De Pérgamo a Sardes
29 de septiembre de 2005
De nuevo tras los pasos de la historia nos dirigimos hacia la ciudad de Bergama, donde se encuentran los restos arqueológicos de la antigua Pérgamo. La primera impresión no fue muy buena, había mucho tráfico y el asfaltado de las calles era nefasto, parecía la M-30 de Madrid, todas las calles levantadas y las que no lo estaban eran de tierra. Identificamos los caminos para ir a la Acrópolis y al Asclepión, ambos a las afueras de la ciudad, y salimos de la urbe buscando un lugar más tranquilo donde pasar la tarde. A la mañana siguiente fuimos directos a la Acrópolis, dejando atrás la ciudad a unos dos o tres kilómetros llegamos al parking. El responsable fue muy amable, estuvimos charlando un rato sobre España y nos dejó aparcar por 3 millones, en vez de los 6 que exigían a las caravanas (nos habremos cruzado tan sólo con cuatro o cinco caravanas en todo este tiempo en Turquía, y aún así en los parkings hay precios especiales para ellas). En otros casos solemos aparcar en el pueblo e ir andando, pero en Pérgamo la Acrópolis=Ciudad Alta hace honor a su nombre.
Iniciamos la visita tras adquirir las entradas (10 millones por persona) ascendiendo entre restos desperdigados, en busca del Templo de Trajano. En seguida las bellas columnas se dejaron ver, pero decidimos dejarlo para más tarde, y nos acercamos al extremo superior desde donde se divisa un enorme pantano. Según nos acercábamos al Templo, cuyas columnas de mármol están reconstruidas, nos arrepentíamos de los 10 millones pagados para ver Troya ¿cómo se puede cobrar un precio tan desorbitado?, volveríamos a tener este pensamiento innumerables veces. Desde el Templo se puede uno asomar y observar a la izquierda el teatro, y la actual ciudad de Bergama extenderse a los pies de la colina.
Aquí conocimos a dos sevillanos que pasaban sus vacaciones en Turquía, más tarde charlaría con ellos en el Asclepión. Tras acercarme a visitar lo que quedaba del Templo de Atenea, ver el teatro y el Templo de Dionisos, regresé a la entrada donde me reuní con Rafa, que había realizado otro recorrido distinto.
En el descenso a Bergama paramos en la entrada de la ciudad para ver la Basílica Roja, según San Juan una de las siete iglesias mencionadas en el libro del Apocalipsis. Continuamos hacia el Asclepión dejando a ambos lados del camino un enorme cuartel del ejército.
La Biblioteca de Pérgamo y los Pergaminos
Fue en tiempos de Eumenes II (197 – 159 a.C.) cuando Pérgamo sufrió su mayor esplendor. Mandó levantar casi todos los edificios de la Acrópolis, y promovió la Biblioteca que creara su padre, que rivalizó con la de Alejandría. Se cree que contenía más de doscientos mil libros, y era el símbolo del nivel social y cultural de la ciudad.
Pergamino proviene de Pérgamo. Según cuenta la leyenda, en Alejandría se temía por el poder de la Biblioteca de Pérgamo y se decidió no enviar más Papiros a Asia Menor. El Pergamino ya existía desde el 2.000 a.C., pero fue en tiempos de Eumenes II cuando adquirió mayor importancia, relegando poco a poco al Papiro a un segundo plano. Su uso estuvo vigente hasta el 1.200-1.400 d.C., cuando el papel hizo irrupción en el mundo de las letras.
‘El Pergamino es una superficie para escribir fabricada en piel de animal sin curtir y con una elaborada preparación, normalmente era de oveja, cabra o ternero.’
‘El Papiro es una superficie para escribir fabricada a partir de las hebras de un árbol con el mismo nombre. Se colocaban unas en horizontal y otras en vertical y se sumergían en agua, se prensaban y se secaban, y por último se frotaban suavemente con marfil o con una concha fina.’
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La visita al Asclepión sólo la hice yo. La entrada costaba otros 10 millones más y otros tantos el parking, así que Rafa me esperó fuera del recinto, no sin tener problemas con el encargado del parking al que no le agradaba la idea de que me esperara sin pagar.
Nada más entrar me encontré con los dos chicos de Sevilla, estuve un rato hablando con ellos y les conté nuestra aventura. Luego me dirigí entre hileras de columnas jónicas hacia la zona donde se encontraba el sanatorio. Esa zona se encuentra en bastante mal estado, se pueden observar salas cerradas abovedadas hechas de ladrillos y las canalizaciones que llevaban el agua por todo el recinto. En esas salas los clientes del Asclepión recibían sus tratamientos.
Nos despedimos de Pérgamo y nos fuimos de nuevo al mar. Al norte de Izmir (antigua Esmirna) hay dos localidades costeras muy agradables, la más norteña es Yenifoça (Nueva Foça) y es un pueblo muy, muy tranquilo, quizás demasiado. Llegamos al final de la tarde y aparcamos junto al mar, me dio tiempo a darme un baño en la playa de arena del pueblo. Allí mismo dormimos. Por la mañana tocó sesión de internet, buscar un poco de información y ponernos al día con los emails.
Luego fuimos en busca de las calas arenosas que hay entre ambas poblaciones, dejamos varias a la derecha hasta decidirnos por una cuyo acceso parecía rápido. Claro, éste fue nuestro error, cuando llegamos abajo el pinar estaba bastante lleno de basura. Aún así nos pusimos el equipo y nos fuimos a inspeccionar el fondo, Rafa no tardó ni cinco minutos en mostrarme un pulpo. Enseguida se quedó frío, es un tanto friolero para el agua, y me quedé yo sola en el agua, disfrutando. De vez en cuando asomaba la cabeza y le veía correr por la playa, no cabía duda, tanta basura sólo podía indicar una cosa, «avispas». Al pobre no le dejaban en paz y me indicó que se iba. Realmente eran agresivas, me costó mucho meter las cosas en las mochilas. Subimos a buscar la furgoneta y, aprovechando lo solitario que era el lugar nos dimos una ducha allí mismo con la ducha solar. Era la segunda vez que las avispas nos echaban de una playa, pero no la última. Estoy convencida de que en las calas más recónditas no hay tantas avispas, tendremos que investigar la próxima vez. Con las prisas olvidamos mis sandalias deportivas en ese lugar, tardaríamos tiempo en darnos cuenta.
Nos dirigimos a Foça, otro lugar para recordar. El pueblo nos gustó muchísimo, de lo mejor que hemos conocido por ahora. Está situado en dos bahías, separadas por una fortaleza. Aparcamos junto a la gran bahía y comenzamos a andar por una calle peatonal llena de comercios, así llegamos hasta la otra bahía tras degustar unos deliciosos buñuelos obsequio de una lugareña.
En la bahía pequeña hay muchos restaurantes, recorrimos toda la orilla observándolos y en uno de ellos un hombre se acercó a hablar con nosotros justo cuando observábamos las jaulas con langostas y peces de la orilla. Cuando le dijimos que éramos españoles nos invitó a sentarnos en una mesa y nos obsequió con dos cafés turcos fortísimos. Allí nos quedamos largo rato disfrutando del café y de una amena conversación con Kamil, así se llamaba nuestro amigo. Nos contó que había comenzado a trabajar a los 18 años y que se prejubilaba ya, ¡qué extraño!, si no parece tan mayor. Nos dijo que tenía 37 años, y que con 40 se podía prejubilar pero no cobraría del estado hasta los 47 años. No viven mal algunos en este país. Nos invitó a volver en otro momento. Así lo hicimos, esa misma noche nos acercamos a cenar, pedimos entre otras cosas unas deliciosas berenjenas con pimientos, y un pulpo a la casserole que no nos gustó nada.
A la mañana siguiente dimos otro largo paseo por el pueblo pensando que era día de mercado, pero no era así. Fuimos a la PTT, la oficina postal turca, a echar una carta y pusimos rumbo a Izmir donde pretendíamos actualizar la web. Y eso hicimos, aparcar junto al mar, buscar un cybercafé y actualizar la web, nada más que eso. No visitamos la supuesta Esmirna de Homero, pero a simple vista parecía una enorme ciudad con un tráfico caótico y llena de gente, más de dos millones.
Al día siguiente queríamos visitar Pamukkale y Hierapolis, a menos de doscientos kilómetros de Izmir, por lo que hacia allí nos dirigimos. Buscando un sitio intermedio donde descansar nos topamos con Sart, pueblo que contiene los restos arqueológicos de la antigua Sardes. Después de tomar un té nos dirigimos a la entrada, costaba 2 millones y aún quedaba más de una hora para el cierre, entramos. Nos sorprendió lo que encontramos, una reconstrucción un tanto rococó de una fachada de un edificio denominado ‘Patio de Mármol del Salón de Culto’ y sobre todo los restos de mosaicos en los suelos, de un colorido perfecto.
Pérgamo y Asclepión
La Basílica Roja de Pérgamo: su primera construcción data del siglo II, entonces era un templo donde adorar a los dioses egipcios Isis, Horus y Serapis. Más tarde los cristianos la convirtieron en Basílica, ya que consideraron su tamaño excesivo para hacer una iglesia. Ha sido identificada como una de las siete iglesias mencionadas en el Apocalipsis, según San Juan era el trono del diablo
El Asclepión fue fundado por un tal Arquias; se trataba de un ciudadano que había sido tratado en el asclepión de Epidauro, en Grecia. Los tratamientos eran variados: baños de lodo, brebajes curativos, masajes, etc. Aquí nació Galeno (131-210), uno de los médicos más importantes de la antiguedad. Hizo muchas investigaciones con animales llegando a conclusiones muy avanzadas sobre los sistemas circulatorio y nervioso. Ya dijo que las arterias transportaban la sangre. Sus estudios determinaron la medicina europea durante los siguientes 1.500 años.