La de los mil nombres

Septiembre de 2005

El sol se pone en la ciudad. Estoy volviendo a través del Puente de Galata, después de dar un paseo por el animado mercado de pescado, donde se pueden comprar las piezas vivas. Si levanto la cabeza, hacia la derecha, se yerguen decenas de minaretes hasta donde la vista alcanza. Si miro de frente, defino la silueta de la que dicen es la más espléndida mezquita de Estambul, Süleymaniye Camii, situada sobre una colina, obra del maestro de arquitectos. Desde luego es la más grande. En todo el complejo, además de la mezquita, hay un albergue, un hospital, un seminario teológico y otras dependencias, así como la tumba de Solimán el Magnífico, su esposa y la del propio Sinan.

Mil-nombres-Estambul-VI

Cartel en Kavala, Grecia

En el 324, el emperador romano Constanino I el Grande eligió Bizancio como la nueva capital del imperio, la llamó Constantinopla y, al igual que Roma, la construyó sobre siete colinas.

Continúo paseando por el puente y, justo debajo, frente a mí, cientos de personas corren a coger los ferrys hacia Üskudar, la parte asiática. Si giro un poco la cabeza, veo a comerciantes recogiendo los puestos del bazar egipcio, junto a la gran Yeni Camii, en Eminönü.

Mil-nombres-Estambul-IVAl otro lado del puente se ve a lo lejos parte del Palacio de Topkapi, Santa Sofía y los seis minaretes de Sultanahmet Camii o Mezquita Azul. Si me doy la vuelta veo la torre Veneciana de Galata, donde se divisa la ciudad desde una altura privilegiada.

Continuo andando, observando a los pescadores que se arremolinan para pescar en el puente. Hay un niño vendiendo botellas de agua, y otro hombre vende en un puesto ambulante unos enormes mejillones rellenos o no de arroz, deliciosos y muy baratos.

El puente vibra por el paso de un tranvía, hay mucho tráfico, mucha gente de aquí para allá, un penetrante olor, mezcla de especias, suciedad, mar, polución. Ninguna ciudad de las que he estado huele como Estambul.

La ciudad vive de día. Por la mañana puede despertarte la llamada al rezo, es sobrecogedora, uno no se acaba de acostumbrar, retumba en toda la ciudad, sincronizada de mezquita en mezquita.

El día 9 de Septiembre es la fiesta nacional en Turquía. Conmemora la toma de Izmir (Esmirna) por Atatürk, en 1922, que marcó la victoria turca en la guerra de la independencia.

Mil-nombres-Estambul-VDormimos en el barrio de Sultanahmet, que alberga la Iglesia-Mezquita de Santa Sofía y la Mezquita Azul, entre otros muchos lugares a visitar. En este barrio hay muchos hostales y muchos de ellos tienen terrazas con vistas a ambos monumentos.

Aún es pronto pero las tiendas ya están a pleno rendimiento. Todos te saludan en tu idioma, suelen adivinar de donde eres, según ellos, por los andares.

Enseguida te espabilas. De repente, subiendo una cuesta, te encuentras a un lado con la Mezquita Azul, llamada así por los azulejos de Iznik que decoran su interior, y si sigues unos pocos pasos por la calle y giras la cabeza está Santa Sofía. En el medio de las dos hay un parque en el que de vez en cuando se enciende una fuente. El espectáculo es indescriptible, deberían de estar en sitios distintos de la ciudad para poder dar abasto. Son colosales, muy distintas. La Azul es elegante, desborda belleza y perfección, tanto por el exterior como por el interior. Santa Sofía es más sobria, más imponente, roja en su exterior, mil años más vieja.

Me siento y me voy girando, cinco minutos una, cinco la otra. Me voy hacia el bazar, pero al volver me sentaré de nuevo un rato.

Mil-nombres-Estambul-VIIAntes de afrontar la Divan Yolu Cadessi, me acerco al Hipódromo (At meydani), junto a la mezquita azul, lugar donde se celebraban en tiempos de Bizancio carreras de carros. En esta pequeña avenida aparecen dos grandes obeliscos y una torre en forma de espiral entre ellos. El primero de ellos es el que más impresiona, El Obelisco de Teodosio, esculpido en granito hacia el 1500 A.C., en perfecto estado de conservación. Sus jeroglíficos conmemoran las victorias del emperador Tutmosis III. Fue traída desde Egipto en el año 390 d.C. Después aparece la Columna Serpentina, que en sus tiempos estuvo coronada por tres cabezas de serpiente, una de ellas se muestra en el museo arqueológico. Estuvo ubicada en el , hasta que fue mandada traer por el emperador Constantino en el 330 d.C.

Finalmente aparece otro obelisco en peor estado de conservación, del que no se conoce su origen con certeza. Intento sacar una foto de los tres monumentos a la vez, pero no puedo, así que me conformo con sacar una al obelisco de Teodosio.

Las carreras en el Hipódromo

En época bizantina existían dos equipos rivales de carros, «los verdes» y «los azules», cada uno de ellos con una significación política. De este modo el resultado de las carreras podía repercutir en el plano político hasta llegar al punto de que un emperador se podía ver obligado a abandonar el trono tras el resultado de una competición.

Mil-nombres-Estambul-VIIIVoy por Divan Yolu Caddesi, camino de Kapaliçarsi (el gran bazar). A la derecha dejo Yerebatan Sarayi, las enormes cisternas que abastecían antaño parte de la ciudad. La calle, una de las principales, está llena de restaurantes y tiendas de souvenirs. Los camareros te saludan y te invitan a pasar. Enseguida se ponen a hablar contigo. Si uno se lo propusiera se podría estar charlando todo el día.

A medida que subes vas dejando a tu paso alguna mezquita, tumbas reales que acogen escondidas teterías o cementerios. Paso por Çemberlitas, donde la enorme torre homónima, erigida por Constantino, está reformándose. Dejo a la derecha el Hamam más célebre de la ciudad, construido por Sinan, bastante caro, por cierto, 28 millones baño y masaje (unos 18€).

Me voy acercando al bazar y eso se nota. Cuesta andar de la gente que pasa por la calle.

Mil-nombres-EstambulEl Gran Bazar de Estambul es un laberinto cubierto con 4500 puestos medievales, entre mezquitas, tiendas, comisarías, teterías o talleres, donde es fácil desorientarse.

A mi encuentro salen chavales que venden imitaciones de perfumes caros, niños con pesos portátiles o vendedores ambulantes de mazorcas de maíz, mientras los gritos de los comerciantes te aturden los sentidos. En el interior del bazar ya es la locura, ruido, colores, gritos, gente. Todas las calles del bazar, salvo la principal, son idénticas, así que no es demasiado difícil perderse. Si alguien es un comprador compulsivo éste no es su sitio, los comerciantes son muy hábiles y embaucadores, además de grandes políglotas. Si se va de compras lo mejor es ver un día y comprar al siguiente. Sobre el regateo hay muchas teorías, que si lo que te piden es cuatro veces más del precio real, pero también influye el hecho de que caigas bien al vendedor o de la cantidad de cosas que compres en una misma tienda.

Mil-nombres-Estambul-IILo mejor es ir por la mañana pronto, sobre las diez, si se va a mediodía es casi imposible ver los puestos y mucho menos regatear. Una jornada de trabajo para esta gente debe ser agotadora, además, si se va pronto, resulta más fácil poder encontrar pequeñas sorpresas como talleres escondidos o teterías recónditas. Un rato en el gran bazar puede resultar agotador, aunque no hayas comprado nada.

Después de salir del bazar, continúo mi paseo hasta la cercana plaza de Beyazit Meydani, donde se encuentra la mezquita del mismo nombre y la enorme puerta de la antigua universidad. El panorama aquí no varía mucho, más gente y más comercio, pero muy cerca hay una gran sorpresa, el bazar de los libreros, llamado Sahaflar.

Estambul tiene muchos de estos bazares, con tiendas añejas, auténticos remansos de paz donde, con un poco de paciencia, se puede encontrar alguna que otra joya oculta en las estanterías.

Tras recorrer alguna de las tiendas de libros pienso que ya es hora de comer algo, así que me meto en un pequeño restaurante a comer un Kebab de Cordero en pan de pita (llamados Dürüm) y un Ayran, una bebida de yogur líquido un tanto salada. Al acabar de comer decido bajar de nuevo hacia el puente de Galata, para luego subir hasta Santa Sofía otra vez. Una vez cerca del puente, me siento a fumar un cigarro en las escaleras de la Yeni Camii, no soy el único, hay muchas personas sentadas a mi lado, al igual que muchas palomas. No dejo de sorprenderme con la cantidad de gente que pasa por aquí. Una vez de vuelta paso por Sirkeci y la estación de trenes, la misma donde el Orient Express llegaba a su última parada, procedente de París, recorrido que realizó desde el 1883 hasta el 1977.

Éste fue el lugar que vi la primera vez que vine a Estambul, hace cuatro años, asi que entro a echarla un vistazo, a ver si ha cambiado mucho. Un busto de Atatürk domina el centro de la entrada a los andenes. Está presente en todas partes, colegios, tiendas, cafeterías, se le tiene una devoción muy especial.

Mil-nombres-Estambul-IIISalgo de la estación y continúo subiendo cuesta arriba, los taxistas me asaltan y hay un grupo de limpiadores de zapatos justo a la entrada que me ofrecen sus servicios, quizá sin percatarse de que llevo chanclas.

El camino desde la estación es cuesta arriba, en realidad la orografía de la ciudad es bastante accidentada. Dejo a mi derecha el Parque de Gülhane, de los pocos espacios verdes existentes en la ciudad.

Justo antes de llegar a Santa Sofía hay una tetería muy apacible, con unos sofás con muchísimas almohadas y cojines, muy cerca queda el Museo Arqueológico, de los más famosos del mundo.

Voy acabando por hoy, y un buen sitio es delante de Santa Sofía, sentado en un banco. Me queda aún un mundo por ver en esta ciudad, infinitos recodos por descubrir. Sinceramente creo que nunca tendría tiempo suficiente para conocerla, ni yo ni nadie.