Recibiendo visitas en Estambul

25 de diciembre de 2005

Visitas-en-Estambul-IXVolvíamos de nuevo a Estambul el día 25, aún nos pitaban los oídos de la noche anterior, cuando un José Luis Perales a la turca nos dio la serenata durante la cena de nochebuena en Sile. Nos esperábamos encontrar la ciudad nevada, hubiera sido bonito ver la cúpula de Santa Sofía cubierta de blanco, pero como ocurre en las ciudades, la polución nos lo impidió, apenas había nieve en las calles y la que había, no era precisamente blanca.

Laura llegaba el día 29 desde Madrid para pasar la nochevieja con nosotros, esos cuatro días los aprovecharíamos para hacer algunas compras y algunos trámites en embajadas.

Visitas-en-Estambul-III

Vistas desde la Torre de Galata

Pactamos un precio razonable con el dueño de un aparcamiento en Sultanahmet y ahí nos quedamos durante los cuatro días, casualmente, tuvimos como vecino a un turco que dormía en su furgoneta y que se dedicaba a hacer de guía a los turistas, un personaje interesante, que había visitado bastantes países. Uno de los días lo dedicamos a comprar juguetes para los niños que nos fuéramos encontrando de aquí en adelante. Fuimos hacia una zona de tiendas detrás del gran bazar, en las que se compra al por mayor y por poco más de doce euros nos hicimos con unos treinta relojes, cincuenta anillos, pelotas pequeñas de goma, cientos de lapiceros y gomas de borrar, muñecas, etc. Tendríamos suficientes para un buen tiempo.

Visitas-en-Estambul-VIDaba gusto pasear por un bazar sin turistas, incluso los comerciantes estaban más tranquilos y nos dejábamos agasajar por su hospitalidad. Encontramos un pequeño restaurante junto a una de las salidas, sólo servía dos platos, cacerolas de judías y Köfte (albóndigas), pero no necesitábamos más, comimos tres días seguidos en el mismo sitio.

Otro de los días intentamos ir hacia los barrios donde según el plano estaban las embajadas, concretamente las de Pakistán, Uzbekistán y la de España, pero no encontramos ninguna de las tres y finalmente desistimos, vencidos por el agobiante tráfico de la ciudad. Y tranquilamente pasaron los días, hasta que llegó la noche del 29, cuando recibimos a Laura, que se presentó con tres chicos españoles, que finalmente acabaron en nuestro mismo hostal. La bienvenida estuvo a la altura y, después de cuatro meses, volví a tomarme unos cubatas de ron que me sentaron francamente bien.

Visitas-en-Estambul-IILos días que pasamos con Laura fueron muy tranquilos, excluyendo la nochevieja. Ella ya había visitado la ciudad con nosotros cuatro años atrás, por lo que no tuvimos ni que separarnos, ni que esperar grandes colas para visitar los monumentos de la ciudad. Frecuentamos una tetería de Divan Yolu Caddesi, junto a un pequeño cementerio, con sillones y sillas de madera tapizadas con Kilims y donde también servían narguiles, un lugar acogedor y cálido, que solía estar bastante animado.

Visitamos la Torre de Galata, que engalana al distrito de Beyoglü, en el lado oriental del puente de Galata. Era algo que teníamos pendiente. La enorme y ancha torre tiene un bar y un restaurante desde donde se divisa todo el Cuerno de Oro, pero también se puede ir simplemente a la terraza, en lo alto de la torre, la entrada cuesta 8 millones. Pese al frío y al viento, las vistas son absolutamente espectaculares. Desde arriba se puede disfrutar de gran parte del Cuerno de Oro, así como del barrio que rodea Galata, incluido el animado puente, el ajetreado Bósforo, donde no paran de pasar barcos de uno a otro lado, la parte moderna de la ciudad, más allá de Taksim, con enormes rascacielos. Es un lugar único para admirar la grandeza de esta ciudad, en todos sus aspectos, aunque la mejor opción es subir cuando no hay viento.

Visitas-en-Estambul-VMás allá de la Torre, subiendo una estrecha y empinada calle repleta de tiendas de instrumentos de música, se llega a la peatonal Istiklal Caddesi, una de las calles más comerciales y animadas de Estambul, que transcurre desde Tünel hasta la inmensa plaza de Taksim, dividida en dos por las vías del tranvía, que no hemos visto en funcionamiento. Toda la calle está jalonada de edificios neoclásicos que albergan desde consulados, como el de Grecia o el espectacular edificio de la embajada de Suecia, hasta institutos de cultura, iglesias ortodoxas, librerías, tiendas de discos, ropa, galerías de cine o pequeños bazares cubiertos, un ambiente muy distinto al de la zona del Cuerno de Oro, menos desordenado, se podría decir. También hay cafeterías, que bien podrían estar en alguna calle de París, y donde la clase media-alta de la ciudad paga hasta 8 ó 10 veces más por un té, eso si, saboreando el estilo de una cafetería de principios de siglo XX. Es la zona donde sale la juventud los fines de semana. Y culminando la calle se encuentra la enorme plaza de Taksim, con la omnipresente estatua de Atatürk en el centro y una gran pantalla de televisión al aire libre, que proyecta diversos anuncios.

La mañana del 31 la pasé en el museo arqueológico, detrás de Santa Sofía, gran parte del mismo dedicado a Estambul. Más tarde me dirigí hacia Sahaflar (el bazar de libros), donde encontré unos curiosos y bonitos posters de miniaturas turcas. Al poco rato llegaron Laura y Silvia y nos fuimos a comer.

Visitas-en-Estambul-IVSobre las nueve de la noche quedamos con los otros tres chicos españoles y anduvimos hacia el Puente de Galata, decidiéndonos finalmente por uno de los muchos restaurantes que se hallan bajo el puente. Cenamos pescado y nos amenizó en repetidas ocasiones un grupo de músicos. De este modo recibimos el año nuevo, con discretos fuegos artificiales sobre la torre de Galata y Topkapi, al otro lado. Al terminar la cena y los Rakias (licores de uva), estuvimos hablando con uno de los camareros, de origen kurdo, que nos llevó a Taksim. Cogimos un taxi y llegamos a una Istiklal Caddesi rebosante de gente, apenas se podía andar. Nosotros nos colamos en la segunda planta de un bar, se celebraba un cumpleaños, pero nos hicimos los suecos, y así fue todo, el resto de la noche ya se puede imaginar.

Visitas-en-EstambulEl día 2 llegó la corta y dulce despedida de Laura, a la que esperamos volver a ver en lugares aún más orientales.

Volvimos a la ciudad el día 6 de Enero, tras nuestro breve paso por la península de Gallipoli y nuestra mínima escaramuza en Grecia, para conseguir gas para nuestra cocina, ya que las juntas tóricas de la botellas turcas no nos servían. Dormimos en un polideportivo junto a las murallas. Al día siguiente recogimos a Jorge, más tarde tendríamos que volver a por Carlos.

Visitas-en-Estambul-VIICon Carlos y Jorge descubrimos los maravillosos barrios de Fener y Balat, que parecían un pueblo al margen de Estambul y en los que el turismo apenas había llegado. Una de las mañanas nos dirigimos al distrito de Eyüp, para conocer la famosa cafetería de Pierre Loti, el romántico y excéntrico escritor y militar francés que se encandiló con la ciudad. Llovía bastante, no se podía disfrutar de las vistas del Cuerno de Oro, que se intuían impresionantes, aunque sí estuvimos un rato en la pequeña cafetería.

Otra de las tardes tomamos algo en la cafetería del Hotel Pera Palas. En realidad tomar algo nos salió bastante caro, pero aprovechamos la visita, primeramente haciendo decenas de fotos en la cafetería, para luego visitar distintos salones del hotel, así como viendo el antiguo ascensor y otras partes del lujoso hotel donde se habían alojado personajes del glamour de Agatha Christie, Ernst Hemingway, Greta Garbo, Jackeline Kennedy, el Rey Eduardo VIII de Inglaterra, la espía Mata Hari, Leon Trotski y un largo etcétera, incluyendo al propio Atatürk, que se alojó en la habitación 101. La habitación se podía visitar, pero nos pidieron un precio que no íbamos a pagar.

Visitas-en-Estambul-VIIIDescubrimos el funicular, construido en 1871 por ingenieros franceses, y que sólo tenía parada de comienzo y de fin, pero que te ahorraba una larga y pesada cuesta.

También cogimos un ferry para ir al lado asiático, donde comimos en un restaurante muy familiar, en el que un diligente niño nos atendió a las mil maravillas.

Visitas-en-Estambul-XFueron unos días intensos, en los que si hubiese que poner algún pero, éste sería por el tiempo, ya que desde que vinieron hasta que se fueron no paró un día de llover, aunque esto también tuvo sus ventajas, ya que tuvimos la posibilidad de recorrer una Estambul bajo la lluvia, con las calles desiertas y con la basura en las aceras dejada por los comerciantes. También tenía su encanto.

Y como despedida la experiencia del hamam, en el que nos deleitamos durante más o menos una hora, casi al borde de la pérdida de conocimiento. Uno se llega a relajar quizá demasiado en estos lugares, pero por suerte a la salida están las personas que trabajan allí, y en cuanto sales te ofrecen una reparadora cerveza o algún zumo, para recuperar líquidos.

Y entre paseos, teterías y cervezas nocturnas pasó la semana en un santiamén, quizá demasiado rápido, y llegaron las despedidas, que no deberían de existir.

Aunque sé de uno que volverá en cuanto le sea posible, y es que Estambul atrapa, normal.

Navidades en Estambul

Una Estambul fría y húmeda en invierno, mucho más tranquila, fotografías de lugares menos conocidos, el antiguo tranvía, el Hotel Pera Palas, vendedores, puestos de pescado, barrios como el de Fener, Balat, Fatih o Sultanahmet y un largo etcétera de otras «caras» de Estambul.