La gran ciudad romana de Éfeso
5 de octubre de 2005
Después de una larga jornada al volante llegamos a Selçuk, una pequeña población con la suerte de poseer a pocos kilómetros las ruinas de la ciudad de Éfeso, de las mejores conservadas del mundo. La ciudad está entregada a tal honor y tiene una oferta de alojamiento bastante considerable. En un primer momento pasamos de largo el pueblo, dominado por una enorme fortaleza en lo alto de una colina. Giramos en dirección hacia las ruinas por una carretera que se cogía a la derecha. Según íbamos avanzando dejábamos a la derecha un paseo de réplicas de columnas de gusto más que discutible.
Apenas a dos kilómetros estaba la desviación hacia el Templo de Artemisa, una de las 7 maravillas del mundo antiguo, que superaba en tamaño al Partenón de Atenas. Por desgracia, de las 127 columnas que poseía, sólo quedaba una en pie, así que no nos merecía la pena ir.
Continuamos por la carretera y en un momento pudimos ver de lejos el descomunal teatro de las ruinas, incrustado en la base de una colina. Era un poco tarde y estaba anocheciendo así que aceleramos un poco el paso para llegar a Pamucak antes de que anocheciera por completo, siempre es mejor aparcar de día. Habíamos leído que era una playa tranquila, a unos 15 Km de Éfeso. Nos colamos, o al menos eso nos pareció, en una urbanización de lujo junto a una playa. «Sutilmente», aparcamos la furgoneta y nos fuimos a dar un baño al mar, el agua estaba perfecta. Una vez relajados en la furgo vino un hombre a pedirnos muy educadamente que nos alejáramos de enfrente de su terraza, ya que le gustaba ver el mar por la noche. Movimos la furgoneta unos metros, sin saber si al vecino también le molestaríamos. No tuvimos más problemas, por lo menos con humanos.
Habíamos leído antes de venir que tanto Éfeso como sus alrededores tenían un verdadero problema con los mosquitos. Tomamos las medidas oportunas, pero no pudimos evitar la invasión nocturna. Perdí la cuenta en la octava víctima, a medida que uno caía, otro entraba, no sabíamos por donde se nos colaban. A las cuatro de
Nos levantamos con un descanso poco gratificante, con alguna que otra picadura que, a propósito, eran muy dolorosas. No duraba mucho el picor pero la reacción primera era bastante fuerte. Tras los quebraderos de cabeza descubrí por donde habían entrado los mosquitos esa noche. Resulta que al haber vaciado las aguas sucias dos días antes, se me olvidó cerrar la llave de paso, de tal modo que los bichos nos estuvieron entrando directamente por el desagüe del lavabo, menos mal que tienen el cerebro pequeño.
Entramos a Éfeso por la entrada sur, aunque se aconseja hacerlo por la norte. El aparcamiento estaba repleto de autobuses y antes de llegar a las taquillas, había un batallón de tiendas de souvenirs. La entrada cuesta 15 millones, unos 9 €, precio más que razonable dado el valor y la calidad del yacimiento.
Se pasa a través de unos torniquetes de control a un paseo de pinos de unos 500 metros. De lo primero que se ve es la Stoa o camino hacia el puerto, con el pavimento original y bastantes columnas en pie.
Antiguamente la ciudad contaba con salida al mar, en la actualidad se encuentra a unos 7 Km.
A la izquierda estaba el gran teatro. La verdad es que llevábamos tantos teatros vistos que éste no nos aportó demasiado nuevo, aunque superara a todos en tamaño. Personalmente ha sido el de Hierápolis, en Pamukkale, el que más me ha impresionado en Turquía, sobre todo por su buen estado de conservación.
La gran atracción estaba al caer. Caminábamos por otra Stoa, dejando a nuestra derecha el Ágora. Unos metros delante estaba la Biblioteca de Celso, sin duda el edificio clásico mejor conservado de los que hemos visto, con todo lujo de detalles, inscripciones griegas y romanas totalmente legibles, las columnas de estilo corintio en perfecto estado, todos los frisos casi intactos, así como los frontones, una maravilla de unos 30 metros de alto por otros 40 de ancho.
Estaba atestada de turistas de un lado para otro, trabajando a destajo con sus cámaras, no era para menos.
Subiendo desde la biblioteca hacia el norte se atraviesa la Vía de los Curetes, con el pavimento en un estado envidiable. A mano derecha se dejan las casas adosadas, la pena es que costaban otros 15 millones, así que no entramos, aunque, según habíamos leído, estaban en muy buen estado, con las paredes decoradas con frescos y los suelos cubiertos de mosaicos.
Justo enfrente de la zona de las casas está el Templo de Adriano, también muy bien conservado. Por detrás de este edificio uno puede callejear, llegando a diferentes recintos de la ciudad, quizá es uno de los pocos momentos en los que uno puede estar alejado y perderse en solitario.
Más al norte, continuando por la vía llegamos a la otra entrada del yacimiento, donde se puede ver un odeón, las termas o el gimnasio del este.
Volvimos sobre nuestros pasos dirección a la furgoneta para comer algo, para más tarde visitar Selçuk. Aunque antes nos picó la curiosidad y decidimos ir hasta un monte cercano a Éfeso, donde se encontraba Meryemana, nombre dado a la Virgen María por los musulmanes. En este lugar está la Casa de María.
Según cuenta la historia, o la leyenda, según se quiera ver, desde el renacimiento, muchas personas creían firmemente que María viajó junto a San Juan a Éfeso al final de su vida. En el siglo XIX, un clérigo de Esmirna (Izmir), siguiendo la descripción de Caterina de Emmerich de Alemania, (quién tuvo una visión sobre María en Éfeso), encontró los cimientos de una antigua casa. En el año 1967 el Papa Pablo VI dio por verdadera la historia y el lugar.
En la actualidad hay una capilla junto a la casa y es lugar de peregrinación cristiana. Al llegar a la entrada preguntamos el precio, 22 millones nos dijo el hombre que vendía los tickets. Con las mismas nos dimos la vuelta, nos pareció un abuso, más nos había movido la curiosidad que ningún impulso religioso.
Al bajar por la empinada carretera se veían buenas vistas, así que los kilómetros no fueron del todo en balde.
Llegamos a Selçuk y comimos algo en la furgoneta. Después visitamos el pueblo al atardecer. Parte de un antiguo acueducto atravesaba una de las plazas y hasta servía de pilar para algunas casas. También visitamos una antigua mezquita pre-otomana y luego callejeamos un poco por las calles, sin llamar mucho la atención a los lugareños ya que aquí están muy acostumbrados a los turistas.
Dejamos la zona dirección al sur, de nuevo hacia el mar, hacia Kusadasi.
Éfeso y Sirinçe
En esta galería os encontraréis con fotografías de las ruinas de Éfeso, así como algunas de la población de Selçuk y el pequeño pueblo de las montañas de Sirinçe, a unos kilómetros del yacimiento.
Las cuatro virtudes
Los nichos de la fachada de la Biblioteca de Celso albergan 4 estatuas, cuyos originales se encuentran en el museo de Éfeso en Viena. Las estatuas representan las 4 Virtudes:
1 – Arete – Bondad
2 – Ennoia – Pensamiento
3 – Episteme – Conocimiento
4 – Sophia – Sabiduría