El abrupto mediterráneo en Marmaris
10 de octubre de 2005
Ya dejábamos atrás el mar Egeo, el Mediterráneo nos esperaba en Marmaris y su exuberante naturaleza. La primera parada la hicimos la tarde del 9 de octubre en lo más profundo del golfo de Gökova, a un par de kilómetros de Akyaka (también conocido como Gökova por el golfo). Paramos en un pinar a descansar y con la intención de bañarnos, pero la temperatura no acompañaba y estaba lleno de abejas (más tarde leeríamos en la guía que la zona de Marmaris hay muchos casos de picaduras de abeja, está plagado de ellas). Un autobús había llegado a la vez que nosotros y de él descendieron un grupo de jóvenes deportistas y su entrenador, les puso a correr a lo largo de la playa y a hacer miles de ejercicios. Nos dimos un paseo por los alrededores, al otro lado de donde nos encontrábamos se veían colinas frondosas, en el inicio de la Península de Resadiye. El sitio nos pareció perfecto para pasar la noche, aparcamos y a descansar.
Por la mañana, en el puerto de Akyaka, encontramos una agencia que organizaba paseos en barco hasta la Isla de Cleopatra (llamada así porque en ella se supone que se encontraban Cleopatra y Marco Antonio), famosa por su arena blanca finísima; además de esa visita paraba en varias playas de la zona. La chica que nos atendió nos explicó que se podía hacer en un barco turístico por 15 millones, o en un barco de vela con poca gente por 25 millones, ese día sólo existía la segunda opción. Después de hablar un rato nos lo dejó por 20 millones (12 euros), la excursión duraba todo el día y tenía la comida incluida, era un chollo. Habíamos cogido todo lo que hacía falta, el bañador, la cámara de fotos, el dinero, y la toalla y el jabón para ducharnos luego en el barco. Nos acercamos al muelle y nos acomodamos en la popa. Al cuarto de hora sonó el teléfono del encargado, como el día estaba un poco nublado los cuatro ingleses que iban a venir con nosotros se habían echado para atrás, y, claro, un barco para dos no era rentable. Se nos quedó cara de tontos, ya nos habíamos imaginado pasando el día en el barco de playa en playa. Con las mismas, nos devolvieron el dinero y nos fuimos de allí dirección a Marmaris, capital de la región.
De camino vimos una desviación que te llevaba a un puerto donde contratar viajes en barco, decidimos probar suerte allí. Poco antes de llegar comenzó a llover, estaba claro que ese no era el día del viaje en barco. Nos informamos de que todas las mañanas a las 10 sale un barco hacia la Isla de Cleopatra, por 10 millones, pero ni tour ni comida incluida.
Los últimos kilómetros antes de llegar a la ciudad descienden bruscamente hacia el mar, dos o tres curvas antes de llegar hay un mirador desde el que se disfrutan unas buenas vistas. Paramos allí y nos hicimos un té antes de proseguir camino.
El tiempo no acompañaba nada aún, así que no paramos en la ciudad y seguimos rumbo a las penínsulas de Hisarönü y Resadiye. La primera de ellas es bastante pequeña, adentrándose apenas cuarenta kilómetros en el mar. La segunda tiene casi cien kilómetros de longitud por pocos de ancho, en algunas partes del camino se ve el mar a ambos lados de la carretera. Nos desviamos a la izquierda para visitar la primera, no llevábamos recorridos muchos kilómetros cuando empezaron a aparecer calas de arena desiertas. Inesperadamente el tiempo había cambiado y el cielo se estaba despejando, así que nos paramos en una de las calas a nadar y a comer. Nuestra pesadilla volvió, abejas por todas partes, pudimos nadar tranquilos un buen rato, pero lo de comer fue otra historia, nos tuvimos que ir. Terminamos de comer en la furgoneta y seguimos circulando hasta el pueblo de Selimiye, un pueblo donde se siguen haciendo barcos ‘artesanalmente’. Anduvimos junto al mar para descubrir algunos hoteles y restaurantes en la orilla donde el único objetivo era relajarse: tumbonas con acceso directo al agua, hamacas colgadas de los árboles bajo techos de parras, enormes sillones con almohadones. Todo en un ambiente de disfrute para deleite de los pocos visitantes que allí se encontraban. En uno de los restaurantes un hombre se dirigió a nosotros y entablamos una corta pero agradable conversación sobre España y Turquía, y sus semejanzas. Al decirle que seguiríamos nuestro viaje hacia Siria hizo un gesto despectivo y nos dijo que no le gustaba ese país, que mejor no fuéramos y siguiéramos en Turquía. Tenía la boca llena de dientes con fundas de oro, no estuvimos mucho con él, pero parecía ser todo un personaje.
De vuelta hacia casa nos acercamos a ver cómo trabajan en los barcos en el extremo norte del pueblo. Vimos tres o cuatro sitios donde se dedicaban a hacer barcos, algunos de un tamaño muy respetable, otros sólo pequeñas barcas. Por el camino vimos a un hombre dando una capa de pintura a su pequeña embarcación.
Llegamos hasta el final de la carretera, hasta Bozburun. Compramos algo de picar y nos sentamos en el puerto donde había varios barcos extranjeros amarrados. Vimos un cybercafé y nos picó el gusano de chequear el correo electrónico, nunca se sabe de quién habrá correo.
De vuelta paramos en un alto a ver el pueblo de Selimiye, se divisaba toda la bahía perfectamente. Al día siguiente pensábamos adentrarnos en la otra península, por lo que intentamos acercarnos a la carretera principal lo más posible, tanto que al final llegamos a ella sin decidirnos a parar en ningún sitio a dormir. Ya de noche, y por una carretera en mal estado, nos paramos a descansar. Al día siguiente pudimos comprobar que el lugar tenía vistas a la otra península, el mar estaba a escasos veinte metros hacia abajo. Las bahías que se forman son tan profundas que parecen lagos, las aguas están muy tranquilas, casi estancadas.
Después de desayunar emprendimos el viaje hacia el extremo de la península de Resadiye, donde se encuentran los restos de la ciudad Caria de Knidos. El tiempo era tan desapacible que decidimos volvernos y avanzar un poco hacia el este. Lo mejor de esa zona son las playas, no íbamos a disfrutarlas. Como la Isla de Cleopatra se quedará pendiente para la próxima visita al país.
Tranquilamente seguimos la carretera principal, dejamos Marmaris de nuevo a un lado, y retrocedimos hasta el cruce donde se toma la carretera que va hacia el este. Nuestra siguiente parada sería Dalyan, famosa por las tumbas escavadas en las rocas, los baños de lodo y su playa donde desovan las tortugas.
Hisarönü y Resadiye
La región de Marmaris esconde varias bahías de inigualable belleza. En ellas se pueden encontrar calas vírgenes donde bañarse y pueblos que mantienen toda su identidad cultural. Una de las fuentes de riqueza de la Península de Hisarönü es la fabricación artesanal de embarcaciones, tanto en Selimiye como en otros pueblos de alrededor se pueden observar los esqueletos de futuras naves.