre los cuales destacó Ismail bin All Agakapi.
La Tugra
La tugra es una creación genuinamente otomana. Era el sello oficial usado por los sultanes, su firma personal. Su origen coincide con el propio origen del Imperio Otomano y fue usado hasta su abolición. Estos sellos eran usados para los documentos oficiales y dibujados por funcionarios elegidos por el propio Sultán. Estos documentos podían ser patentes reales, decisiones legales, derechos, títulos de propiedad, etc. Más tarde también fueron usados en las monedas y como insignia real en armas, banderas, barcos de guerra, sellos o edificios. Cuando un Sultán era coronado se le presentaban ejemplos de tugras que se habían diseñado para él. El Sultán elegiría el que más le gustase, usándolo durante todo su mandato.
Los príncipes también podían usar tugras, siempre y cuando tuviesen que gobernar en alguna provincia fuera de la capital, manteniendo la mismo tugra al convertirse en sultanes.
En algunos casos el Sultán podía elegir varias firmas. Cuando esto ocurría la firma en si permanecía igual y lo que variaba era la ornamentación del exterior.
Muchos de los documentos oficiales eran preparados por los Tugrakesh, que eran los escritores oficiales, que después se lo cedían a un artista que decoraba el sello. Así la decoración podía variar según el estilo de cada artista.