Capadocia maravilla natural
11 de diciembre de 2005
Tras el descalabro económico que había supuesto la renovación del visado para Turquía nos dirigimos a Capadocia con ganas de relajarnos pasando unos días en el mismo lugar. En vez de ir por la autopista, como hace todo el mundo, decidimos adentrarnos por una carretera que se dirige a Kayseri por el este; el camino era más corto aunque las carreteras un poco peligrosas, pero el buen tiempo nos animo a continuar por allí.
Escogimos mal el camino ya que sufriríamos el segundo ataque del viaje, esta vez con pedradas que dañaron un poco la fachada de nuestro hogar. Pusimos la denuncia de rigor en el cuartel de la Jandarma más próximo al lugar de los hechos (aunque suponíamos que serviría de poco), aún así los oficiales se portaron muy bien con nosotros e incluso nos invitaron a comer y dormir en sus dependencias ese día.
Intentando olvidar el incidente nos fuimos directos a Capadocia. La carretera nos regaló hermosas vistas del Monte Erciyes de camino a Kayseri, ciudad en la que ni siquiera nos detuvimos. Ya anochecía cuando llegamos a Ürgüp, nuestra primera parada en la región. Pedimos permiso en un hotel para usar su aparcamiento, de nuevo la cortesía turca nos otorgó un sí rotundo y una invitación a té, lo agradecimos mucho, el frío era intenso.
Esta ciudad es bastante turística, pero en esta época del año sus calles estaban tranquilas, aunque no dejamos de cruzarnos algún japonés, ¡¡¡nunca fallan!!! Como ya era de noche dejamos la visita para el día siguiente y aprovechamos la tarde para comprar víveres y contestar a los emails atrasados en un mugriento cybercafé donde nos timaron con los tés (ponen un precio en los carteles, tú lo pides, y luego te dicen que era doble y te intentan cobrar el doble del importe; esto también nos ha ocurrido en Estambul, hay que especificar que lo quieres normal). Por la mañana recopilamos información sobre la región en la oficina de turismo del lugar, donde nos atendieron de forma eficaz dándonos un mapa y algunos folletos, e indicándonos los lugares de interés y los campings. Un breve paseo nos llevó hasta un mirador en lo alto del pueblo, desde donde se veían numerosas casas excavadas en las rocas. También vimos ejemplos de villas otomanas con sus puertas de madera enormes y sus balcones, algunas han sido convertidas en casas de huéspedes, parecen muy acogedoras.
Cogimos la carretera que llevaba a Göreme y a los pocos kilómetros encontramos el Kaya Camping, uno de los que nos habían recomendado. Tras regatear un poco con el chaval que estaba en la recepción llegamos a un precio de 13 millones (8 euros) por noche si nos quedábamos cinco noches, lo normal eran 20 millones en temporada alta. Le dijimos que lo meditaríamos mientras íbamos al pueblo, y que quizás volviésemos por la tarde; en realidad había poco que pensar, tenían agua caliente, electricidad e internet, y estaríamos solos. Aún así de camino al pueblo paramos en otros establecimientos, pero o no tenían agua caliente o nos pedían más dinero, pudimos comprobar que la oferta de campings es variadísima, han proliferado por todas partes.
Nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado de carretera cuando divisamos una enorme mole de piedra con habitaciones excavadas, nos encontrábamos en Uçhisar en vez de en Göreme. Las distancias son tan cortas entre los pueblos que con el coche ni te das cuenta, y el embriagador paisaje te ayuda a desconectar de la carretera. Queríamos descansar, así que pasamos de largo por el pueblo y por los distintos altos en el camino que ofrecían vistas increíbles a los distintos valles de la zona; para ser sinceros, en uno de ellos no pudimos resistirnos y nos paramos a tomar unas fotografías de pináculos y pirámides. En Göreme aparcamos y compramos comida (los primeros entrecots de ternera de los últimos dos meses, ya estábamos un poco cansados del kebab). Encontramos fácilmente la carretera que llevaba directamente al Kaya Camping, a tan sólo tres kilómetros del pueblo. Nos acomodamos y no salimos de allí en las siguientes 24 horas.
Las carreteras de la zona mostraban carteles de «nieve: usar cadenas» pero el invierno se resistía a llegar, aunque las noches eran frías, con temperaturas entorno a los cero grados. Nos llevó dos días enteros que se secara la colada, los pantalones y los calcetines aparecían por las mañanas como estalactitas, tiesos a causa de las partículas de agua congeladas entre las fibras de tejido. ¡¡Menos mal que la calefacción de la furgo funciona de maravilla!!, o al menos eso creíamos entonces…
Ya habíamos tenido nuestro merecido descanso, no somos capaces de quedarnos quietos más de 24 horas; nos fuimos a dar un paseo por los alrededores.
No cogimos la furgo, desde el mismo camping se tiene acceso a un par de valles. Anduvimos un poco por la carretera en dirección al pueblo y nos desviamos a la izquierda por un sendero (hay miles). Y descendimos hasta el Valle del Amor, sin darnos cuenta estábamos en lo más profundo del mismo, andando entre árboles frutales y pisando la tierra de la huerta de algún lugareño. No teníamos prisa y seguimos andando, hacía un día soleado y la temperatura era agradable. Las manzanas estaban como esparcidas por todos los rincones, y de vez en cuando aparecía alguna puerta excavada en la roca o algún pináculo víctima de la erosión de los vientos; en realidad parecía como si estuviéramos en un cuento y fuese a aparecer el conejo con el reloj de bolsillo. Y así llegamos hasta la casa de Hassan, el hombre vivía en soledad en una de esas casas-cueva excavadas en la roca, sin puertas ni ventanas. Nos sentamos allí un rato a descansar, enseguida, sin dudarlo un segundo, nos ofreció unas manzanas pequeñas y rojas deliciosas, y unos albaricoques secos aún mejores. Fue tal nuestro entusiasmo que nos preparó una bolsa entera de regalo. Como pudimos se lo agradecimos y le prometimos volver otro día a visitarle, parecía tan solo allí…, con una canción nos mostró que así era, sus padres ya habían muerto y nunca encontró a la mujer adecuada (aún no sé muy bien como conseguimos entenderle, pero así fue). Un poco tristes volvimos al camping.
Esa tarde sólo nos acercamos al pueblo para chequear internet, los dos ordenadores del camping se encontraban en una habitación gélida a la que no se debía acudir sin guantes y gorro, algo infernal. Aquella tarde recordaría los cálidos días en el Mar Rojo, en Jordania, al descargarme fotografías de peces tropicales para la susodicha crónica.
Ya llevábamos tres días en Capadocia y prácticamente no habíamos visto nada, nos pusimos las pilas y decidimos dedicar la tarde a visitar unos cuantos lugares de interés. Comenzamos porUçhisar, entramos a la Kale, en lo más alto las vistas del Monte Erciyes eran espectaculares. Luego nos tomamos un té en una tienda de recuerdos y compramos algunas figuritas típicas. Desde allí retomamos la carretera que desciende a Göreme y nos paramos a un kilómetro para observar las formaciones del final del Valle de las Palomas, pirámides de roca con múltiples puertas y ventanas talladas sirvieron en su día de hogar a las familias de Uçhisar.
Pasamos de largo el pueblo de Göreme y seguimos la carretera que lleva a Avanos, a unos diez kilómetros. A mitad de camino vimos una desviación a Zelve, en sus alrededores se encuentra Pasabagi, el mejor ejemplo de Chimeneas de las Hadas de Capadocia. El título es bien merecido, las formaciones eran perfectas, pináculos cilíndricos blanquecinos con sus caperuzas grises. No visitamos Zelve esta vez, siempre hay que dejar una razón para volver.
Retomamos la carretera hacia Avanos, la capital de la cerámica en Capadocia. Ya a la entrada del pueblo pudimos ver varios centros de cerámica, pero preferimos recorrer la zona vieja, seguro que también encontraríamos talleres por allí. La actividad era mínima, sólo vimos un taller con las vasijas en la calle. El pueblo es menos turístico que Göreme, se parece más a los pueblos del centro de Turquía. Uno de los restaurantes homenajeaba a uno de nuestros ídolos: Sancho Panza.
En Göreme entramos en una tetería local para entrar en calor, el interés despertado entre los hombre que jugaban al domino se disipó en unos minutos. Tras el té hicimos una merienda-cena en un restaurante con comida tradicional que resultó barato y exquisito.
El día siguiente, jueves 15 de diciembre, lo dedicamos a visitar el Valle de las Palomas y el Museo al Aire Libre de Göreme, con sus impresionantes iglesias y capillas bizantinas escavadas en la roca, algunas con bellos frescos restaurados. En una de las paradas de rigor tomamos un té en el Ihmet Place, regentado por Mahmud; nos gustó el sitio y pensamos que sería agradable para pasar la tarde trabajando con el ordenador. Allí estábamos de nuevo a las cinco de la tarde, y hasta las doce de la noche nos quedamos conversando con Mahmud y su joven amigo Hassan (locamente enamorado de una madrileña afincada en Barcelona). Mahmud nos comentó que había trabajado en un taller una temporada y que allí nos podrían retocar la furgo, nos acercaríamos al día siguiente con él a Nevsehir. Así lo hicimos y quedaron en arreglarlo al día siguiente, Ramazán haría un buen trabajo. Hassan tiene una tienda de música en el pueblo: Mystic, es muy pequeña y por ahora no le merece la pena abrir más que en temporada alta. Nos mostró mucha música y acabamos comprándole un disco de música tradicional turca. Rafa estuvo explicándole como preparábamos la web y el chico decidió montarse la suya, esperamos verla en breve en la red.
No nos habíamos olvidado del primer Hassan, Rafa se acercó a saludarle y a llevarle como obsequio un pan y queso, lástima que no estuviera, no pudimos despedirnos. Mientras yo me asomé al Valle de las Espadas, cada uno tiene personalidad propia.
Como era nuestro último día por esa zona de Capadocia nos dimos una vuelta para ver un par de sitios que no conocíamos, uno era Çavusin, con unas formaciones en forma de champiñón muy divertidas, y el Valle de la Miel, al que accedimos por una pista de tierra en muy buen estado. En este último lugar había muchos pináculos y paredes blancas con formaciones sinuosas, una belleza natural. Desde allí también se divisaban los pueblos de Uçhisar y Göreme, a los lejos.
Esa noche Mahmud y Hassan nos prepararon una deliciosa barbacoa, de pollo (quizás a día de hoy no lo hubiésemos aceptado, pero entonces ya no se hablaba del brote de septiembre), con un postre parecido a las torrijas, pero a la turca. Como ya habíamos abandonado el camping Mahmud nos invitó a dormir allí mismo, aceptamos gustosos.
Y ya era sábado 17 de diciembre y aún no sabíamos si alguno de vosotros se iba a animar a pasar unos días con nosotros en Estambul, estábamos en ascuas, no quedaba ni una semana para Navidad y no teníamos noticias. Sin embargo no nos fallasteis y hemos estado muy bien acompañados, por Laura en Nochevieja y por Jorge y Carlos durante la segunda semana de enero, así da gusto, a ver si se anima alguien más… jejeje.
Paisajes oníricos
Las formaciones rocosas se extienden a todo lo largo del territorio de Capadocia. Su origen es volcánico: hace unos diez millones de años fragmentos de lava volcánica fueron expulsados en todas direcciones, más tarde el viento iría modelando las superficies menos resistentes y dejando de lado las más resistentes, creando el paisaje que se puede observar hoy en día.
Globo en Capadocia
Cuando estuve trabajando en Turquía tuve el privilegio de ser invitado a un viaje en globo sobrevolando Göreme y algunos de los valles de Capadocia, una increible experiencia.