Historia, pueblos y ciudades subterráneas
18 de diciembre de 2005
Tras la calurosa despedida de los trabajadores del taller, con intercambio de regalos incluido, nos dirigimos con nuevos y renovados aires hacia una de las ciudades subterráneas trogloditas más grandes de la región, la de Derinkuyu. Aunque seguíamos en la región de Capadocia, dejamos atrás la magia de los valles de Göreme.
Recorríamos los kilómetros por una región montañosa, con el añadido de la recién llegada nieve, que siempre da otro tinte distinto al paisaje. Llegamos a Derinkuyu casi al atardecer y aparcamos junto a una iglesia católica. Antes de pensar en donde dormiríamos dimos un pequeño paseo por el pueblo. Teníamos que estar bastante cerca de la entrada a la ciudad subterránea, ya que había teterías y tiendas de souvenirs. El resto del pueblo parecía bastante tradicional, con granjas de pollos en las casas bajas y mujeres recatadamente tapadas. Desde luego éramos los únicos turistas en el pueblo, al menos a simple vista. Dejando a nuestra izquierda la iglesia, nos encontramos con señoras mayores que vendían preciosas muñecas con vistosos colores hechas por ellas mismas, eran muy baratas.
Efectivamente, andando apenas cien metros más vimos la entrada a la ciudad subterránea. Nos acercamos para enterarnos del precio, 10 millones persona (6 euros cada uno). Al volver hacia la furgoneta un hombre nos paró, «Españoles«, nos dijo, era un comerciante, que nos invitó a tomar un té en su tienda, como no teníamos mucho que hacer fuimos con él. Era una tienda de baratijas y «supuestas» antigüedades, con algunas vitrinas llenas de objetos unos encima de otros, collares, monedas antiguas, vasijas rotas, etc. El hombre nos sacó varios objetos con grabados, según nos dijo eran hititas, había uno realmente bonito, con la figura de un arquero, el comerciante captó enseguida mi interés y me dio un precio. Al instante mostró todas sus armas de comerciante, pero eran argumentos que ya habíamos oído antes en otros lugares. Me dijo que en España me darían por la pieza 200 € (nos la ofrecía por 10). Siempre te podrá quedar una duda sobre si verdaderamente los objetos que te ofrecen son verdaderas antigüedades, aunque lo más probable es que no lo sean.
Esa noche dormimos en el cuartel de la policía, a unos cientos de metros de la entrada a la ciudad subterránea.
A la mañana siguiente visitamos la ciudad subterránea, un complejo entramado de callejuelas estrechas y húmedas, con múltiples recovecos, aunque bastante iluminada para el turismo. El camino siempre transcurría hacia abajo y de vez en cuando se abría en salas más amplias, donde aparecían estructuras de iglesia o almacenes de comida o vino. Bajamos muchos niveles e incluso al llegar al más bajo vimos que existían más aberturas cerradas, así que ni nos imaginamos hasta donde podría llegar cuando era utilizada.
Dejamos Derinkuyu y continuamos camino hacia el Valle de Ihlara, que sería nuestra última etapa en Capadocia. A medida que nos acercábamos, las montañas de la cordillera Taurus se hacían cada vez más imponentes, con sus cumbres nubladas y nevadas.
El pueblo de Ihlara está construido en parte en tierra firme y en parte sobre el filo de los acantilados que forman el valle del mismo nombre, al pie del tremendo Monte Hasan. Aparcamos junto a una especie de parador, desde donde se descendía hasta el cañón.
Nos levantamos temprano a la mañana siguiente y bajamos al cañón previo pago de 5 millones. El acceso desde este punto está bastante bien habilitado, aunque tuvimos que bajar cientos de escalones hasta llegar al fondo. No había ni un alma, sólo se escuchaba el río y los pájaros, así como nuestras pisadas sobre las hojas caídas, hacía frío húmedo, pero no llovía, e incluso el sol se dignó a aparecer en alguna ocasión. Las iglesias excavadas en la roca estaban muy bien señalizadas, fáciles de encontrar, aunque para acceder a alguna de ellas tuvimos que hacer alguna que otra virguería. Ninguna de ellas tenía unos frescos en perfecto estado, además el vandalismo tampoco las había hecho mucho bien.
La magia del paisaje estaba en observarlas desde lejos, escondidas entre lo árboles, esculpidas en roca, con parte de sus cimientos desperdigados alrededor. Las paredes del cañón se levantaban a nuestro lado, el río llevaba bastante caudal y en alguna ocasión se dividía para unirse después, casi todos los árboles estaban pelados, típico paisaje otoñal. No recorrimos el valle en su totalidad y en Belisirna, a mitad de camino, tras dos horas de paseo, nos dimos la vuelta, no sin antes entrar en calor con un par de tés, mientras unos chavales se reían con una serie de televisión.
Nos dirigimos hacia Ankara. Dormimos en una gasolinera, donde nos cayó una inmensa nevada, anticipo del frío que íbamos a sufrir en la capital.
Historia en Capadocia
Göreme
Existen cientos de iglesias excavadas en la roca en Capadocia, sólo en el Museo al aire libre de Göreme visitaríamos nueve o diez, pero andando por los valles se pueden encontrar muchas más. Desde el exterior nunca te imaginarías lo que hay en el interior. Se conservan numerosos frescos bizantinos que han sido restaurados recientemente
Derinkuyu
Existen, que hayan sido identificadas, 36 ciudades subterráneas en toda Capadocia. Algunas datan del 2000 A.C.. Eran usadas en tiempos de guerra, cuando los habitantes se ocultaban en ellas, pudiendo permanecer hasta seis meses seguidos. La ciudad subterránea de Derinkuyu es una de las dos ciudades más importantes, tiene 7 niveles y para percatarse de la profundidad que alcanza hay que echar un vistazo al pozo de ventilación, desde luego no es apta para claustrofóbicos. tenían múltiples puertas defensivas, que cerraban el paso a los invasores, (el agujero les permitía atacar). Es un laberinto, que además estaba comunicado subterráneamente con otra ciudad troglodita (Kaymakli), de la que dista 10 Km.
En el profundo Valle de Ihlara se conservan docenas de iglesias bizantinas con frescos excavadas en la roca. En total son 16 kilómetros de recorrido por el valle, siguiendo el curso del río.