El reino de los Hititas
1 de febrero de 2006
Recorríamos la carretera que unía Ankara y Samsun camino de Hattusas, la antigua capital del reino Hitita. Durante todo el camino desde la capital el paisaje de Anatolia se repetía monótonamente, extensas llanuras repletas de nieve. Cogimos la desviación hacia Bogazköy, el pueblo donde se encontraba el yacimiento; cuando llegamos parecía desierto. Aparcamos como pudimos en la plaza, sobre un metro de nieve, estaba algo más animada; en cuanto bajamos vino un taxista, que nos ofreció recorrer el yacimiento, pero le dijimos que lo recorreríamos andando, pese a que era bastante extenso, nos regaló un mapa, para que ubicásemos todo lo que fuéramos viendo.
Mientras andábamos hacia la entrada del yacimiento un chaval nos intentó vender figuras hititas, pero no consiguió nada, aunque a la salida si nos colaría una figura de un león. Hattusas se ubica sobre la ladera de una montaña y sus murallas recorren varios kilómetros en sentido ascendente, justo a la entrada hay un horroroso hotel con forma de castillo, con almenas y torreones. En la taquilla vino otro hombre algo mayor para explicarnos parte del yacimiento, llevaba trabajando en las excavaciones dieciséis años, con un grupo de arqueólogos alemanes, parecía como si quisiera ofrecerse como guía. Al comenzar a andar nos empezó a seguir a unos diez metros, con otro hombre más joven. Ni que decir tiene que no había nadie más visitando la ciudad, estaba completamente nevado y sólo se apreciaban algunas piedras que sobresalían tras la espesa capa de nieve.
Visitamos el gran templo, aunque no pudimos distinguir mucho, los hombres seguían detrás. Al volver nos habían puesto diez piezas sobre una piedra, resultó bastante inocente y hasta ellos mismos se rieron, educadamente les dijimos que no íbamos a comprar nada y ellos no insistieron, recogieron y se fueron. Continuamos por el sendero marcado, siempre ascendente, durante 40 minutos, hasta que llegamos al primer lugar en el que pudimos ver algo, una de las antiguas puertas de acceso, la puerta de los leones, con dos figuras de estos animales, una a cada lado.
Proseguimos durante otros veinte minutos hasta llegar al punto más alto de la colina, donde había un túnel que iba a dar a otra puerta de entrada. Según leímos desde aquí se podía apreciar la anchura de la muralla, a ambos lados de la puerta, pero todo estaba cubierto por nieve, nos conformamos con recorrer el túnel de uno a otro lado. Desde aquí se veía la extensión del lugar, con el mapa en la mano intentamos intuir donde estaban los templos y los lugares de interés, pero resultaba difícil, justo enfrente nuestra deberíamos de haber visto cuatro templos que no vimos.
Empezamos a bajar hasta que nos encontramos con otra puerta, con el relieve de un guerrero, en muy buen estado, tanto que luego nos enteraríamos de que era una réplica, estando el original en el museo arqueológico de Berlín. En realidad quedaba mucho por ver, pero resultaba inútil y frustrante, únicamente nos pusimos a buscar una sala de jeroglíficos, tras una valla metálica. Al avanzar tres o cuatro metros la nieve me cubría por las rodillas, desistí pronto y me puse a esperar a Silvia, que continuó buscando el acceso a la sala con perseverancia. A los veinte minutos bajó, con más nieve que pelos, ¡pero la había encontrado!, cerrada a cal y canto con un cerrojo, ¡ya nos lo podían haber dicho al empezar!
En total estaríamos dos horas recorriendo Hattusas, no con mucho éxito, pero al menos habíamos hecho algo de ejercicio, quizás en el otro yacimiento cercano tendríamos más suerte.
Yazilikaya estaba a tres kilómetros de Hattusas, por una carretera que ascendía desde el pueblo, pronto comprobaríamos que la furgoneta patinaba por la nieve y no nos apetecía poner las cadenas, así que aparcamos y nos pusimos a andar. Ya empezábamos a estar arrepentidos de subir cuando vimos el cartel que anunciaba el lugar. Obviamente no había nadie en las taquillas, sólo nieve que cubría toda la zona. Habíamos leído que los relieves estaban ocultos entre pequeñas gargantas, nos pusimos a buscarlos, andando a duras penas. Entramos en una de las gargantas pero no encontramos nada, quizás estarían ocultas bajo la nieve, ya nos dábamos la vuelta cuando de repente un ruido sobre nuestras cabezas llamó nuestra atención, al mirar hacia arriba vimos un precioso búho posado sobre la roca, que fijaba sus grandes ojos sobre nosotros, a lo mejor sería una de las deidades hititas, que nos bendecía por el esfuerzo realizado, era la primera vez que veíamos un búho. Nos fijamos un poco más en la roca y empezamos a vislumbrar contornos humanos, pero la verdad es que casi no se notaban. A pocos metros la montaña formaba un pequeño pasillo, ya no pensábamos ver nada más pero aún así entramos a curiosear, esta vez si que tuvimos suerte y encontramos una efigie clarísima de un hombre con el tocado típico en forma cónica y un águila a su derecha, también sostenía un cetro en sus manos, se veía con todo detalle, después de llevar ahí más de tres mil años, ¡era increíble! Justo enfrente había otro relieve que representaba a doce hombres unidos mirando hacia la izquierda. Unos agujeros cuadrados estaban al lado de ambos relieves, que según leímos se usaban para realizar ofrendas, era un lugar con cierto halo de misterio, un buen sitio para ocultar relieves milenarios.
La paliza andando había merecido la pena, tanto por lo encontrado como por el encuentro con el precioso búho, además así hacíamos un poco de ejercicio, el frío nos había dejado enquilosados y nos hacía falta un buen paseo, volvimos hacia la furgoneta y continuamos camino, de nuevo hacia Samsun, al Mar Negro.
Los Hititas
Los hititas fueron un pueblo de Asia Menor que habitó la tierra de Hatti, la actual Anatolia turca y algunas zonas del norte de Siria. No se conoce muy bien su origen aunque se sabe que hablaban una de las lenguas indoeuropeas. Invadieron la región hacia el 1900 a.C. e impusieron su idioma y su cultura. La primera ciudad que fundaron fue Nesa, cerca de la actual Kayseri (Turquía) y después del 1800 a.C. conquistaron la ciudad de Hattusas. Sólo se conoce de la historia hitita hasta el siglo XVII a.C., cuando el Rey Labarna, que reinaría hacia el 1680-1650 a.C. fundó el Antiguo Reino Hitita, convirtiendo a Hattusas en su capital. Él conquistó toda la Anatolia central y extendió sus dominios al mar Mediterráneo. Sus sucesores aumentaron las conquistas hititas hacia el norte de Siria. Mursil I (que reinó hacia 1620-1590 a.C.) conquistó la actual Alepo, en Siria, y arrasó Babilonia hacia el 1595 a.C.
El Nuevo Reino Hitita fue fundado hacia el 1450 a.C.. Uno de sus reyes, Subbiluliuma liberó su país de su principal enemigo, el reino de Mitanni, situado en el norte de Mesopotamia, y llevó a sus ejércitos más allá de Siria. Durante su reinado el Reino Hitita se convirtió en un gran imperio que rivalizó con Egipto, Babilonia y Asiria. Durante los siglos XV y XIV a.C., sus posesiones se extendieron hasta el mar Egeo, Armenia, Mesopotamia superior y hasta el actual Líbano. Durante la segunda mitad del siglo XIV a.C. los hititas mantuvieron continuos conflictos con Egipto por el control de Siria, hasta que en el 1296 a.C. lucharon en la batalla de Qades, entre el rey hitita Muwatalli y el faraón egipcio Ramsés II. Ramsés II obtuvo la victoria, pero los hititas continuaron controlando Siria. El rey hitita Hatusili III firmó un tratado de paz con Ramsés II y le dio a su hija en matrimonio. Las relaciones entre hititas y egipcios siguieron siendo amistosas, hasta que el Imperio Hitita cayó poco después del 1200 a.C. en manos de los denominados pueblos del mar.
Reino Hitita
Hattusas fue la capital del reino Hitita entre el 1375 y el 1200 a.C. Fue una impresionante ciudad rodeada por murallas de piedra de 6 km de longitud. Los leones protegían la ciudad de los malos espíritus.
Uno de los descubrimientos más relevantes que se hicieron en Hattusas fue El Tratado de Paz de Kadesh, en escritura cuneiforme sobre una tablilla de arcilla y firmado por el Rey Hitita Hatusili III y el Faraón Egipcio Ramses II. fue el primer escrito de este tipo encontrado en Anatolia.
Yacimiento de Yazilikaya
Yazilikaya significa piedra inscrita y es lo que se encuentra entre las galeria naturales de roca, relieves de dioses o reyes tocados con sombreros picados, todos con la característica del arte Hitita, representar las cabezas y los pies de perfil y los torsos de frente. Algunas de las muchas deidades adoradas por los Hititas están aquí representadas, aunque sin identificar, salvo las más importantes: el dios tormenta Teshub, el dios del tiempo, y la diosa del Sol, Hepatu.