La bahía de Halong, el imperio turístico de Vietnam

12 de octubre de 2007

Si algún lugar de Vietnam es visitado por todos y cada uno de los extranjeros que pisan esta tierra ese lugar es la Bahía de Halong; la imagen más utilizada en los folletos de las agencias de viajes de todo el mundo para promover el turismo en un país que aún se recupera de las heridas de guerra. Tal y como muestra la película Indochine, protagonizada por Catherine Deneuve, este rincón del mundo vivió tiempos peores cuando los franceses aún gobernaban el Vietnam del Sur, y enviaban a todo tipo de prisioneros a morir o a ser vendidos como esclavos en esta inalcanzable e inmensurable bahía. Hoy los muelles donde se cometían estas atrocidades han sido sustituidos por otros donde los turistas pueden desembarcar y disfrutar de cuevas y playas en alguno de los miles de islotes que pueblan el lugar.

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Silueta de la Bahía de Halong

Como todos lo que estábamos allí nuestra excursión sería de dos jornadas, nos recogería un minibús cerca del hotel y, en un trayecto de hora y media, nos dejaría en el centro de visitantes del Parque Natural de Vinh Ha Long, donde nos juntaríamos con miles de personas, unos recién llegados y otros que regresaban; el negocio está tan bien montado, que según un barco llega sobre las 12h30 con un grupo, una hora después ya está de nuevo a la mar con otro grupo, el tiempo justo para aprovisionarse y recibir a los nuevos invitados. Nuestra guía, una chica joven, parecía demasiado excitada para la ocasión, yo diría que aún le duraba la juerga de la noche anterior, trató, sin conseguirlo, de que todo el mundo estuviera a gusto, pero en este tipo de ocasiones es bastante difícil, el otro español del grupo, David, de unos 35 años, comenzó a quejarse desde el primer momento, discretamente eso sí. Es difícil estar seguro de si el precio pagado es acorde con el servicio recibido pero todos tendemos a pensar que no es así, a este chico le habían enseñado unas fotos de un barco y dicha embarcación se encontraba en el embarcadero pero no era la nuestra, según él parecía mejor. Yo traté de que esto no influyera pero a mamá, a la cual hablar con un español siempre le gustaba, acabó creyendo que nos estaban timando, y tal vez fuera así, pero si en algo nos timaron no fue en el barco, todos parecían iguales, sino en la comida, habíamos cogido el circuito vip porque ese incluía mucho más marisco, lo que se tradujo en dos gambas y dos pedazos de calamar.

Halong-IIIAunque el tiempo no acompañó mucho, un eterno nublado amenazaba en todo momento con descargar, pero sólo lo hizo levemente en un par de ocasiones. El barco navegaba suavemente hacia los miles de pináculos que se acumulaban en dirección este mientras a lo lejos se veían muchos más, el espectáculo estaba garantizado ante uno de los paisajes más famosos del mundo. Enseguida llamaron a rancho, estábamos todos muertos de hambre, los cuatro malayos, las tres irlandesas y nosotros cuatro, la comida fue variada pero, como ya he comentado antes, nada abundante en productos del mar.

Como el resto de las embarcaciones nos fuimos acercando lentamente hasta un muelle, desde allí visitamos la cueva de Hang Sung Sot donde la guía, sin mucho éxito de nuevo, intentó darnos explicaciones sobre las curiosas formas de estalactitas y estalagmitas, sin que faltara la siempre original similitud fálica de una de ellas y las consecuentes risitas. Esta parada fue seguida de un paseo por los alrededores y de una segunda visita, esta vez el reclamo del montículo de piedra caliza era una bonita playa donde nos dimos un buen chapuzón en compañía de otros grupos de españoles que andaban por allí.

La jornada de actividades acababa con el paseo en kayak, el que quisiera podía coger una de estas canoas para dos personas y dar un paseo, Rafa y yo nos animamos y tuvimos la suerte de que por fin al nublado le diera por descargar, llegamos como una sopa al barco después de circunnavegar alguno de los islotes y un humilde pueblo flotante de pescadores. Qué mejor momento para probar la ducha caliente del camarote de mi madre, el más lujoso del barco, como tenía que ser.

Halong

La cena fue más agradable que la comida, intercambiamos conversación con los demás viajeros, las irlandesas eran muy tímidas, una de ellas estaba trabajando en una organización humanitaria en la vecina Camboya, en un proyecto sobre nutrición, las otras dos estaban de visita y juntas se habían desplazado una semana a Vietnam de vacaciones, nunca podré olvidar la cara de asombro que pusieron ante la destreza de mi madre para limpiar un pescado de tal forma que ninguno de los presentes tuvo que preocuparse de las espinas, parecía que era la primera vez que comían pescado en forma de pescado y no de lomo congelado o fish and chips, tal y como confirmaron después. Por su parte los malayos eran más risueños, Rafa y yo ya les teníamos calados después de nuestra larga estancia en su país, eran dos parejas y todos se quejaban de que la bebida no estuviera incluida en el precio y que la cobraran a precio de oro, al menos, y en eso estábamos todos de acuerdo, podían incluir agua potable, pues ni eso, el que quería beber algo tenía que pagarlo. Todos hablaban de las reclamaciones que iban a realizar al regresar, que seguramente ninguno puso finalmente. Nos tomamos unas cervezas y charlamos hasta casi la una, momento en que nos despedimos para ir cada uno a su camarote correspondiente, a lo lejos, en otros barcos que parecían más poblados, se oía la música de fondo, me imaginé a veinte mochileros de 22 años montando una discoteca flotante, posiblemente no me alejé mucho de la realidad…

Bahía de Halong

 Esta bahía es una de las maravillas naturales del país, con más de 3.000 islas de roca caliza rodeadas de aguas tranquilas. El flujo de visitantes es tal que a ciertas horas los juncos, los famosos barcos de la zona, se agolpan junto a las atracciones del lugar. Miles de personas viven del turismo en la zona, aunque posiblemente el grueso del dinero se vaya a las mismas manos siempre, los dueños de embarcaciones y agencias. Algunas familias sobreviven vendiendo fruta directamente a los turistas que viajan en los juncos a precios desorbitados.