Sile, navidad en el Mar Negro

23 de diciembre de 2005

De nuevo nuestros pasos nos llevaban a Estambul, en pocos días aterrizaría Laura en su aeropuerto cargadita de regalos de los Reyes Magos y Papa Noel. Allí pasaríamos el cambio de año, por eso decidimos escoger otro lugar donde pasar la navidad, la primera que pasamos fuera de casa, que esperamos no sea la última. Mirando en el mapa no nos decidíamos, finalmente el mar venció a sus contrincantes y hacia allí nos dirigimos. Un pequeño pueblo llamado Sile, a unos ochenta kilómetros de la gran urbe, servía de destino vacacional a los estambulenses.

Sile-IIIAbandonamos la autopista creyendo que en breves kilómetros dejaríamos de ver la nieve alrededor, ¡cuán lejos de la realidad! Los escasos setenta kilómetros que nos separaban de nuestro destino se convirtieron en un pequeño calvario. Muchos de los tramos de la carretera estaban llenos de nieve, únicamente un pequeño sendero de la anchura de un vehículo quedaba en medio del asfalto. Y así pasaron las horas hasta llegar a Sile, entre colinas y colinas llenas de nieve.

Encontramos el lugar perfecto para comer y dormir en un mirador con vistas a una pequeña playa y al torreón. El tiempo no acompañaba, la lluvia y el viento nos impedían disfrutar del panorama.

El pueblo estaba bien surtido, no faltaban tiendas, restaurantes y cybercafés por doquier. Ya nos tocaba subir algo a la abandonada web, así que nos tocó una jornada de internet, lo visitaríamos por la mañana y por la tarde.

SileEl día siguiente era 24 de diciembre, pensamos que sería agradable darse un lujo, dormir en un hotel y cenar en un buen restaurante. Tanteamos varios sitios, algunos tenían una fórmula por 120 millones (75 euros) con cena y desayuno incluidos (uno de ellos con jacuzzi). Escogimos un hotel en el centro por 60 millones con desayuno que resultó ser muy acogedor. En lo que quizás nos equivocamos fue en el restaurante, nos decidimos por el del puerto, parecía el mejor, y así se dejó ver en la cuenta: ¡¡¡100 millones!!!, y eso que el rodaballo dejaba un poco que desear, para mi no hay ninguno como el de mi madre. Quizás hubiésemos debido coger la fórmula mágica del hotel con jacuzzi, nunca se sabe.

Y así pasamos la navidad, lejos de los nuestros, añorando la buena comida (siempre en exceso), y las fiestecillas que montábamos en mármol con muchos de vosotros como asistentes, seguro que más de uno lo echó de menos. Aún así no estuvo mal, en vez de fiesta tocó película, Big Fish de Tim Burton.

Como colofón, el día 25 decidimos acercarnos a Estambul, pero según nos acercábamos el tráfico se volvía infernal y preferimos no entrar en la gran ciudad y explorar la costa europea del Mar Negro. Así desembocamos en Kilyos un tranquilo pueblo a treinta kilómetros al norte de Estambul. Sile-IIEn una bonita playa de arena paramos a comer y con la intención de quedarnos allí hasta el día siguiente. Había junto a la playa un restaurante bastante elegante que no me dio muy buena espina. No hice caso a mi intuición hasta ya de noche; cuando me acerqué a preguntar si podíamos dormir allí mismo, me contestaron que no, que cerraban la playa en unas horas; fueron bastante desagradables y bordes. Si no es la primera es una de las primeras veces en que nos dicen que no podemos dormir en un lugar en este país, y encima de malos modos.

Sin pensarlo mucho volvimos a Estambul y aparcamos nuestro hogar en un aparcamiento entre Sultanahmet Cami y Aya Sofia, uno ya conocido por nosotros, tendríamos que negociar un precio con los vigilantes del mismo. Laura llegaba en cuatro días, dormiríamos allí tres noches y la cuarta cerca del aeropuerto, conocíamos ya varios sitios tranquilos.

Sile

A unos ochenta kilómetros al noreste de Estambul, ya en la costa asiática del Mar Negro, se encuentra el pueblo de Sile. Es un lugar de veraneo frecuentado por los habitantes de la gran ciudad en verano. En esta época del año estaba bastante tranquilo, pero no fue difícil encontrar varios hoteles y restaurantes de pescado abiertos.