Sanliurfa: La patria de Abraham
4 de diciembre de 2005
De nuevo en la frontera, esta vez para entrar a Turquía desde Siria. Habíamos escogido este punto para cruzar porque dejaba a escasos veinte kilómetros de Harrán, lugar en el que, según cuenta la leyenda, vivió Abraham con su familia.
Tras llenar el depósito de gasoil y otro depósito de 25 litros nos acercamos al puesto fronterizo. Estaba muy tranquilo, de hecho no había nadie cruzando. Nos hicieron bajar del coche y nos llevaron a unas oficinas donde enseguida nos invitaron a té. No entendíamos mucho lo que pasaba, nadie movía un dedo, miraban nuestros pasaportes y los dejaban encima de la mesa. Y así pasaban los minutos y nada, comenzamos a conversar con los distintos oficiales que aparecían por el lugar, pero nadie parecía ser responsable de sellarnos el visado. Muertos de hambre nos preguntábamos cuando nos dejarían pasar, pero éramos una atracción y no parecían tener la intención de soltarnos tan rápidamente. Por fin, casi dos horas después con sus consiguientes tés, uno de los presentes (que llevaba allí desde el principio) cogió los pasaportes y los selló, tras preguntarnos antes si no teníamos problema con el visado de Turquía (no era así, nos quedaban aún cinco o seis días, y en breves momentos pensábamos comprar una nuevo). Ala, ya podéis pasar. Ni registraron el coche ni nos cobraron nada, estábamos estupefactos.
Ahora le tocaba el turno a los turcos de Akçakale, tenían que abrir una barrera y dejarnos pasar; y así pasó otra media hora más. Por fin abrieron la barrera y penetramos en territorio turco. Nos pidieron los pasaportes y los papeles del coche. Pedimos a la policía que nos pusiera un visado nuevo y nos dijo que no tenían, que ése era un puesto fronterizo muy pequeño. -¿Y entonces qué hacemos?- pregunté, – tendréis que acercaros a Kilis, a 250 kilómetros al oeste, allí os ponen uno sin problemas (una mentira que nos costaría muy cara cinco días después). Nos sellaron la entrada al país y nos hicieron los papeles del coche, nos aseguramos de que nos daban otros tres meses para el coche, aún no sabíamos cuando nos dirigiríamos hacia Irán. No le dimos mayor importancia a lo del visado, nos tendríamos que desviar un poco de la ruta pensada, pero era un mínimo contratiempo; no sabíamos el infierno que nos esperaba en Kilis..
Y así, dos horas más tarde de lo previsto, llegamos a Harrán. Ya anochecía y estábamos exhaustos, cruzar una frontera agota muchísimo. Aparcamos junto a las dependencias de la policía a la entrada de la parte nueva del pueblo. Nos acomodamos y preparamos algo de comer, llevábamos horas sin probar bocado.
Por la mañana nos dirigimos hacia el pueblo con la furgoneta, ¡en qué mala hora!, en el primer cruce se abalanzaron dos chicos jóvenes que se ofrecían para hacer de guías. El uno interrumpía al otro sin cesar y no conseguíamos enterarnos de nada; parece ser que los niños son muy pesados con los turistas y se recomienda contratar un guía local para visitar el pueblo. Uno de los chicos, el que nos caía mejor, decía pertenecer al Ministerio de Turismo (pero quizás el carnet era una falsificación sin más). Eran tan insistentes que decidimos ir al pueblo solos, ambos nos siguieron, uno en coche y el otro en moto, cada uno proponía entrar al pueblo por un sitio distinto. Seguimos unos carteles y llegamos a una zona de aparcamiento llena de niños pequeños, los dos jóvenes se pararon junto a nosotros y de nuevo empezaron a gritar intentando convencernos para contratar sus servicios. Mientras Rafa hablaba con ellos yo hablaba con los niños, que empezaron a pedirme dinero, caramelos, etc. A nosotros, que veníamos de nuestra tranquila visita a Siria y Jordania, lo último que nos apetecía era este agobio, todos chillando. Y así se lo hicimos saber, no contrataríamos ni al uno ni al otro, nos íbamos de allí, a Sanliurfa, Harrán nos había agotado sin siquiera empezar la visita; para la próxima vez…
Recorrimos los cincuenta kilómetros hasta el siguiente destino. Paramos a retirar dinero de un cajero y nos dirigimos al centro, el cual encontramos sin dificultad. Aparcamos fácilmente, quizás porque era domingo; la ciudad parecía medio dormida.
Al girar la primera esquina encontramos algunos negocios, un par de restaurantes, alguna tienda y una peluquería-barbería para hombres. Nos sentamos a disfrutar de un té en una terraza; el chico que regentaba el lugar era muy amable, intentó hablar con nosotros pero no dominaba el inglés. Los chicos de la peluquería se acercaron curiosos donde estábamos y hablamos un poco con ellos, acabaron convenciendo a Rafa para que se dejara cortar el pelo allí. Fue muy divertido, unos chicos kurdos de 17 años cortándole el pelo, y sin hablar nada de inglés. Inmortalicé el momento con algunas fotografías, no era para menos.
La visita había comenzado con buen pie, ya habíamos conocido a diez personas en la primera calle, todos kurdos. Sanliurfa prometía una agradable estancia. Fuimos en busca de los estanques donde viven las carpas sagradas de Abraham, un lugar muy importante para los musulmanes. En el camino atravesamos un pequeño barrio de calles antiguas y pasamos junto a una gran mezquita, Ulu Cami, antes de llegar a un enorme bazar. Pensábamos que por ser domingo estaría cerrado, pero en este rincón del país los nuevos horarios ‘europeos’ no han terminado de cuajar, muchas tiendas del bazar estaban abiertas.
Rafa aprovechó para comprar tabaco a granel, a 20 millones el kilogramo (unos 12 euros), el hombre que se lo vendió era árabe. Y así pudimos comprobar lo que habíamos leído sobre Urfa, que en esta ciudad conviven en igual número árabes, turcos y kurdos.
Los estanques sagrados se encuentran en una extensa zona ajardinada, con varias mezquitas y numerosos cafés y restaurantes. Al sur se levanta la kale o fortaleza, desde donde las vistas a la ciudad son excelentes. El día era muy agradable y cientos de personas se paseaban por los jardines, algunos hacían fotografías como nosotros, otros estaban pegados a los teléfonos móviles (un vicio entre los jóvenes del país).
Junto a la Mevlid-i Halil Cami se encuentra el lugar donde se cree nació Abraham. Es un lugar venerado por musulmanes, y hasta aquí se acercan familias iraníes cuyas mujeres se envuelven en largos pañuelos desde la cabeza hasta los pies. Las mujeres locales visten diferente, se las distingue por sus pañuelos violetas o azules. Conseguí abrirme camino entre ellas para entrar a la cueva gracias a una chica que hablaba un poco de inglés; pero me llevé aún así unos cuantos empujones y codazos, para entrar regía la ley de la más fuerte: ¡qué brutas!
Las carpas sagradas
Se cree que en Sanliurfa nació Abraham (Ibrahim para los musulmanes), aunque es posible que confundan el lugar con la ciudad de Ur, situada en el actual Irak.
En la mezquita y madrasa Rizvaniye Vakfi se encuentra el estanque de las carpas sagradas. Cuenta la leyenda que Abraham se encontraba un día destruyendo deidades locales cuando el rey-dios de los asirios, Nimrod, le condenó a morir en la pira. Abraham fue colocado en el el fuego pero no sufrió daño alguno ya que Dios convirtió las llamas en agua y los carbones en carpas, elementos que forman el estanque de Gölbasi. Abraham fue lanzado por los aires aterrizando en un lecho de rosas.
El que atrape una carpa se quedará ciego, ese parece ser el castigo y la razón de que haya tantos ejemplares.